Una cristiana.pdf - Ataun
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de tomar muy en cuenta las tendencias ingénitas de la raza... - Todo eso es palabrería - argüí -. Generalidades que nada prueban. Concretémonos, si usted gusta. No tratamos de razas. Se habla de la República española, con la cual el que más y el que menos de los que hoy, mandan tenía adquiridos compromisos y que entregaron por treinta dineros como Judas. ¿Harían otro tanto si la Restauración no les hubiese abierto el presupuesto de par en par? Sólo comprendí la impertinencia de mi agresión al oír a Serafín que, batiendo palmas, exclamaba con destemplado chillido: - Por ahí, por ahí... Gui guii. ¡Por ahí duele! Pimentel, limpiándose el bigote con la servilleta, se volvió hacia mí, y en lugar de responder enojado, me dio la razón sonriendo. - Es muy cierto, señor Meléndez. El tacto de la Restauración al aceptar los elementos revolucionarios, ha hecho viable lo que acaso en otras circunstancias...
Interrumpió el período la llegada del alcalde de San Andrés, a quien traían medio a rastras los dos comisionados del joven personaje. Todos debían de haber subido muy aprisa la cuesta, porque venían sofocadísimos. El alcalde sudaba a chorro y se limpiaba las mejillas con un pañuelo enorme. Tartamudeó algunas frases para decir que él «no se consideraba llamado a sentarse en tal banquete» y Pimentel, hecho un azúcar, le apretó la mano, le buscó sitio a su lado, no perdonando medio de captarse la voluntad del adversario político. Yo no sabré decir cómo era el menú de aquella pesada comida. Me parecía que iban saliendo todos los platos que en libros de cocina figuran, y que la torpeza de los criados, su inexperiencia en servir, prolongaban el convite indefinidamente. Lo más difícil de sujetar a inventario serían los postres, los licores, los vinos, los interminables pasteles, los amazacotados dulces de Pontevedra, las tartas enviadas por Fu-
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la República española, con la cual el que más y<br />
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adquiridos compromisos y que entregaron por<br />
treinta dineros como Judas. ¿Harían otro tanto<br />
si la Restauración no les hubiese abierto el presupuesto<br />
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Sólo comprendí la impertinencia de mi agresión<br />
al oír a Serafín que, batiendo palmas, exclamaba<br />
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- Por ahí, por ahí... Gui guii. ¡Por ahí duele!<br />
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