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incontables estudiantes de ambos sexos, siempre<br />
necesitados, que en Petersburgo y en Moscú asedian<br />
incesantemente las redacciones de los periódicos<br />
en demanda de copias y traducciones del<br />
francés.<br />
Una vez introducido en el mundo periodístico,<br />
Iván Fiodorovitch ya no perdió el contacto con él.<br />
Durante sus últimos años de universidad publicó<br />
informes sobre obras especiales y así se dio a conocer<br />
en los medios literarios. Pero sólo cuando<br />
hubo terminado sus estudios consiguió despertar la<br />
atención en un amplio círculo de lectores. Al salir de<br />
la universidad, y cuando se disponía a dirigirse al<br />
extranjero con sus dos mil rublos, publicó en un<br />
gran periódico un artículo singular que atrajo la<br />
atención incluso de los profanos. El tema era para él<br />
desconocido, ya que había seguido los cursos de la<br />
facultad de ciencias, y el artículo hablaba de tribunales<br />
eclesiásticos, cuestión que entonces se debatía<br />
en todas partes. El autor examinaba algunas<br />
opiniones ajenas y exponía sus puntos de vista<br />
personales. Lo sorprendente del artículo era el tono<br />
y el modo de exponer las conclusiones. El resultado<br />
fue que, a la vez que no pocos «clericales» consideraron<br />
al autor como correligionario suyo, los «laicos»,<br />
a incluso los ateos, aplaudieron sus ideas. Si
incontables estudiantes de ambos sexos, siempre necesitados, que en Petersburgo y en Moscú asedian incesantemente las redacciones de los periódicos en demanda de copias y traducciones del francés. Una vez introducido en el mundo periodístico, Iván Fiodorovitch ya no perdió el contacto con él. Durante sus últimos años de universidad publicó informes sobre obras especiales y así se dio a conocer en los medios literarios. Pero sólo cuando hubo terminado sus estudios consiguió despertar la atención en un amplio círculo de lectores. Al salir de la universidad, y cuando se disponía a dirigirse al extranjero con sus dos mil rublos, publicó en un gran periódico un artículo singular que atrajo la atención incluso de los profanos. El tema era para él desconocido, ya que había seguido los cursos de la facultad de ciencias, y el artículo hablaba de tribunales eclesiásticos, cuestión que entonces se debatía en todas partes. El autor examinaba algunas opiniones ajenas y exponía sus puntos de vista personales. Lo sorprendente del artículo era el tono y el modo de exponer las conclusiones. El resultado fue que, a la vez que no pocos «clericales» consideraron al autor como correligionario suyo, los «laicos», a incluso los ateos, aplaudieron sus ideas. Si
menciono este hecho es porque el eco del artículo llegó a nuestro famoso monasterio, donde interesaba la cuestión de los tribunales eclesiásticos y en el cual produjo gran perplejidad. El hecho de que el autor hubiera nacido en nuestro pueblo y fuera hijo de «ese Fiodor Pavióvitch» acrecentó el interés general. Y precisamente entonces apareció el autor en persona. ¿Por qué vino Iván Fiodorovitch a casa de su padre? Recuerdo que me hice esta pregunta con cierta inquietud. Esta visita fatal, que tuvo tan graves consecuencias, fue para mí inexplicable durante mucho tiempo. En verdad era inexplicable que un hombre tan inteligente y a la vez tan orgulloso y reconcentrado se instalase, a la vista de todos, en una casa que tan mala fama tenía. Fiodor Pavlovitch no había pensado nunca en él, y, aunque por nada del mundo habría dado dinero a nadie, siempre estaba temiendo que sus hijos se lo reclamaran. Y he aquí que lván Fiodorovitch se instala en casa de su padre, pasa a su lado un mes, dos meses, y se entiende con él de maravilla. No fui yo solo el que se asombró de esta buena armonía. Piotr Alejandrovitch Miusov, del que ya hemos hablado y que, aunque tenía su domicilio en París, estaba pasando una temporada en su pro-
- Page 1 and 2: Obra reproducida sin responsabilida
- Page 3 and 4: FEDOR DOSTOIEWSKI LOS HERMANOS KARA
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- Page 37 and 38: Añadiré que actuaba como árbitro
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- Page 51 and 52: Y empezó a lloriquear. Estaba sent
- Page 53 and 54: Tomás dijo que sólo creía lo que
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- Page 61 and 62: los monjes. El número de los enemi
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- Page 73 and 74: agradecidos que le estamos a usted,
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- Page 81 and 82: El seminarista, Aliocha y el novici
- Page 83 and 84: Nunca me retraso más de un minuto,
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cosas como éstas apenas abriese la
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Lo que estaba ocurriendo en la celd
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—Eminente starets —exclamó de
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—¿Lo dice por lo que he contado
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—No se cuenta nada semejante en n
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y también al ver al starets conten
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Sin embargo, habían visitado ya al
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que conducían a la enferma, y espe
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padre mío, a verle a usted. Y vine
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¡Oh, si yo pudiera volver a verlo
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de peregrina, sino que llevaba un v
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Acercó el oído a los labios de la
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—Ahora voy a pedirte un favor. To
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las manos. Anhelábamos besarlas y
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—Sólo he visto a Catalina Ivanov
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amor al prójimo, se irá convencie
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ma habitación: lo sé por experien
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De pronto, no pudiendo contenerse,
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desquitarse, y al fin encontró la
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ejemplo, es, a mi juicio, completam
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—La idea esencial de mi artículo
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ciones y las esperanzas rusas, no e
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dad cercenando un miembro gangréna
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existiría en el mundo mayor desesp
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les. Y no hay duda de que la Iglesi
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aja. Del vivo color de su tez, Alio
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CAPITULO VI. ¿POR QUÉ EXISTIRÁ S
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—Muy agradecido. No esperaba meno
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en la inmortalidad. Iván Fiodorovi
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esuelta en usted, y ello le atormen
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qué objeto? Lo ignoro, pero en él
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—¡Ya ven ustedes cómo trata a s
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—Todos somos culpables de este es
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modo que parecía jorobado—. Diga
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Así intentó Fiodor Pavlovitch, qu
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«¿No será todo una farsa? Sólo
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CAPÍTULO VII UN SEMINARISTA AMBICI
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starets se lo habría explicado esp
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Rakitine deseaba dar suelta a su le
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—Si sólo te fundas en eso, Micha
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guntado por qué sentiría tanta cu
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men. No espera otra cosa tu hermano
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esos fanfarrones dotados de «una p
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—¡Ah, Micha! —exclamó Aliocha
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verdadero escándalo. La comida no
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dor del padre abad. Todo el departa
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tuoso—, ya que llegamos solos, es
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detesta usted tanto a ese hombre?»
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fica ser mi pariente... ¿No es ver
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otro y..., me comprende usted? A ve
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¿Por qué ayunan ustedes? ¿Por qu
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—También está escrito que hay q
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—¿Pero por qué le tratas así?
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CAPITULO PRIMERO EN LA ANTECÁMARA
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—Lo comprendas o no, aquí nos qu
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lo trataba con una afabilidad invar
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aparecer en el escenario. Grigori l
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argucias con frecuencia, solo y en
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CAPÍTULO II ISABEL SMERDIACHTCHAIA
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todo si son escolares, no la zaheri
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cosas parecidas. En aquella época,
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había podido, en el estado en que
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CAPITULO III CONFESIÓN DE UN CORAZ
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su primera entrevista había experi
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usca de pan y sopa a la cocina de F
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El jardín sólo tenía árboles en
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verte? Porque te necesito... Sólo
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que se queda es un amigo o un herma
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El mundo se le muestra con todo su
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»La alegrla eterna anima el alma d
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CAPITULO IV CONFESIÓN DE UN CORAZ
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interesante. Y es que no siento ver
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era una buena persona en el fondo,
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da de mi estilo, que dio que hablar
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su hermana en secreto. Acabo de rec
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»A veces ocurrén cosas extrañas.
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»—¿Cuatro mil quinientos rublos
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CAPÍTULO V CONFESIÓN DE UN CORAZ
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hizo el testamento en su favor y le
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Yo declamo y, sin embargo, soy comp
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kitine tenía razón. ¡Y yo que cr
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Aliocha, yo soy un hombre perdido,
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—¿Qué? —Que devolvieras los t
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—Sí. Esas desgraciadas han cedid
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—¿Si viene Gruchegnka? Como vigi
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En aquel momento, Iván estaba toma
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según la expresión de Grigori—
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los cristales. Fiodor Pavlovitch te
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exterior como la interior, no prese
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lo tocarais, se estremecería y os
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Grigori frunció las cejas al ver q
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como un pagano. Y no sólo en el mo
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muerte, supongo que, ya que no lo p
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elevada posición hasta el último
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ido, glorificando y loando a Dios.
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—El cohete arderá, pero no hasta
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—No, yo no lo creo. —Estoy segu
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¿Quién se burla así de la humani
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nos dijo que, si no le hubiesen dol
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Se dio un beso en la mano y en segu
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le dije—. Pues le voy a escupir e
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CAPÍTULO IX LOS SENSUALES Grigori
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—Eso no puede ser verdad —dijo
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sueños, porque también sueño yo.
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Tenía la nariz hinchada y un carde
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—Debes aparentar que vienes a ent
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¿Crees tú que soy capaz, como Dmi
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se la había confiado Dmitri. La po
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cha y Catalina Ivanovna apenas hab
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mente todo! Oiga, Alexei Fiodorovit
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se, dónde puede encontrar una amis
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si no pudiera apartar de ella los o
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vez. En una palabra, que Gruchegnka
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viudo y entonces le escribió y se
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si Mitia volviera a gustarme?» Pue
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—Contaré a Mitia que usted me ha
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hermano es un hombre despreciable,
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Aliocha se echó a llorar. Hacía r
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—¿De modo que no le ha besado la
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taba a Aliocha, aunque estaba compl
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por mí: ni te merezco ni te necesi
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Pero los religiosos más convencido
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ior que experimentaba invariablemen
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cie. Si he obrado mal y le causo al
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CAPITULO PRIMERO EL PADRE THERAPONT
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finalidad de nuestra unión. Pues h
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starets. Aunque esta creencia tení
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lagro», no pudo disimular su profu
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había conseguido que se le permiti
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Lo que más sorprendió al foraster
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incluso en las Pascuas, no se alime
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—No, el que se presenta así es e
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en una profunda perplejidad. Más t
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do ha fracasado vergonzosamente. Ac
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que necesitaba para la cocina. Aunq
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mí de buen grado y habré de atra
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Se inclinó sobre Aliocha y continu
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ademán—. De todas formas, le apl
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CAPÍTULO III ENCUENTRO CON UN GRUP
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—Cuando yo iba al colegio llevaba
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—¿Por qué, si a vosotros no os
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intención de pegarle, se envalento
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En esto empleó cerca de un minuto.
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—¡Me alegro! —exclamó Aliocha
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haya venido, pues no sólo lo neces
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—Ya voy, Lise, ya voy. Pero no gr
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—Me ofende usted. —Apenas la le
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—¡Pues claro que los hay! A ese
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ma de que ama a Dmitri. Le acompañ
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lo que este amor tenía de extraño
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star esta ayuda era necesario tener
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Y exaltada, cogiendo con su ardient
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satisfecha como si acabara de recib
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Aliocha, de pie junto a la mesa, ja
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demasiado. Sé que no he debido hab
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capaz cuando le ciegan la cólera y
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—Pero ella ha llorado; se siente
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La señora de Khokhlakov se fue, al
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En el relato de Catalina Ivanovna h
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—¿Quién es? Aliocha abrió la p
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apenas fijó la vista en el comensa
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—Soy Nicolás Ilitch Snieguiriov,
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cuatro dedos ante sus propios ojos
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le presente a mi esposa: anda, pero
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»—Yo dejo entrar en mi casa el a
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—¡Mirenlo! ¡Qué sacudidas! ¡Q
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—Le aseguro —exclamó Aliocha
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para mí. Y también te despedirá
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nuestros hijos, no los de ustedes;
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»—¡Cómo te trató! »—¿Qué
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»—Vámonos a vivir a otra parte,
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ovitch. No, no azotaré a mi hijo p
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—Le juro que todo lo que le he di
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estos cuidados. Soy una persona in
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Aliocha estaba tan contento, que de
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momento el desgraciado no supo que
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CAPÍTULO PRIMERO LOS ESPONSALES Es
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ovitch, que he estado loca dos vece
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—No, no se morirán, pues tendrá
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—Oiga, Lise: si en vez de pisotea
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estuviéramos en su situación. Ign
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Lise le miró con ternura. Aliocha
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—Me gustaría que llevara una cha
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está mal escuchar detrás de las p
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vez, que ni él mismo comprendía y
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—No, ¿para qué? ¿Cómo está C
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aún al acecho de la llegada de Gru
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La voz del tenor siguió cantando:
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dulce y sin duda acompañando sus p
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En este momento se produjo un incid
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el viejo, no respondo de tu vida»,
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CAPITULO III LOS HERMANOS SE CONOCE
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aquí un hombrecito de carácter fi
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universal, pero adoro los tiernos b
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sensualidad como a una roca. Cierta
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—Llamémosle amor si quieres. La
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al viejo, tan ingrata me es su comp
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—Aliocha, ser ruso no significa s
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dos, estén creados siguiendo únic
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modo más tonto posible»: —pregu
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—Pues yo no lo conozco todavía y
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falta de sus padres, que han comido
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—Mi opinión es que si el diablo
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jornal, vivía como un monstruo y a
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nada: me atengo a los hechos. Si lo
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cielo y la tierra se unan en un gri
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para procurarle al fin la paz y la
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CAPITULO V «EL GRAN INQUISIDOR»
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aquella época. Dios aparecería y
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se quemaban horrendos herejes »No
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y otra vez dice dulcemente: “Tali
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saberlo. Mañana te condenaré y mo
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Nuestro trabajo ha sido rudo y ha d
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para demostrar que te hallabas ante
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ciencia que les dé pan mientras pe
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exterminado unos a otros. Los puebl
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de la libertad de escoger. Al fin e
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vado hasta ti? Te aseguro que el ho
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do, teniendo en cuenta su flaqueza,
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mas de sangre. Y nosotros cabalgare
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vista y se apiñarán en torno de n
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es de seres felices que no han peca
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siglos no se ha inspirado exclusiva
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este detalle: el fraude se realiza
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—El beso le abrasa el corazón, p
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—Oye, Aliocha —dijo Iván firme
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CAPITULO VI TODAVÍA REINA LA OSCUR
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hasta el punto de no poder soportar
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ciente repulsión: hasta últimamen
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—¡Habla con claridad, demonio!
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nero. Fiodor Pavlovitch envió a bu
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enredo con Agrafena Alejandrovna. C
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—Si tú estás en cama, se encarg
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en un gran sobre que ha sellado con
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Iván Fiodorovitch se levantó de u
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CAPITULO VII DA GUSTO CONVERSAR CON
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tos se odiaba a sí mismo. Se habí
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io, recordó, no sin placer, cierto
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su barba, que es roja y vil. Cuando
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suró a tenderle la mano, con el ev
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—¿Quieres hacerme un favor, Dmit
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tiempo. Después de haber examinado
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LIBRO VI UN RELIGIOSO RUSO
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Los que se habían reunido en la ce
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La limosna consistía en sesenta co
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virás en el mundo como religioso.
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ner sus propios recuerdos. Además,
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prestigio en el mundillo universita
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Mi hermano se pasaba la noche tosie
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pecados has cometido tú que sean m
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Yo salí de la habitación y me fui
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por primera vez mi alma recibió co
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un cascote, todo ello para decir va
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hora libre a la semana para acordar
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la Biblia! Si el sacerdote derrama
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terio del mundo. Las hierbas, los i
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Pasé casi ocho años en Petersburg
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más adelante dar el paso decisivo.
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auge de una moda, de tal modo arrai
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y todo su horror, lo que iba a hace
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—Oiga —dijo mi rival, indignado
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—¿Se burla usted? —pregunté s
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había tenido consecuencias, pues m
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hallaba en mi casa, la puerta se ab
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do mucho. En mi casa había empezad
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satisfecho y todos murmurarán, se
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gencia me seducía. Además, mi int
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que los crímenes más audaces son
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ado. el conocimiento. El sumario se
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que he quitado la vida, ahora la do
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—Además, me resisto a separarme
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—¿Debo denunciarme a mí mismo?
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Mi deseo era abrazarlo, besarlo, pe
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eran dignos de tenerse en cuenta, s
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Estuvo unos momentos jadeante, sin
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CAPÍTULO III RESUMEN DE LAS CONVER
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transmitiéndose los pensamientos p
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su aislamiento. «Al retirarte a un
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privilegiados. Éstos son adictos a
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econoció y corrió hacia mi lleno
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de unas palabras que oí pronunciar
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lucharán hasta que uno de ellos el
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naréis por amar al mundo entero co
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pediréis que os perdonen vuestros
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Recuerda siempre que no puedes ser
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que si la falta la hubieses cometid
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los que han prodigado su amor, habi
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monstruos entregados enteramente a
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años, se conserva en nuestra local
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CAPÍTULO PRIMERO EL OLOR NAUSEABUN
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Pero apenas lo escuchaban, cosa que
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para que llores? Por el contrario,
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Pronto llegó a la ciudad, causando
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causa importantísima era la envidi
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—Así, pues, el juicio de Dios no
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ha olvidado. Hace tiempo que la ort
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Ya hemos dicho que este religioso a
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En seguida empezó a hacer la seña
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—¡Vete! —dijo enérgicamente e
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—¡Mi Señor ha vencido! ¡Cristo
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—¿Piensas dejar la ermita sin pe
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sidero que haya que pedir perdón p
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servaba intacta su fe, pero compart
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—¿Eres tú, Alexei? ¿Pero es po
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me he comprado en la ciudad, por lo
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Rakitine esperó la respuesta, temb
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nuestra ciudad no se sabía nada de
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dejarlo, él no se habría ablandad
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ya desgastado y agujereado, y apoya
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—No hay nadie cerca de la casa, A
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verte aquí... y tal vez sea mejor
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advertido que estaba acorazado cont
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—Lo que sentiría es haberte disg
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—Empiezan las efusiones —dijo R
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para interpretar sus propios sentim
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niencia, había aceptado la actitud
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falta. Pero ni yo misma estoy segur
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sorpresa. No esperaba semejante per
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Después de referir estas palabras
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marchaos todos! ¡No quiero volver
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—Te aseguro que no pensaba en eso
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do de rodillas ante el féretro com
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del lago de Genezareth habitaba la
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y aquí estoy. La mayor parte de lo
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Sin saber por qué, sentía un dese
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CAPITULO PRIMERO KUZMA SAMSONOV Dmi
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cosa extraña— no pensaba lo más
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das las demás ideas las rechazaba.
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Mitia rechinando los dientes. Estab
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Aquel viejo débil, cuyas relacione
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Éste, después de reflexionar un m
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—Usted, respetable señor, ha oí
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zar un acto sublime..., pues abrigo
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Me ha escrito hablándome de este a
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él había tomado en serio un plan
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jera cierto acontecimiento, Mitia n
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Pavlovitch. Le sorprendió que Miti
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—Le aconsejo que espere a mañana
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Luego se acercó maquinalmente al h
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media hora, Dmitri estuvo al cuidad
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Mitia retrocedió con la tristeza r
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exclamó desdeñosamente—. ¡Todo
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Volvió presuroso a su alojamiento.
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inspiraba un amor más puro de lo q
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anterior. Ellas comprendieron perfe
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Sin embargo, al llegar a la escalin
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que sucumba... En fin permítame qu
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dar? Las ciencias naturales demuest
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—Me la han mandado de Kiev —dij
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igor de la censura actual. Pero, po
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Ivanovna, y si no podía saldar est
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Y echó a correr. Fenia, que aún t
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Se deslizó por el césped con paso
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evidente. Apoyó el codo en la mesa
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—No lo sé —había contestado M
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se había cumplido. Reconoció al i
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—No lo sé exactamente, pero creo
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sangre en la frente y en el carrill
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obstáculo para ella: sé retirarme
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—Buena idea. ¿Pero dónde dejo e
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tinto y vino blanco..., en fin, tod
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—Eso no tiene importancia. —¿U
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preguntó Piotr Ilitch, mirando a M
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—¿Adónde? No, espere. Y pregunt
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El establecimiento de los Plotnikov
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con una maravillosa viajera. ¿Cree
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a él y le sirvieron champán . Les
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toy triste, muy triste, Horacio...
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—¿Pagar? ¡Claro que si! Volvió
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manchada de sangre. ¿Con quién se
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Esta idea le desagradó; pero Piotr
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lo ha olvidado. Por lo tanto, duran
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—¡Corre, Andrés! ¡Fustiga a lo
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—No lo sé. Eso depende de usted.
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lope! ¡Que se oigan los cascabeles
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—¿Kalganov? —Eso es: Kalganov.
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—Me da miedo, señor. Cinco rublo
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CAPITULO VII EL DE ANTAÑO Mitiá s
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aparecer... ¡No olvidaré este mom
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¿Has venido dispuesto a divertirte
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Dmitri los miró a los dos. Despué
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de sus padres. AI día siguiente, e
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—¿Es verdad eso? —dijo Mitia,
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estaba muy lejos de sentir—. Son
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Mitia se sintió inquieto. Además,
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—Señores —dijo Mitia, que no h
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Mitia llegó poco después, excusá
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—¡Doblo! —exclamó Dmitri. —
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—¿Es tu guardaespaldas? Bien, qu
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En el rostro del pan de la pipa res
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—Pani Agrippina, soy un caballero
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Mitia se arrojó sobre él, lo cogi
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CAPITULO VIII DELIRIO Entonces empe
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—Están minadas de piojos, Dmitri
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mucho que abraces a los mujiks y va
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Seguía a esto un verso soez, canta
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—Un cigarrillo. —¿Y nada de be
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o robado, aunque hubiera de sacarlo
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tipo larguirucho, lo cohibiría. Mi
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on y su vista se nubló. Su mirada
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Mitia, dime: ¿por qué soy tan bue
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—Mitia, ayúdame... Sosténme...
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Ahora suena una... ¿Dónde?... Pas
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—Tenemos que decirle dos palabras
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LIBRO IX LA INSTRUCCIÓN PREPARATOR
- Page 905 and 906:
Piotr Ilitch había visto las manos
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y se volvería a casa. Salta a la v
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negro sobre los hombros. Se rogó a
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he tenido que retroceder. ¿Sabe us
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me despierten, que me zarandeen si
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to, que llegó a olvidarse del espa
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era viuda también, y dos hijas men
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dov había decidido visitar aquella
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Bajó los escalones y vio que la pu
- Page 923 and 924:
on a entrar, por temor «a las comp
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Pero las formalidades de la investi
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CAPITULO III LAS TRIBULACIONES DE U
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el procurador; a la derecha, un jov
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tes con gesto grave y respetuoso—
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—¿Va usted a anotarlo? ¿Quiere
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—Lo hemos encontrado tendido en e
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—¿Remordimiento? —No, no es re
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Es un alma tierna a inocente. ¿Pue
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CAPÍTULO IV SEGUNDA TRIBULACIÓN
- Page 943 and 944:
—Ya veo que eso es para ustedes u
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—Mitia Karamazov merece más indu
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ponda en los casos que usted juzgue
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invitándole a ceñirse al asunto.
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—¡Haga el favor de escribir esto
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Soporta, resígnate, cállate... »
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se detuvo súbitamente y como si lo
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—Sí. —A menos que la abrieran
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—Ahora construya sobre eso una hi
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espíritu débil. Lo podría azotar
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—Ya lo he dicho: estaba a horcaja
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«He irritado a este joven nervioso
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—El señor Perkhotine nos ha cont
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a este punto. Pero cuando he empeza
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—Bien. ¿Podemos preguntarle cóm
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Nicolás Pamhenovitch se levantó y
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—Les vuelvo a preguntar si he de
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aquellos hombres vestidos. Incluso
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«En vista del cariz que ha tornado
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—Esa, la mayor, la de la piedra v
- Page 983 and 984:
no presenció este detalle. Grigori
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—¡Eso es absurdo! Lo ignoraba po
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—Le aseguro, Dmitri Fiodorovitch
- Page 989 and 990:
diré que, en efecto, me los había
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—¿No habló a nadie de eso, de e
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vileza, el acto de un monstruo, de
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padre no cesaba de acosar a Agrafen
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vertido así en un verdadero ladró
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—¡Habría sido una bajeza incali
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—O sea que todo el mundo está de
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—Pues no recuerdo de dónde lo to
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na; hacía un buen rato que se hab
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obusta constitución parecía permi
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hacfa un mes, el acusado había gas
- Page 1011 and 1012:
ía saber». Pero reconoció que ha
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Los jueces mostraron gran interés
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Acto seguido se llamó al viejo Max
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La indignación fue general. Lo lla
- Page 1019 and 1020:
—¿No dijo nunca delante de usted
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lo permiten, permaneceré aquí has
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por qué esas gentes no se abrazan
- Page 1025 and 1026:
CAPÍTULO IX SE LLEVAN A MITIA Una
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seré un preso. Por última vez, Dm
- Page 1029 and 1030:
—¡Adiós, amigos míos! —les g
- Page 1031 and 1032:
las manos y lloró amargamente, com
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CAPITULO PRIMERO KOLIA KRASOTKINE U
- Page 1035 and 1036:
su hijo la quería poco era insopor
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pie del talud, entre la maleza, y a
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ta sobre la fundación de Troya. In
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dicho una palabra a sus amigos. Kol
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En medio de su estupor, la doctora
- Page 1045 and 1046:
an con una larga sonrisa, que era u
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—No entiendes nada. A lo mejor es
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Krasotkine extrajo del talego un fr
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—¿Se puede saber por qué has ta
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CAPÍTULO III EL COLEGIAL Pero Koli
- Page 1055 and 1056:
—Mal, muy mal. A mí me parece qu
- Page 1057 and 1058:
no debió maltratarlo como lo hizo
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personas no están todavía habitua
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La mujer, todavía joven, respondi
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—¿A Sabaniev? No, no lo conozco.
- Page 1065 and 1066:
Las mujeres se echaron a reír. Kol
- Page 1067 and 1068:
tados. ¿A Santo de qué trabar con
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estatura lo atormentaba más todav
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—Iliucha te ha nombrado muchas ve
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asgo de tu carácter, que sólo con
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guiente le envié a Smurov con el r
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sa de la fiebre, habla de ti. Yo no
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la calle. Soy un egoísta. Todos so
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—Y yo de ti. Aliocha sonrió y le
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pulso y en cumplimiento de sus prop
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de que su padre era tratado con des
- Page 1087 and 1088:
zado gran renombre. Catalina le hab
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—Lo que he dicho. Se detienen en
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y acude inmediatamente. Sí, yo tam
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—Mira, querido: le falta un ojo y
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haciendo la comida. Sin esperar su
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una vez de un cañoncito y tú me d
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—Oye, madrecita: el cañón es tu
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—Oye, ¿sabes que a Bulkine le pe
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sin adularlo. Es el sine qua... Per
- Page 1105 and 1106:
»Yo contesté sin inmutarme que no
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—Yo sé quién fundó Troya —di
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las cosas habrían quedado en el pu
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capitán, que había estado toda la
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CAPÍTULO VI DESARROLLO PRECOZ —
- Page 1115 and 1116:
de él, que no era más que un much
- Page 1117 and 1118:
—¿Bielinski? No lo recuerdo. Des
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—No, aún no lo he leido, pero qu
- Page 1121 and 1122:
«¿Por qué no has venido antes?»
- Page 1123 and 1124:
A veces me imagino, sabe Dios por q
- Page 1125 and 1126:
—¡Porque tú me has hecho enroje
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CAPITULO VII ILIUCHA El doctor se d
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aguas para curarse del reumatismo,
- Page 1131 and 1132:
enfermo. Éste le tenía cogido de
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En este momento apareció el capit
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CAPITULO PRIMERO EN CASA DE GRUCHEG
- Page 1137 and 1138:
Aliocha llegó a casa de Gruchegnka
- Page 1139 and 1140:
iba», según la expresión que cir
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nervioso. ¡También lo estoy yo!
- Page 1143 and 1144:
con la patrona. Los doscientos rubl
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—Pronto sabré si la quiere o no
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—Sí —dijo Aliocha, amargado—
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que lo atormenta. Antes estaba siem
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para informarte. Me parece que Cata
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la meridiana, vestida como para una
- Page 1155 and 1156:
tengo tantas cosas que decirle, que
- Page 1157 and 1158:
había fracturado la caja del monas
- Page 1159 and 1160:
—Bien. Se lo voy a contar todo. H
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»o algo parecido. No me acuerdo bi
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»—Lo lamento mucho, pero no quie
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mil rublos!» Y después se marchó
- Page 1167 and 1168:
preocupa mucho. A veces creo que ha
- Page 1169 and 1170:
había pensado poner, por mi propia
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CAPITULO III UN DIABLILLO Encontró
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case conmigo, me torture, me engañ
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go a algo y lo prenden. Es una espe
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—Quiero destruirme. En nuestra ci
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misma. No siento ninguna vergüenza
- Page 1181 and 1182:
—No desprecia a nadie —dijo Ali
- Page 1183 and 1184:
pedirse de la señora de Khokhláko
- Page 1185 and 1186:
los Evangelios apócrifos y daba cu
- Page 1187 and 1188:
¡Ah, sí; el juicio! ¡Bah, eso no
- Page 1189 and 1190:
—Pues..., en el fondo..., observa
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cantado los pies de la señora de K
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¡Que sane pronto ese pie, ya que e
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así y todos somos culpables ante e
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mente por eso, porque dentro de mí
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—Sí, y no he adelantado nada. Es
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ángeles sin los cuales no podemos
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voy a exponer únicamente la idea;
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—Sí, me ha dicho que no le hable
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—Gracias —dijo, suspirando prof
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—Estaba escuchando —murmuró Iv
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—¡Sígalo! ¡Déle alcance! No l
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Hubo un nuevo silencio. Iván lo in
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—¿Que yo no lo he matado? No lo
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vendrá bien, pues esta calle condu
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CAPITULO VI PRIMERA ENTREVISTA CON
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podía explicar satisfactoriamente
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dos los miembros. Su cara de eunuco
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—¿Pero cómo pudiste prever que
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suyo, ¿pero quién iba a figurarse
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Smerdiakov suspiró varias veces y
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pero ahora me voy. Adiós; que te m
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siempre las opiniones de Aliocha, y
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eran capaces de hacerle olvidar a C
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CAPITULO VII SEGUNDA ENTREVISTA CON
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que había junto a la mesa y se sen
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—¿De modo, miserable, que tú cr
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modo que, según tú, yo contaba co
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sólo en nuestro país, sino en tod
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calmarlo, él iba y venía por la h
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no puedes perdonarme. ¡Mataré al
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entre Katia a Iván se habían agri
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comprendia cómo, hacia media hora,
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de ello de pronto. Inmediatamente l
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Smerdiakov dijo esto con una sonris
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Iván volvió a sentarse y quedó p
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Y, levantándose de un salto, retro
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—¡Habla, por favor, habla! Se ha
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—Dmitri Fiodorovitch no podía en
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salido en mi defensa. Además, podr
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está sin conocimiento. El único p
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me fui derecho al manzano de tronco
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prisa. En cambio, Dmitri Fiodorovit
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Smerdiakov reflexionó un momento.
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—Desde luego, no eres tonto —re
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«Si no hubiera tomado una resoluci
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CAPITULO IX EL DIABLO. VISIONES DE
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desenvoltura. Parecía ser uno de a
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les son ineficaces. Santo Tomás cr
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«¿Cómo sabes que viene a verme?
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cobra una apariencia de realidad, y
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las personas corrientes: los funcio
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—Sí, ¿qué le pasaría a ese ha
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sin firma.» Pero, ¿qué fuerza pu
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faltará el humor. Pues bien, te lo
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«Esto va contra mis convicciones»
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ieron las aguas. Después volvió a
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la incredulidad y la fe. Es un nuev
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te, ya que, por el hecho mismo de c
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León y del Sol en vez de las medal
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—Entonces, he fracasado. Pretend
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—El joven pensador seguía dicien
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—Entonces, ve a abrirle. Es tu he
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—¿Por quién lo has sabido? —N
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—Del diablo. Viene a verme. Ha ve
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—¡Pero no lo has dicho tú, no l
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—¡Me ha hablado de ello, a inclu
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LIBRO XII UN ERROR JUDICIAL
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todas clases, damas... Las tarjetas
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al inculpado con hostilidad. Se ve
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la del acusado, tenían para él un
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un asunto de tanta complicación ps
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egresado a Paris, pero cuya declara
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CAPÍTULO II DECLARACIONES ADVERSAS
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que desacreditó a los testigos de
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lenguaje, que produjo gran efecto.
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—¿Bebió usted mucho? ¿Una copi
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—¡Emplee el acusado un lenguaje
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quier cosa por retirar esta acusaci
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El presidente intervino una vez má
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sin conciencia. Y muchachas que en
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desacreditarlos a todos sacando a r
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que les daba dinero para medicinas.
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la obsesión y la manía, y concluy
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Desde luego, esta excitación nervi
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de...» Ahora no me acuerdo del nom
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cuando comparecieron los testigos
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fiscal con vaguedades, a incluso se
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—Tampoco. El fiscal no insistió.
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Fetiukovitch le preguntó: —¿Est
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gro. Avanzó hasta la barandilla en
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suponer que la joven esperaba algun
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El defensor se sentía triunfante.
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una nota de sinceridad. En algunos
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—No recuerdo lo que pensaba enton
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CAPITULO V DESASTRE REPENTINO Se le
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De pronto, exclamó con un gesto de
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Hundió la cabeza entre las manos.
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—¡Suélteme! —gritó éste, mi
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cuándo y cómo había recibido la
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Catalina Ivanovna dijo esto pérfid
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se de la exaltación de Katia para
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su hermano; se sacrificaba por Ivá
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detalles significativos. En el info
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azón para que nos sorprendamos ni
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diga ni la vigésima parte de la ve
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te varios años. Y, de pronto, adve
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dos. El mayor de éstos, o sea el s
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una vez, en un sombrío misticismo
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teriza. Como es propio de él, dila
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de cerca a toda la familia Karamazo
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ella, por ejemplo, cien rublos, pue
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CAPITULO VII RESUMEN HISTÓRICO —
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certeras palabras el carácter de l
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la agravante de premeditación. Est
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»Hay que reconocer que el acusado
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agresión y sabe qué objetos puede
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la acusación contra Smerdiakov ha
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miedo. Por otra parte, Smerdiakov p
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Smerdiakov, ya que no tenemos ningu
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to. Pero nadie habría sospechado q
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acontecimientos, la llegada de ese
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le, y, sin embargo, arremete contra
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dencia, no se comprendería que se
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ival, se arrojó sobre él ciego de
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sola pregunta: “¿Dónde estará
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menta de pronto una sed de verdad,
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Describió sus escenas en casa de P
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ajo el dominio de tres elementos de
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como en seguida demostraré, es lo
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¿quién ha matado a mi padre?, ¿q
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así conseguirán que revele sus pe
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»—Perfectamente. Por lo tanto, m
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mantener nuestra acusación sin ate
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ella, Mitia sonrió desdeñosamente
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—Cerca de ella hay una rubita que
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CAPITULO X LA DEFENSA. UN ARMA DE D
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que existía una serie de cargos ab
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extraordinarias de psicólogo. Ante
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su segunda víctima: la mano de mor
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CAPÍTULO XI NI DINERO NI ROBO Hubo
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se me objetará. Pero yo me pregunt
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embargo, de nuestro debate depende
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manos ajenas parece siempre mayor d
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comenzara el jolgorio de aquella no
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atado con una cinta de color de ros
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CAPÍTULO XII NO HUBO ASESINATO —
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La razón es que se encontró asesi
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ajar de la tapia para acercarse a G
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que el acusado ha denunciado a Smer
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impresión clara y terminante; tuve
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cuyo sueño era ya, seguramente, m
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seguida. Dos horas después, nuevo
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suposición, pues repito una vez m
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pueda asesinar a un padre así. Se
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padre pretende arrebatarle la mujer
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que no da nada; sólo Dios puede sa
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declarado de ellos. Pero este signi
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te a su padre: «¿Por qué tengo q
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ciega y anula su razón. Todas las
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la deuda contraída. Entonces no di
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discurso fue breve. Me limitaré a
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es lo que nos enseña Dios y no que
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yo ignoraba; pero se ha equivocado
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Un señor grueso y picado de viruel
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—Tal vez lo absuelvan. —Tal vez
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con voz desgarrada y tendiendo los
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CAPÍTUI.O PRIMERO PLANES DE EVASI
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vino a vernos y se encontraron uste
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Aquella noche en que llegó usted y
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desgraciado cuando me estaba hablan
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Fíjese en lo que esto significa: u
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CAPITULO II MENTIRAS SINCERAS Alioc
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—Trifón Borysitch —dijo febril
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—Por eso debes pensar que no le p
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dida. ¿Acaso Mitia Karamazov puede
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incón perdido, y yo me haré pasar
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—¿Sabes para qué he venido? Par
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Gruchegnka la miró a los ojos, gua
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CANTULO III EL ENTIERRO DE ILIUCHA.
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manos, bellísimas, parecían talla
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—¡No quiero que lo entierren en
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y se apresuró a recogerla, como si
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La sepultura estaba situada cerca d
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llorando porque usted no le ha quer
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—Oye, Kartachov: te agradeceré q
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útil en la vida que un buen recuer
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tes como Kolia (inteligencia que co
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FIN
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