Descarga aquí el PDF ÉPALE 27/01/13 - Ciudad CCS
Descarga aquí el PDF ÉPALE 27/01/13 - Ciudad CCS
Descarga aquí el PDF ÉPALE 27/01/13 - Ciudad CCS
Create successful ePaper yourself
Turn your PDF publications into a flip-book with our unique Google optimized e-Paper software.
20<br />
La adrenalina fluye por igual en grandes y chicos<br />
Nunca he entendido cuál es <strong>el</strong> placer o la<br />
satisfacción que se siente al ponerse los nervios<br />
de punta por voluntad propia: montarse<br />
en una montaña rusa, por ejemplo. Para<br />
personas poco arriesgadas -como yo- <strong>el</strong><br />
parque de “diversiones” llega hasta los carritos<br />
chocones, <strong>el</strong> “gusanito” o los tres algodones<br />
de azúcar que se pueden comer en<br />
una estadía de dos horas en <strong>el</strong> parque.<br />
Para reforzar la tesis -o la duda- escrita en<br />
las primeras líneas, he <strong>aquí</strong> una definición<br />
muy graciosa hecha por Wikipedia sobre<br />
lo que es un “parque de diversiones”: “Un<br />
parque de atracciones o parque de diversiones<br />
es un tipo de parque de ocio en <strong>el</strong><br />
que se encuentran atracciones mecánicas,<br />
espectáculos, tiendas, restaurantes y otros<br />
tipos de infraestructuras destinadas, sobre<br />
todo, al ocio, desatar emociones extremas y<br />
sin apenas especialización temática”. Vamos<br />
a aprovechar nuestros momentos de ocio<br />
para sentir vértigo, mareo, miedo y ganas<br />
de vomitar: la montaña rusa, la “bailarina”,<br />
<strong>el</strong> “cataclismo”, <strong>el</strong> “martillo” y un kilo de gomitas<br />
dulces y algodón de azúcar.<br />
*<br />
Lo cierto es que las atracciones mecánicas y <strong>el</strong><br />
gusto por la taquicardia, la adrenalina y otras<br />
drogas naturales tienen una larga historia en<br />
Caracas. Como ya se ha dicho en estas pági-<br />
nas, cuando Venezu<strong>el</strong>a intentaba parecerse a<br />
otros países, por allá en los años 50, se construyó<br />
<strong>el</strong> Coney Island venezolano como una<br />
imitación a los famosos parques de aqu<strong>el</strong>la<br />
isla gringa. El amigo d<strong>el</strong> abu<strong>el</strong>o de una amiga,<br />
<strong>el</strong> señor Carlo Pinto, tenía 15 años en<br />
1950 cuando se montó en uno de los primeros<br />
“carritos mecánicos” de Caracas en Los<br />
Palos Grandes -The Big Sticks, en inglés,<br />
como diría cualquier pseudogringo- y en<br />
la montaña rusa “Loco Ratón”. “Esa vaina<br />
daba un vacío horrible en <strong>el</strong> estómago, pero<br />
nos comprábamos un rollo de tickets nada<br />
más que para montarnos en la bicha esa”,<br />
me contó <strong>el</strong> señor Pinto, quien hoy tiene 77<br />
años. “No sé por qué lo cerraron en los años<br />
60, no recuerdo con exactitud en qué año,<br />
pero fue empezando la década. Igual, a mí<br />
ni me importó, yo prefería jugar ‘p<strong>el</strong>ota’ y<br />
gastar los reales en otra cosa”. Más ad<strong>el</strong>ante,<br />
<strong>el</strong> señor Pinto admitiría que más de una vez,<br />
cuando ya tenía 17 años, montaba a las muchachas<br />
en la noria -resulta que así también<br />
se le dice a la rueda- para darle unos besitos<br />
cuando su asiento estuviera en lo más alto.<br />
Edición Número Quince. Año <strong>01</strong>. <strong>ÉPALE</strong> <strong>CCS</strong> Caracas, <strong>27</strong> de enero de 2<strong>01</strong>3.<br />
**<br />
Al parecer, Caracas duró casi 20 años sin un<br />
parque de atracciones más grande que <strong>el</strong> fallecido<br />
Coney Island. Al menos eso dice la<br />
señora Carlota Chacón, quien tenía 12 años<br />
cuando abrieron <strong>el</strong> parque Bimbolandia<br />
-por allá a principios de los años 70- en <strong>el</strong><br />
paseo Los Ilustres de Los Símbolos. “Lo que<br />
más me gustaba de ir a Bimbolandia era ir a<br />
El Cubanito después”. Montarse en un gusanito<br />
sabiendo que tiene más de 30 años en<br />
funcionamiento es una verdadera prueba de<br />
valentía: ver de reojo hacia la autopista Valle-<br />
Coche cuando <strong>el</strong> gusanito va a millón y oír<br />
con suspenso <strong>el</strong> sonido de unas rolineras que<br />
se esfuerzan por encajar. “Este es un gusanito<br />
r<strong>el</strong>ativamente nuevo en <strong>el</strong> parque porque en<br />
agosto d<strong>el</strong> año pasado se descarriló <strong>el</strong> otro y<br />
hubo varios heridos”, en palabras de un señor<br />
que no quiere que su nombre salga escrito<br />
acá y que sabe muy bien cuáles eran las<br />
diferencias entre <strong>el</strong> gusanito viejo y <strong>el</strong> nuevo:<br />
“El otro gusanito tenía cara de malo con la<br />
nariz roja y unos dientes bien grandes. Este<br />
es más bonito, es como de niñito chiquito”.<br />
El parque está abierto desde las dos de la<br />
tarde hasta las nueve de la noche, lo suficiente<br />
como para que un niño se coma un<br />
montón de gomitas dulces, un algodón de<br />
azúcar, se tome una lata de frescolita y se<br />
monte en cuanta atracción mecánica se le<br />
atraviese por <strong>el</strong> medio: <strong>el</strong> barco pirata, los<br />
carritos chocones, las sillas voladoras o, para<br />
los miedosos, <strong>el</strong> carrus<strong>el</strong>. Como si todo eso<br />
no fuera suficiente, en la salida de Bimbolandia,<br />
los mant<strong>el</strong>eros hacen su diciembre<br />
vendiendo una variedad de plásticos con<br />
formas de muñecos, carritos, pistolitas, etc.,