Una cristiana.pdf - Ataun
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extremadamente agradable gastar! Nunca le vi desprenderse de una peseta sin percibir el esfuerzo y la angustia interior del ánimo, despedida dolorosa y llena de nostalgia que daba a sus monises. Era evidente que la razón le imponía el gasto, pero siempre riñendo batallas con el temperamento. Para observadores superficiales, si mi tío no pasaba por espléndido, tampoco era ni mucho menos el tipo del avaro; para mí, que le estudiaba con la perspicacia cruel de la repulsión, la avaricia asomaba su pico de lechuza, pero recatándose, larvada y latente, en el estado a que reduce la civilización a muchas pasiones o monomanías que en otras épocas de mayor iniciativa individual alcanzaban su trágica plenitud. Mi tío era un avaro frustrado; la reflexión, el poder del medio ambiente y los apetitos de bienestar y goce que ha desarrollado la sociedad moderna contrarrestaban su inclinación, porque actualmente el avaro a la antigua se pondría en ridículo y no podría alternar con nadie. Pero bajo el hombre aprove-
chado de hoy, que sabe adquirir para gozar, yo veía al hebreo de la Edad Media, de ávidos y ganchudos dedos. Siempre que aflojaba alguna suma, las mejillas de mi tío palidecían un poco, su boca se hundía, y sus ojos vagaban por el suelo, como si quisiese ocultar la expresión de la mirada. En fin, él me alargó el billete. «Para que vayas a mi boda. Ahora hay unos viajecitos baratos de ida y vuelta ¿te haces cargo? Sí, se toma por dos meses, o no sé por cuánto tiempo, y resulta arregladísimo. Por supuesto, que tú viajarás en segunda: en tercera se va muy mal. Ya puedes escribirle a tu madre el día que piensas salir. Cuanto más pronto mejor, porque respiras más aire de campo, y te ahorras posada. Tu madre está en la Ullosa. Desde allí a Pontevedra y al Teixo... un paso. Algunos días antes de la boda... que no sé si te lo dije: será el día del Carmen. En el Teixo hay habitación para todo el mundo; es una torre antigua, recompuesta y arreglada hace poco. No estorbarás.
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extremadamente agradable gastar! Nunca le vi<br />
desprenderse de una peseta sin percibir el esfuerzo<br />
y la angustia interior del ánimo, despedida<br />
dolorosa y llena de nostalgia que daba a<br />
sus monises. Era evidente que la razón le imponía<br />
el gasto, pero siempre riñendo batallas<br />
con el temperamento. Para observadores superficiales,<br />
si mi tío no pasaba por espléndido,<br />
tampoco era ni mucho menos el tipo del avaro;<br />
para mí, que le estudiaba con la perspicacia<br />
cruel de la repulsión, la avaricia asomaba su<br />
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latente, en el estado a que reduce la civilización<br />
a muchas pasiones o monomanías que en otras<br />
épocas de mayor iniciativa individual alcanzaban<br />
su trágica plenitud. Mi tío era un avaro<br />
frustrado; la reflexión, el poder del medio ambiente<br />
y los apetitos de bienestar y goce que ha<br />
desarrollado la sociedad moderna contrarrestaban<br />
su inclinación, porque actualmente el avaro<br />
a la antigua se pondría en ridículo y no podría<br />
alternar con nadie. Pero bajo el hombre aprove-