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Anarquistas de Bialystok - Nodo 50

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como hecha para ellas....¡Tantos, tantos recuerdos! Y París mismo<br />

que amo tanto, amo más que todas las otras ciuda<strong>de</strong>s <strong>de</strong>l mundo.<br />

Cuando en estos tiempos venía a París, cuando salía <strong>de</strong> la estación<br />

<strong>de</strong> tren y empezaba a caminar por las calles y avenidas, todo parecía<br />

brillar como el sol mismo, cada adoquino me parecía querido; con el<br />

alma temblante escuchaba las conversaciones a mi alre<strong>de</strong>dor... Por<br />

qué me gusta tanto y la quiero tanto a esta ciudad sería muy difícil<br />

respon<strong>de</strong>r. Seguramente no por la cantidad <strong>de</strong> policías, que se ven<br />

más allí que a los perros en Estambul, esos policías que tanto odio<br />

y que no les puedo ni ver con indiferencia. Tampoco maravillosa es<br />

la miseria que vi por allí, ni el movimiento obrero con el cual no me<br />

compa<strong>de</strong>zco especialmente... Pero... a la ciudad le tengo cariño. Y<br />

daría mucho por verla otra vez. Quiero verla por lo menos en mis<br />

sueños...<br />

Compañeros queridos, os diré como me arrestaron. Voy a<br />

entrar en <strong>de</strong>talles para que todos lo sepan. Y si alguien dice lo que<br />

sea sobre mi, tenéis que saber que lo explico no para jactarme, solo<br />

para que se sepa qué pasó.<br />

Cuando corría por la calle Kolomienska con Zajarievska<br />

y seguía, vi que no se podía pasar: la calle acababa con una valla<br />

<strong>de</strong> ma<strong>de</strong>ra bastante alta. No pu<strong>de</strong> ver <strong>de</strong>trás, pero entendí que el<br />

compañero mío logró escon<strong>de</strong>rse y estuve muy contento por esto. Al<br />

final <strong>de</strong> la calle, en la valla vi un porche y esperaba que allí podría<br />

saltar la valla. Corrí allí e intenté subir. Pero justo allí iba el alambre<br />

hasta el bor<strong>de</strong> <strong>de</strong>l porche y no pu<strong>de</strong> pasar. Solo me podía arrojar<br />

sobre la valla misma, pero me lo impidieron el abrigo y las botas <strong>de</strong><br />

goma: pesaban <strong>de</strong>masiado. Para quitármelas ya era tar<strong>de</strong>: a tres<br />

pasos estaban los policías. Quería acabar conmigo apuntando en<br />

mi sien, pero no me quedaba ni una bala. Tenía todavía un cargador<br />

(tenia 4 y varias balas sueltas en mis bolsillos, cambié cargadores<br />

dos veces en el camino), pero tampoco tenia tiempo para esto -fue<br />

cuestión <strong>de</strong> segundos-. Uno <strong>de</strong> ellos me apuntó con su revolver,<br />

yo dije: ‘¡Dispara!’. Y disparó. Le dije que disparara otra vez y<br />

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