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Anarquistas de Bialystok - Nodo 50

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disparó <strong>de</strong> nuevo. Le animé para seguir pero él no lo hizo. Así que<br />

me registraron, me quitaron mi Browning. Tenían mucho miedo<br />

al revisarme. Lógico: pensaron que sacaría otro revolver o una<br />

bomba. El registro fue acompañado por patadas y golpes. Por fin<br />

me pusieron en el carro y nos marchamos. En la calle Zajarievska<br />

había mucha gente. Durante todo el camino gritaba: ‘¡Qué viva<br />

la Anarquía!’. Tenía la boca llena <strong>de</strong> sangre y se me acababan las<br />

fuerzas pero grite con todas mis ganas: ‘¡Viva la Anarquía!’. Y<br />

esos gritos me salieron más salvajes y como preagonizantes. Ellos<br />

me golpearon con los culos <strong>de</strong> sus pistolas. Les <strong>de</strong>cía que no me<br />

asustaban y que no tenía miedo a morir. Entramos en el patio <strong>de</strong><br />

la comisaría y me echaron en un calabozo. Tenía miedo, me podían<br />

llevar a no sé don<strong>de</strong> y empezarían con la tortura formal. Por suerte<br />

no paso así. En el calabozo habían bastante <strong>de</strong>tenidos: viejos judíos<br />

barbudos y jóvenes muchachos. Sufrí unos dolores terribles. No<br />

pu<strong>de</strong> ni ponerme en pie, ni estar sentado ni tumbado. Grité y gemí<br />

tanto, que sentí que solo traería problemas a los otros <strong>de</strong>tenidos.<br />

Algunos me intentaban cuidar, pero ¿Qué podían hacer? Me dieron<br />

agua. Alguien dijo que pronto moriría. Un judío dos veces me mostró<br />

su ‘sabiduría’, afirmando que ‘la juventud misma no siente lástima<br />

por su propia vida’. Le dije que era un imbécil y los muchachos le<br />

miraron, así que se calló. Uno <strong>de</strong> los chicos informó que igualmente<br />

me quería suicidar.<br />

Los policías vinieron pronto y me sacaron. Pensaba que<br />

entonces empezaría la tortura. Pero se limitaron a una simple<br />

paliza, me llevaron por el patio hacia la acera, don<strong>de</strong> se agrupó<br />

toda la administración. Alguien preguntó al señor procurador<br />

quien era yo. Él dijo algo y yo le respondí que se equivocaba. Le<br />

dije: ‘soy anarquista-comunista’, a la pregunta sobre mi nombre le<br />

dije que no diría nada. Me echaron <strong>de</strong> nuevo al calabozo. De pronto<br />

me sacaron otra vez al patio, con algún trapo mojado en la nieve<br />

me limpiaron la cara. ¡Ay, como me la limpiaron! Con patadas.<br />

Luego en el carro y a la cárcel. De nuevo golpes en la espalda y por<br />

el costado y frases sobre que se me <strong>de</strong>bía matar, etc. Yo les <strong>de</strong>cía que<br />

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