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La política del escándalo con su estrategia de información/desinformación
como elemento constituyente de la nueva dinámica de competencia politica ha
dado numerosos ejemplos en los ’90. Fue uno de ellos el acoso contra el Partido
Socialista Español luego de su tercer triunfo electoral consecutivo en 1989 con las
denuncias de corrupción del gobierno socialista, tráficos de influencia,
financiación ilegal al partido, fraude fiscal, uso de información privilegiada,
escuchas ilegales, la creación de los grupos GAL para la guerra sucia contra ETA.
Entre otros todos temas - algunos con base fáctica para provocar procesamientos
y condenas - que alimentaron la pérdida de credibilidad del socialismo español
hasta que en 1996 perdió las elecciones frente al Partido Popular.
Sin embargo la estrategia de información/desinformación también reconoce
límites. En su caso, su propia credibilidad que puede llegar a resentirse ante un
uso abusivo político de la información. Por ende, para seguir con el mismo caso, el
hecho de que el poder –Partido Popular - acuda a un determinado medio –El
Mundo - para que gestione públicamente su legitimación no necesariamente
garantiza los resultados y hasta puede suceder que desprestigie al medio
implicado.
El caso italiano de Berlusconi con su poder mediático, su control de las
cadenas de televisión privada, su creación de apoyo político con el partido Forza
Italia y su triunfo en 1994 no pudo evitar que luego el poder judicial y los medios le
iniciaran investigaciones que llevaron a su procesamiento y en 1996 fue
reemplazado por el Partido Democrático di Sinistra. No obstante ello, demostrando
que toda explicación política requiere factores entrecruzados apoyado
nuevamente en este poder mediático, libró y ganó una nueva batalla en el 2001
mientras paralelamente seguían las sospechas sobre sus supuestas conexiones
con la Mafia.
Pero además, el ‘corsi-ricorsi’ implica que contemporáneamente ningún
poder es absoluto sino que se expande reticularmente.
Como advierte Manuel Castells ‘accountability’ y lógica del marketing se
anudan en compleja trama: “ El sistema mediático, con sus vinculaciones
simbólicas con las instituciones judiciales y procesales de la democracia,
establece su ritmo propio y recibe señales de todo el espectro del sistema político,
para transformarlas en ventas e influencia, sin que importe el origen y el destino
de las repercusiones políticas” (Castells p. 380)
b. La función de integración
Por último, el ejercicio de los derechos políticos en la democracia no
materializa simultáneamente derechos civiles y sociales. En este sentido los
medios de comunicación de masas ofrecen un espacio nuevo para reclamar por
su plena vigencia.
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