LAS SIETE PALABRAS. Monseñor Darío de Jesús Monsalve Mejía ...

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09.06.2013 Views

SEGUNDA PALABRA El Amor como PERDON. La primera palabra de Jesús taladra la in-conciencia violenta de los humanos que actúan inhumanamente. En la segunda palabra se cosecha el fruto de la oración de Jesús al Padre y del golpe a la conciencia humana. Hay aquí una libertad que es liberada de todas las cadenas que envuelven a un malhechor condenado a la misma pena de muerte. Es una libertad que responde al Amor, que toma conciencia de sí, de sus límites y errores, y se confronta con la Inocencia misma que está a su lado: Jesús. Somos recompensados cuando creemos en el todo ser humano, hasta en el más increíble malhechor. Allí está el secreto de Jesús: fe en el ser humano, confianza total en el Padre Dios. Del diálogo orante entre Jesús y el Padre Dios, nace el diálogo verbal y también orante entre seres humanos condenados por sus propias acciones. Del diálogo entre el ser humano y Jesús brotará el PERDON que tumba las condenas a muerte, al exterminio de unos a otros, e instaura la ley de la esperanza, la ley de la vida que se ha de respetar y proteger siempre, aún la del adversario sometido, la del malhechor juzgado y condenado a prisión. Es la Ley del Paraíso Rescatado: “HOY ESTARÁS CONMIGO EN EL PARAÍSO”. Este creer y esperar sin derrotismos ni pesimismos en el ser humano, ensanchando quizás las fuerzas que defienden a la sociedad y ampliando las cárceles y aún, si fuere necesario, las penas, pero sin tener que ensanchar los cementerios y los centros de lisiados por la terquedad en una guerra formalizada ilegalmente como exterminio de connacionales, es la verdadera llave de la paz, quizás la única que nos queda. Como el malhechor impenitente, no podemos hundirnos en la muerte como único horizonte de lucha. Como el sistema romano y judío que levantaron el Calvario de Jesús, de Dimas y Gestas, el calvario de la condena a muerte, no podemos seguir en la violencia estatal sin límites éticos, no solo aplicando la pena de muerte sino matando sin pena a quien lo enfrenta. La medida de

la ética del Estado no puede ser ni siquiera la total carencia ética de los malhechores. Necesitamos esta CONVERSIÓN desde lo institucional de la Nación. Y necesitamos movilizar nuestras conciencias y nuestras acciones culturales y pacíficas de ciudadanos para clamar por el fin de la guerra de exterminio recíproco y de la guerra en sí misma. Igualmente necesitamos clamar por la independencia de la justicia y el pleno ejercicio de su control legal en la guerra, así como de los demás procesos penales contra la corrupción y la complicidad con la violencia paramilitar, subversiva, narcotraficante o simplemente delincuencial. El rostro del Amor en esta segunda Palabra nos hace ver la grandeza de la verdad que ilumina a la libertad humana, aún a la más derrumbada, y la posibilidad de conversión personal y colectiva que brotan del PERDÓN. El perdón hace que el rostro sonriente del Amor siga siendo LA VIDA. ¿Qué parte tengo yo en los males y violencias, en la corrupción e injusticias que agobian a Colombia? ¿Qué puede aportar mi compromiso, nuestro compromiso, al cambio social, al fin de la guerra, a la humanización de nuestra sociedad?

SEGUNDA PALABRA<br />

El Amor como PERDON.<br />

La primera palabra <strong>de</strong> <strong>Jesús</strong> taladra la in-conciencia violenta <strong>de</strong> los humanos<br />

que actúan inhumanamente. En la segunda palabra se cosecha el fruto <strong>de</strong> la<br />

oración <strong>de</strong> <strong>Jesús</strong> al Padre y <strong>de</strong>l golpe a la conciencia humana. Hay aquí una<br />

libertad que es liberada <strong>de</strong> todas las ca<strong>de</strong>nas que envuelven a un malhechor<br />

con<strong>de</strong>nado a la misma pena <strong>de</strong> muerte. Es una libertad que respon<strong>de</strong> al<br />

Amor, que toma conciencia <strong>de</strong> sí, <strong>de</strong> sus límites y errores, y se confronta con<br />

la Inocencia misma que está a su lado: <strong>Jesús</strong>. Somos recompensados cuando<br />

creemos en el todo ser humano, hasta en el más increíble malhechor. Allí<br />

está el secreto <strong>de</strong> <strong>Jesús</strong>: fe en el ser humano, confianza total en el Padre<br />

Dios.<br />

Del diálogo orante entre <strong>Jesús</strong> y el Padre Dios, nace el diálogo verbal y<br />

también orante entre seres humanos con<strong>de</strong>nados por sus propias acciones.<br />

Del diálogo entre el ser humano y <strong>Jesús</strong> brotará el PERDON que tumba las<br />

con<strong>de</strong>nas a muerte, al exterminio <strong>de</strong> unos a otros, e instaura la ley <strong>de</strong> la<br />

esperanza, la ley <strong>de</strong> la vida que se ha <strong>de</strong> respetar y proteger siempre, aún la<br />

<strong>de</strong>l adversario sometido, la <strong>de</strong>l malhechor juzgado y con<strong>de</strong>nado a prisión. Es<br />

la Ley <strong>de</strong>l Paraíso Rescatado: “HOY ESTARÁS CONMIGO EN EL PARAÍSO”.<br />

Este creer y esperar sin <strong>de</strong>rrotismos ni pesimismos en el ser humano,<br />

ensanchando quizás las fuerzas que <strong>de</strong>fien<strong>de</strong>n a la sociedad y ampliando las<br />

cárceles y aún, si fuere necesario, las penas, pero sin tener que ensanchar<br />

los cementerios y los centros <strong>de</strong> lisiados por la terquedad en una guerra<br />

formalizada ilegalmente como exterminio <strong>de</strong> connacionales, es la<br />

verda<strong>de</strong>ra llave <strong>de</strong> la paz, quizás la única que nos queda.<br />

Como el malhechor impenitente, no po<strong>de</strong>mos hundirnos en la muerte como<br />

único horizonte <strong>de</strong> lucha. Como el sistema romano y judío que levantaron el<br />

Calvario <strong>de</strong> <strong>Jesús</strong>, <strong>de</strong> Dimas y Gestas, el calvario <strong>de</strong> la con<strong>de</strong>na a muerte, no<br />

po<strong>de</strong>mos seguir en la violencia estatal sin límites éticos, no solo aplicando<br />

la pena <strong>de</strong> muerte sino matando sin pena a quien lo enfrenta. La medida <strong>de</strong>

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