Una cristiana.pdf - Ataun
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a saber las vicisitudes de su espíritu, juzgándome feliz si andaban acordes con las del mío propio. Pues bien: hacia la época a que voy refiriéndome - el mes de mayo - hube de notar (no era ilusión) que la inexplicable sequedad y acedumbre de mi tío para con su mujer tomaban carácter de desvío absoluto. Este desvío, acentuándose gradualmente, se manifestó sin rebozo en dos síntomas. El primero fue tan significativo en el terreno material, que no dejaría duda ni al más topo. Había en la casa, contiguo al despacho, un gabinete o dormitorio interior, estucado, que servía de ropero: allí colgaba mi tío su vestuario, allí colocaba algún trasto estorboso, y allí se aseaba cuando su mujer tenía ocupado el lavabo de la cámara nupcial. En esta alcoba supletoria existía también una cama de hierro, doblada y arrimada a la pared. Pude cerciorarme de que a principios del mes de mayo la cama recibió colchones y sábanas, y mi tío pasó las noches en ella.
El segundo indicio, puramente moral, aún resultó para mí más luminoso y me produjo mayor satisfacción interna. Fue percibir en el semblante y en toda la persona de la tití - desde que se realizó este apartamiento conyugal - un cambio favorabilísimo. ¿Habéis visto la flor lacia y mustia, que al segarle con delicado corte de tijera el tallo, e introducirla en agua, yergue la cabeza, adquiere color, frescura y gallardía, y lozanea saliéndose del vaso de cristal? Pues así revivió la mujer incomparable, cuando sin intervención suya, sin tener que acusarse de nada, se aflojó el lazo que apretara en mal hora su generosa voluntad. Seguramente que los mártires de la leyenda cristiana irían al suplicio muy animados, cantando muchos himnos y todo lo que ustedes gusten; pero figurémonos que sin necesidad de quemar incienso ante los ídolos, ni de apostatar de la fe, ni de recibir un triste libelo, en aquellos instantes terribles, obtuviesen la conservación de la dulce vida... y crean ustedes que los mártires, sobre todo siendo
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El segundo indicio, puramente moral, aún<br />
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mayor satisfacción interna. Fue percibir en el<br />
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cambio favorabilísimo. ¿Habéis visto la flor<br />
lacia y mustia, que al segarle con delicado corte<br />
de tijera el tallo, e introducirla en agua, yergue<br />
la cabeza, adquiere color, frescura y gallardía, y<br />
lozanea saliéndose del vaso de cristal? Pues así<br />
revivió la mujer incomparable, cuando sin intervención<br />
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se aflojó el lazo que apretara en mal hora su<br />
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