Una cristiana.pdf - Ataun
Una cristiana.pdf - Ataun Una cristiana.pdf - Ataun
soy mal juez, no es que me falten motivos para entender: porque allá en Tánger, Tetuán y Melilla hay judías y moras que pasan por guapas; y asómbrese usted: tengo moros tan amigos, que alguno me enseñó su harén... Le advierto que entre ellos es una prueba de estimación grandísima. -¡Ah!... - murmuré sin poder reprimir una expresión maliciosa -. ¿Conque franca la entrada del harén? - Sí - afirmó alardeando de naturalidad el fraile -. Y ¿quiere usted que le cuente cómo estaba la mora favorita, vamos, la predilecta de este moro amigo mío, que era un ricachón de allí? -¿A ver cómo estaba? ¿Muy tentadora? - Ya le he dicho que soy mal juez: yo sólo puedo describirle exterioridades... y usted opinará. El traje era de una seda riquísima, abierto en el pecho, y este adornado con unos collares de perlas gordas y de diamantes y pedrerías: dos o tres collares lo menos tenía la mujer. En
los brazos unas ajorcas como las que pinta Cervantes en la novela del Cautivo... ¿no la ha leído usted? Pues así. Luego cojines, cojines y más cojines: unos debajo de los brazos, otros debajo de las caderas, otros detrás de la cabeza: y los cojines eran para impedir que se rozase, porque la mujer estaba reventando de gorda, que es el secreto de la hermosura entre las moras. Esta no se podía menear. ¿Y sabe usted con qué la engordaban? Pues con bolitas de pan, que ya no se puede llamar engordar a una mujer, sino cebarla. Fumaba por un tubo largo así... y tenía delante un veladorcito incrustado de nácar, con dulces y bebidas. -¡Ah socarrón de fraile! - discurrí yo -. Te finges muy corriente y muy sencillo, y eres más tuno y más ladino que todas las cosas. Me estás mareando con tantos infundios moriscos, por no soltar prenda respecto a mi futura tía. Yo te pondré a parir: aguarda. - Y en voz alta exclamé: - Padre Moreno, usted que tan perfectamente describe a las moras, mejor sabrá retratar
- Page 79 and 80: que te dé la gana. En fin, arrégl
- Page 81 and 82: Bajé hasta la Puerta del Sol, salt
- Page 83 and 84: tálamo, de madera, muy bajito y de
- Page 85 and 86: acerté a comunicarle la buena noti
- Page 87 and 88: chado de hoy, que sabe adquirir par
- Page 89 and 90: su negrísimo pelo, sus gallardas f
- Page 91 and 92: «La señorita Belén... La señori
- Page 93 and 94: ompió la botella contra la arista
- Page 95 and 96: comprendiendo que los hacía, y sab
- Page 97 and 98: Se detuvo de repente, completamente
- Page 99 and 100: una vara de azucenas, y no sé qué
- Page 101 and 102: - Pero mamá, ¿qué nos importa a
- Page 103 and 104: trimonio, no era chico milagro vivi
- Page 105 and 106: dir lástima, debía inspirar envid
- Page 107 and 108: agitada con todo el sobrealiento de
- Page 109 and 110: despachaba este manjar de homérica
- Page 111 and 112: - Pues no importa, mamá; pues no i
- Page 113 and 114: y los campos de maíz que susurraba
- Page 115 and 116: ero en el suelo mismo, y volviendo
- Page 117 and 118: proposición, figurándome que en e
- Page 119 and 120: - No fumo - contesté con cierta pr
- Page 121 and 122: Volviose sorprendido el fraile. - N
- Page 123 and 124: nos a los estilos de la sociedad, y
- Page 125 and 126: - Pues ya los ve usted en persona.
- Page 127 and 128: el garrote o la carabina. Las facci
- Page 129: mayor me punzaba, cuyo recuerdo des
- Page 133 and 134: merece ese nombre tan... dispense s
- Page 135 and 136: no mi tío, vestido de dril claro,
- Page 137 and 138: y qué ocurría por allá. Yo me si
- Page 139 and 140: en casa de la Josefa Urrutia, el dr
- Page 141 and 142: ien distintas; y entre tanto fue ll
- Page 143 and 144: También el Padre Moreno metió su
- Page 145 and 146: - No lo sabo... pero el que tiene l
- Page 147 and 148: - Aún cabes tú, muliércula - adv
- Page 149 and 150: plomo...». Por decirle algo a la m
- Page 151 and 152: fraile, un fraile de verdad, un fra
- Page 153 and 154: drés: yo, como no soy el novio, te
- Page 155 and 156: - O con llevar unos calzoncillos de
- Page 157 and 158: mundo rabiando o cantando, verdad?
- Page 159 and 160: liente farolón y anda lampando por
- Page 161 and 162: Espiña... no se va tras los amorí
- Page 163 and 164: Echó a andar y yo tras ella: en el
- Page 165 and 166: -¿Pero es posible? - Y venía tan
- Page 167 and 168: ñado en fotografiarlo. Se llevó m
- Page 169 and 170: otras menudencias relacionadas con
- Page 171 and 172: cuantos hechizos suele desplegar en
- Page 173 and 174: fracción que representaba su polí
- Page 175 and 176: térides de los antiguos geógrafos
- Page 177 and 178: aumenta en nuestro corazón la embr
- Page 179 and 180: - Ya entendemos, ya entendemos que
los brazos unas ajorcas como las que pinta Cervantes<br />
en la novela del Cautivo... ¿no la ha leído<br />
usted? Pues así. Luego cojines, cojines y más<br />
cojines: unos debajo de los brazos, otros debajo<br />
de las caderas, otros detrás de la cabeza: y los<br />
cojines eran para impedir que se rozase, porque<br />
la mujer estaba reventando de gorda, que es el<br />
secreto de la hermosura entre las moras. Esta<br />
no se podía menear. ¿Y sabe usted con qué la<br />
engordaban? Pues con bolitas de pan, que ya<br />
no se puede llamar engordar a una mujer, sino<br />
cebarla. Fumaba por un tubo largo así... y tenía<br />
delante un veladorcito incrustado de nácar, con<br />
dulces y bebidas.<br />
-¡Ah socarrón de fraile! - discurrí yo -. Te<br />
finges muy corriente y muy sencillo, y eres más<br />
tuno y más ladino que todas las cosas. Me estás<br />
mareando con tantos infundios moriscos, por<br />
no soltar prenda respecto a mi futura tía. Yo te<br />
pondré a parir: aguarda. - Y en voz alta exclamé:<br />
- Padre Moreno, usted que tan perfectamente<br />
describe a las moras, mejor sabrá retratar