Una cristiana.pdf - Ataun
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por amor de la Peregrina, sino por el Santiño de los milagros oficiales... Pero no se pasme de eso. Nestorio fue obispo de Constantinopla. ¿Y quién promovió el cisma de aquel grandiosísimo cerdo del rey de Inglaterra, sino otro gorrino de obispo hereje que se llamaba Crémor o Cremen...? Déjenle de obispos. La Iglesia la hemos de regenerar solitos el Papa y los clérigos... digo, no, los aprendices de clérigo y unos cuantos laicos de agallas... mande lo que guste la Encíclica Cum multa». Le aseguré que no sabía lo que podía mandar semejante Encíclica, y le pregunté por Candidiña como al descuido. «¡Uy! Buena pieza... gui, gui. Ahora solita con el viejo... Lo ha de volver del revés». Hablome también del Padre Moreno y supe que el fraile moro, terminados sus baños de mar, pensaba recalar dos días en la Ullosa. En breve se confirmó el anuncio y apareció el Padre todo empolvado de su larga jornada en diligencia. Mi madre, que le quería mucho,
le recibió al pronto con cierta frialdad: no podía perdonarle el haber bendecido la boda. Yo en cambio extremé la cortesía. Hubiera deseado poder decirle a Aben Jusuf: «Aquellos delirios pasaron. Se ha deshinchado el énfasis sentimental. ¡Si viese usted, Padre, qué bien me encuentro! Lo mismo que quien se aplica un anestésico para curar una neuralgia, y la cura. Mi neuralgia o dolor de muelas amoroso ya no existe. Me parece increíble haber sido yo aquel que por poco se desnuca arrojándose de un árbol, se envilece espiando, se tira al mar en una noche de bodas o le pide a usted el hábito de novicio. Aquí tiene usted a un muchacho formal, alumno de Ingenieros e hijo de Benigna Unceta, señora muy práctica. Estoy sano». Si no fue esto mismo, algo muy semejante indiqué en un paseíto que nos dimos por los montes el fraile y yo. Recuerdo que él se mostró sinceramente satisfecho y debió de contestarme por el estilo que verán ustedes:
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por amor de la Peregrina, sino por el Santiño de<br />
los milagros oficiales... Pero no se pasme de<br />
eso. Nestorio fue obispo de Constantinopla. ¿Y<br />
quién promovió el cisma de aquel grandiosísimo<br />
cerdo del rey de Inglaterra, sino otro gorrino<br />
de obispo hereje que se llamaba Crémor o<br />
Cremen...? Déjenle de obispos. La Iglesia la<br />
hemos de regenerar solitos el Papa y los clérigos...<br />
digo, no, los aprendices de clérigo y unos<br />
cuantos laicos de agallas... mande lo que guste<br />
la Encíclica Cum multa».<br />
Le aseguré que no sabía lo que podía mandar<br />
semejante Encíclica, y le pregunté por Candidiña<br />
como al descuido. «¡Uy! Buena pieza...<br />
gui, gui. Ahora solita con el viejo... Lo ha de<br />
volver del revés». Hablome también del Padre<br />
Moreno y supe que el fraile moro, terminados<br />
sus baños de mar, pensaba recalar dos días en<br />
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En breve se confirmó el anuncio y apareció<br />
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en diligencia. Mi madre, que le quería mucho,