Una cristiana.pdf - Ataun
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para conocerlo. Por eso la mayor parte de las veces obraríais muy bien en callaros, ¡sangre de Dios! Y tu papá - ya que lo quieres oír -, antes de casar a su hija, procedería más correctamente si dijese al futuro yerno: «Felipe, aunque se me caen los calzones de puro viejo, no hay que fiarse; yo estoy animoso, y no tardaré en contraer nupcias. Y como a mi edad siempre se tienen hijos, vendrán dos o tres muchachos que dejarán a mi hija aspergis». Qué bonito, ¿eh? ¡Qué bonito! Mi tía, callada. La palidez de sus mejillas, el anhelar de su pecho y el resplandor de sus ojos, indicaban la interior indignación, la plenitud del espíritu y la ebullición de la protesta... Pero en vez de abrir la válvula, se reprimió, cogió el vaso de agua que tenía cerca, y sentí el choque del cristal contra sus dientes al beber, choque que indicaba la oscilación del pulso... Mi tío, sin tomar en cuenta para nada aquella emoción y aquel valeroso silencio, exaltándose con sus propias palabras, continuó:
- Ahora mismo voy a ponerle una cartita caliente, diciéndole lo que viene al caso... Me ha de oír, te lo juro. Ha de salirse por cara la trastada esa, o no me llamo Felipe. Yo le crearé tales dificultades, que ha de acordarse del santo de mi nombre... Y se imaginará que voy a consentir que tú te trates con esa preciosidad de madrastra. - En primer lugar - respondió lentamente mi tía, haciendo un esfuerzo -, creo que la boda, por ahora, es secreta; y en segundo, bien me trataba con ella cuando estaba allí... expuesta a cosas peores. ¿Por qué no he de tratarme, hoy que es la mujer de mi padre, si se porta bien? -¡Portarse bien! ¡Eche usted portes! - exclamó irónicamente mi tío -. ¡Portarse bien! Ya te lo dirán de misas los señoritos de Pontevedra y de San Andrés... En fin, a mí eso me tiene sin cuidado... - Pues a mí, eso será lo único que me importe - contestó mi tía con vehemencia, no pudiendo reprimirse ya -. Que no tenga mi padre que
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