Anarquistas de Bialystok - Nodo 50

nuestro grupo, ofreciendonos su colaboración en ‘Weckruf’, que
fuimos sacando juntos con mi hermano. Esperé conflictos y éstos
vinieron pronto.
En inicio, no tuve de qué quejarme. Él vendía nuestra
publicación en todos los actos públicos de los socialistas y
sindicalistas y lo hacía con un encanto tan irresistible, que podía
romper la resistencia hasta de los más fieros oponentes nuestros.
Fue un vendedor nato pero, por desgracia, se sintió cualificado
para las posiciones más altas en la jerarquía anarquista.
Para evitar ser expulsado por nosotros como sucedió con
los de Berlín, Senna Hoy empezó a cuidarse en público. Lo que decía
afuera no hacía daño, tendió hasta a expresar unas ideas similares
a las nuestras. Solo dentro del grupo volvía a ser él mismo:
confusos y sinsentido disparates de un individualista ultra rabioso.
Y aún tenía una cualidad atractiva que nos hacía olvidar de los
muchas de sus deficiencias: era de verdad muy valiente. Cuando
hubo alguna pelea en las asambleas -más típicamente provocadas
por alguno de los viejos líderes socialistas, que nos insultaban-
Senna siempre respondía. Fue siempre el primero en dar un golpe
y así ganó pronto la admiración de los compañeros más jóvenes,
atraídos al anarquismo por su aura de violencia. Con su audacia
y autoconfidencia, Senna podría jugar un papel más importante
en otras épocas, en el tiempo de fermento, de la revolución o de la
guerra civil -así justo después de 1917, por ejemplo. Pero en esas
fechas ya estaba muerto: víctima de su propio valor desfrenado-.
Su carrera en Zurich empezó después del arresto de mi
hermano y mi fuga hacía Geneve, cuando nuestro periódico se
quedó sin algún editor experimentado, que pudiese defender
nuestro punto de vista anarcosindicalista. El resultado fue, que un
joven que admiró el valor crudo de Senna Hoy, le confió a él y a un
individualista suizo, Frick, la edición del ‘Weckruf’. Desde entonces
la publicación se convirtió en un órgano del anarcoindividualismo
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