LAS SIETE PALABRAS. Monseñor Darío de Jesús Monsalve Mejía ...

PRIMERA PALABRA
El Amor como REACCION:
Toda persona necesita aprender a vencerse a sí misma, a sobreponerse al
propio yo. Desde la constatación de nuestros propios límites, contra los que
chocamos desde niños, hasta la experiencia de las limitaciones de los demás
y de su oposición, del rechazo y el antagonismo, del recurso a la fuerza y a la
violencia, nos vemos urgidos a reaccionar. No solamente hay adversidad sino
también adversarios en nuestras vidas.
Jesús, mientras lo clavan al leño de la cruz, aniquilando su cuerpo, sus manos
y pies, transforma la reacción humana en relación creadora de vínculos
profundos. Con la crucifixión se pretende romper toda relación de la persona
y eliminarla a través del dolor y el agotamiento. Se hace sentir al condenado
la muerte afectiva y social antes de que viva su muerte efectiva. Pero Jesús
aún dispone de la palabra, aunque carezca de interlocutores verbales y,
entonces, apunta hacia lo más profundo: el ser de Dios como PADRE y la
conciencia humana como vínculo filial escondido en el lenguaje de los actores
de violencia. Es un escenario superior, intangible, que contrasta con la escena
sangrienta e inhumana de la ruptura de su cuerpo. La verdad de Dios duerme
en la conciencia de todo ser humano y el Crucificado es el CAMPANAZO que
puede despertarla.
La primera palabra de Jesús en la cruz no es la de nuestra fe humana en Dios:
es la de la fe que Dios tiene en el ser humano, aún en el peor abismo de
inhumanidad y de barbarie. Lo que necesitamos saber primero es que Dios
cree en nosotros y nos creó capaces también de creer en Él y de creer en
nuestros semejantes. HAY UNO QUE SE JUGÓ ENTERO POR TI Y POR MÍ:
Jesucristo. Su palabra, pero sobre todo su oración confiada, profunda,
sacerdotal y permanente, taladra la in-conciencia de la humanidad. Dios se
queda en silencio, para que la conciencia cerrada y dura, violenta y cruel, siga
recibiendo la dulce violencia del Amor: “Perdónales porque no saben lo que
hacen”. Nuestra vida está encerrada en esa relación que hay entre Jesús y el
Padre Dios, aunque nosotros la desconozcamos o lo rechacemos. Esa