Una cristiana.pdf - Ataun

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04.06.2013 Views

pacidad de elevarse a la región de las ideas generales y abstractas, conservaban a mi madre toda su fuerza y capacidad para la acción. Era su voluntad quien guiaba a su pensamiento, el predominio del elemento afectivo y activo se leía en su frente lisa y angosta, en el mohín voluntarioso de sus labios, en la mirada inquieta y preguntona de sus ojos nunca distraídos. Mi madre no se recogía a Pontevedra sino en tiempo de frío riguroso, o en Semana Santa y Pascua para comulgar. La huerta de la Ullosa la mantenía durante el año entero. Con tanto renegar de la estirpe de los Cardosos, mi madre tenía mucho de la adquisividad, la economía sórdida y el genio mercantil que caracterizan a la raza hebrea. ¡Lo que puede el cariño, y cómo enreda las nociones de la lógica! Estas condiciones, que en mi tío me repugnaban, parecíanme virtudes en mamá, y lo eran en efecto, si es virtud acomodarse a la necesidad. Con tristes ocho o nueve mil realitos que a lo sumo y exprimiéndole bien podría rentar nuestro pa-

trimonio, no era chico milagro vivir con cierto bienestar relativo, sufragar no pequeña parte de los gastos de mi carrera, y aún esconder en las vueltas de un colchón cuatro o seis onzas para un apuro. Quien esto consigue, no es una mujer cualquiera. Mamá andaba siempre de hábito del Carmen, por ahorrar trajes, claro está; del lino que producían sus heredades, hacía tejer lienzo, ese lienzo gallego moreno y duro que nunca se ve roto, para camisas y sábanas; de una viña de uvas agrias sacaba vinillo clarete para dármelo a beber en las vacaciones; del centeno de su renta amasaba el pan que comía; con un par de cerdos engordados en casa, armaba puchero para todo el año; criaba gallinas y conseguía huevos; recogía leña en una mota de bosque; tenía vaca y la revendía con ganancias en la feria cuando ya no daba leche; otros ganados los llevaba a aparcería con sus caseros, salteando unas ganancillas; del orujo de la vid destilaba aguardiente y en él ponía guindas en conserva; en fin, no perdona-

trimonio, no era chico milagro vivir con cierto<br />

bienestar relativo, sufragar no pequeña parte<br />

de los gastos de mi carrera, y aún esconder en<br />

las vueltas de un colchón cuatro o seis onzas<br />

para un apuro. Quien esto consigue, no es una<br />

mujer cualquiera. Mamá andaba siempre de<br />

hábito del Carmen, por ahorrar trajes, claro<br />

está; del lino que producían sus heredades,<br />

hacía tejer lienzo, ese lienzo gallego moreno y<br />

duro que nunca se ve roto, para camisas y sábanas;<br />

de una viña de uvas agrias sacaba vinillo<br />

clarete para dármelo a beber en las vacaciones;<br />

del centeno de su renta amasaba el pan que<br />

comía; con un par de cerdos engordados en<br />

casa, armaba puchero para todo el año; criaba<br />

gallinas y conseguía huevos; recogía leña en<br />

una mota de bosque; tenía vaca y la revendía<br />

con ganancias en la feria cuando ya no daba<br />

leche; otros ganados los llevaba a aparcería con<br />

sus caseros, salteando unas ganancillas; del<br />

orujo de la vid destilaba aguardiente y en él<br />

ponía guindas en conserva; en fin, no perdona-

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