Una cristiana.pdf - Ataun
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- XIV - - Particularmente tu futuro sobrino - respondió el Padre -. No sé qué tiene ese señorito, que hasta parece que nos espía. A veces me entran ganas de mandarlo al caramelo. Porque si no nos atisbasen tanto él y todo bicho viviente, maldita la necesidad que teníamos de estos tapujos, que no me agradan, hija; no me agradan, porque pueden dar lugar a interpretaciones maliciosas y no basta ser bueno, hay que parecerlo también. - Es cierto; pero yo, si no desahogaba con usted, creo que me moría. En el confesionario no se pueden explicar bien ciertas cosas. - Corriente, ahora ya estamos aquí; esperemos que Dios nos saque con bien de este fregado... Chiquilla, abre el corazón y di lo que quieras, aquí está el Padre Moreno para oírte y aconsejarte, no ya como confesor, sino como
amigo. Lo soy muy de veras... ya me conoces, basta de palabrería. - Pues Padre, yo no tengo tampoco más amigo que usted: mi mala sombra es tal, que ni con mi padre ni con mi hermano es posible que consulte, porque no hay inteligencia de las almas; hay una barrera, hay no se qué... El asunto de mi consulta creo que ya se lo sospecha usted. El Padre se cogió la barbilla con la diestra, reflexionando. - Según me dijiste te casas por evitar mayores males... Se me figura que he comprendido... - No, Padre, no es eso... Mire usted: los males que aquí sobrevengan, yo no puedo evitarlos ya: he puesto de mi parte cuanto he podido; me he convertido en guardia civil, en policía, en esbirro, en todo lo que puede uno convertirse... papel bien desairado y bien triste a veces... pero estoy convencida de que a la mujer que no quiere guardarse, nadie la guarda, y que los
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creo que me moría. En el confesionario no<br />
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Chiquilla, abre el corazón y di lo que quieras,<br />
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