Una cristiana.pdf - Ataun
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cajas de cartón. ¿Conque tan olvidada la tenías? ¡Descastado! Pues yo le he seguido la pista... Chico, transformación de comedia de magia. Verás tú ahora a la prójima esa en su apogeo. Coche no lo arrastra aún... pero todo se andará. -¿De verás? ¿Ha encontrado gran Paganini? - pregunté sin curiosidad. - No quiero decirte nada hasta que juzgues por ti mismo... Te quedarás absorto. De allí a pocas tardes, el orensano me condujo a una buena casa, en la calle céntrica y solitaria a la vez, de las Hileras. El portal era decente; la escalera cómoda y clara, y la puerta del entresuelo, a que llamamos, tenía notable aspecto de seriedad y discreción, y metales relucientísimos. Nos abrió una mujer de mediana edad, vestida de negro, mestiza de doncella y ama de llaves, y a las primeras palabras de Luis nos dijo que pasásemos a la sala, que iba a avisar «a la señora».
-¿Eh? ¿Qué tal? - exclamó mi amigo -. ¿Qué te parece? «La señora» por arriba y «la señora» por abajo... Sillería de lana, color botón de oro... espejo con marco de palo santo... alfombra de buena moqueta... cortinas de yute fino... dos jarrones de bronce y porcelana... su quinqué con pantalla de paraguas... Me parece a mí que el bolsista no se queda corto. - Pero chico, ¡qué metamorfosis! - Ahí verás tú... Los tiempos cambean. Por otra parte, la metamorfosis era prevista. La chica se cansaba de pegar flores de azahar en cucuruchos; pero no le habían saltado más gangas que el cicatero de tu tío, que al darla dinero para dulces, le tomaba después la cuenta por céntimos. Cuando apareció el bueno de don Telesforo Armiñón, resuelto a sacarla de penas, ¡no te quiero decir lo que pasó! Vio el cielo abierto la chica. Lo primero que pidió la infeliz fue calzado... Tu tío la traía echando los dedos... Estas de Madrid, el pie es lo que las desquicia.
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te parece? «La señora» por arriba y «la señora»<br />
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