Una cristiana.pdf - Ataun
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ca y extraña, como la de los sordomudos, me llamó; sin duda la enfermedad alterara las cuerdas vocales... Mi tití, que había entrado conmigo, se colocó a los pies de la cama, y al otro lado de ella se situó el Padre Moreno. - Sal... us... tio... - pronunciaba el enfermo tan dificultosamente, que una misteriosa tristeza compasiva se apoderó de mí -. Es... toy... muy... - No hable usted, tío... - supliqué aproximándome más, arrostrando el olor de éter mezclado con el de la descomposición cadavérica que exhalaba ya aquel cuerpo -. Si tiene usted algo que decirme... Carmen lo hará por usted. - Carm... hija... ven... - articuló el desgraciado. Carmen se acercó también, pero sollozando, con el rostro oculto en el pañuelo. - Yo hablaré, señor de Unceta... No se fatigue - intervino el Padre -. Lo que quiere su tío es decirle que... vamos... que allá en otro tiempo... cuando murió el señor abuelo de usted y se hicieron las partijas... tal vez no hubiese toda la
equidad posible en el reparto de los cupos... y que hoy, en estos momentos solemnes... Al llegar a este punto, el viviente cadáver pretendió incorporarse, ladeose un tanto, y de entre sus vendas y del fondo de su destruida laringe salió un acento... ¡qué acento, señor!... Decía: «Salustio... per... perdóname... y dile a... a... tu madre que... me perd...». ¡Qué espantoso daño me hizo aquello! Se me apretó la garganta, se me cortó el aliento, y exclamé ahogándome: - No me pida usted perdón... Le ruego que no me lo pida usted... Yo soy quien debe... - Su señor tío - interrumpió el Padre secamente, como si le molestase la escena- está animado de sentimientos tan equitativos, que hizo ayer sus disposiciones dejándole a usted la parte mejor de su caudal... El total no, porque también favorece en el testamento a su señora, que le ha asistido... como usted sabe y le consta... y que le ha dado pruebas de cariño inmenso.
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ca y extraña, como la de los sordomudos, me<br />
llamó; sin duda la enfermedad alterara las<br />
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conmigo, se colocó a los pies de la cama, y al<br />
otro lado de ella se situó el Padre Moreno.<br />
- Sal... us... tio... - pronunciaba el enfermo tan<br />
dificultosamente, que una misteriosa tristeza<br />
compasiva se apoderó de mí -. Es... toy... muy...<br />
- No hable usted, tío... - supliqué aproximándome<br />
más, arrostrando el olor de éter mezclado<br />
con el de la descomposición cadavérica<br />
que exhalaba ya aquel cuerpo -. Si tiene usted<br />
algo que decirme... Carmen lo hará por usted.<br />
- Carm... hija... ven... - articuló el desgraciado.<br />
Carmen se acercó también, pero sollozando,<br />
con el rostro oculto en el pañuelo.<br />
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decirle que... vamos... que allá en otro tiempo...<br />
cuando murió el señor abuelo de usted y se<br />
hicieron las partijas... tal vez no hubiese toda la