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totalitaria en medio de crecientes procesos de democratización política en países
anteriormente sometidos a regímenes autoritarios pudieron comenzar a
cuestionarse los aspectos inconclusos de la promesa democrática como los actos
de corrupción generados por los actores políticos.
Por otra parte, como ya se ha expresado, en el plano de la práctica política
el fin de la guerra fría implicó cambios en la competencia política. Mientras el
discurso político se desideologizó y se volvió pragmático la lucha por el poder
centrada en la personalización de la política se hizo más conflictiva apuntando a
alimentar la ‘política escándalo’.
Como señala M. Castells “En el contexto posterior a la guerra fría cada
partido queda abandonado a su suerte, a los movimientos del mercado político de
cada país; la disciplina interna de cada partido se vuelve menos estricta, porque
es más fácil permitir una competencia feroz en ausencia de un enemigo exterior” (
Castells 370) .
Atenuado el debate ideológico se ubica en los ‘90 la política del escándalo.
Por ello mientras los criterios económicos de la política pueden activarse también
los hilos de la corrupción pueden denunciarse. En este contexto la búsqueda de
recursos para el acceso a los medios se transforma en una corrupción política
sistémica.
Partidos políticos, algunos de dominación hegemónica han quedado
atrapados en esta dinámica llevando tras ellos a veces al propio sistema político.
Entre otros cabe mencionar al Partido Demócrata Cristiano italiano, al Partido
Liberal Democrático japonés y el Partido Democrático de la India.
Por otra parte en un contexto de personalización de la política el interés de
la opinión pública se dirige a la credibilidad de los candidatos. La búsqueda
informativa tras ellos ha denunciado cuestiones de moralidad o corrupción política.
A título de ejemplo pueden mencionarse los de Roth de Corea del Sur, Collor de
Mello en Brasil, o alternativamente miembros de los gobiernos socialistas español
y francés, del ejército ruso o del Congreso de Estados Unidos.
Refuerza Castells “Sostengo que la política de los escándalos es el arma
elegida para luchar y competir en la política informacional...la política se ha
encerrado en el espacio de los medios. Los medios se han vuelto más poderosos
que nunca, tecnológica, financiera y políticamente. Su alcance global y su
interconexión les permiten escapar de los controles políticos estrictos. Su
capacidad para hacer periodismo de investigación y su autonomía relativa frente al
poder político los convierte en la fuente principal de información y de opinión para
la sociedad en general...son el campo de las luchas por el poder. La política
mediática es una operación cada vez más cara, los actores políticos padecen de
una infrafinanciación crónica ...así pues, tras agotar todas las fuentes legales, las
aportaciones personales y los tratos comerciales, los partidos y los políticos suelen
recurrir a la única fuente real de dinero: contribuciones bajo cuerda del mundo
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