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30<br />

un h<strong>el</strong>icóptero sobrevolaba <strong>el</strong> área y había<br />

funcionarios armados con fusiles automáticos<br />

livianos (FAL).<br />

La edición d<strong>el</strong> 21 de septiembre de 1984 de<br />

El Diario de Caracas registra una secuencia<br />

fotográfica titulada “La muerte de un encapuchado”.<br />

Son cuatro fotos. En la primera<br />

está Douglas arrodillado detrás d<strong>el</strong> poste d<strong>el</strong><br />

alumbrado; en la segunda abandona ese inútil<br />

escudo y avanza hacia <strong>el</strong> p<strong>el</strong>otón de fusilamiento;<br />

en la tercera se ve caído de costado,<br />

en posición fetal; en la cuarta, un funcionario<br />

de civil aparece a su lado disparando hacia<br />

nosotros y otro más agarra a Douglas por las<br />

ropas y comienza a arrastrarlo.<br />

Ros<strong>el</strong>iano venía de Aroa, estado Yaracuy. El<br />

compa aparece en otra de las imágenes emblemáticas<br />

d<strong>el</strong> movimiento estudiantil revolucionario<br />

de la época, captada por <strong>el</strong> diario El<br />

Globo: de pie, protegiéndose detrás de un container<br />

metálico para la recolección de basura,<br />

sostiene un tubo de cuatro pulgadas en cuyo<br />

extremo se asoma un cohetón (un cohete de<br />

esos de fuegos artificiales). Arrodillado, a su<br />

derecha, un segundo encapuchado enciende<br />

la mecha d<strong>el</strong> cohetón con un yesquero. Ese<br />

muchacho que encendía la mecha llegó a ser,<br />

con <strong>el</strong> tiempo, Fiscal de la República, uno de<br />

los buenos: se llamaba Danilo Ánderson.<br />

Pedro Guarapo estudiaba Derecho y era de<br />

Calabozo, en <strong>el</strong> Guárico. Una vez le tocó ir<br />

con varios compañeros a entrompar otro autobús<br />

de esa ruta larga que cruzaba toda Caracas,<br />

desde La Pastora hasta Chuao, que era la<br />

línea San Ruperto, para secuestrarlo. Cuando<br />

entraron, nomás dijeron: “Señores pasajeros,<br />

esta es una acción d<strong>el</strong> movimiento revolucionario”;<br />

<strong>el</strong> chofer les dijo: “Con mucho gusto,<br />

llévense esta mierda y quémenla. Y si les<br />

preguntan pueden decir que <strong>el</strong> conductor de<br />

la unidad estuvo de acuerdo con esta acción<br />

revolucionaria. Mi nombre es Arsenio M<strong>el</strong>ero”.<br />

Más tarde, finalizada la jornada y en la<br />

conversa en que hacían <strong>el</strong> balance, <strong>el</strong> camarada<br />

Guarapo r<strong>el</strong>ató este episodio. Ros<strong>el</strong>iano le<br />

preguntó varias veces: “Deja la vaina, me estás<br />

jodiendo”. “En serio”, decía Guarapo. “Aquí están<br />

estos panas, <strong>el</strong>los son testigos”. Hasta que<br />

Ros<strong>el</strong>iano dijo, con más orgullo que sorpre-<br />

sa: “El único chofer de un San Ruperto que<br />

yo conozco, y que se llame Arsenio M<strong>el</strong>ero, es<br />

mi papá”.<br />

(Óscar)<br />

No te olvides de las muchachas, que <strong>aquí</strong> la<br />

compañera tiene una cara de feminista d<strong>el</strong><br />

carajo y puede acusarnos de estar fabricando<br />

una historia de machos. Con ese grupo se la<br />

pasaban activando y jodiendo La Guara, la<br />

Negra Elisa, Mor<strong>el</strong>ia, Perlita. Y la inolvidable,<br />

Yulimar Reyes. Salvo a Perlita, creo que nunca<br />

vi a esas mujeres echando coñazos, pero ni<br />

falta que les hacía: uno podía aguantar cualquier<br />

coñaza de cualquier tipo, pero nunca<br />

ibas a aguantar un certamen de lengua de estas<br />

carajas que, además de destilar ácido, destilaban<br />

argumentos. Pobrecito <strong>el</strong> compa que<br />

las hiciera arrechar. O que las enamorara. ¡Ay,<br />

su madre!<br />

Yulimar tenía tu edad, carajita, cuando deci-<br />

Edición Número Quince. Año <strong>01</strong>. <strong>ÉPALE</strong> <strong>CCS</strong> Caracas, <strong>27</strong> de enero de 2<strong>01</strong>3.<br />

dió ponerse al frente de la protesta d<strong>el</strong> <strong>27</strong> de<br />

febrero en la avenida Lecuna, y fue una de<br />

las primeras venezolanas asesinadas ese día.<br />

Áng<strong>el</strong> puede contarte ese episodio. Andaban<br />

juntos cuando <strong>el</strong>la cayó asesinada por un policía<br />

Metropolitano.<br />

(Áng<strong>el</strong>)<br />

Yulimar se merece un capítulo aparte. Te prometo<br />

esa historia para después.<br />

(Mariana)<br />

¿Y no tenían tiempo para vivir? ¿Para las fiestas?<br />

¿Para echarse los palos? ¿Para los culos?<br />

(Óscar)<br />

Yo también te prometo esas historias para<br />

después.<br />

Próxima semana: Capítulo 4

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