Una cristiana.pdf - Ataun

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04.06.2013 Views

Mi tío poseía, cuando se licenció de abogado, un patrimonio compuesto de fincas rústicas, tierras y alguna casita en Pontevedra: patrimonio que no llegaría a producir mil duros anuales al cinco por ciento de interés. Como esta fortunita apareció, a la vuelta de pocos años, más que duplicada en acciones del Banco y cuatros exteriores, explíquelo quien entienda milagros tan comunes que ya no sorprenden a nadie. Mi tío no ejerció su profesión: la abogacía fue para él lo que suele ser para los españoles mezclados en política: una aptitud, un pasaporte. Politiqueó cautamente, nadando y guardando la ropa. Salió diputado provincial con frecuencia, y picó a su sabor en el cesto de brevas de las comisiones. A fin de no derrochar cuartos en batallas electorales, se contentó con venir a las Cortes una vez sola, en una de esas vacantes que ocurren en vísperas de elecciones generales, y que suelen beneficiar los periodistas. Mi tío, con el favor de don Vicente Sotopeña, árbitro omnipotente de Galicia, la apandó,

saliendo sin gastarse una peseta, jurando el cargo el día antes de cerrarse la legislatura, y dejando camino para poder llegar a gobernador, y más adelante... ¿quién sabe? a consejero de Estado o de Instrucción pública. Gobernador lo fue bien pronto, unas veces interino, otras en propiedad. De tiempo en tiempo le cayó alguna ganguita misteriosa, y en Pontevedra se habló bastante de la expropiación de ciertos ranchos de mi tío, pagados por el Ayuntamiento a fabuloso precio. No es hacedero ni entretenido reseñar estos lances. Mi tío se contaba en el número de los políticos cucos de tercera fila, que donde meten la cuchara sacan tajada de carne. Su método consistía en restar gastos y sumar provechos, sin desdeñar los más insignificantes. Decíase de él, en son de elogio, que era muy largo. A mí la tal longitud me parecía otro síntoma de hebraísmo, apreciación en la que acaso pequé de injusto, porque muchos caciques de mi tierra, de purísima raza ariana, no le van en zaga al tío Felipe.

saliendo sin gastarse una peseta, jurando el<br />

cargo el día antes de cerrarse la legislatura, y<br />

dejando camino para poder llegar a gobernador,<br />

y más adelante... ¿quién sabe? a consejero<br />

de Estado o de Instrucción pública. Gobernador<br />

lo fue bien pronto, unas veces interino, otras en<br />

propiedad. De tiempo en tiempo le cayó alguna<br />

ganguita misteriosa, y en Pontevedra se habló<br />

bastante de la expropiación de ciertos ranchos<br />

de mi tío, pagados por el Ayuntamiento a fabuloso<br />

precio. No es hacedero ni entretenido reseñar<br />

estos lances. Mi tío se contaba en el número<br />

de los políticos cucos de tercera fila, que<br />

donde meten la cuchara sacan tajada de carne.<br />

Su método consistía en restar gastos y sumar<br />

provechos, sin desdeñar los más insignificantes.<br />

Decíase de él, en son de elogio, que era muy<br />

largo. A mí la tal longitud me parecía otro síntoma<br />

de hebraísmo, apreciación en la que acaso<br />

pequé de injusto, porque muchos caciques de<br />

mi tierra, de purísima raza ariana, no le van en<br />

zaga al tío Felipe.

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