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De una manera esquemática puede agregarse que existen ciertos
supuestos en la perspectiva pluralista: que la opinión pública debe ser
relativamente impermeable a la manipulación de la élite; que debe formarse y
expresarse libremente; que no debe ser rígida; que los problemas pueden
solucionarse de un modo gradual; que la opinión pública mayoritaria puede decidir
cambios; que cada problema está separado de otros y permite soluciones
separadas y, finalmente, que todos los individuos tienen el mismo peso y la
participación de cada uno es democráticamente igual a la de todos los otros.
En este sentido si existe policentrismo y libertad de información podría
considerarse que la opinión pública es autónoma.
No obstante ello, otro enfoque del estado, la democracia y el capitalismo
analiza esta misma opinión pública desde una perspectiva clasista. En este caso
autores como N. Poulantzas o Przeworski coincidirían con un substractum
gramsciano en afirmar que la opinión pública es un ‘constructo’ a partir de la
hegemonía cultural del capital. Queda así incorporado explicativamente el
concepto de ‘falsa conciencia’ definida como “ “falta de identificación con los
intereses de la propia clase, debida a la hegemonía de la ideología capitalista”.
(Alford R. y Friedland, R. p. 250)
Por vía de consecuencia entendemos que, pese al pluralismo informativo,
no se consideraría que existe una opinión pública autónoma sino heterónoma,
subordinada a la ‘interpretación’ brindada por el capital. Desde esta perspectiva de
la ‘falsa conciencia’ podríamos agregar con Offe que las instituciones nucleares
de la democracia, los partidos políticos, contribuyen a hacer la democracia
compatible con el capitalismo pero a costa de socavar el contenido ideológico de
los partidos obreros y desmovilizar a la clase obrera en beneficio del poder
organizacional y el efecto estratégico de cuestiones e intereses particulares.
Si la hegemonía pertenece al capital quién define el contenido de la
opinión? Lo hace la clase capitalista definida por C. William Domhoff como clase
social y también clase gobernante (Alford R. y Friedland R. p.264). “La hipótesis
es que los miembros de la clase superior controlan las organizaciones políticas
que dan forma a la opinión popular y a la opinión de la élite, y proporcionan la
legislación modelo.” (Alford R. y Friedland R. p. 266).
Por último la perspectiva dirigencial nos plantea otra lectura de la opinión
pública. Si esta perspectiva acentúa el predominio de los aspectos
organizacionales siendo sus autores paradigmáticos Max Weber, Ralf Dahrendorf,
Daniel Bell y A. Touraine entre otros, serán las elites organizacionales las que
pesen a la hora de conformar una opinión.
En síntesis “la perspectiva dirigencial subraya la base organizacional de las
élites, y su control del estado. Se hace hincapié en las actividades estratégicas de
las élites, más bien que en entidades estáticas tales como la burocracia o una
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