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18<br />

SOBERANÍAS SEXUALES<br />

¿Quién es <strong>el</strong> macho<br />

de las dos?<br />

POR MARÍA GABRiELA BLANCO<br />

ILUSTRACIÓN NATHALY BONiLLA<br />

Edición Número Quince. Año <strong>01</strong>. <strong>ÉPALE</strong> <strong>CCS</strong> Caracas, <strong>27</strong> de enero de 2<strong>01</strong>3.<br />

Esa fue la pregunta que le hicieron a Yadira en los 15 años de su prima,<br />

<strong>el</strong> 24 de diciembre de 2<strong>01</strong>1. Yadira quería pasar Navidad con Karina,<br />

su novia, pero esta vez le fue difícil escaparse d<strong>el</strong> compromiso familiar,<br />

así que decidió invitarla a Río Chico y aprovechar para presentarle su<br />

novia, desde hacía 2 años, a sus panas de toda la vida.<br />

Yadira ya había estado en esa situación antes, afortunadamente su<br />

mamá no preguntaba tanto. Las más fastidiosas eran las primas y<br />

las tías, las que siempre la saludaban con un “¿y cuándo te casas,<br />

mija?”. A lo que <strong>el</strong>la resumía: “Nooo qué va, tía, no me quiero amarrar<br />

todavía”. Eso había funcionado los últimos <strong>27</strong> años de su vida.<br />

Aún tenía presente <strong>el</strong> cuento que le había echado su amigo Simón<br />

hace tres días por mensajes de texto. Simón se había ido a la playa<br />

con su familia, a Todasana, en La Guaira, y en plena conversación<br />

con sus primos, todos “machos camachos” -como les llamó él-,<br />

<strong>el</strong> mayor le preguntó: “¿Y cuándo nos presentas una novia, guón?”.<br />

Y así, como cuando se cargan dos sacos de cemento y se lanzan al<br />

su<strong>el</strong>o, le dijo: “¿Mi mamá no te dijo que soy marico, pajúo? Lo que<br />

puedo es presentarte al novio que tengo hace 4 años”.<br />

Los dos rieron como nunca, tanto Simón, al escribirle por lo bien que<br />

se había sentido, como Yadira, quien no dudó en contarle a Karina la<br />

edulcorada demostración de valentía que -para qué mentir- le agradecía<br />

a los tragos de ron que se había tomado con sus primos.<br />

“¿Qué dijiste?”, le rebotó Yadira. “¿Que quién es <strong>el</strong> macho y quién es la<br />

mujer, vale?”, volvió a preguntarle <strong>el</strong> insolente quien para ese entonces,<br />

y como si <strong>el</strong> alcohol en ese momento tuviera un poder invisibilizador,<br />

no se había percatado que todos los que estaban en ese momento en <strong>el</strong><br />

patio de la casa eran homosexuales, hombres homosexuales.<br />

Esas eran las preguntas que a Yadira le molestaban. “Si a mí me<br />

da igual -se decía para sí misma- lo que cada quien haga con su<br />

vida, ¿por qué siempre tienen que salir a preguntarle a una d<strong>el</strong>ante<br />

de todo <strong>el</strong> mundo?”. Ella sabía por qué. A la gente le gusta humillar<br />

al homosexual, y más a las lesbianas, porque no entienden cómo<br />

una mujer puede hacer f<strong>el</strong>iz a otra mujer si les falta “algo”. Y con<br />

esa reflexión se convencía sabiendo que podía comprobar su teoría:<br />

dos mujeres son iguales de f<strong>el</strong>ices que una pareja heterosexual.<br />

“No hay ningún macho, las dos somos mujeres, ¿o parecemos tipos?”.<br />

“Bueno, mami, es que siempre hay alguien que tiene que ser <strong>el</strong> hombre,<br />

tú me entiendes. Yo conozco a estos chamos porque se criaron conmigo,<br />

este carajo que está <strong>aquí</strong>, él sabe que yo lo quiero y que, bueno, tú<br />

sabes. Pero yo soy un tipo, pues, no ando con mariqueras”.<br />

Y allí entendió, después de hablar con él y <strong>el</strong> carajo al que éste quería,<br />

que no podía juzgarlo. No todo <strong>el</strong> que discrimina es homofóbico.<br />

El miedo a sentir placer y expresarlo libremente es más doloroso<br />

que decir con franqueza: “Yo sí soy lesbiana, <strong>el</strong>la es mi novia y<br />

no me comporto como un macho para comprobarlo”.

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