Anarquistas de Bialystok - Nodo 50
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<strong>de</strong>bate teórico <strong>de</strong>l grupo por la tar<strong>de</strong>, interno. Vine temprano. No<br />
había nadie. Sólo por algún lado se escuchaba un llanto, penetrante<br />
y quebrado. Debería ser alguna mujer que vino a llorar al lado <strong>de</strong><br />
una tumba. Lentamente vino la gente <strong>de</strong>l grupo. Parecía que todos<br />
estaban bien. Sin embargo, yo sabía que empezaba una crisis grave.<br />
Aparecen Mitia y el famoso terrorista Aron Elin. Elin- la persona casi<br />
legendaria <strong>de</strong>spués <strong>de</strong> su muerte- fue matado por los soldados aquí<br />
mismo. Cuando asaltaron ‘nuestro’ cementerio, el periódico oficial<br />
zarista, ‘Diario <strong>de</strong> Varsovia’, escribió que murió un gran personaje.<br />
Aron se <strong>de</strong>fendió a tiros y forzó sólo a una patrulla <strong>de</strong> cosacos a<br />
empren<strong>de</strong>r la fuga. Realizó actos terroristas contra la burguesía y la<br />
Policía a sangre fría. ¡No basta <strong>de</strong>cir <strong>de</strong> él que fue ‘valiente’! Esta no es<br />
una palabra a<strong>de</strong>cuada. Parece, para <strong>de</strong>cirlo rápido, que hay un valor<br />
basado en la insensatez, en la ignorancia y en el <strong>de</strong>sconocimiento <strong>de</strong> la<br />
fuerza y <strong>de</strong>l grado <strong>de</strong>l peligro. Pero Aron precisamente se daba cuenta<br />
<strong>de</strong>l peligro, sabía exactamente que el enemigo es incomparablemente<br />
más po<strong>de</strong>roso. En él no hubo ni una gota <strong>de</strong> pose ni <strong>de</strong> aventurismo.<br />
Fue tranquilo, directo y claro. Él sabía: ‘eso y eso se tiene que hacer’<br />
y lo hacía. Nunca caía en esa ‘militancia mecánica’ , cuando uno<br />
automáticamente ‘realiza los actos’, como sería un aficionado con un<br />
tipo <strong>de</strong>l ‘arte por el arte’ terrorista. (…) Junto con él, Mitia. De Mitia<br />
podría escribir sobre su propia vida un poema épico <strong>de</strong> la lucha y <strong>de</strong>l<br />
riesgo. Mitia conocía sólo la alegría <strong>de</strong> un combate tenso e hirviente.<br />
Conocía sólo a un enemigo: la tranquilidad, la mo<strong>de</strong>ración, la vida<br />
corriente. Pálido, justo extenuado por la fiebre, como si <strong>de</strong> hecho fuese<br />
‘en contra <strong>de</strong> la tormenta’. Miró <strong>de</strong>sconfiado hacia el grupo, temiendo<br />
que éste, quizás, se sometería a algún ‘gradualismo’ o ‘buenismo’... Me<br />
acuerdo <strong>de</strong> nuestra charla: Mitia estaba herido, enfermo, <strong>de</strong> ninguna<br />
manera no podía ir tan <strong>de</strong>spacio, como en su opinión, iba el paso <strong>de</strong><br />
la revolución. Me dijo con una <strong>de</strong>sesperación: ‘¿Por qué sufren? ¿Por<br />
qué están esperando? ¿Qué temen per<strong>de</strong>r? ¿Una olla llena? Ni la tienen<br />
los obreros. ¡Y aún esperan! Malditos.’ Sin querer Mitia explicó mejor<br />
que nadie el curso objetivo <strong>de</strong> las cosas y el legalismo <strong>de</strong>l movimiento<br />
obrero. En vano, Mitia <strong>de</strong>cía que ‘odiaba la historia’(...) Se me acercó<br />
Elin. Qué charla más rara habíamos tenido... Elin dijo que tenía que<br />
parar, que estaba cansado, que no podía más. Quería ir al extranjero,<br />
apren<strong>de</strong>r. No quería convertirse en un autómata, quería irse antes que<br />
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