Una cristiana.pdf - Ataun
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evitando a toda costa que viniese, afirmándole que mi tío estaba resuelto a dejarme su fortuna toda; segunda, la de no poner los pies en la casa mientras durase el mal. Parecíame esto de elemental delicadeza; no sé si en mi resolución entraría por algo la poca gracia que me hacía el contagioso y horrible padecimiento. Una tarde vino a mi fonda el Padre Moreno, solicitando hablarme. Yo ignoraba que el fraile moro hubiese regresado a Madrid; le creía convaleciente en el convento de Chipiona. Díjome que había venido a Madrid para activar y despachar ciertos asuntos de su Orden, «que a usted le importan un pito», añadió con su brusca familiaridad acostumbrada, y que se alegraba, porque así lograra reducir y consolar al marido de Carmen, el cual, a fuerza de tanto padecer, enterado ya de su verdadera situación, estaba «dado a Barrabás, y sin querer aceptar la voluntad de Dios, ni confesarse. Ya le tenemos como un guante - prosiguió Aben Jusuf - y ahora lo
que desea es verle a usted en estas últimas horas...». -¿Tan malo esta? - Dice el médico que no pasará de esta noche o de la madrugada. La anemia, producida por las lesiones interiores y sus consecuencias, es lo que le acaba. Lo que es por el mal propiamente dicho... viviría diez años, si vida puede llamarse la de un leproso. -¿Y quiere verme? ¿Sabe usted que no tengo ganas de ir? - Pues venga usted sin ganas - contestó el fraile, terciándose el manteo o capa eclesiástica, y echando delante con resolución. Ya no usaba muleta; estaba otra vez hecho un valiente. Le seguí; ¡qué remedio! subí las escaleras, crucé el pasillo, entré en el cuarto, y a la débil luz de una lamparilla y en el fundo de la cama que en otro tiempo fue tálamo nupcial, vi mi objeto de forma indistinta: la cabeza del enfermo envuelta en vendas múltiples. Una voz ron-
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que desea es verle a usted en estas últimas<br />
horas...».<br />
-¿Tan malo esta?<br />
- Dice el médico que no pasará de esta noche<br />
o de la madrugada. La anemia, producida por<br />
las lesiones interiores y sus consecuencias, es lo<br />
que le acaba. Lo que es por el mal propiamente<br />
dicho... viviría diez años, si vida puede llamarse<br />
la de un leproso.<br />
-¿Y quiere verme? ¿Sabe usted que no tengo<br />
ganas de ir?<br />
- Pues venga usted sin ganas - contestó el<br />
fraile, terciándose el manteo o capa eclesiástica,<br />
y echando delante con resolución. Ya no usaba<br />
muleta; estaba otra vez hecho un valiente.<br />
Le seguí; ¡qué remedio! subí las escaleras,<br />
crucé el pasillo, entré en el cuarto, y a la débil<br />
luz de una lamparilla y en el fundo de la cama<br />
que en otro tiempo fue tálamo nupcial, vi mi<br />
objeto de forma indistinta: la cabeza del enfermo<br />
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