Una cristiana.pdf - Ataun
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la cortina, se sorprende el alma desnuda, y se ven sus formas misteriosas, por muy aprisa que el sorprendido las quiera cubrir. En aquel grito vi yo patente toda el alma de mi tío, seca y dura, interesada y vil, semejante a otras muchas que andan por ahí metidas en cuerpos de aspecto menos judaico. -¡Me hace gracia la frescura con que lo tomas! - prosiguió exaltado y fuera de quicio -. Según eso, ¿no te importa que se haya vuelto loco tu padre? Porque eso es locura senil, choches, y tu hermano y yo nos uniremos para anular la boda e incapacitar a ese viejo. ¡Casarse! Pues hombre, ¡tiene chiste! Eso se llanta reírse del mundo y dar la castaña a los tontos de los yernos! Sus ojos despedían chispas; su nariz corva acentuaba más la expresión de rapacidad y codicia de su boda innoble; su tez se había inyectado, igualándose casi en tonos con su barba; y su mano convulsa agarraba y soltaba, con estremecimiento maquinal, el cuchillo, el tenedor,
la servilleta, de encima de la mesa preparada para el almuerzo. -¡Qué quieres! - respondió con firmeza la esposa, ocupando su sitio como si fuésemos a almorzar pacíficamente -. Mi padre es dueño de sus acciones, por lo mismo que le autoriza la edad. No es cierto que esté chocho, y el respeto que le debemos nos prohibe intentar nada contra sus resoluciones. Paciencia. Peor sería que viviese dando escándalo. - Eres una tonta - exclamó el marido, descomponiéndose por primera vez y dispuesto a echarlo todo a rodar -. A la edad de tu padre, hija mía, ya no hay escándalo, ni Cristo que lo fundó: lo que hay es disparates y locuras y ridiculeces, y la mayor de todas, esa de casarse con una muchacha de pocos años y de baja extracción, ¡una criada!, para encontrarse, a la vuelta de un mes, con que la cabeza no le cabe en el sombrero. Las mujeres no entendéis de nada, ni sabéis lo que decís. Falta de experiencia y de mundo, que ni lo conocéis, ni tenéis motivo
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- Eres una tonta - exclamó el marido, descomponiéndose<br />
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