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LA EDAD MEDIA : DESARROLLO Y DEFORMACIÓN - 10

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CAPITULO XI<br />

<strong>LA</strong> <strong>EDAD</strong> <strong>MEDIA</strong> <strong>DESARROLLO</strong> Y DEFORMACI N<br />

La exuberancia d formularios tard os y su adulteraci n<br />

La noci n de edad media es extremadamente elÆstica. Recubre<br />

una sucesi n de Øpocas muy variadas. AdemÆs, es tan dif cil decir<br />

cuÆndo comienza este per odo como precisar la fecha en que termina.<br />

Desde el punto de vista que adoptamos aqu , podr a decirse que las<br />

Iglesias que se volvieron nestorianas o monofisitas en el Oriente<br />

sirio, copto o armenio, entraron en la edad media en el momento<br />

mismo en que se separaron, tanto espiritual como materialmente,<br />

de la rbita bizantina. En la hora presente no se puede todav a<br />

decir que hayan salido de ella. En Bizancio, por el contrario, si<br />

hay realmente una edad media, s lo se puede desgajar verdadera<br />

mente de la antig edad patr stica en la Øpoca de la ca da de Cons<br />

tantinopla..., es decir, en el momento en que propendemos a dar<br />

por terminada la edad media en Occidente. En Roma misma se<br />

puede fijar el comienzo de la edad media inmediatamente despuØs<br />

de san Gregorio. Pero hac a ya mucho tiempo que hab a entrado<br />

en ella gran parte del mundo occidental.<br />

Se comprende, pues, que nosotros llamemos aqu edad media<br />

a todo lo que trata todav a de conservar, sea como sea, la tradici n<br />

patr stica, comenzando ya a no comprenderla. Consiguientemente,<br />

la tradici n patr stica se prolonga en la edad media por una vege<br />

taci n parasitaria de prÆcticas y de f rmulas, mÆs bien que por<br />

desarrollos coherentes. Y todav a hay que af adir que Østos no se<br />

Hauver, eucaritfa 22<br />

337


La edad media: desarrollo y deformaci n<br />

extinguen de un golpe. Y, sobre todo, cuando se piensa en particular<br />

en ci Occidente latino, no hay nunca que olvidar que la edad media<br />

no va aqu seguida precisamente de un renacimiento œnico, sino<br />

que mÆs bien estÆ atravesada por renacimientos sucesivos: en el<br />

siglo ix, en los siglos xn-xiii en particular, teniendo ademÆs<br />

en cuenta que este œltimo no es menos importante que el que sobre<br />

vendrÆ en los siglos xv-xvi y parecerÆ solamente parecerÆ barrer<br />

la edad media.<br />

Como aqu s lo estudiamos la oraci n eucar stica, habremos de<br />

hablar en primer lugar de los œltimos desarrollos, que son defor<br />

maciones mÆs bien que desarrollos, que la eucarist a, en su sentido<br />

restringido, pero primitivo, pudo entonces conocer. Luego pasaremos<br />

al problema del silencio del canon, silencio en que de una forma<br />

muy significativa cay la eucarist a casi en todas partes desde el<br />

comienzo del per odo en cuesti n. Finalmente, llegaremos a todas<br />

nuestras nuevas creaciones que casi inmediatamente se propusieron<br />

colmar este silencio. Primeramente se referirÆn a los fieles, o a los<br />

simples clØrigos, que siguen la misa del sacerdote en lugar de tomar<br />

parte en la misa con Øl. Pero pronto, dado que el sacerdote, por<br />

la fuerza de las cosas, comenz por ser un simple clØrigo, y pri<br />

mero un laico mÆs o menos piadoso, no lograrÆ ya entrar en el<br />

silencio del canon, que se le supone reservado a Øl, sino arrastrando<br />

toda la curiosa impedimenta de una piedad eucar stica de reemplazo.<br />

En este momento, pese a esfuerzos esporÆdicos de renacimiento<br />

o de simple reacci n, la oraci n eucar stica no sobrevivirÆ ya sino<br />

como una momia venerable, respetuosamente embalsamada y con<br />

la protecci n de bandas o cintas. Entonces podrÆn sobrevenir re<br />

formadores, aunque s lo un poco mÆs impacientes que sus prede<br />

cesores. CreerÆn que no hay mÆs que apartar con el pie esa vieja<br />

reliquia para descubrir la eucarist a original. Pero tras este œltimo<br />

golpe no quedarÆ ya nada.<br />

La Iglesia bizantina, como hemos dicho, despuØs de haber adop<br />

tado sucesivamente las liturgias de san Basilio y de san Juan<br />

Cris stomo, se atuvo invariablemente a estos dos textos, elimi<br />

nando poco a poco todos los que les hab an hecho competencia.<br />

Aunque las generaciones sucesivas desarrollar an considerablemente<br />

las partes secundarias de la liturgia eucar stica, no modificar an ya la<br />

338


Exuberancia de formularios tard os<br />

oraci n eucar stica sino con variantes de poca importancia’. La<br />

œnica excepci n en este punto es particularmente entre *los eslavos,<br />

un recargo de la epiclesis que la redobl mediante la introducci n<br />

de una oraci n al Esp ritu Santo, trasladada del oficio divino a la<br />

eucarist a8<br />

Los armenios fueron casi tan conservadores en materia de ora<br />

ci n eucar stica, no obstante la riqueza de sus propias composiciones<br />

en general y el liberalismo de sus prØstamos tomados de otras<br />

tradiciones, desde la antigua tradici n bizantina hasta las formas<br />

medievales mÆs evolucionadas de la liturgia romana. DespuØs de<br />

haber utilizado as a Santiago, a san Basilio y a san Juan Cris s<br />

tomo, se atuvieron a una sola oraci n eucar stica, que atribuyen<br />

a san Atanasio de Alejandr a, pero que parece ser una refundici n<br />

propiamente armenia de san Basilio, o de Santiago, dif cil de<br />

fechar. Sin embargo, utilizaron tambiØn en el pasado versiones en<br />

su lengua, de liturgias sirias o egipcias mÆs o menos tard as, como<br />

las llamadas de san Ignacio o de san Gregorio Nacianceno por una<br />

parte, y de san Cirilo por otra, as como una misteriosa liturgia<br />

de san Isaac Q se trata del obispo nestoriano Isaac de N nive?,<br />

y otra liturgia mÆs o menos aut ctona, atribuida a su gran misionero,<br />

Gregorio el iluminador’.<br />

Esta reducci6n progresiva de la variedad de las oraciones euca<br />

r sticas a uno o algunos modelos relativamente antiguos no se<br />

produjo en las otras Iglesias separadas de Bizancio, con la œnica<br />

excepci n, en cierta medida, de la Iglesia de los nestorianos. No<br />

solamente la liturgia muy arcaica de Adday y de Man, que han<br />

conservado en medio de un desarrollo tambiØn muy antiguo, sino<br />

tambiØn las otras dos oraciones litœrgicas que utilizan, atribuyØn<br />

dolas respectivamente a Nestorio y a Teodoro de Mopsuesta, son<br />

incontestablemente de una Øpoca muy antigua aparte algunas inter<br />

polaciones ‘.<br />

1. cf. el texto del Codas Barbarini prcentado por BRtORTMAN y el texto moderno<br />

que le sigue en su edici n. VØase a este prop sito P.N, TsEssaEt..t, Las tres Liturgias<br />

segœn los manuscritos atenienses en griego, Atenas 1935.<br />

2. Cf. I.-H. DAUS.us, Les htu,’gias d’Orieut, Par s 1959, p. 77.<br />

3. Cf. 1. H.snsa,s, Institutiones Iiturgicoe, t. iii, parte segunda, p, 584s,. Cf. SAu.<br />

GET, op. ele., p. 44.45.<br />

4. Ci. IlANssvss, op. oit., p. 622ss, y SM’,ncT, OIl. "it,, 9. 123121.<br />

339


La edad media: desarrollo y deformaci n<br />

Los jacobitas de Siria, por el contrario, aun conservando la<br />

anÆfora de Santiago, le han aæadido numerosas oraciones eucar sti<br />

cas, gran nœmero de las cuales se han mantenido en uso tambiØn<br />

entre los maronitas. Brightman, a fines del siglo pasado, sefialaba 43<br />

formularios conocidos, de los cuales s lo 19 se han publicado en el<br />

original sir aco, mientras que los otros son accesibles a travØs de<br />

las traducciones latinas de Renaudot y de Assemani. Seæalaba tam<br />

biØn otras 21 anÆforas conocidas, aunque no editadas. Basta con dar<br />

una ojeada a las indicaciones mÆs recientes de Hanssens para<br />

comprobar hasta quØ punto han aumentado estas cifras en medio<br />

siglo, sin que hayan cesado todavia los nuevos descubrimientos .<br />

Algo semejante se puede decir de los coptos de Egipto. La<br />

antigua Iglesia de Egipto utilizaba, fuera de la liturgia de san<br />

Marcos, mÆs o menos influida en sus formas evolucionadas por las<br />

liturgias sirias, una forma arcaica de la liturgia de san Basilio, y<br />

una anÆfora atribuida a san Gregorio Nacianceno, que es en todo<br />

caso una anÆfora siria llevada al desierto de Escete por monjes<br />

de esta nacionalidad. Los documentos coptos incluyen versiones de<br />

estas tres anÆforas atribuyendo generalmente la de san Marcos<br />

a san Cirilo, que nos permiten con frecuencia remontarnos a un<br />

estado de los textos griegos mÆs antiguo que el que nos es accesible<br />

directamente. Pero encierran una multitud de otras oraciones euca<br />

risticas posteriores, como, por ejemplo, la serie de anÆforas pu<br />

blicadas recientemente por dom Emmanuel Lanne 6<br />

Los et opes por su parte, aun tomando su fondo antiguo de los<br />

coptos y algunas otras anÆforas de los sirios y hasta de tos arme<br />

nios, no descuidaron afiadir composiciones de su propia cosecha.<br />

Tales son la anÆfora de nuestro Seæor, o la de nuestra Seæora, as<br />

como textos atribuidos a los «318 ortodoxos» los padres del Con<br />

cilio de Nicea, a san Atanasio, a san Epifanio, etc. TambiØn entre<br />

ellos se halla, con el nombre de anÆfora de los ap stoles, una<br />

combinaci n de la eucarist a le Hip lito con el marco y elementos<br />

complementarios tomados de san Marcos-san Cirilo .<br />

5. }iNssaNs. p. 596ss, y SAUGET, p. lilas y IGl.,,.,<br />

6. H,.ssuis, p. 63Sss, y SAUOET, ¡5. 82S.4. c . EMM,%NUEI. LM1Nr, Le gran! Rucho.<br />

oge ¿u ,notrnstve blanc, en PatroLog a o ientaU,, t. 28, fase. 2, 1955.<br />

7. HANISEIS, p. 638ss, y SAUGET, ¡5. G4,.<br />

340


La cucari,t a de Yestorin<br />

En Occidvntv, el canon romano, una vex que se impuso en todas<br />

partes, no vari , excepto los prefacios. Istus, muy variados va en la<br />

Øpoca patr stica, enriquecidos todav a con aportaciones galicanas<br />

o mozÆrabes, no cesaron de proliferar a travØs de toda la edad media.<br />

No nos es posible examinar aqu en detalle esta enorme literatura,<br />

de la cual s lo una parte se ha publicado. Nos contentaremos con<br />

verificar algunos sondeos. ltstos nos revelarÆn pronto que aqu la<br />

originalidad no consiste va mÆs que en variaciones mÆs o menos<br />

felices sobre tenias que ya conocemos, cuando tal originalidad no es<br />

negativa. De hecho, lo que domina esta enorme producci n es una<br />

tendencia general a enterrar bajo vegetaciones parÆsitas, si ya no<br />

a desintegrar los temas primitivos y fundamentales de la eucarist a.<br />

La tradici n que aqu trata de prolongarse reconoce que ya no es<br />

duefla de s misma sino muy imperfectamente. En los casos en<br />

que no se petr fica, s lo tiende a disolverse.<br />

La estcarist a de Nestorio<br />

La eucarist a que los nestorianos atribuyen a Nestorio fue<br />

algœn tiempo considerada por Baunistarlc como la antigua liturgia<br />

constantinopolitana, de la que la de san Juan Cris stomo no ser a<br />

sino una forma abreviada. Scherniann se hizo cargo de lo invero<br />

s mil de esta hip tesis, y Engherdiiig o demostr tan claramente<br />

que el mismo Baumstark, con tina elegancia poco corriente entre<br />

los cr ticos, reconoci francamente su error Muy al contrario,<br />

el formulario atribuido a san Juan Cris stomo, o quizÆ su viejo<br />

antecedente antioqueno, debi sufrir copiosas inyecciones escritu<br />

r sticas y teol gicas para dar el formulario llamado de Nestorio.<br />

y hasta hay que reconocer que entre estas afladiduras hay por<br />

lo ¡llenos un fragmento que dif cilmente parece poderse atribuir<br />

a un redactor del siglo y.<br />

Veamos primero toda la parte de la oraci n que va hasta las<br />

pa]abras de la instrucci n inclusive:<br />

8. BAu,sTAn, Liti,rpie roi,tjuirØe, p. 60.61.<br />

341


Le edad media: desarrollo y deformaci n<br />

Seæor, fuerte, tœ que eres eterno, Dios Padre todopoderoso, que eres<br />

siempre lo que eres, es digno, conveniente y justo que te alabemos, que<br />

te confesemos, que te adoremos, que te ensalcemos siempre y en todo tiem<br />

po. Tœ eres, en efecto, el Dios verdadero, incomprensible, infinito, inexpli<br />

cable, invisible, simple, no perceptible por los sentidos, inmortal, sublime<br />

y por encima del pensamiento y de la inteligencia de todas las criaturas, tœ<br />

que estÆs en todo lugar y no cabes en ningœn lugar, tœ, y tu Hijo œni<br />

co, y tu Esp ritu Santo. Tœ mismo, Seæor, danos la palabra para que<br />

abramos la boca en tu presencia y te ofrezcamos, con coraz n contrito y<br />

esp ritu humillado, los frutos espirituales de nuestros labios [nuestrol<br />

culto racional: tœ eres, en efecto, nuestro Dios y el Padre de nuestro<br />

Seæor y salvador Jesucristo, nuestra esperanza, en quien fueron escondidos<br />

todos los tesoros de sabiduria y de la ciencia, y por quien nosotros reci<br />

bimos el conocimiento del Esp ritu Santo, el Esp ritu de verdad que procede<br />

de ti, ¡ oh Padre!, y es de la naturaleza oculta de la divinidad. Por Øl todas<br />

las naturalezas racionales, visibles o invisibles, son fortalecidas, santificadas<br />

y perfeccionadas. Y a ti, a tu Hijo œnico, y a tu Esp ritu Santo, ofrecen<br />

cii todo tiempo alabanzas perpetuas, porque todas son obra tuya. Porque tœ<br />

nos produjiste y ordenaste ‘le la nada a la existencia. Nosotros pecarnos<br />

y ca mos; mientras nosotros perec amos en nuestra decadencia tœ nos re<br />

novaste, levantaste y rescataste, tœ no cejaste basta visitarnos a todos en tu<br />

gran solicitud, a fin de hacernos subir al cielo y de darnos por tu misericor<br />

d a tu reino venidero, Y por todos estos beneficios para con nosotros te<br />

damos gracias en verdad, Dios Padre, as como a tu Hijo œnico y a tu<br />

Esp ritu vivo y santo, y te adoramos por todos estos frneficios que nos<br />

has otorgado, por los que conocemos y por los que ignoramos, por los<br />

manifiestos y por los ocultos. Te damos gracias tambiØn por este ministerio,<br />

suplicÆndote lo recibas de nuestras manos: ¿ quiØn, en efecto, bastar a para<br />

narrar los milagros de tu poder y para hacer oir todas tus alabanzas?<br />

Aunque todas las criaturas fueran una sola boca y una sola lengua, no<br />

bastar an, Seæor, para hablar de tu majestad. Porque delante de tu Trinidad,<br />

Seæor, estÆn mil millones y diez mil minadas de Ængeles: todos juntos<br />

volando sin cesar y para siemprc, con voz alta y que no se calla alaban,<br />

exultan, gritando uno a otro, diciendo y respondiendo:<br />

Santo, santo, santo, Seæor fuerte, de quien estÆn llenos los cielos y la tierra.<br />

Y col’ estas potencias celestiales tambiØn nosotros, Seæor bueno y<br />

Dios misericordioso, gritamos y decimos: tœ eres verdaderamente santo,<br />

verdaderamente digno de ser glorificado, exaltado, sublime, tœ que a tus<br />

adoradores que estÆn en la tierra los hiciste dignos de ser asimilados a<br />

los que te glorifican en los cielos. Santo es tambiØn tu Hijo œnico, nuestro<br />

Seæor Jesucristo, con el Esp ritu Santo [tu Hijo] que coexiste contigo<br />

desde toda la eternidad, como quien participa de la misma naturaleza, y<br />

autor de todas las craturas. Bendecimos, Seæor, el Dios Verbo, al Hijo<br />

oculto, que procede de tu seno, que siendo semejante a ti e imagen de tu<br />

342


La e ICiL r istia de Nestorio<br />

sustancia, no tuvo como una presa la igualdad contigo, sino que se ano<br />

nad a s mismo y tom la semejanza de esclavo, hombre perfecto de<br />

alma racional, inteligente e inmortal, y de cuerpo humano mortal, que Unjo<br />

a si mismo y lo asoci en la gloria, poder y honor, siendo como era pasible<br />

por naturaleza, Øl que fue formado por la virtud del Esp ritu Santo para<br />

la salvaci n de todos, hecho de una mujer, sometido a la ley, para rescatar<br />

a los que estaban bajo la ley y vivificar a todos los que hab an muerto en<br />

AdÆn; destruy el pecado en su carne y destruy la ley de los preceptos<br />

por sus preceptos; abri los ojos de nuestros esp ritus cegados y allan<br />

para nosotros el camino de la salvaci n, y nos ilurnin con la luz del cono<br />

cimiento divino. A los que le recibieron les dio, en efecto, el poder de<br />

ser hijos de Dios; nos purific e hizo la expiaci n por nosotros por el<br />

bautismo de agua santa, y nos santific por su gracia en el don del Esp<br />

ritu Santo. A los que fueron sepultados con Øl por el bautismo los resucit ,<br />

los levant y los traslad al cielo consigo, segœn su promesa. Y habiendo<br />

amado a los suyos en este mundo, los am hasta el fin, y habiØndose ofrecido<br />

en nuestro lugar a la pena debida por el pecado de nuestra raza, por la vida<br />

de todos se dio Øl mismo por todos a la muerte que reinaba sobre nos<br />

otros y a cuyo poder estÆbamos sujetos habiØudole sido vendidos por nues<br />

tros pecados, y por su sangre preciosa nos reseat y salv , y descendi a<br />

los infiernos, y deshizo las ataduras de la muerte que nos devoraba. Pero<br />

como era justo que no fuera retenido en los infiernos por la muerte el<br />

pr ncipe de nuestra salvaci n, resucit de entre los muertos al tercer d a<br />

‘ vino a ser las primicias de los que duermen, a fin de ser el primero en<br />

todas las cosas; y subi al cielo, y se sent a la diestra de tu majestad, oh<br />

Dios! Y nos dej un memorial de nuestra salvaci n, este misterio que<br />

hunos ofrecido en tu presencia. Porque cuando lleg el tiempo en que era<br />

rut regado por la vida del mundo, despuØs de haber cenado, en la pascua<br />

de la ley de MoisØs, tom pan en sus manos santas, inmaculadas y sin man<br />

cha, lo bendijo, lo parti , lo comi y dio de Øl a sus disc pulos y dijo:<br />

Tomad, comed de Øl todos vosotros, esto es mi cuerpo, partido por vos<br />

otros para remisi n de los petados. Asimismo mnezcl el cÆliz de vino y de<br />

agua, bebi de Øl, dio de Øl a sus disc pulos y dijo: Bebed de Øl todos<br />

vosotros, esto es mi sangre de la nueva alianza, que es derramada por<br />

muchos para remisi n de los pecados, y haced esto en memorial de m<br />

loe-la quc yo venga. Porque todas las veces que comiereis de este pan y<br />

l,ebiereis de este cÆliz, anunciarØis mi muerte hasta mi parus a. As a<br />

quienquiera que se acerque, con verdadera f e, para participar, sØanle, Seflor,<br />

para remisi n de los pecados, para gran esperanza de la resurrecci n<br />

le los muertos, y para la vida nueva en el reino de los cielos’.<br />

9. VØase, en la edici n anglicana de Ourmia, 1890, Liturgia sanctorum Apostolorum,<br />

etcØtera, las pÆginas 4Oss, por lo que hace al texto sir aco. Traducci n latina en RasAn<br />

onr. m. ti, y. ,27ss. ‘,tese la insistencia en el hecho de cine Jesœs mismo co,ni y hel,i.5<br />

de la cena ?. Cf. p. 275 y 341.<br />

343


Le edad media: desarrollo y deformaci n<br />

Esta oraci n tiene sin duda alguna bellos rasgos, como el de<br />

comenzar Ja segunda parte de la acci n de gracias glorificando a Dios<br />

por el hecho mismo de habernos permitido unirnos a la glorificaci n<br />

que le tributan los esp ritus celestiales. Sin embargo, podemos<br />

tambiØn hallar aqu como la ra z primera de los desarrollos subjeti<br />

vos que hab an de conducir a las apolog as con las que el sacerdote,<br />

antes de desempaar su funci n proclamando los mirabilia Dei,<br />

mezclar a sœplicas y acciones de gracias por el tremendo favor de<br />

permitirle acercarse al altar. Pero sobre todo, el conjunto de este<br />

texto, s bien evoca evidentemente el otro gran ejemplo de anÆfora<br />

teol gica y b blica debido a san Bisilio y del que tom diferentes<br />

prØstamos, ciertamente no gana nada con la comparaci n. Podr a<br />

decirse de la eucarist a de Nestorio que hace el efecto de una anÆ<br />

fon basiliana doblemente fallida. Aunque no es menos doctrinal ni<br />

menos escritur stica, no llega a fundir las reminiscencias b blicas<br />

en un todo orgÆnico ni a hacer que su teolog a se pliegue a la gran<br />

linea continua de la historia de la salvaci n. Las citas de los libros<br />

sagrados no son sino un rosario de referencias, como en un mediocre<br />

tratado escolÆstico. Ni pod a menos de ser as , una vez que la<br />

misma teolog a no era ya el desarrollo de una contemplaci n de<br />

la Palabra divina, sino una simple acumulaci n de digresiones<br />

esc lares.<br />

En la anamnesis vamos a descubrir las mismas debilidades,<br />

todav a aumentadas, si cabe. La anamnesis, como otras oraciones<br />

mÆs o menos tard as con que nos hemos encontrado ya, toma el ses<br />

go de una confesi n de fe en regla. Pero ademÆs, no logra todav a<br />

resistir a la tentaci n, ya de acumular referencias, ya de perderse<br />

en digresiones igualmente ociosas, La intercesi n que sigue, tambiØn<br />

prolija, es de mejor andadura.<br />

TambiØn nosotros, Seæor Dios, Padre fuerte, conine norainos esta dispo<br />

sici n y la salvaci n que se efectu para nosotros. Ante todo te creemos<br />

y te con esamos, Dios, el Padre verdadero y el Hijo eterno, œnico dc [tul<br />

divinidad, que procede de ti, unido contigo por su consustancialidad, su<br />

economia admirable que se hizo mediante nuestra humanidad y que nos fue<br />

dispensada para nuestra salvaci n; la cruz y la pasi n, la muerte, la se<br />

pultura, la resurrecci,Sn al tercer d a, la ascensi n al cielo, la sesi n a tu<br />

diestra y la segunda venida a nosotros en gloria, de nuestro Seæor Jesu<br />

344


La eucarist a de Nestorio<br />

critu, en la que ha de juzgar a los vivos y a los muero’;, y dar a cada<br />

mio segœn sus obras. Confesamos tambiØn al Esp ritu Santo, que es de<br />

la sustancia gloriosa de tu divinidad, que contigo y tu [1-lijol œnico sea<br />

adorado y glorificado; y te ofrecemos este sacrificio vivo, santo, aceptable,<br />

glorioso e incruento, por todas las criaturas; y por la Iglesia santa, apos<br />

t lica y cat lica, de una extremidad a otra de la tierra, a fin de que tœ<br />

la conserves en la tranquilidad y al abrigo de todo escÆndalo, y para que<br />

no haya en ella mancha, impureza, arruga ni cosa parecida. Tœ dijiste,<br />

en efecto, por tu Hijo œnico, nuestro Seæor Jesucristo, que las puertas<br />

del infierno no prevalecer an jamÆs contra ella. Y por todos los obispos<br />

en todo lugar y en toda regi n, que anuncian la palabra ortodoxa de la<br />

verdadera f e. Y por todos los sacerdotes que desempeæan su sacerdocio<br />

en tu presencia, en la justicia y en la santidad de la verdad. Y por todos los<br />

diÆconos que conservan el misterio de tu fe en tina conciencia pura. Y por<br />

todas las condiciones de tu pueblo piadoso y santo en todo lugar. Y por to<br />

dos los que a sabiendas o cn la ignorancia pecaron y te ofendieron. Y por<br />

tu siervo indigno y culpable al que por tu gracia hiciste digno de ofrecer<br />

dclante de ti esta oblaci n. Y por todos los que ilustran la santa Iglesia<br />

‘Mi obras de justicia de manera digna de elogio. Y por todos los que derra<br />

rna’, sus limosnas sobre los pobres. Y por todos los reyes fieles y por<br />

la estabilidad de su reinado. Y por todos los pr ncipes y poderes de este<br />

siglo; te rogarnos, Seæor, y te suplicamos, conf irinalos en el temor, imprime<br />

en ellos tu verdad y somØteles todas las naciones bÆrbaras. Invocamos,<br />

Seæor, tu divinidad, para que repelas las guerras a las extremidades de<br />

la tierra y disipes a as naciones que quieren la guerra, a fin de que more<br />

mos en la tranquilidad y en la serenidad, en toda templanza y temor de Dios.<br />

Y por los frutos de la tierra, la salubridad del aire, a fin de que bendigas<br />

la corona del aæo por tu gracia. Y por este lugar y por los que en Øl<br />

moran, para que tengas piedad de ellos, los bendigas, los guardes y lo:;<br />

protcas con tu clemencia. Y por todos los que viajan, por mar o por los ca<br />

ion’;. Y por todos los que estan en cadenas, en angustia, en persecuciones,<br />

opresiones y turbaci n por causa de tu nombre. Y por todos los que estÆn<br />

el, el destierro, en tribulaciones y en cÆrceles, por los que son enviados<br />

a islas lejana; y a un suplicio sin fin o estÆn sometidos a dura esclavitud.<br />

Y por todos nuestros hermanos cautivos; te suplicamos, Seæor, socorras<br />

igualmente a todos los que se ven afligidos por dolores y enfermedades<br />

penosas. Invocamos finalmente tu misericordia, Seæor, por tu gracia, por<br />

todos nuestros enemigos y por los que nos odian, y por todos los que<br />

piensan algo malo contra nosotros; no por el juicio ni por la venganza,<br />

Seæor, Dios fuerte, sino por las misericordias y la salvaci n, y por la<br />

remisi n de los pecados, pues tœ quieres que todos los hombres vivan y<br />

se conviertan para reconocer la verdad. Tœ, en efecto, nos prescribiste<br />

por tu Hijo muy amado, nuestro Seæor Jesucristo, orar por nuestros ene<br />

migo; y por los que nos dominan violenta e injustamente...<br />

345


La edad media: desarrollo y deformaci n<br />

Seæor Dios poderoso, te suplicamos bendiciØndote y adorÆndote en Lii<br />

presencia: convierte a los extraviados, ilumina a los que estÆn en las ti<br />

nieblas, conÆrma a los dØbiles, levanta a los ca dos, sostØn a los que estÆn<br />

en pie, y todo lo que puede ser conveniente y œtil, procœralo a todos por<br />

tus misericordias. Te rogamos y te suplicamos todav a, Seæor, que te<br />

acuerdes en esta oblaci n de los padres, de los patriarcas, de los profetas,<br />

de los ap stoles, de los mÆrtires, de los confesores, de los doctores, de los<br />

‘htsptis, de los diÆconos y de todos los que tienen participaci n en nuestro<br />

ministerio y que han abandonado este siglo, y de todos nuestros hermanos<br />

‘ti C roto que partieron de este siglo en la verdadera fe, cuyos nombres te<br />

son conocidos; desatando y perdonÆndoles todos sus pecados, y tod aquello<br />

en que te ofendieron, como a hombres expuestos al error y a las pasiones,<br />

por la oraci n y la intercesiØm de los que fueron hallados agradables a ti,<br />

M ranos y ten piedad de todos tus siervos y siervas, que se hallan ante<br />

tu altnr. Haz que todos seamos dignos de tener parte en la herencia de<br />

lis santos y en la luz, y sanos, en la abundancia de la caridad y en la<br />

pureza de los peIlant1entos, vivir delante de ti, en este siglo en que pere<br />

grinamos, en la posesi n de un conocimiento preciso de la verdadera fe<br />

en ti, y comulgando en tus misterios temerosos y santos, de modo que no<br />

seamos confundidos y condenados citando comparezcamos ante el trono<br />

terrible de tu majestad. Y como en este siglo nos has hecho dignos del<br />

ministerio de tus tremendos y santos misterios, ot rganos en el siglo ve<br />

nidero participar en el rostro descubierto en todos los bienes que no pasan<br />

mii perecen, Cuando consumes lo que alcanaarnos aqu en figuras y enigmas,<br />

poseamos allÆ al descubierto al santo de los santos en el cielo lO*<br />

Omitimos una prolija apolog a del celebrante, que viene a inte<br />

rrumpir, a lo largo de una pÆgina entera, la oraci n por la Iglesia.<br />

Parece dif cil atribuirla al texto primitivo, pese a su tendencia a las<br />

digresiones. La epikiesis, que viene al final de la oraci n, segœn<br />

el orden propio de las liturgias sirias orientales, aqu como en la<br />

forma larga de la eucarist a de Adday y de Man, es introducida<br />

por una reanudaci n del tema de la anamnesis, que, por el contrario,<br />

en la liturgia de Teodoro se halla entera al comienzo de las inter<br />

cesiones.<br />

Nosotros, pues, Seæor, tus siervos inœtiles, dØbiles y flacos, que estÆ<br />

bamos lejos de ti, pero que por la muchedumbre de tus bondades nos hiciste<br />

dignos de comparecer y de desempeæar en tu presencia este ministerio<br />

tremendo, glorioso y excelente, suplicamos a ni divinidad adorable y que<br />

restaura todas las criaturas: ‘ettga, Seæor, la gracia del Esp ritu Santo,<br />

lo. RWA000T, op. cit., p. 6$Oss,<br />

346


Lii eucarist a de N estos-jo<br />

permanezca y repose sobre esta oblaci n que heincss rs rceitli en tu pre<br />

sencia, santif quela, y haga de ella, de este pan y de esta copa, el euerp.;<br />

y la sangre de nuestro Seæor Jesucristo, transfornsÆndolos y santificÆndolos<br />

tœ mismo por la operaci n del Esp ritu Santo, a fin de que la recepci n<br />

de estos santos misterios sea para todos los que participen de ellos [fuente de]<br />

vida* eterna y de resurrecci n de los muertos, de expiaci n de los cuerpos<br />

y de las almas, de iluminaci n del conocimiento; de confianza ante ti y<br />

de la salvaci n eterna de la que nos hablaste por Je.ocristis nuestro Se<br />

æor, para que todos juntos seamos unidos en la unanimidad, por un mis-<br />

¡no v nculo de caridad y de paz, y seamos un solo cuerpo y un solo lIsp<br />

ritu, como hunos siclo llamados a una sola esperanza de nuestra vo<br />

caci n. Nadie lo coma ni beba para la condenaci n de su cuerpo y de su<br />

alma, ni redunde para Øl en enfermedad o flaqueza por causa de sus pe<br />

cados, por haber comido de este pan y bebido de este cÆliz indignamente.<br />

Sea mÆs bien fortificado y confirmado para todo lo que te es agradable,<br />

de modo que seamos dignos de comulgar con buena conciencia en el cuerpo<br />

y sangre de tu Cristo. Cuando comparezcamos delante de ti, es ese tribu<br />

nal tremendo y glurion , en presencia del trono de tu naj cst atl, obtengamos<br />

misericordia y gracia, gocemos de los bienes futuros que mo pasarÆn nunca,<br />

con todos los que durante los siglos te han sido agradables, por la gracia<br />

y las misericordias de tu Hijo œnico, con quien, Seæor, scan a ti gloria,<br />

honor, poder y exaltaci n, as como a tu Esp ritu viviente, santo y santi<br />

ficador, ahora y siempre y por los siglos de los siglos".<br />

Aqu tambiØn, como se ve, algunas ocurrencias felices estÆn des<br />

graciadamente anegadas en disertaciones exhaustivas que cuadran<br />

mÆs con la cÆtedra profesional que con el altar. Esto no impide<br />

subrayar en la epiclesis que cierra las intercesiones as como en<br />

la incoaci n de Østas a partir de la anamnesis, la profunda visi n<br />

doctrinal que pone a la Iglesia y su consumaci n, primero en la<br />

santidad, luego en la unidad, al principio y al tØrmino de la sœplica<br />

incluida en la eucarist a.<br />

Hemos querido citar todav a ntegramente este texto, pese a su<br />

longitud dif cil de soportar, o mÆs bien a causa de ella. Aqu se<br />

ve, en efecto, c mo la eucarist a, desde finales del per odo patr s<br />

tico, tiende a hincharse en una ret rica, que en un principio es me<br />

ramente pedante, pero que no tardarÆ en degenerar en palabrer a<br />

devota.<br />

11. Rnrunor, op. cit., p. 633sm.<br />

347


La eucarist a armenia<br />

Sin embargo, en medio de esta literatura patr stica tard a pode<br />

mos hallar ejemplos mÆs logrados de una nueva expresi n de los<br />

temas de siempre. El mejor es quizÆ el de la eucarist a armenia,<br />

bajo la forma que hab a de prevalecer y que sus libros atribuyen<br />

sin sombra de verosimilitud a san Atanasio de Alejandr a. Ya<br />

hemos dicho que la liturgia armenia es una de las mÆs eclØcticas en<br />

sus fuentes, y, sin embargo, una tambiØn de las mÆs creadoras de<br />

piezas o de detalles rituales originales. Pero ademÆs posee el raro<br />

privilegio de sintetizar todo esto en conjuntos orgÆnicos que<br />

mantienen en la profusi n mÆs oriental una bella fastuosidad,<br />

aunque siempre ordenada. La emoci n piadosa puede llegar aqu<br />

a su colmo sin que se vea nunca turbado el sentimiento de lo<br />

sagrado. Bastar a muy poco para que esta liturgia superbizantina<br />

cayera en lo teatral y en lo patØtico, pero un sentido estØtico y<br />

religioso, que nunca falta, la preserva siempre de este peligro. Estos<br />

caracteres no son en ninguna parte mÆs evidentes que en la œltima<br />

de las antiguas oraciones eucar sticas que citaremos ntegramente.<br />

Generalmente se considera una refundici n de la anÆfora basi<br />

liana, pero, pese a analog as con este texto, nos parece que sigue<br />

mÆs bien el desarrollo de Santiago. Las intervenciones, por una<br />

parte, de los fieles ahora reemplazados de hecho por el coro y,<br />

por otra, del diÆcono, que invadieron todas las liturgias orientales,<br />

no cesan prÆcticamente de interrumpir la oraci n del celebrante para<br />

parafrasearla. Este comentario viene ya a recubrir su objeto. Pero es<br />

interesante ver en esta liturgia el raro ejemplo de una evoluci n<br />

que supo, no obstante, detenerse justamente en el punto en que<br />

amenazaba romperse el equilibrio entre la tradici n y la novedad<br />

El sacerdote mismo dice:<br />

La gracia, el amor y la virtud divina del Padre, del Hijo y 1c1 Itsp ritit<br />

Santo estØn con vosotros y con todos.<br />

El coro: Y con tu esp ritu.<br />

12. 5egujmoa el texto dado en el O,4o div nue M ssae Arnienora,n publicado en<br />

Ram a en 1644. Traducciones latina y francesa en P. LF.aprx. en el lomo u de su<br />

E.rpljcetion... des pri?res a cØrØ,nonies de le Messe p. 156ta de la reedici6n de 1843.<br />

348


La eucarist a armenia<br />

E] diÆcono en lugar del sacerdote interviene inmediatamente:<br />

¡ Las puertas ¡ Las puertas ¡ Con sensatez y atenci n! Levantad vuestr<br />

esp ritus en temor de Dios.<br />

El coro: Los tenemos levantados hacia ti, todopoderoso.<br />

El diÆcono: Dad gracias al Seæor con todo vuestro coraz n.<br />

El coro: Es digno, justo y saludable [darle gracias], pues en todo lugar<br />

es sacrificado este Cristo de Dios. l.os serafines se estremecen, los querobines<br />

tiemhlan, y todos los poderes celestiales claman y dicen<br />

Ahora el sacerdote, durante este œltimo responso dice en voz<br />

Laja todo e1 comienzo de la eucarist a<br />

Verdaderamente es digno y justo gloriflearte con todo nuestro poder<br />

tul r ndote siempre, Padre todopoderoso, a ti lite rompiste la atadura<br />

de la maldici n por tu Verbo inefable, creador contigo, que se forin su<br />

Iglesia de los pueblos que cree!] en ti, y que tuvo a bien habitar entre nos<br />

otros, por la humildad de nuestra naturaleza, segœn la economia que se<br />

realiz en la :irgem], y as hizo un cielo de la tierra, con una obra llueva,<br />

creaci n totalmente divina. l, cuyo esplendor no pod an soportar los<br />

ejØrcitos celestiales, sobrecogidos de temor por la brillante e inaccesible luz<br />

de la divinidad, Øl mismo se hizo hombre por nuestra salvaci n y nos<br />

permiti unir nuestras voces a los coros celestiales...<br />

Continœa en voz alta:<br />

y osar unÆnjineininte, con los serafines y los querubines, clamar colls<br />

guridad, exclamar y decir : Santo, santo, santo, Seæor Dios de las potestades.<br />

El coro canta entonces:<br />

Santo, santo, santo, Seæor Dios de las potestades. Los cielos y la tierra<br />

estÆn llenos It tu gloria: bendici n en los altos lugares. Bendito eres<br />

que viniste y que vendrÆs en el nombre del Seæor. Hosanna en los<br />

altos lugares.<br />

Dejemos de lado por el momento este ejemplo t pico, e]<br />

primero que encontramos, de un desarrollo tard o de los cantos<br />

del coro, que abogan en el silencio un elemento fundamental de la<br />

oraci n eucar stica pronunciada por el celebrante. Parece que<br />

toparnos aqu con el primer origen, si ya no el œnico, de ese silen<br />

349


La edad media: desarrollo y deformaci n<br />

cio del Canon, que pronto vendrÆ a ser universal. Volveremos sobre<br />

esto. Notemos mÆs bien por ahora la introducci n del tema de la<br />

Iglesia, desde las primeras palabras de la eucarist a sacerdotal,<br />

despuØs de la menci n de la oraci n y de la ca da. Va a desarrollarse<br />

magn ficamente en la idea, presente igualmente en e! texto de Nes<br />

tono, de la uni n de la tierra al culto angØlico. Pero aqu no vemos<br />

todav a la menor tendencia a replegar por ello la eucarist a en subje<br />

tivismo alguno: se abre, por el contrario, a nosotros la visi n mÆs<br />

objetiva del misterio, viniendo a ser la tierra el cielo e integrÆndose<br />

la humanidad en los coros celestiales.<br />

Una consecuencia curiosa de esta visi n parece reflejarse en la<br />

f rmula del sanms. Mientras la antigua qedus’ah jud a s lo hablaba<br />

de la tierra, llena de la gloria de Dios, y los primeros sanctus cris<br />

tianos por lo demÆs, inspirados, como hemos dicho, en los tar<br />

gumes le afiad an el cielo, en el sanctus armenio s lo queda el cielo.<br />

La bendici n seguida, pero no precedida, del Hosanna se abre a su<br />

vez a la visi n apocal ptica de aquel «que vino y que vendrÆ».<br />

El sacerdote continœa en voz baja, mientras el coro canta este<br />

sanctus:<br />

Santo, santo, santo, tœ eres verdaderamente santo: ¿quiØn podr a pre<br />

tender expresar con palabras las tiernas efusiones de tu inmensa bondad<br />

para con nosotros?, ¡oh tœ!, que desde el comienzo, levantando de tantas<br />

maneras al hombre ca do, lo consolaste por medio de los profetas, con el<br />

don de la ley, con un sacerdocio en el que las v ctimas of recidas eran figu<br />

rativas, pero que, al final de los d as, rasgando enteramente la cØdula le<br />

nuestras deudas, nos diste a tu Hijo œnico, para que pagara por nosotros,<br />

para que fuera nuestro rescate, para que fuera la v ctima, el ungido, el<br />

cordero, el pan celestial, el sumo sacerdote y el sacrificio qin, aunque<br />

distribuido siempre entre nosotros, no puede consuinirse, porque,<br />

dose hecho verdaderamente hombre, y habiendo tornado verdaderamente<br />

carne por una uni n sin confusi n, de la divina y santa virgen Mar a, pas<br />

en los d as de su carne por todas las pasiones de la vida humana sin pecad! y,<br />

para salvar al inundo y por nuestra salvaci n, st entreg voluntariamente<br />

a la cruz.<br />

Tomando el pan en sus manos santas, divinas, inmortales, inmaculadas<br />

y creadoras, lo bendijo, dio gracias, lo parti y lo dio a sus dir pnlo<br />

legidos y santos, mientras estaban a la mesa con Øl, dkiendo:<br />

¡U diÆcono interrumpe: i Bendice, Sefior!<br />

350


La eucarist a armenia<br />

El sacerdote prosigue en voz alta:<br />

Tomad, comed de Øl todos esto es «ii cuerpo que es distribuido por<br />

vosotros para expiaci n de los pecados.<br />

El diÆcono: AmØn. j Bendice, Seæor!<br />

Hl sacerdote, de nuevo en voz baja:<br />

Asimismo, tomando el cÆliz, lo bendijo, dio gracias, bebi de Øl y lo dii<br />

a sus disc pulos elegidos y santos, mientras estaban a la mesa cori Øl,<br />

diciendo lo que sigue, en voz alta: Tomad, bebed de Øl todos, esto es mi<br />

sangre de la nueva alianza, que es derramada por vosotros y por muchos<br />

para expiaci n y remisi n de los pecados.<br />

El diÆcono aæade un doble amØn, y el coro canta:<br />

Padre celestial, qtie entregaste por nosotros a la muerte tu Hijo cargado<br />

con nuestras deudas, te suplicamos, por la efusi n de su sangre, tengas<br />

piedad de tu grey racional.<br />

N tese la analog a con la anÆfora de San Basilio en la circuns<br />

tancia de que una letan a de expresiones b blicas que definen el<br />

papel redentor de Cristo se halla centrada en un texto paulino<br />

capital pero que aqu es Col 2, como en Santiago, el que evoca la<br />

cØdula de nuestros pecados clavada en la cruz. Pero todo ha sido<br />

ahora unificado en una visi n de la redenci n espec ficamente sacer<br />

dotal, aunque a las imÆgenes sacrificiales se superpone sin cesar<br />

la imagen de la deuda pagada. Al mismo tiempo, toda la oraci n<br />

respira una atm sfera muy particular de ardiente devoci n pr xi<br />

ma a Santiago, pero tambiØn de penitencia. Es un bello ejemplo<br />

de lo que la antigua ascesis monÆstica reun a en el tØrmino de com<br />

punci n a’r%v’t . Es Øste un rasgo marcado de toda la tradi<br />

ci n armenia. La mÆs amplia expresi n de esto se halla en el bello<br />

libro de oraciones de Grgorio de Narek, que ha seguido siendo<br />

hasta nuestros d as el manual favorito de la piedad popular entre<br />

los armenios.<br />

Veamos ahora la anamnesis, continuada en voz baja durante el<br />

canto del coro. S lo aqu se acabarÆ, como en la liturgia de Santiago,<br />

la acci n de gracias por las altas gestas del Redentor. Como en<br />

351


La edad media: desarrollo y deformaci n<br />

Nestorio, estÆ muy desarrollada, aunque sin perderse jamÆs, como<br />

Østa, en un comentario escolar.<br />

Tu Hijo œnico, nuestro bienhechor nos prescribi que hiciØramos sien<br />

pre esto como memorial de ti, y descendiendo a la tierra de los muertos<br />

segœn la carne que tom de nosotros, y rompiendo las puertas del infierno<br />

en su poder, nos dio a conocer que tœ eres el œnico Dios verdadero, et<br />

Dios de los vivos y de los muertos.<br />

Nosotros, pues, Seæor, segœn esta prescripci n, presentando aqu este sa<br />

crainento saludable del cuerpo y de la sangre de tu Hijo œnico, hacemos el<br />

memorial de su pasi n salvadora por nosotros, de su crucifixi n vivi<br />

ficadora, de su sepultura durante tres d as, de su bienaventurada resurrecci n,<br />

de su divina ascensi n, de su sesi n a tu diestra, ¡ oh Padre!; confesamos<br />

su segundo advenimiento temible y glorioso.<br />

El diÆcono: ¡ Bendice, Seæor!<br />

El sacerdote continœa en voz alta la rœbrica armenia aæade:<br />

«derramando lÆgrimas»:<br />

Te ofrecemos lo que es tuyo de lo que es tuyo, por todo y por todos.<br />

El coro interviene inmediatamente:<br />

Tœ eres bendito en todas las cosas, Sefior: te bendecimos, te alabamos,<br />

te damos gracias, te suplicamos, Seæor, Dios nuestro.<br />

Durante este canto inserta el sacerdote una apolog a sacerdotal<br />

anÆloga a la que se halla en Nestorio, pero mÆs breve y que<br />

hace cuerpo con el resto de *la oraci n:<br />

Con raz n, Seæor, Seæor Dios nuestro, te alabamos y te tributamo:;<br />

continuas acciones de gracias a ti, que sin tener en cuenta nuestra nidig<br />

nidad, nos estableciste ministros de este tremendo e inefable sacramento, no<br />

por causa de nuestros mØritos, pues somos demasiado pobres y faltos de<br />

todo bien, mas recurriendo siempre a tu gran misericordia osamos ejercer<br />

el ministerio del cuerpo y de la sangre de nuestro Seæor y salvador Jesu<br />

cristo, a quien convienen la gloria, el principado, el honor, ahora y siempre<br />

y por los siglos de los siglos.<br />

El coro, por su parte:<br />

352


La eucarist a armenia<br />

Hijo de Dios, que te inmolaste al Padre por nuestra reconciliaci n, y<br />

que eres distribuido entre nosotros como el pan de vida, por la efusi n le<br />

tu sangre te suplicamos, ten piedad de nosotros, de la grey que tœ res<br />

cataste.<br />

Entretanto el sacerdote pasa a la epiclesis, siempre en voz baja:<br />

¡ Oh Dios bienhechor!, te adoramos, te suplicamos y te rogamos; env a<br />

sobre nosotros y sobre estos dones presentados, tu Esp ritu Santo coexisten<br />

te y coeterno, a fin de hacer por Øl de este pan bendecido el cuerpo de<br />

nuestro Seæor y Salvador Jesucristo el diÆcono dice: AmØn y de este<br />

cÆliz bendecido la sangre de nuestro Seæor y salvador Jesucristo nuco<br />

amØn del diÆcono, a fin de que por Øl, de este pan y de este vino bendecidos<br />

hagas el verdadero cuerpo en su propia carne, y la sangre realmente de<br />

nuestro Seæor y salvador Jesucristo, cambiÆndolos por tu Esp ritu Santo,<br />

a fin de que s1e Jesucristo] sea para todos los que se le acerquen, no<br />

para su condenaci n, sino para propiciaci n y remisi n de los pecados ifltirno<br />

amØn del didcorn,.<br />

Sigue la intercesi n, acompafiada sin cesar de moniciones diaco<br />

nales y de cantos del coro, que nosotros omitiremos:<br />

Por Øl ot rganos la caridad, la constancia y la paz deseable al mundo<br />

entero, a la santa Iglesia y a todos los obispos ortodoxos, a los sacer<br />

dotes, a los diÆconos, a los reyes del mundo entero, a los pr ncipes, a los<br />

pueblos, a los viajeros, a los navegantes, a los cautivos, a los condenados,<br />

a los afligidos y a los que luchan contra los bÆrbaros. Por Øl otorga la<br />

salubridad del aire, los frutos de la tierra, y tina pronta curaci n a los<br />

que sufren de males diversos.<br />

Por Øl da el reposo a todos los que duermen en Cristo, a los santos pa<br />

dres, a los pont fices, a los ap stoles, a los profetas, a los mÆrtires, a los<br />

obispos, a los sacerdotes, a los diÆconos, y a todo el clero de su santa Igle<br />

sia, as como a todos los laicos, hombres y mujeres, que nos dejaron en la fe<br />

continœa en voz alta, con los cuales te rogamos nos visites, Dios bien<br />

hechor.<br />

De la Madre de Dios, la santa Virgen Mar a, de’ Juan Bautista, de<br />

Esteban el protomÆrtir y de todos los santos sea hecha memoria en este<br />

sacrificio, te suplicamos...<br />

De nuevo en voz baja, continœa:<br />

AcuØrdate, Sefior, en tu piedad de bendecir a tu santa Iglesia cat lica<br />

y apost lica que tœ rescataste por la sangre preciosa de tu Hijo œnico y<br />

Bouyer, eucarist a 23<br />

353


La edad media: desarrollo y deformaci n<br />

la liberaste por la santa cruz; ot rgale una paz bien establecida; acuØrdate,<br />

Seæor, en tu piedad de bendecir a todos los obispos ortodoxos que en la<br />

santa doctrina nos distribuyen la palabra de la verdad en voz alta y par<br />

ticularmente a nuestro archiprelado, el venerable patriarca de los arme<br />

nios N.; consØrvalo largo tiempo en la sana doctrina.<br />

Y continœa en voz baja:<br />

AcuØrdate, Seæor, en tu piedad, de bendecir a este pueblo aqu presente,<br />

y a los que ofrecen este sacrificio y concØdelcs lo que les es necesario y œtil.<br />

AcuØrdate, Seæor, y ten piedad de los que te ofrecen votos y llevan<br />

ruto en tu santa Iglesia y se acuerdan de los pobres con compasi n, y<br />

dales el cØntuplo, segœn la largueza de tu liberalidad, aqu y en el siglo<br />

venidero.<br />

AcuØrdate, Seæor, en tu piedad, de ser propicio a las almas de los<br />

difuntos y a aquella por la que te hemos ofrecido este sacrificio... E bIes<br />

el descanso, la luz y dales un puesto entre tus santos en tu reino celestial.<br />

y hazlos dignos de tu misericordia.<br />

AcuØrdate, Seæor, ten piedad del alma de tu siervo.., segœn tu gran<br />

misericordia si estÆ en vida: libra de toda asechanza a su alma y a<br />

su cuerpo.<br />

AcuØrdate, Seæor, de todos los que se han encomendado a nuestras ora<br />

ciones, vivos y muertos; dirige segœn tu saludable beneplÆcito nuestras<br />

oraciones y las suyas y otorga a todos la recompensa, no de bienes pasa<br />

jeros y perecederos; purifica nuestros pensamientos, haznos templos dignos<br />

de recibir el cuerpo y la sangre de nuestro Seæor y Salvador J esucrist<br />

en VOS a/ta, a quien contigo, Padre todopoderoso y con el Esp ritu Santo<br />

vivificante y liberador, conviene la gloria, el principado y el honor, ahora<br />

y siempre y por los siglos de los siglos. El coro: AmØn.<br />

Desde el comienzo de la anamnesis se habrÆ observado el enlace<br />

expl cito entre la presel1cia sobre el altar, de Cristo mismo, como<br />

eterna v ctima propiciatoria, y las intercesiones.<br />

Esta oraci n eucar stica puede considerarse como œnica por el<br />

equilibrio que snpo conservar en el puro diseæo de la eucarist a<br />

antigua, aun introduciendo en ella una devoci n a la humanidad del<br />

Salvador y una piedad penitencial ya medievales. Estos sentimientos,<br />

que serÆn preponderantes en el Occidente latino, no oscurecen to<br />

dav a en modo alguno en este venerable texto, la visi n gloriosa<br />

de la redenci n realizada.<br />

354


A ndforas sirias tard os y anÆforas eti picas<br />

Desde este punto de vista se podr a comparar con este texto la<br />

eucarist a can a los monjes de Escete, que ellos atribuyen a San<br />

Gregorio Nacianceno, si no presentara el carÆcter absolutamente<br />

ins lito de estar toda ella dirigida al Hijo. Baurnstark se inclinaba,<br />

sin embargo, a tomar en serio esta atribuci n, pues esta eucarist a<br />

evoca innegablemente las f rmulas de las oraciones a Cristo, que<br />

abundan en los sermones y en los poemas de Gregorio. Nosotros,<br />

por nuestra parte, creer amos que debi ser compuesta por algœn lec<br />

tor de su obra, penetrado de su piedad cristocØntrica y saturado del<br />

recuerdo de sus expresiones.<br />

Pero si pasamos, por ejemplo, a las anÆforas maronitas, aun<br />

a la mÆs tradicional en su desarrollo, la llamada C/zanir, o anÆfora<br />

de san Pedro, que utiliz elementos de Adday y de Man, quedamos<br />

desconcertados ante la amplificaci n exuberante de todas las f rmu<br />

las, la sobreabundancia de las apolog as que las interrumpen a cada<br />

instante, y todo un tono de adjuraci n patØtica que nos traslada<br />

decididamente a un mundo distinto del de la eucarist a tradicional ".<br />

¿ QuØ decir de las anÆforas eti picas, en las que llega a borrarse<br />

toda continuidad del pensamiento en una sucesi n de exclamaciones<br />

y digresiones casi ilimitada ‘?<br />

La anÆfora de nuestro Seæor, despuØs de algunas palabras diri<br />

gidas al Padre, se vuelve al Hijo:<br />

Te damos gracias, dice, Dios santo, fin de nuestras almas, dador de<br />

nuestra vida, tesoro incorruptible, Padre de tu Hijo œnico nuestro salvador,<br />

que nos arsunci tu voluntad. Porque tœ quisiste que fuØramos salvados por<br />

ti mismo, y nuestro coraz n te da gracias con fervor, Seæor. Tœ eres el<br />

poder del Padre, la gracia de las naciones, el conocimiento de la rectitud,<br />

la sabidur a de los extraviados, la curaci n de las almas, la grandeza de los<br />

humildes. Tœ eres nuestro asilo, el escudo de los justos, la esperanza de<br />

lo desterrados, el puerto tranquilo de los que se ven como agitados por el<br />

13. La liturgia de san Gregorio Nacianceno se hallarÆ en el t. de RsNUDOT,<br />

p. 9955. 5oJ,re la liturgia maronita, vØase MIGan. HAYEK, Litsrgie snaronite, Par a 1964,<br />

que da la traducci n de numerosos textos CÆstor, p. 2SSss.<br />

14. citaremos la liturgia de uuestro sefior y la de nuestra Seiora segœn las ver<br />

siones inglesas de f.M. HAROEN, plicadaa en el «Journal of Oriental Seudies., 1917,<br />

p. 61,5, y 1919, p. 67ss. La primera se inspira visiblemente en el Testanentum Do,n ni.<br />

355


La edad media: desarrollo y deformaci n<br />

mar, la luz de ios perfectos, el Hijo del Dios viviente. Irradia sobre nos<br />

otros por tu gracia inmutable el establecimiento y el consuelo de nuestra<br />

confianza, la sabiduria y la eficacia de una fe indeclinable y de una espe<br />

ranza inquebrantable. Otorga a nuestra humildad la inteligencia del Esp ritu,<br />

para que te sirvamos siempre en pureza y rectitud, Seæor, y para que<br />

todos los pueblos te alaben...<br />

De aqu se vuelve al Padre hasta las palabras pronunciadas sobre<br />

el pan. Luego, bruscamente, vuelve a dirigirse la oraci n al Hijo,<br />

lo que hace que las palabras sobre la copa s lo se mencionen en<br />

estilo indirecto. La anamnesis misma sigue interpelando al Hijo,<br />

pero la epiclesis invoca al Padre. Luego, como en ciertas oraciones<br />

sirias orientales, se presenta la oblaci n a toda la Trinidad antes<br />

de que el final de la oraci n vuelva al Padre. De un extremo a otro,<br />

la misma incoherencia que se ha observado desde el comienzo de la<br />

oraci n, es reforzada por estos continuos vaivenes.<br />

Todav a serÆ mÆs extravagante la eucarist a de nuestra Seæora,<br />

en la que la mayor parte de la oraci n va dirigida, no a una persona<br />

divina, sino a la Virgen. AdemÆs de esto, el desorden del pensa<br />

miento ? es completo, con digresiones tan alejadas del tema, que<br />

e1 autor mismo acaba por exclamar con una ingenuidad que nos<br />

lo hace mÆs simpÆtico que su peregrina composici n: «Pero vol<br />

vamos a lo que estaba diciendo...»<br />

Veamos algunas muestras de esta curiosa pieza, con las que<br />

seguramente se contentarÆ el lector:<br />

- LevantØmonos en temor de Dios para glorificar y celebrar a la que<br />

es llena de gracia, llena de alabanza, cxprcsando una salutaci n de gozo<br />

a la que es llena de gracia. MÆs grande es la majestad de lu apariencia<br />

que la majestad de los querubines de mœltiples ojos y de lis serafines<br />

de ocho ? alas...<br />

Seguidamente vuelve la oraci n jl Hijo para declarar inefable<br />

su concepci n virginal, y se pasa al sanctus, concebido como ala<br />

banza al Hijo encamado.<br />

Luego se vuelve de nuevo a la Virgen:<br />

Oh Virgen!, oh fecunda, cuyo fruto comemos, fuente manante de la que<br />

bebemos! Oh pan que viene de ti !... Ob copa que deriva de sil... Y ahora<br />

ofreceremos nuestra alabanza a tu Hijo...<br />

356


Prefacio, «cornniuiiicaiites» y «hatic igitur»<br />

Se vuelve, pues, al Hijo y luego, finalmente, al Padre, en una<br />

acci n de gracias por la encarnaci n redentora, que desembocarÆ<br />

en el relato de la instituci n...<br />

Hay que reconocer que todo esto no tiene pies ni cabeza, y<br />

toda la eucarist a se ha como disuelto en un fÆrrago sentimental,<br />

en el que va no sobrenadan sino restos dispersos.<br />

Perder amos el tiempo acumulando ejemplos de este gØnero. Es<br />

evidente que en Oriente, al igual que en el Occidente galicano y<br />

mozÆrabe, la improvisaci n eucar stica, sin cesar completamente de<br />

conocer Øxitos parciales, se perdi pronto en una exuberancia sin<br />

medida, sumergida en una piadosa verbosidad.<br />

¡‘refacio, «communicantes» y «hanc igitun,<br />

a travØs de tos sacramentos<br />

En Occidente, la adopci n del canon romano - que viepe a ser<br />

poco a poco universal entre los siglos ix y xi, desde *las decisiones<br />

de Carlomagno hasta la abolici n prÆctica del rito mozÆrabe, al igual<br />

que en el Oriente bizantino la de las liturgias de san Basilio y de<br />

san Juan Cris stomo - opondr a un dique a esta delicuescencia<br />

de la oraci n eucar stica. Pero esto no la proteger a tan comple<br />

tamente, ya que el mismo canon romano admit a una cierta persis<br />

tencia, ya de la improvisaci n, ya por lo menos de la variabilidad,<br />

en su prefacio. y, dado que, como hemos visto, todo el elemento<br />

fundamental de acci n de gracias por la creaci n y la redenci n se<br />

concentrØ en fecha temprana en este prefacio, este mismo elemento<br />

de base fue el que qued expuesto a los azares de la inspiraci n.<br />

Se pueden estimar los riesgos inevitables de esta maleabilidad<br />

as preservada como tambiØn su posible fecundidad, desde los mÆs<br />

antiguos sacramentarios latinos.<br />

No podemos entrar aqu en todos los problemas hist ricos que<br />

plantean estas compilaciones, por lo cual nos contentaremos con<br />

recordar lo que hoy d a parece establecido suficientemente en<br />

cuanto a su origen y su formaci n ‘.<br />

Lo que se llama el Sacramen<br />

15. Vhw, por ejet,iplo, A.G. Nl ART ¿MOR?, La Iglesia en ,,c,4u, Hercier, Batee<br />

lona ‘1967, p, 319ss el cap tulo e, de ‘1. 2l AURICE DENIS-BOUI.ET.<br />

357


La edad media: desarrollo y deformaci n<br />

tarjo Leoniano no es ciertamente el sacramentario de san Le n,<br />

como se imagin durante algœn tiempo una vez que fue descubierto<br />

en el siglo xvi LI en la biblioteca de Verona. Esta compilaci n muti<br />

lada lo que nos queda de ella comienza en el mes de abril parece<br />

ser un fragmento de una copia eclØctica de los libelli usados por los<br />

papas a comienzos del siglo vn, hecha pan uso de un obispo desco<br />

nocido. I3ourque, Capelle y Chavasse han cre do poder distinguir<br />

en ella la presencia de un fasc culo que se remontar a hasta Gela<br />

sio i 492-496 y de otro debido a Vigilio fines de la primera mitad<br />

del siglo VI. Sin embargo, un cierto nœmero de piezas pueden, si<br />

no ser atribuidas con toda seguridad a san Le n mismo, por lo<br />

menos reflejar una influencia visible de su pensamiento y de su<br />

estilo. Esto puede decirse, por lo menos, de un cierto nœmero<br />

de misas del fasc culo que debi de ser compilado por Gelasio 16<br />

El sacramentario llamado Gelasiano antiguo, que conocemos por<br />

un manuscrito del Vaticano, que debi ser compilado en los alrede<br />

dores de Paris a comienzos del siglo viii, pertenece todav a menos<br />

a Gelasio que el Leoniano a Le n ". Chavasse ha establecido que su<br />

fondo principal estÆ constituido por un sacramentario presbiteral,<br />

es decir, utilizado, no por el papa, sino por los sacerdotes de los<br />

tituli romanos de fines del siglo vii ‘.<br />

Lo que se llama Øl Gelasiano del siglo vni es una s ntesis entre<br />

este Gelasiano antiguo, una recensi n del Sacramentario Grego<br />

riano, anterior cosa de medio siglo, y fuentes galicanas. Esta com<br />

pilaci n debi de ser elaborada en Borgoæa, probablemente en la<br />

abad a de Flavigny. Ser a la fuente de otros varios sacramentarios<br />

recopilados en pa s franco hasta el siglo xi".<br />

16. Cod. Ri !. Capit. ‘erres LXXXV [80]. Primera edici n por E. BiaNcir INI,<br />

Cedes Sacramcntoru,n vetus Romano. Ecctesioe, Rcana 1735. Otra edici n de los ber<br />

manos IJALLERINI, venecia 1754, reproducida por TLuns en PL 65, col. 2iss. Ediciones<br />

modernas de C.L. ITELTOE, Sacramentari,,ns Leo,,ia,isrn, Cambridge 1896, y de L.C. Mo,rt<br />

sapo, Sacramentar an, Veronense, Roma 1956.<br />

17. Cod. Vas. Regin. 316. Publicado por primera vez por TOMISA5I en sus cadices,<br />

eec-, en 1860. Otra edici n, de MuR&Tosr, reproducida por MeoNa en PL 74. col.<br />

lQSSss. Ediciones modernas de HA. WILS0N, Tire Getasian Sacrameatary, Oxford 1894<br />

y de L.C. MoansaRo, L ber Sacra,nentar,,,n Romanee cc/asia., Roma 1960.<br />

18. A. C,eavasse, Le Sacramento ir,, gØlas en, Tournai 1958.<br />

19. ci. E. 13ousu; Stude sur ¡es sacrarnentaires romains, 1. rs: Les Testes re<br />

nmn Øs, Le gb/ocien di. VIII sibc!e, Quebec 1952, y A. C1rAvssa, Le Sacra,nentaire<br />

gØlasien de. VIII. sude, en «Ephemerides Liturgicaes, vol. 73 1959, p. 249ss.<br />

358


Prefacio, «communicantes» y «hanc igitur»<br />

El sacramentario llamado Gregoriano parece tener por base<br />

una colecci n compuesta por san Gregorio Magno para su uso per<br />

sonal. Pero el mÆs antiguo testigo que de Øl nos queda es el manus<br />

crito conservado en Cambray, llamado el Hadrianum, que parece<br />

ser el que fue enviado a Carlomagno a petici n suya. Refleja el<br />

uso papal contemporÆneo 20<br />

Un manuscrito conservado en Padua, pero que debi ser copiado<br />

en BØlgica en el siglo Ix, representa por su parte una adaptaci n<br />

al uso presbiteral romano, de la misma colecci n bÆsica, adapta<br />

ci n hecha sin duda posteriormente al aæo 65Q’.<br />

No hay que olvidar ademÆs que todos los libros galicanos lle<br />

gados hasta nosotros, excepto las misas de ilone, incluyen cier<br />

tamente buen nœmero de piezas romanas. En todas estas colecciones,<br />

que nos han conservado el fondo mÆs antiguo de piezas romanas<br />

que nos es accesible, se ve, pues, que estÆn ya mezcladas con piezas<br />

posteriores. En la edici n que se preparar a para uso de las Galias<br />

francas sobre la base del Hadrianuni, se aæadir a un copioso suple<br />

mento que contuviera la vigilia pascual, con elementos innegablemente<br />

galicanos, como la bendici n del cirio, y propios para los<br />

domingos ordinarios ausentes del sacramentario papal. En esta<br />

œltima parte buen nœmero de oraciones fueron recogidas en otras<br />

colecciones de origen romano, del gØnero del Gtiano o del Pa<br />

duano Este Gregoriano enriquecido constituirÆ la base de los<br />

sacramentarios medievales, juntamente con el Gela.siano del siglo VIII,<br />

cuya influencia persistirÆ.<br />

Entre las mÆs antiguas de estas compilaciones, el Leoniano<br />

aunque mutilado se distingue por el nœmero de sus prefacios 267.<br />

Por lo demÆs, como los libros galicanos, todos estos libros<br />

presentan, mÆs o menos, piezas de recambio, dejando al oficiante<br />

gran campo de elecci n. As , el Leoniano tiene 8 misas para navidad,<br />

28 para san Pedro y san Pablo, etc...<br />

El Geksiano antiguo es ya notablemente menos rico, puesto<br />

20. Editado por II. LTETZMMJN, en Das Sacra,nentarium grcponanu,n, Munster de<br />

Vestfalia 1921 el manuscrito estÆ en Cambray, 159.<br />

21. Biblioteca Capitolare, MS. D. 47. Editado por Lc. NiosiLsaso, Di. dlteste<br />

erreichbare Cenete des Liber Sacramentorum. Munster de Westfalia 1927.<br />

22. Este suplemento se atribuye generalmente a Alcuinti. Investigaciones recientes<br />

parecen mostrar que se debe mÆs ien a san Benito de .Aniano.<br />

359


La edad media: desarrollo y deformaci n<br />

que s lo contiene 54 prefacios. Pero las diferentes recensiones del<br />

Gela4ano reciente elevan este nœmero hasta unos 200. El Hadr anum,<br />

en cambio, s lo comprende 14 prefacios. Pero el Paduano, por su<br />

parte, tiene 46.<br />

El suplemento aæadido en la Galia franca al Hadrianum intro<br />

ducirÆ en Øl una mezcla de prefacios de origen tanto romano como<br />

galicano,<br />

Hacia fines del siglo x, el canonista Burchard de Wortns in<br />

tentar a reducir a 9 los prefacios autorizados, alegando una decretal<br />

atribuida a Pelagio xi muerto en 590, pero que muy probablemente<br />

hab a sido totalmente fabricada por Øl. Son los prefacios de navidad,<br />

de la epifan a, de cuaresma, de la cruz, de pascua, de la ascen<br />

si n, de pentecostØs, de la Trinidad y de los ap stoles sin hablar<br />

del prefacio comœn, que todav a se hallan en el misal romano<br />

de hoy.<br />

Todos provienen del Hadrianum, excepto el de la cruz que<br />

no aparece hasta el siglo ix, el de la Trinidad que figura ya en<br />

el Gelasiano reciente. El prefacio de la Virgen, tal como lo<br />

utilizamos todav a, no hace su aparici n hasta el siglo ix, pero<br />

proviene de la alaboraci n de una f rniula dei Gela.siano reciente<br />

Sin embargo, la pseudodecretal de Pelagio no tendrÆ prÆcticamen<br />

te efecto. El sacramentario de Saint-Amand siglo xx contiene 283<br />

prefacios; el de Chartres s. x, 220; el de Moissac s. xi, 342.<br />

Lo mismo sucede en Italia. El misal de P o y volver a a los solos<br />

prefacios de Burchard, mÆs el de la Virgen. Pero a travØs de los<br />

propios locales, no pocos prefacios mÆs o menos antiguos se<br />

abrir an de nuevo camino en la liturgia romana, sin hablar de las<br />

composiciones modernas suscitadas por el culto de san JosØ, del<br />

sagrado Coraz n o de Cristo rey. El Misal ambrosiano, por su<br />

parte, contiene todav a hoy un prefacio distinto para cada misa ‘.<br />

La reacci n de Bvrchard, y mÆs tarde la de los reformadores<br />

tridentinos, se explican, sin embargo, muy bien. Hay que recono<br />

cerlo. Porque ya muy temprano hallamos en los libros romanos, o<br />

23. Cf. A. JUNOMAUN, El sacrificio de la misa, BAC, i˝odrid ‘1965, p. 770. A. CHA’<br />

vAsSX, ap. oit., p. 257, piensa, sin embargo, que el prefacio de la Trinidad es cierta<br />

mente romano.<br />

24. Ibid., p. 2Sss.<br />

360


Prefacio, «coniniunicantes» y «hanc igitur»<br />

romanofrancos como tambiØn en los libros galicanos o mozÆrabes<br />

de que ya hemos hablado f rmulas que tienen muy poco o nada<br />

que ver con la eucarist a tradicional. Seguramente tiene raz n Jungmano<br />

al mostrar en la «confesi n» de la sptcta la respuesta al<br />

c.ccyyØMov anteriormente proclamado. Pod a, por tanto, parecer<br />

normal que en cada misa se diera en el prefacio un cierto eco de<br />

la nota particular subrayada en el evangelio del d a, en el interior<br />

de la gran armon a del misterio cristiano. Pero, aun en muchas de las<br />

composiciones mÆs logradas a este respecto, notamos una tendencia<br />

fatal a no retener mÆs que un aspecto secundario del misterio. Y<br />

con demasiada frecuencia resulta de aqu un rebajaniiento de la<br />

eucarist a al nivel de un didacticismo moralizador. ¿ QuØ decir en<br />

tonces de esos prefacios que, a ojos vistas, fueron compuestos<br />

mucho menos para corresponder al evangelio que para reiterar, con<br />

vistas al Todopoderoso, un tema de la homil a que interesaba a su<br />

autor, pero del que uno se pregunta por quØ inexplicable aberra<br />

ci n pudo reducir la materia de su eucarist a? Papas como elasio<br />

y Vigilio ca an ya en esta incongruencia. De ah prefacios euca<br />

r sticos que no son ya sino diatribas contra tal o cual adversario .<br />

MÆs tarde no serÆ ya tanto la polØmica, sino mÆs bien una<br />

cierta hagiograf a, mÆs o menos fantÆstica, la que desnaturalizarÆ<br />

la eucarist a, O bien, en los prefacios dominicales, la evocaci n del<br />

misterio serÆ sustituida por un simple moralismo.<br />

Sin embargo, los prefacios de los mÆrtires, particularmente en<br />

el viejo fondo del sacramentario leoniano, se prestaron con f re<br />

cuencia a una satisfactoria evocaci n del misterio redentor.<br />

Veamos, por ejemplo, este texto:<br />

Por Jesucri1o, nuestro Seæor, que para triuntar mÆs plcnamente<br />

del enemigo del gØnero humano, aparte la gloria singular tque se adquiri 1<br />

al conculcarlo de manera inefablemente divina, lo someti todav a a los<br />

santos mÆrtires, de modo que pasara a los miembros aquella misma victoria<br />

que hab a sido primero reportada en la Cabeza...<br />

25. Cf. Gznsio 1, L.etfre centre les Lupercales el XVIII rl,, sacra,nc,uaire<br />

lØenen, ed. PoMARks irSources chrØtienness, a. 65, Paris 1959, y A, CnAvAssE,<br />

Messcs da Pispe VigWe dans le Sacramentaire lØonien, en *Epherncridc... Iiturgicaes.,<br />

yo!. 64, 1950, p. 161ss.<br />

26. Edici n FE1.ToE, p. 18; Moai.nzno, p. 20.<br />

361


La edad media: desarrollo y deformaci n<br />

Lo mismo, y todav a mejor, se hallarÆ mÆs de una vez en los<br />

prefacios dominicales del Gelasiano tard o. As , por ejemplo, en este<br />

prefacio del œltimo domingo de adviento, que dice:<br />

Verdaderamente es digno y justo, equitativo y saludable, darte gra<br />

cias siempre y en todas partes. Seæor, Padre santo, Dios todopoderoso y<br />

eterno, santificador y creador del gØnero humano, a ti, que, por tu Hijo,<br />

que reina contigo en la luz eterna, al principio animaste al hombre sacado<br />

del barro de la tierra a imagen de ni gloria y, cuando fue engaæado cediendo<br />

a la tentaci n, quisiste restaurarle el auxilio eterno de la gracia del Esp<br />

ritu enviÆndonos a Jesucristo, nuestro Seæor, por quien, etc...<br />

Pero hay que reconocer que no fue mala la elecci n de Bur<br />

chard que los prefacios que conserv , si se comparan unos con<br />

otros, dan sin duda la mejor expresi n global del misterio eucar s<br />

tico jamÆs reunida en Occidente. Lo que se puede, en cambio, la<br />

mentar es que no se haya hallado nada mejor que el prefacio<br />

comœn para reemplazar los antiguos prefacios dominicales. Este<br />

formulario es ciertamente antiguo, puesto que lo vemos adherido al<br />

canon romano desde los mÆs antiguos testimonios. Pero no es sino<br />

el esquema mÆs comœn de los prefacios antiguos con aplicaci n<br />

espec fica, al que simplemente se le ha amputado esta aplicaci n.<br />

De ah que ni la creaci n ni la redenci n se expliciten en Øl como<br />

motivo de la eucarist a, lo cual es una laguna sin duda alguna desas<br />

trosa. El prefacio mozÆrabe ? de la Trinidad que lo sustituy los<br />

domingos verdes presenta la misma deficiencia, imposible de sub<br />

sanar con una cascada de f rmulas abstractas.<br />

No debemos, sin embargo, olvidar que el prefacio no es el œnico<br />

elemento variable en el canon romano. El conirnunicantes. y el /ranc<br />

igitwr lo fueron tambiØn largo tiempo, y las variantes del commu<br />

nica.ntcs tuvieron la preciosa ventaja de mantener, por lo menos en<br />

las grandes fiestas, una evocaci n expl cita del misterio redentor<br />

en la sucesi n del canon. Pero aqu la edad media, lejos de aprove<br />

char las posibilidades que se le dejaban, vio sencillamente disiparse<br />

la riqueza de los antiguos sacramentarios. De los seis conununi<br />

cantes que se hallan en las mÆs antiguas de estas compilaciones, he-<br />

27. En la edici n de L.C, MOHLBER,;, Das fr nki.schc S,crarne,ilo.riion gc/asian’,nr,<br />

Munster de Westfalia ‘I39, n. 1454.<br />

362


El silencio del Canon<br />

mos perdido el de la vigilia de pentecostØs, as como dos f rmulas<br />

diferentes respectivamente para la ascensi n y pentecostØs, que se<br />

hallaban tambiØn en el Leoniano".<br />

La variedad todav a mayor de los hanc igitur parece haberse<br />

reducido desde san Gregorio, no sin retornos al fondo tradicional<br />

que atestigua en Roma el ¡-Iadrianum antes del suplemento romanofranco.<br />

La edad media conocerÆ, tocante a esta œltima oraci n, una<br />

nueva proliferaci n de f rmulas que precisarÆn las intenciones<br />

particulares de la of renda. Se puede seguir a travØs de los sacra<br />

mentarios o de los misales francos, irlandeses o italianos. Pero<br />

aqu tambiØn se desemboca mÆs de una vez en una verbosidad hue<br />

ca, cuando no en consideraciones completamente extraæas al tema".<br />

El silencio del canon<br />

Pero mientras se agota el desarrollo de la oraci n eucar stica,<br />

la evoluci n litœrgica hace aparecer otros factores que tenderÆn a<br />

sepultar lo mÆs tradicional que pod a subsistir todav a en esta euca<br />

rist a. El primero de estos factores es el que nosotros llamamos el<br />

silencio del canon o, para usar una f rmula mÆs antigua, «el silencio<br />

de los misterios».<br />

Hay que reconocer que esta cuesti n es, a su vez, el misterio<br />

quizÆ mÆs oscuro de toda la historia, de la liturgia. No se tiene<br />

esta impresi n cuando se lee la mayor parte de los estudios que<br />

desde el siglo xvii se han ido acumulando sobre esta materia. Sea<br />

cual sea la posici n de los autores, va juzguen primitiva y esencial<br />

esta prÆctica, ya la condenen como tard a y desacertada, al leerlos<br />

se creer a que la cosa es clara y que puede zanjarse sin ambages con<br />

algunos textos irrefragables. Pero cuando uno se refiere a las fuen<br />

tes sin ideas preconcebidas, resulta dif cil compartir este optimismo.<br />

No negamos, sin embargo, que con su examen se pueda llegar a<br />

ciertas conclusiones firmes. Pero, como veremos, ni son tan accesi<br />

bles ni aptas pan disipar las oscuridades de una historia de las<br />

mÆs complejas.<br />

28. cf. A. JuNohww, El sacrificio de la misa, p, 839.<br />

29. Ibid., p. SSOss.<br />

363


La edad media: desarrollo y deformaci n<br />

Un punto de partida parece estar asegurado: las grandes bcra<br />

koth de la liturgia jud a eran ciertamente rezadas en voz alta por el<br />

oficiante, o mÆs exactamente, cantadas en una cantinela del gØnero<br />

de nuestro tonus praefationis . Es, por tanto, veros mil que hubie<br />

¡a la misma prÆctica entre los primeros cristianos. Hay indicios que<br />

permiten pensarlo efectivamente. Si no existiera el v nculo de con<br />

tinuidad que hemos establecido entre las berakotlt jud as y la euca<br />

rist a cristiana, estos indicios no podr an establecer por s mismos<br />

sino una probabilidad limitada.<br />

En efecto, en la Øpoca patr stica no tenemos ninguna declara<br />

ci n tajante sobre la cuesti n. Los argumentos que se quieren tener<br />

por probatorios sobre el hecho del rezo de la eucarist a en voz alta<br />

en la antig edad, no son, en general, sino inferencias sacadas de<br />

la importancia dada por los padres al amØn final de los fieles ‘. Pero<br />

de hecho, desde hace por lo menos doce siglos en Occidente, los<br />

fieles dieron este «amØn» como respuesta a algunas palabras pro<br />

feridas en voz alta por el sacerdote como conclusi n, y no parecen<br />

haberse preocupado nunca por oir, y ni siquiera por saber exacta<br />

mente, lo que aquØl hab a podido decir anteriormente en forma<br />

completamente imperceptible para ellos. La suposici n de que anti<br />

guamente deb an ser mÆs exigentes, necesita la confirmaci n de las<br />

oraciones jud as.<br />

El primer punto asegurado, segœn esto, es que desde el siglo viii<br />

en la liturgia romana y desde comienzos del vi en ciertas liturgias<br />

orientales, hay rœbricas expresas o comentarios formales que nos<br />

certifican que el sacerdote dice en voz baja la mayor parte del ca<br />

non o de la anÆfora. En Occidente se aplica esto a todo lo que<br />

sigue al sanctus, hasta el per omnia saecuk saeculort4ni con la sola<br />

excepci n de las palabras nobis quo que peccatoribus,. En Oriente<br />

se dice prÆcticamente en voz baja todo lo que corresponde incluso<br />

a nuestro prefacio excepto las œltimas palabras y todo lo que sigue<br />

al sanctus, en general con la sola excepci n de las palabras de<br />

Cristo en el relato de la instituci n y de dos o tres frases de la<br />

anamnesis, de la epiclesis y de las intercesiones, con la conclusi n<br />

de la doxolog a final.<br />

30, Wast Entc WZRNER, rae ,Sacred Bridge, p, 182.<br />

31. A este prop sito se cita siempre la 1.’ Apoogla de san JositNu, 65.<br />

364


El silencio del canon<br />

Este estado de cosas venido a ser prÆcticamente universal no<br />

parece haber existido mucho antes de que se nos presentara as en<br />

los documentos: de ello tenemos algunos indicios que parecen s<br />

lidos. Pero Østos no nos permiten datar exactamente el cambio y<br />

menos todav a esclarecer perfectamente sus razones.<br />

La homil a xvii del nestoriano Narsay, que puede datarse en<br />

los primeros aæos del siglo vi, nos aporta un testimonio inequ voco<br />

del hecho de que la prÆctica actual era ya entonces en su Iglesia<br />

prÆctica habitual que nadie, a lo que parece, se permit a discutir .<br />

En la Iglesia bizantina no la hallamos atestiguada en forma tan con<br />

cluyente hasta dos siglos mÆs tarde. Pero un documento intermedio<br />

nos permite quizÆ esclarecer la forma como vino a establecerse.<br />

Y todav a hay que reconocer que es delicada su interpretaci n, pri<br />

nitro textual y luego hist rica.<br />

Se trata de la nove/la n. 137 de Justiniano. Tenemos su texto<br />

griego autØntico, pero carecemos de texto latino correspondiente.<br />

Data de 26 de marzo de 565.<br />

Pero de hecho, hasta Øpoca muy reciente no se ha invocado en<br />

este debate sino a travØs de un texto latino posterior, en el que su<br />

contenido se halla amalgamado con el de la novel/a n. 123, de 1. de<br />

mayo de 546. Lo mÆs grave es que generalmente no! se ha hecho<br />

mÆs que citar algunas l neas. Le das as , fuera de su contexto ori<br />

ginal, como las hallamos en el siglo xviii en Lebrun o Robbe, y<br />

luego en todos los que se contentaron con citarlas a travØs de Østos,<br />

no cabe duda de que dan la sensaci n de que el emperador quiere<br />

establecer una novedad, pero que esta novedad no es el rezo en voz<br />

baja, sino mÆs bien en voz alta. Parece que el emperador, por ra<br />

zones pedag gicas, apoyadas œnicamente en una cita de san Pablo,<br />

quiere introducir una prÆctica en contradicci n con la que Øl halla<br />

establecida.<br />

Bishop fue el primero que mostr que es muy distinta la im<br />

presi n que se recibe cuando nos tomamos la molestia de leer la<br />

novel/a en cuesti n en su texto primitivo y de un extremo a otro.<br />

Pero esto no quiere decir que por el hecho mismo queden disipadas<br />

todas las obscuridades .<br />

32. The Liturgkat Hmn ies of Narsai, ed. R.H. coNuoLLy, Cambridge 1909, p. 12s,,<br />

33. VØase E. BicHo,, 5 ent Recital: jis tice hlass of tice Faithf u, apØndice y del<br />

365


La edad media: desarrollo y deformaci n<br />

En efecto, el einperador comienza afirmando que quiere garan<br />

tizar el respeto de los cÆnones violados por clØrigos, monjes y has<br />

ta ciertos obispos, en respuesta a determinadas quejas que se le<br />

han dirigido.<br />

Todo esto, explica, depende de la negligencia que ha hecho que se<br />

dejaran de reunir regularmente los s nodos. De ah una despreocu<br />

paci n que ha inducido a ordenar a personas que no saben siquiera<br />

las oraciones de la anÆfora ni del bautismo. No se deberÆ, pues, ya<br />

ordenar a personas que no hayan puesto previamente por escrito<br />

«la profesi n que deben decir en voz alta, al igual que la divina<br />

anÆfora en el servicio de la santa comuni n, las oraciones en el<br />

santo bautismo y las otras oraciones». DespuØs de lo cual vienen<br />

disposiciones detalladas sobre la celebraci n anual de los s nodos.<br />

Finalmente, tenemos la declaraci n formal: «AdemÆs, ordenamos<br />

a todos los obispos y sacerdotes que digan las oraciones utilizadas<br />

en la divina anÆfora y en el santo bautismo, no en forma impercep<br />

tible, sino con una voz que pueda ser o da por el pueblo fiel, de modo<br />

que el esp ritu de los que escuchan pueda ser excitado a mayor<br />

compunci n...» Siguen las citas paulinas y la conclusi n: «Con<br />

viene, pues, que *las oraciones hechas al Seæor Jesucristo, nuestro<br />

Dios, as como al Padre y al Esp ritu, en la sagrada anÆfora y en<br />

otras partes, sean dichas xrr& poM9 : los que se nieguen a hacerlo<br />

deberÆn responder de ello ante el tribunal de Dios, y cuando encon<br />

tremos tal caso no lo dejaremos impune.»<br />

El primero de los dos pÆrrafos implica mÆs de una ambig edad.<br />

¿ Quiere decir Justiniano que el candidato a las rdenes debe poner<br />

por escrito una confesi n de fe que habrÆ de recitar en VOZ alta para<br />

ser ordenado, as como deberÆ poner por escrito en el mismo examen<br />

las oraciones rituales? ¿ O bien quiere decir que debe poner por<br />

escrito su sola confesi n de fe para ser ordenado, de la misma<br />

manera que deberÆ en el ejercicio de su ministerio pronunciar en<br />

VOZ alta las oraciones rituales? ¿ O, finalmente, quiere que ponga<br />

simplemente por escrito el conjunto de esos textos confesi n de<br />

fe y oraci n que mÆs tarde tendrÆ que decir en voz alta? Grama<br />

ticalmente las tres interpretaciones son igualmente posibles. Pero<br />

volumen citado en la nota precedente, p. i2Lss. cf. 1’. TREMaE<strong>LA</strong>S, L’aud tson de ¡‘a,..,<br />

flore cucharistique por ¡e peuple, p. 207s en L’ giise et ¡es g/ ses, Clievecogne ¡93:.<br />

366


El silencio del canon<br />

el paralelismo con el pÆrrafo final induce a pensar que la que se<br />

impone es probablemente la segunda, o quizÆ la tercera.<br />

En efecto, todo este final de la novella no deja la menor duda<br />

sobre este punto el emperador quiere ver sencillamente en la prÆc<br />

tica de la recitaci n en VOZ baja por los sacerdotes una negligencia<br />

intolerable, que tiene ciertamente intenci n de extirpar. Pero su<br />

insistencia revela el hecho de que la prÆctica debe ser ya bastante<br />

general. Y hasta debe de serlo suficientemente como para que el<br />

emperador, como se echa de ver, no invoque una costumbre inme<br />

morial contraria, sino recurra mÆs bien a consideraciones exegØti<br />

cas imperfectamente convincentes y a motivos pedag gicos respe<br />

tables, pero que no nos enseæan por s mismos nada sobre el statu<br />

quo ante El œnico indicio firme de que restablece, o quiere resta<br />

blecer, una tradici n que se va perdiendo, y no de crear una nueva,<br />

es la referencia a la violaci n de los cÆnones al comienzo de la<br />

novel/a. Pero si es evidente que la ignorancia de los sacerdotes or<br />

denados con demasiada facilidad cae bajo esta rœbrica, no es tan<br />

claro que en s mismo el hecho de decir las oraciones en voz baja<br />

caiga directamente bajo la misma. Esto no se puede concluir con<br />

certeza si no se tiene ya la seguridad de que la prescripci n final<br />

apuntaba a restablecer una tradici n anterior... Desgraciadamente,<br />

esto es precisamente lo que no se dice con claridad. Nos hallamos,<br />

por tanto, como al principio, todo lo que se puede concluir de este<br />

texto es que parece favorable a la antig edad del rezo en voz alta,<br />

mÆs bien que a lo contrario. Pero no podemos afirmar que la pruebe.<br />

Cualquiera que hubiera podido ser su efecto inmediato, que ig<br />

noramos, por lo menos desde fines del siglo viii como lo prueba<br />

el Codez Barberini de los aæos 800, la mayor parte de la eucarist a<br />

bizantina, no obstante las prescripciones y las amenazas imperia<br />

les, se dec a xurxS , «secretamente», segœn las rœbricas mismas<br />

que se nos presentan entonces .<br />

Sin embargo, si se consideran por un lado las partes en voz<br />

alta, y por otra aquellas en que el sacerdote reza una oraci n en<br />

voz baja, resulta dif cil sustraerse a la impresi n de que esta dis<br />

tinci n no se estableci sino poco a poco, y que tiene simplemente<br />

34. Cf. el texto dado por BRIOMTMAN, U. uit., 1,, 32ss,<br />

367


La edad media: desarrollo y deformaci n<br />

su origen en una desidia de los celebrantes. Para hablar con mÆs<br />

precisi n: la tesis sostenida ya en el siglo xviii por dom Claude de<br />

Vert y reasumida en nuestros d as por Hanssens, parece la mÆs<br />

natural . Parece que se fue llegando al estado que hoy es casi<br />

universal, sencillamente porque el desarrollo de los cantos colectivos<br />

indujo a los celebrantes a continuar la oraci n en voz baja cada vez<br />

que cantaba el coro y a no volver al rezo en voz alta sino cuando<br />

las palabras hab an de provocar una nueva intervenci n coral. As<br />

pues, una negligencia pura y simple: una impaciencia muy clerical,<br />

hay que reconocerlo, de ver termitir antes oficios progresivamente<br />

recargados, ser a la que habr a originado el «silencio de los mis<br />

terios».<br />

Para ser absolutamente exactos, hemos de decir que es probable<br />

que bastante temprano se iniciara ya un proceso de causalidad rec<br />

proca, aunque nos es absolutamente imposible decir exactamente<br />

en quØ fecha. Los cantos corales, al ir desarrollÆndose, dieron el<br />

primer pretexto pan una recitaci n despachada a media voz por<br />

el celebrante. Pero Østa, a su vez, foment una ampliaci n de los<br />

cantos del coro, tanto que finalmente no deb an quedar ya mÆs que<br />

algunas ekfonesis breves del celebrante que puntuaban una sucesi n<br />

de cantos. A lo cual hay que aæadir un desarrollo de las monicio<br />

nes del diÆcono, que llenaban, si se daba el caso, todos los huecos<br />

que pod an subsistir entre los cantos del coro y los del sacerdote.<br />

Ciertas observaciones parecen dar una confirmaci n casi decisiva<br />

a esta nuestra explicaci n. La mÆs interesante concierne al comien<br />

zo de la anÆfora. Como hemos dicho, mientras en el rito romano fue<br />

siempre cantado el prefacio o por lo menos rezado en voz alta,<br />

en el rito bizantino vino a ser silencioso lo que corresponde a nues<br />

tro prefacio. Pero en este rito observamos que la respuesta «es<br />

digno y justo» se desarroll as : «es digno y justo adorar al Pa<br />

dre, al Hijo y al Esp ritu Santo, Trinidad consustancial e indivi<br />

sible». En este caso se comprende que los sacerdotes bizantinos,<br />

contrariamente a sus colegas romanos, se vieran inducidos a recitar<br />

en voz baja esta misma primera parte de su eucarist a. Es intere<br />

sante comprobar que Øl manuscrito Barberini, que no lleva todav a<br />

35. 1. H.&NssIxs, ¡nstt,itones i urgica.c, torno ‘a’, parte segunda, p. 484.<br />

368


E] silencio del canon<br />

la afindidura hecha a la respuesta1 no contiene tampoco la rœbrica<br />

que se hallarÆ mÆs tarde de recitar uazuc la primera parte de<br />

la eucarist a. Sin embargo, que la cosa comenzara a producirse<br />

entonces, nos lo prueba la continuaci n del texto, que, no obstante,<br />

introduce la prescripci n de decir en voz alta las palabras que pre<br />

ceden inmediatamente al sawtus...<br />

En Occidente estamos todav a menos informados, si cabe, sobre<br />

la fecha decisiva de Ja evoluci n. Algunos autores contemporÆneos<br />

afirman, con Jungmann, que se puede situar entre el Ordo roma<br />

nus i y el Ordo roinanus u. En verdad los textos no son tan tajan<br />

tes. El Ordo romanus Ii" supone ciertamente un canon en voz baja<br />

por lo menos relativamente. Pero ni el Urdo roinanus i nos per<br />

mite concluir con certeza que, en todo caso, en su Øpoca el canon<br />

romano se dec a todav a en voz alta desde el principio hasta el fin,<br />

ni los Ordines posteriores nos permiten concluir que el Urdo roma<br />

nus Ji acabara de golpe con esta prÆctica.<br />

Este œltimo texto es sin duda categ rico sobre el silencio que<br />

debe seguir al sanctus: Su.rgit sotus pontifez et tacite intrat in ca<br />

nonem. En otras palabras: mientras todos estÆn inclinados para<br />

cantar el sanctus, «el pont fice solo se levanta y entra en silencio<br />

en el canon». Que esto deba entenderse de un rezo en voz baja, es<br />

cosa confirmada mÆs adelante, sin gØnero de duda, por la prescrip<br />

ci n segœn la cual debe decir las palabras nobis quoque peccasoribus<br />

«aperta clamans voce» para que los subdiÆconos se levanten y co<br />

miencen la fracci n.<br />

Pero, dado que el Urdo romanus i fue evidentemente escrito<br />

por alguien que no pod a conocer el Ordo Ii, no hay que concluir<br />

precipitadamente que todo lo que no menciona y que se hallarÆ en<br />

su sucesor, le es necesariamente desconocido. DespuØs del sanctus<br />

cantado por todos, dice sencillamente: Quem dum explevetint,<br />

surgit pontifex solus [et intrat] in canonem. Asimismo! al nobis<br />

quo que se contenta con decir que los subdiÆconos se levantan en<br />

tonces para la fracci n. Con nuestro rezo, que lleg a ser tan silen<br />

cioso que ni siquiera los ministros pr ximos al altar o an lo que<br />

dec a el sacerdote, podr a parecer razonable concluir que el Ordo 1<br />

36. Cf. A. JuNm<strong>LA</strong>nN, El sacrificio de la misa, p. 759.<br />

369


La edad media: desarrollo y deformaci n<br />

excluye impl citamente el silencio impuesto por el urdo u. Pero<br />

cuando se sabe, como se verÆ a continuaci n, que el silencio del Ca<br />

non en la edad media no significaba precisamente un silencio tal<br />

que los ministros no oyeran nada, sino un silencio tal que fueran<br />

ellos los œnicos que pudieran oir, no parece tan demostrativa la<br />

comparaci n de los dos textos. todo lo que se puede decir es que<br />

el redactor del urdo i juzgaba inœtil prescribir un rezo en voz baja.<br />

Que. lo ignorara no es a lo sumo ni?is que una inferencia probable.<br />

El urdo iii parece inversamente atestiguamos que el rezo en voz<br />

alta pudo subsistir aun despuØs del Ordo u. En efecto, enfocando<br />

el caso de una concelebraci n, prescriben a los concelebrantes que<br />

rodean al obispo a derecha e izquierda que «digan el canon al mis<br />

mo tiempo que Øl... de modo que domine la voz del obispo». Pero<br />

si se recuerda el carÆcter relativo del silencio medieval del Canon,<br />

del que vamos a volver a tratar, hay que reconocer que este texto<br />

puede significar simplemente que deben hablar en voz todav a mÆs<br />

alta que la de ellos.<br />

Sin embargo, el urdo xv, llamado de Juan el Archicantor, y que<br />

es una refundici n franca del siglo viii, del ordo romano, nos per<br />

mite a la vez ver el silencio del canon establecerse fuera de Roma<br />

y al mismo tiempo definirse. DespuØs del sanctus prescribe al cele<br />

brante: Et incipit canere dissimili voce et melodia, ita u.! a circuni<br />

stanti bus altari tantum audiatur. Este canto, con tono de voz y me<br />

lod a diferentes de los del sanctus y hasta de los del prefacio ante<br />

rior no implica evidentemente sino un silencio mitigado. Que toda<br />

v a en el siglo xiii se entendien as , nos lo atestigua el canon 36 del<br />

s nodo de Sarum de 1217, que prescribe: ut verba canonis itt mino<br />

ro tunde et distincte dicantur.<br />

Sin embargo, si leemos las E.t-positioncs Missae, como las que<br />

comienzan por Quotiens contra se, Ititroitus inissae quare, la de<br />

Remigio de Auxerre y otros, resulta claro que a fines del siglo viii,<br />

tanto en pa s franco como en Roma, a partir del sanctus no pod an<br />

los fieles oir nada de lo que dec a el sacerdote.<br />

Acerca de lo que pod a practicarse en el rito galicano o en el<br />

antiguo rito mozÆrabe, no sabemos estrictamente nada. La suposi<br />

ci n a veces formulada de que los postmysterium o postsecreta,<br />

por raz n de sus t tulos, se habr an dicho en voz alta, pero desputs<br />

370


El silencio del canon<br />

de las palabras de la instituci n dichas en voz baja, es una rnera<br />

inferencia imposible de verificar.<br />

Lo cierto es, por el contrario, que las Expositiones Missae ex<br />

plican que el canon se dice en voz baja por causa del misterio sa<br />

grado que en Øl se realiza y de la reverencia que debe inspirarnos.<br />

Lo mismo se halla va, aunque menos tajantemente, en Marsas’ en<br />

el siglo vi. De aqu se ha querido concluir que el silencio del canon,<br />

o el «silencio del misterio» provendr a, por tanto, de una intenci n<br />

deliberada de sustraer la oraci n eucar stica a las posibles profa<br />

naciones y que habr a aqu un ejemplo t pico de influjo de los mis<br />

terios paganos de la antig edad helen stica en la liturgia cristiana.<br />

Esto es sacar conclusiones demasiado precipitadas y establecer una<br />

serie de relaciones poco justificables.<br />

En primer lugar, los mÆs antiguos autores en quienes hacen su<br />

aparici n en relaci n con la eucarist a los temas del temor respe<br />

tuoso y del misterio tremendo y sagrado, no revelan la menor sos<br />

pecha de correspondencia alguna entre esta concepci n «mistØrica»<br />

y el rezo de las oraciones en voz baja. En general, parecen incluso<br />

no tener noticia alguna de este uso. Tal es todav a el caso de san<br />

Juan Cris stomo en sos homil as sobre la inefabilidad divina o en<br />

su tratado Sobre el sacerdocio, o del Pseudo-Dionisio y tambiØn de<br />

sus comentadores, como san Mœximo, en pleno siglo vii. Por lo deni<br />

is, no se ve c mo personas que pod an todav a conocer algo de los<br />

misterios helen sticos habr an podido establecer tal asociaci n. En<br />

efecto, si estos misterios eran llamados as , era precisamente, por<br />

el contrario, porque los iniciados hab an podido ver y oir en ellos<br />

lo que no deb a ser conocido por los no iniciados. Si no hubieran<br />

podido ver y oir sin trabas, habr a sido superfluo prescrihirles tan<br />

severamente que no revelaran nada. La explicaci n del silencio del<br />

canon por argumentos de este gØnero revela, pues, su carÆcter de<br />

cosa postiza y sobreaæadida. As se pudo venir tard amente a justi<br />

ficar un estado de hecho cuyas verdaderas razones se hab an olvi<br />

dado; pero por este camino no se habr a podido llegar a crear tal<br />

estado de hecho.<br />

En Narsay mismo se puede observar que las expresiones de<br />

temor respetuoso ante la inefabilidad del misterio envuelven la<br />

pronunciaci n secreta de las palabras y no pretenden explicarla.<br />

371


La edad media: desarrollo y deformaci n<br />

Esta explicaci n pudo, por tanto, consolidar la evoluci n, pero no<br />

la deterniin . Por lo demÆs, en Oriente, la atensi n de las res<br />

puestas corales contradice esta explicaci n. En efecto, dichas res<br />

puestas detallan a su manera el significado de lo que se realiza e"<br />

el momento mismo por las palabras del sacerdote. Lo mismo, con<br />

mÆs raz n, debe decirse de las explicaciones cada vez mÆs prolijas<br />

del diÆcono, que vienen poco a poco particularmente en el rito<br />

armenio a colmar los raros momentos en que no dejan oir los<br />

cantores entre las ekfonesis sacerdotales.<br />

Por consiguiente, a esta extensi n progresiva de los elementos<br />

corales o diaconales hay sin duda que remontarse, segœn parece,<br />

para llegar a la fuente de nuestro problema. Una vez mÆs: el silen<br />

cio de la oraci n sacerdotal extendido progresivamente, halla pro<br />

bablemente aqu su primer origen, como por su parte el silencio<br />

mismo favoreci el desarrollo de aquellos elementos. Pero ¿ por quØ<br />

se introdujeron esos nuevos cantos del coro y esas moniciones del<br />

diÆcono?<br />

En los or genes no hab a otras intervenciones corales sino las<br />

respuestas introductorias, el sanctus y el amØn final. El diÆcono,<br />

por su parte, se limitaba a lo sumo a muy breves moniciones, que<br />

en un principio se refer an mÆs bien a la actitud que hab a que<br />

observar, sin constituir precisamente explicaciones «Estemos aten<br />

tos», o en Egipto, al reanudarse la acci n de gracias despuØs de las<br />

intercesiones «Hacia el Oriente», etc.<br />

Es evidente que en aquella Øpoca los cantos o respuestas, todav a<br />

tan sencillos, eran asunto de toda la asamblea. Pero ya en nuestros<br />

mÆs antiguos manuscritos griegos de la liturgia de Santiago, los<br />

diÆconos, a las primeras palabras del relato de la instituci n, ex<br />

claman: «Para la remisi n de los pecados y para la vida eterna.»<br />

Los fieles, por su parte, responden «AmØn», no s lo al final de toda<br />

la eucarist a, sino ya despuØs de las palabras sobre el pan, y luego<br />

despuØs de *las que se dicen sobre el cÆliz. En seguida, despuØs del<br />

primer desarrollo de las palabras: «Haced esto como memorial de<br />

m », continœa el pueblo: «Anunciamos tu muerte, Sefior, y confe<br />

samos tu resurrecci n.»<br />

Antes de la epiclesis, cuando dice el sacerdote : «Tu pueblo y tu<br />

Iglesia te suplican», replica el pueblo: «Ten piedad de nosotros,<br />

372


El silencio del canon<br />

Sefior Dios, Padre todopoderoso», e intercala todav a dos de sus<br />

«amØn» en la conclusi n de la epiciesis. DespuØs de otras interven<br />

ciones diaconales que invitan a la oraci n durante la gran interce<br />

si n final, dama e1 pueblo: « de todos y de todas!», y todav a<br />

interrumpirÆ la doxolog a despuØs de las primeras palabras del sa<br />

cerdote para decir: «Quita, remite, perdona, ¡ oh Dios!, nuestras<br />

ofensas voluntarias e involuntarias. CI lI,cidas e ignoradas.»<br />

La mayor a de estas respuestas deben de ser antiguas, pues<br />

hallan tambiØn en los manuscritos sir acos, y las hay incluso que<br />

tienen ya su equivalente en Serapi n.<br />

Asimismo, la liturgia de san Juan Cris stomo, ya en la forma<br />

que nos revela e1 Codex Barbenni, contiene los cuatro amØn de las<br />

palabras de la instituci n y de la epiclesis, con la respuesta «te can<br />

tamos» despuØs de la ekjonesis con que termina la anamnesis.<br />

Puede pensarse que estas intervenciones de los fieles ser an<br />

introducidas para reanimar ulia atenci n languidecietfle en el trans<br />

curso de una eucarist a prolongada. ¿ No hace ya san Basilio alusi n<br />

al hecho de que, incluso entre los monjes, no pocos esp ritus diva<br />

gaban en el transcnrso de la oraci n eucar stica?<br />

Pero el desarrollo y la complicaci n creciente de estas interveil<br />

ciones por supuesto, del pueblo hicieron que en fecha temprana<br />

se adjudicaran a un coro de cantores. l’ste, que en un principio<br />

arrastraha a la muchedumbre, acab por reemplazarla mÆs o menos<br />

completamente. Los cantos, cada vez mÆs adornados desde el punto<br />

de vista mel dico, no fueron pronto posibles sino a especialistas.<br />

Al mismo tiempo su extensi n redujo las f rmulas del sacerdote<br />

pronunciadas en voz alta a algunas e/efonesis, que son todo lo que<br />

de ellas queda en Oriente. Las moniciones diaconales, como lo ve<br />

mos en particular en la liturgia armenia, tendieron por su parte<br />

a desarrollarse hasta ei punto de llenar todos los intervalos restan<br />

tes. Se llega a un comentario de la eucarist a que la sigue paso a<br />

paso. Pero so pretexto de facilitar su inteligencia por los fieles, la<br />

sustituye por un doblaje posterior, de un paralelismo solamente<br />

aproximativo. Es ya el mismo fen meno que se hab a reproducido<br />

en nuestra Øpoca con los comentadores, que doblaban en lengua<br />

vulgar una antigua oraci n latina, pero con tendencia a indepen<br />

dizarse de Østa.<br />

373


La edad media: desarrollo y deformaci n<br />

En este estadio puede decirse que una oraci n eucar stica ve<br />

nida a ser exclusivamente sacerdotal no mantiene ya sino una<br />

supervivencia de la antigua oraci n eucar stica, privada ya de con<br />

tacto directo con los fieles. Con ella empalma una liturgia didÆctica<br />

para su uso, pero que de hecho no hace que participen en la acci n,<br />

puesto que la escuchan pasivamente. As recubre la verdadera litur<br />

gia, en la que ya no tienen participaci n, con una excrescencia pos<br />

tiza, cuyo esp ritu es cada vez mÆs ajeno. Narsay puede todav a de<br />

cir que el sacerdote es la voz de todos. Es una voz que habla en su<br />

nombre, desde luego. Sin embargo, no expresa ya su oraci n comœn,<br />

sino una oraci n a la que la de ellos tiende a hacerse paralela.<br />

En Occidente serÆ todav a peor. Aqu no se conocen las moniciones<br />

diaconales. y los cantos del coro se desarrollarÆn sin el me<br />

nor enlace directo con la oraci n del sacerdote. En los siglos XL-XIJ,<br />

so pretexto de orar por el sacerdote que ora por nosotros, en mu<br />

chas igiesias viene el coro a ocupar todo el tiempo del canon con la<br />

recitaci n de salmos y oraciones que no tienen ya la menor relaci n<br />

con Øl. La Missa illyrica, por ejemplo, prescribe la recitaci n de los<br />

salmos 19, 24, 50, 89 y 90, seguidos de vers culos y oraciones por<br />

el sacerdote y por los fieles n En las rdenes religiosas se enseæarÆ<br />

a los legos a rezar durante este tiempo una serie de padrenuestros.<br />

Puede decirse que el sacerdote se encerr de tal manera en el silencio<br />

del canon, que a los ojos de los fieles parece haberse perdido en Øl.<br />

Ellos oran tambiØn por su parte, pero sin cuidarse de la menor<br />

concordancia entre su oraci n y la de Øl.<br />

Todav a se ir a mÆs lejos en el despego tocante a la eucarist a<br />

tradicional. El celebrante mismo, que se hab a habituado tambiØn<br />

de esa manera tan extr nseca, acabar a pronto por no creer poder<br />

ya entregarse devotamente a ella sino arrastrando consigo toda<br />

suerte de oraciones personales. Evidentemente, Østas respond an<br />

mucho mejor a su propia devoci n que el texto oficial, que se limi<br />

taba a ejecutar funcionalmente. Tales oraciones son las «apolog as»<br />

y otras oraciones afines. DespuØs de haberse multiplicado como pre<br />

ludio de la misa, de la lectura evangØlica, de la misma oraci n euca<br />

r stica, acabarÆn por invadir a Østa como una vegetaci n extraæa.<br />

37. JUNGMANN, Op. ch., p. 792s.<br />

374


El silencio del cano,,<br />

No dejarÆn ya intacto nada de la antigua liturgia, a la que no se<br />

considerarÆ ya sino como soporte de una devoci n privada que se<br />

inspira en otras fuentes.<br />

El mismo fen meno aparece ya bastante temprano en Oriente,<br />

aunque no lograrÆ nunca tal desarrollo. La liturgia de Teodoro de<br />

Mopsuesta, en la forma en que ha llegado hasta nosotros, implica<br />

va una «apolog a» de este gØnero, manifiestamente sobreaæadida,<br />

entre el sanctus y la oraci n que debe seguirlo. RemontÆndonos<br />

todav a mÆs atræs, podemos percibir la primera ra z de esta prÆc<br />

tica en los formularios de intercesi n de las grandes oraciones euca<br />

r sticas sirias, en los que proliferan las invocaciones por los minis<br />

tros mismos que ofrecen el sacrificio. Se halla ya algo de esto en los<br />

mÆs antiguos manuscritos griegos o sir acos de la liturgia de Santia<br />

go, y hasta en la forma evolucionada de la liturgia de Adday y de<br />

Man. Hemos sei5alado la intrusi n de una f rmula de este gØnero,<br />

particularmente desarrollada, en la liturgia de Nestonio, entre la<br />

anamnesis y las intercesiones. Vale la pena de citarla, tanto por su<br />

individualismo como por su carÆcter penitencial, que anuncian los<br />

rasgos mÆs marcados de la devoci n medieval, tanto en Oriente<br />

corno en Occidente.<br />

Seæor Dios nusericordioso, o nipasivo y clemente, lame que he comenzado<br />

a hablar delante de ti, yn que mo soy sino polvo, pecado, inipolcimie y pobre,<br />

culpable delante de ti desde el seno de mi madre, desterrado desde que<br />

sali de sus entraæas, transgresor desde entonces. Ten piedad de m , Seæor,<br />

segœn tu misericordia, y arrÆncanie del oceano de mis faltas por tu clemencia;<br />

hazme salir del abismo de mis pecados por tu bondad; cura la œlcera de<br />

mis vicios y las llagas de mis ofensas, oh tœ!, consolador y curador.<br />

Dame que abra mi boca en tu presencia y hazine digno de mover mis<br />

labios delante de ti. Ot rgamne que te haga propicio frente a tuis ofensa.,<br />

para obtener la remisi n de los pecados, el perd n de las faltas, la aholicin<br />

le mis propias impurezas y le los pecados de los que son semejantes a ni’<br />

Y mis compaæeros; p date yo lo lUC conviene a tu divinidad y lo que se<br />

te debe pedir; porque tœ eres rico y tu tesoro no se agota jamÆs; en todo<br />

tiempo se te of recen peticiones diversas, y para responder a ellas es distribuida<br />

por ti mita abundancia de dones sin nœmero. En tu bondad y en tu longa<br />

nimnidad no te irrites contra m , pues en tu presencia no tengo tal seguridad<br />

de poder decir estas cosas con buena conciencia delante le tu divina ma<br />

jestad sin embargo, acepta le mu esta audacia, pues tu gran nombre ha<br />

sido invocado sobre mmi. Recibe este sacrificio de mis manos impotentes,<br />

375


La edad media: desarrollo y deformaci n<br />

por tu pueblo y las ovejas le tu pasto, por lo cual doy gracias a tu noto<br />

he y ofrezco la aduraci n a tu majestad, Scflcr de todos 8<br />

F rmulas de este gØnero llegarÆn a introducirse en todas partes<br />

en Occidente. La cØlebre Mi-isa illyrica es de ello el ejemplo mÆs<br />

conocido. Pero no es un ejemplo œnico ni mucho menos Recibi<br />

su nombre del reformador Flacius fllvricus, que la puhlic en 1557.<br />

creyendo ver en ella una liturgia del siglo viii, sin la menor menci n<br />

de la presencia ni del sacrificio eucar stico. En realidad data del<br />

siglo x ". Es un conjunto de 33 f rmulas devocionales, que se in<br />

vita a decir al sacerdote durante todos los cantos de la misa y con<br />

ocasi n de todos los ritos que ejecuta, hasta despuØs del sanctus<br />

y durante la comuni n. De hecho no refleja ya nada del esp ritu de<br />

la antigua eucarist a, limitÆndose a ser una interpretaci n del ritual<br />

eucar stico popularizada por las Expos iioncs mi-ssae, sobre todo a<br />

partir de Amalario 4 . Los primeros esbozos de estas explicaciones<br />

se hallan ya en Teodoro de Mopsuesta y en Narsay. Todos los ritos<br />

reciben aqu una interpretaci n simb lica, dominada por una con<br />

cepci n dramÆtica del ritual, completamente quimØrica, por supues<br />

to. Segœn ella, ritos y formularios no ser an sino una imitaci n tea<br />

tral de todos los gestos y de todas las palabras de Jesœs durante su<br />

pasi n. Sobre este caæamazo, las nuevas oraciones no expresan ya<br />

mÆs que un patetismo de indignidad personal, mezclada con un en<br />

ternecimiento por los sufrimientos del Salvador.<br />

En este estadio, aun cuando la eucarist a tradicional estØ todav a<br />

presente, puede decirse que una espiritualidad y hasta una teolog a<br />

eucar sticas sin ra ces serias en la tradici n la sepultaron y casi<br />

totalmente ahogaron debajo de sus excrescencias parasitarias.<br />

38. RXWAUDOT, t. 2, p. 632.<br />

39. Cf. JUNOMANM, OP. it., 1. 1, p. 119.<br />

40. Cf. JUHGMANN, Op. dt., 1. , p. 129ss.<br />

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