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LA ESTRATEGIA DEL DIABLO (Una cruz contra la fe) - Telefonica.net

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Nove<strong>la</strong> fantástica<br />

<strong>LA</strong> <strong>ESTRATEGIA</strong> <strong>DEL</strong> <strong>DIABLO</strong><br />

(<strong>Una</strong> <strong>cruz</strong> <strong>contra</strong> <strong>la</strong> <strong>fe</strong>)<br />

Autor: Alberto del Arco González<br />

Fecha: Febrero, 2003<br />

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-1-<br />

Aquel<strong>la</strong> noche sí que era oscura. La luna apenas bril<strong>la</strong>ba y <strong>la</strong> nieb<strong>la</strong><br />

inundaba hasta el último centímetro cúbico del aire. Quizá no era <strong>la</strong> mejor noche<br />

para ir allí, pero el tiempo se estaba agotando. El lugar era como me lo habían<br />

descrito. Naturaleza muerta. Así lo describiría yo. O mejor, Naturaleza asesinada.<br />

El silencio que envolvía aquel paraje era realmente desagradable. Era un silencio<br />

que se podía oír, que zumbaba los oídos. Además, hacía mucho frío. Un frío<br />

intenso. Allí sólo había piedras. Piedras y árboles. Eran árboles muertos. Seguían<br />

en pie, pero parecía que deseaban ser arrancados para así poder descansar. Dejar<br />

de sufrir en aquel ambiente deso<strong>la</strong>dor. Dejar de participar en aquel cuadro<br />

dantesco. Era difícil asumir que todo fuese a terminar de esa manera. Que todo<br />

concluyese con esa tranquilidad eterna. Y todo por culpa de ellos.<br />

Sabía que estaba llegando y eso me ponía nervioso. Según los pocos mapas<br />

que poseíamos, el Castillo se situaba detrás de los riscos más altos. Pero ya estaba<br />

cansado de andar. El viaje había sido <strong>la</strong>rgo y duro. Y es que jamás me hubiese<br />

imaginado como protagonista de aquel<strong>la</strong> maldita historia. Le di muchas vueltas a <strong>la</strong><br />

cabeza. Quién me iba a decir que todo dependería de mí. Que todo dependería de<br />

recuperar el Libro. Reconozco que era una carga muy pesada. Tenía una<br />

responsabilidad, que es lo peor que se puede tener en <strong>la</strong> vida.<br />

Aunque yo no era el único, me habían elegido a mí. En verdad, éramos pocos<br />

los supervivientes del Gran Exterminio. Yo no lo había vivido, pero había sido<br />

educado en el odio y <strong>la</strong> miseria creados por aquel<strong>la</strong> guerra. Por eso teníamos que<br />

vivir recluidos y escondidos en nuestros lugares de culto, réplicas de los que fueron<br />

devastados. Ellos estaban por todos <strong>la</strong>dos. Lo contro<strong>la</strong>ban todo. Habían instaurado<br />

el paraíso de <strong>la</strong> tristeza y <strong>la</strong> desesperanza. Según ellos, el reino de <strong>la</strong> "Mínima<br />

Incertidumbre". Todo contro<strong>la</strong>do. Todo predecible. Para nosotros, ellos habían<br />

creado <strong>la</strong> desilusión y, en definitiva, <strong>la</strong> agonía.<br />

Y lo peor es que ellos eran poderosos. Muy poderosos. Casi todos los nuestros<br />

habían caído en sus dominios, de los cuales era imposible escapar. Ellos habían<br />

"convertido" a muchos de nuestros familiares y amigos. Y eso significaba que los<br />

habíamos perdido para siempre. Ellos les <strong>la</strong>vaban el cerebro. Querían erradicar<br />

1<br />

1


nuestra forma de pensar. Les decían que no había que creer en nada. Que sólo ellos<br />

conocían <strong>la</strong> Verdad Absoluta. La extraña paradoja es que nos acusaban de destruir<br />

al Hombre, pero ellos habían arrasado a <strong>la</strong> Humanidad.<br />

¡Allí está, por fin lo encontré!, me dije a mí mismo. Tan sobrecogedor como<br />

me lo imaginaba. En <strong>la</strong> cumbre de aquel<strong>la</strong> roca se alzaba el Castillo. En realidad, el<br />

Castillo era <strong>la</strong> propia roca. <strong>Una</strong> piedra gigantesca esculpida y ahuecada, con<br />

algunos ventanucos y dos puertas en <strong>la</strong> fachada principal. <strong>Una</strong> era grande y<br />

pesada, como <strong>la</strong> de los castillos medievales. La otra, justo al <strong>la</strong>do, era pequeña y<br />

estrecha. Cuando estaba llegando, comenzó una tormenta con rayos y truenos. Era<br />

un mal presagio. A partir de aquí, los hechos se precipitaron a toda velocidad.<br />

Tendría que actuar con precaución. Sabía como entrar allí. Me lo habían<br />

explicado todo con pelos y señales. Tuve que disfrazarme. No podía llevar ningún<br />

crucifijo, ni hábito y tampoco ninguna imagen de nuestros santos. Si ellos me veían<br />

con algo de eso estaba perdido. Podrían torturarme hasta morir para que de<strong>la</strong>tara<br />

al resto de <strong>la</strong> congregación. O podrían <strong>la</strong>varme el cerebro directamente, como a<br />

tantos otros. Como estaba previsto, <strong>la</strong> portezue<strong>la</strong> pequeña estaba abierta. Al entrar,<br />

me encontré en un <strong>la</strong>rgo corredor iluminado con antorchas. No podía ver el final,<br />

así que caminé apresurado. Allí no podía permanecer mucho tiempo.<br />

Según el p<strong>la</strong>no, <strong>la</strong> Biblioteca 616 se escondía en los sótanos del Castillo, pero<br />

conocía su localización exacta. Cuanto más me adentraba en ese terrible edificio,<br />

más ganas de salir tenía. Poco a poco me iba invadiendo el miedo. Lo notaba<br />

porque eso me hacía sudar. Es posible que me <strong>cruz</strong>ase con alguno de los<br />

habitantes del Castillo pero me habían dicho cómo tenía que actuar. Al final de<br />

aquel corredor encontré <strong>la</strong>s escaleras hacia abajo. Cada vez había menos luz.<br />

Llegué a otro pasillo más ancho que el anterior y con puertas enrejadas a ambos<br />

<strong>la</strong>dos. Ese era el lugar. Cada puerta estaba iluminada por una antorcha y<br />

numerada en <strong>la</strong> parte superior, por lo que no me fue muy difícil en<strong>contra</strong>r el<br />

número 616.<br />

L<strong>la</strong>mé a <strong>la</strong> puerta y se abrió una pequeña compuerta situada detrás de <strong>la</strong><br />

reja. Era uno de los guardianes del Castillo.<br />

⎯ ¿Qué desea, señor?<br />

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2


Apenas se distinguía el interior, pero por <strong>la</strong> voz, me pareció un anciano. Eso<br />

no me sorprendió porque ellos estaban confabu<strong>la</strong>dos con los demonios quienes, a<br />

cambio de nuestro exterminio, les concedían <strong>la</strong> Ciencia de <strong>la</strong> Longevidad. Podían<br />

vivir hasta 120 años.<br />

⎯ He venido del núcleo urbano X1999 para consultar unos libros. No<br />

tardaré mucho.<br />

No contestó y cerró <strong>la</strong> compuerta. Iba a golpear nuevamente <strong>la</strong> puerta, pero oí<br />

que manoseaba <strong>la</strong>s cerraduras y no lo hice. Al fin, abrió <strong>la</strong> puerta. E<strong>fe</strong>ctivamente<br />

era muy viejo. Se notaba c<strong>la</strong>ramente porque su cuerpo estaba muy estropeado. Casi<br />

no podía abrir los ojos y en su boca entreabierta los dientes se podían contar con<br />

los dedos de una mano. Pensé que no merecía <strong>la</strong> pena llegar a esa edad. Tenía una<br />

sillita justo al <strong>la</strong>do de <strong>la</strong> puerta y, al cerrar a mi paso, se sentó.<br />

Esta vez, el pasillo era pequeño e iba a parar a una enorme habitación. El<br />

hecho de ver<strong>la</strong> me puso más nervioso. Pero no podía perder <strong>la</strong> paciencia. Tenía que<br />

estar tranquilo. Había libros por todos los <strong>la</strong>dos. Eran de todos los tamaños, tipos y<br />

colores. Y llenaban cientos de estanterías y multitud de atriles. Todo parecía limpio<br />

y cuidado, aunque no había mucha luz.<br />

Por fortuna, encontré rápidamente <strong>la</strong> famosa serie de estanterías donde se<br />

suponía que estaba el Libro. Ese grupo de estanterías se organizaba en <strong>la</strong> sección<br />

titu<strong>la</strong>da "Mitos y leyendas que pudieron arruinar a <strong>la</strong> Humanidad". ¡Qué canal<strong>la</strong>s!<br />

En aquel<strong>la</strong>s repisas iban colocando cada año los libros y documentos destinados a<br />

<strong>la</strong> hoguera. Al final todos los libros de aquel<strong>la</strong> biblioteca pasarían por aquel<strong>la</strong>s<br />

estanterías. Era su trágico destino. Debía apresurarme, <strong>la</strong> pira de esos libros<br />

estaba programada para <strong>la</strong>s próximas horas.<br />

¡Por fin! No lo podía creer, pero mis ojos no me estaban engañando. Lo había<br />

en<strong>contra</strong>do. Ese libro tenía un valor incalcu<strong>la</strong>ble para nosotros. En cualquier caso,<br />

tendría que intentar no l<strong>la</strong>mar <strong>la</strong> atención. Para los habitantes de aquel in<strong>fe</strong>rnal<br />

castillo, ese era un libro más. Un resto más de antiguos y odiosos buenos tiempos<br />

para <strong>la</strong> gente de esperanza. Por eso debía recuperarlo. De repente, oí <strong>la</strong> puerta del<br />

fondo del corredor. Alguien se acercaba. ¡Cielos! Me percaté de que se me había<br />

acabado el tiempo. Mi preocupación entonces fue <strong>la</strong> de no mostrar excesivo interés<br />

por el libro que tenía en mi poder. Era un guardián, di<strong>fe</strong>rente del de <strong>la</strong> puerta.<br />

3<br />

3


⎯ ¡Perdone! Su tiempo se ha acabado. Tenemos que cerrar. Ya conoce <strong>la</strong>s<br />

normas del Castillo.<br />

⎯ Desde luego. Por cierto, he visto un libro que me interesa para mis<br />

investigaciones. Supongo que no habrá ningún problema en tenerlo durante algún<br />

tiempo.<br />

⎯ ¿La Sagrada Biblia? ⎯preguntó el guardián con tono de sorpresa⎯. ¡Qué<br />

extraño!... nadie se interesa ahora por este tipo de libros.<br />

Por unos instantes, temí que me hiciese más preguntas. Pero no fue así.<br />

⎯ Bien. No olvide registrarlo a <strong>la</strong> salida, por favor.<br />

Comencé a andar por el tenebroso pasillo que conducía a <strong>la</strong> salida. Me di<br />

cuenta de que el guardián no caminaba conmigo. Seguía quieto al principio del<br />

corredor. De repente, como si de un maniaco se tratara, comenzó a gritar<br />

improperios <strong>contra</strong> mí y <strong>contra</strong> el Libro.<br />

⎯ ¡Maldito seas! ¿Qué crees que vas a conseguir? ¿Crees que vas a salvar a<br />

<strong>la</strong> Humanidad? Tú y ese libro acabaréis aquí, en el mismísimo infierno. Todos<br />

disfrutaremos viendo como ardéis. Ja, ja, ja...<br />

No pude más que seguir caminando. Alejándome poco a poco de esa risa<br />

demoníaca cuyo eco hacía retumbar todo el castillo. Sabía que corría peligro, pero<br />

ese libro era nuestra salvación.<br />

Subí <strong>la</strong>s escaleras y llegué al pasillo principal. Yo cada vez iba más rápido,<br />

pero el corredor cada vez se hacía más y más <strong>la</strong>rgo. Parecía que cada vez andaba<br />

más despacio. No llegaba nunca al final. Y el Libro cada vez pesaba más y más.<br />

¡Dios mío! ¿Qué estaba pasando? El Libro se convirtió en una carga que no podía<br />

soportar. Oí un estruendo y sentí como una especie de huracán sop<strong>la</strong>ndo dentro<br />

del Castillo. Quedé estupefacto. El Libro cayó al suelo. Poco a poco, empecé a sentir<br />

primero miedo y luego pánico. Estaba temb<strong>la</strong>ndo. Un sudor frío recorría mi cuerpo.<br />

Era como si supiese lo que iba a ocurrir. Y no quería. Quería irme de allí. Pero no<br />

podía dejar de mirar aquel libro que, en una leve explosión, comenzó a arder. Entre<br />

<strong>la</strong>s propias l<strong>la</strong>mas iba tomando forma una figura... ¡Dios Santo, era una figura<br />

aterradora! Era el propio Mefistó<strong>fe</strong>les. Satanás. Ahora lo veía c<strong>la</strong>ro. Pretendía<br />

meterse en mi cuerpo. Ocupar mi cuerpo para eliminar el último aliento de bien en<br />

ese asqueroso mundo.<br />

4<br />

4


Entonces noté que me agarraban bruscamente de los brazos y me<br />

arrastraban con una velocidad de vértigo por varias dependencias del Castillo,<br />

hasta que me dejaron tirado en una de el<strong>la</strong>s. En un cuartucho oscuro y lleno de<br />

interruptores e indicadores luminosos. Lo último que recuerdo fue un pinchazo en<br />

el brazo y <strong>la</strong> tremenda angustia que sentí en esos instantes. Un dolor insoportable<br />

ocupó todo mi cuerpo. Como un poseso empecé a gritar... "¡No, por favor, no lo<br />

hagáis, por Dios!" Me estaba quemando. "¡Dios Santo! ¡Me abraso vivo!". Notaba<br />

como me ardían <strong>la</strong>s entrañas. "¡No, noo, nooooo...!"<br />

¡Bi-bi-bi-bi, bi-bi-bi-bi, bi-bi-bi-bi, bi-bi-bi-bi!<br />

Abrí los ojos sobresaltado y vi el techo de <strong>la</strong> habitación. Todo parecía haber<br />

sido una pesadil<strong>la</strong>. Un horrible sueño. Primero suspiré con alivio. Luego miré <strong>la</strong><br />

hora. El reloj marcaba <strong>la</strong>s ocho de <strong>la</strong> mañana. Me levanté buscando alguna<br />

re<strong>fe</strong>rencia de mí mismo, porque me sentía confuso y aturdido. <strong>Una</strong> voz en grito<br />

empezó a sacarme de mi atontamiento.<br />

⎯ ¡Padreee! El desayuno está listo. ¿Me ha oído?<br />

Y así recuperé de nuevo mi vida en mi mente.<br />

- 2 -<br />

Como todos los días, Elvira tenía listo el desayuno a <strong>la</strong>s 8:30. Elvira era como<br />

una hermana para mí. Desde que murió su marido, venía a casa todas <strong>la</strong>s<br />

mañanas. Además del desayuno, limpiaba <strong>la</strong> casa y hacía <strong>la</strong> co<strong>la</strong>da. También me<br />

dejaba preparada <strong>la</strong> comida cuando se lo pedía. Por más que insistía en pagarle era<br />

imposible. Estaba so<strong>la</strong> y el trabajo le servía de entretenimiento. Para el<strong>la</strong>, tan<br />

creyente, atender a un cura era un privilegio. Cuando sacaba el tema del dinero,<br />

siempre decía lo mismo: "Usted bien lo sabe padre, Dios aprieta pero no ahoga".<br />

⎯ ¡Buenos días, Elvira!<br />

⎯ ¡Buenos días, padre Lucio! ¡Qué tal ha dormido!<br />

5<br />

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⎯ De un tirón. Pensaba yo que debo estar haciéndome viejo.<br />

⎯ No diga tonterías, padre, lo que pasa es que trabaja mucho. Entre <strong>la</strong><br />

iglesia y <strong>la</strong> asociación de ayuda al Tercer Mundo...no da usted a basto. Y no es que<br />

quiera yo meterme donde no me l<strong>la</strong>man, pero el padre Mateo y el padre Julián no<br />

trabajan tantas horas como usted. A usted siempre le cae lo más gordo. Yo creo que<br />

no es justo porque...<br />

⎯ Ya está bien, Elvira... ¿Por qué piensa así? ¿No se da cuenta de que Dios<br />

nos exige a cada uno según nuestras condiciones? Todos somos únicos e<br />

irrepetibles. El trabajo de todos es importante.<br />

⎯ Si usted lo dice, padre... ¿más café?<br />

⎯ No gracias, Elvira. Además, hoy debo llegar antes a <strong>la</strong> iglesia. Tengo<br />

asuntos que resolver.<br />

Aquel<strong>la</strong> mañana en concreto tenía una reunión con el portavoz de <strong>la</strong><br />

asociación de padres y un representante de <strong>la</strong> asociación humanitaria "Derechos<br />

para todos". Y es que nuestro barrio y, particu<strong>la</strong>rmente nuestra parroquia, estaba<br />

co<strong>la</strong>borando en un proyecto de ayuda al Tercer Mundo. Nuestra misión era<br />

recaudar, no sólo dinero, sino cualquier objeto que pudiera ser útil, para <strong>la</strong> gente<br />

de países como Guatema<strong>la</strong>, Perú o Nicaragua. Estoy hab<strong>la</strong>ndo de comida, ropa,<br />

enseres domésticos y libros o material esco<strong>la</strong>r. Además, con ayuda de <strong>la</strong> asociación<br />

de padres, teníamos el cometido de organizar y emba<strong>la</strong>r en lo posible el material<br />

recogido. Quizá demasiado trabajo. Pero, toda ayuda era una minucia comparada<br />

con <strong>la</strong> que necesitaba esa pobre gente. Hambre, guerras, ca<strong>la</strong>midades... ¡Cuánto<br />

mal hace el hombre con <strong>la</strong> libertad que Dios le dio! "Derechos para todos" se<br />

responsabilizaba del papeleo y del transporte de todo el material recaudado a los<br />

países de destino.<br />

La reunión duró prácticamente toda <strong>la</strong> mañana. Estuvimos hab<strong>la</strong>ndo <strong>la</strong>rgo y<br />

tendido. Ya se sabe. Muchos problemas. Demasiados. Lo de siempre. Parece que<br />

todo el mundo va a co<strong>la</strong>borar pero, en el último momento, afloran los propios<br />

intereses y se acabó. Dios bendiga a <strong>la</strong> gente altruista.<br />

Al medio día, había quedado con mi hermana Pau<strong>la</strong> para comer. Pau<strong>la</strong> era <strong>la</strong><br />

menor de los tres hermanos que éramos. Mi hermano mediano se l<strong>la</strong>maba Luis. En<br />

aquel momento nos llevábamos bien. Antes siempre discutíamos. Sobre todo<br />

6<br />

6


cuando mi hermano Luis dejó a su mujer y a su hija, y se fue a vivir con otra<br />

mujer. Yo sé que él tiene buen corazón, aunque lleve una vida un tanto<br />

desordenada. Pau<strong>la</strong>, del <strong>la</strong>do de su mujer, se enfrentó con él. Y es que mi hermana<br />

tiene mucho carácter. Desde que se metió en <strong>la</strong> política, más aún. Quizá eso es lo<br />

que tenemos en común, pues ambos tratamos de de<strong>fe</strong>nder a los débiles, o en<br />

<strong>contra</strong>, pues nuestros métodos son distintos; el<strong>la</strong>, con <strong>la</strong> lucha, violenta si era<br />

necesario; yo, con <strong>la</strong> pa<strong>la</strong>bra de Dios. La verdad es que temía por el<strong>la</strong>. Siempre<br />

andaba metida en mani<strong>fe</strong>staciones y en jaleos un tanto radicales desde mi punto de<br />

vista. Siempre que nos veíamos intentaba convencerme de algo. "Lucio, ¡despierta!",<br />

solía decir, "¿no ves que nos están manipu<strong>la</strong>ndo? ¿No te das cuenta de que los<br />

poderosos tratan de hacernos cal<strong>la</strong>r?"<br />

Pau<strong>la</strong> era muy inteligente. Aunque hacía 4 años que había terminado<br />

Filosofía y Letras, siempre estaba estudiando. Sé que no le hizo gracia que me<br />

hiciese cura. El<strong>la</strong> decía que <strong>la</strong> culpa era de mamá. Mi madre siempre quiso que yo<br />

fuese cura. Recuerdo que decía: "Hijo, tú vas a ser cura. Que lo sé. Que el Señor me<br />

lo ha dicho. Que te quiere cura, que quiere que le escuches, que tú puedes hacer<br />

mucho bien". A veces me pregunto si realmente se lo dijo Dios. Aunque imagino que<br />

nuestro Señor está demasiado ocupado resolviendo otros problemas del mundo. Mi<br />

padre siempre decía que mi madre estaba loca. Incluso decía que estaba poseída. El<br />

caso es que al final mi madre se salió con <strong>la</strong> suya. O Dios.<br />

Aquel día, Pau<strong>la</strong> y yo teníamos cosas importantes de que hab<strong>la</strong>r. Mi madre se<br />

estaba muriendo. A sus 64 años, un cáncer de estómago estaba acabando con su<br />

vida. Pau<strong>la</strong> había estado hab<strong>la</strong>ndo con los médicos esa mañana. Un mes como<br />

mucho. Definitivamente, Dios quería llevárse<strong>la</strong>.<br />

⎯ ¡No digas estupideces, Lucio! ⎯balbuceó Pau<strong>la</strong> medio llorando⎯ ¡Qué Dios<br />

ni qué demonios! Se muere y punto.<br />

Yo, temp<strong>la</strong>ndo mi voz, trataba de que entendiera algo obvio para mí.<br />

⎯ No te preocupes, Pau<strong>la</strong>. El Señor <strong>la</strong> acogerá en su seno. Quedará en paz y<br />

dejará de sufrir.<br />

En un arrebato de serenidad, Pau<strong>la</strong> dijo:<br />

⎯ Lo siento, pero no puedo estar de acuerdo con tus ideas Lucio ⎯y de forma<br />

silenciosa, rompió a llorar diciendo⎯ ¡Esta vida es sólo para sufrir! ⎯y antes de<br />

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que pudiera decir nada me interrumpió⎯. Por favor, Lucio. No estoy para<br />

sermones.<br />

Pero yo traté de tranquilizar<strong>la</strong>.<br />

⎯ Pau<strong>la</strong>, tranquilízate. Así es <strong>la</strong> vida. Venimos al mundo a cumplir una<br />

misión y, cuando <strong>la</strong> hemos terminado, hemos de irnos.<br />

Como si se hubiese sentido o<strong>fe</strong>ndida, Pau<strong>la</strong> levantó <strong>la</strong> cabeza, paró de llorar y<br />

mirándome fijamente a los ojos me dijo:<br />

⎯ ¿Qué misión? ¿Con qué propósito?<br />

⎯ No lo sé ⎯contesté⎯. Ója<strong>la</strong> lo supiese..., si pudiera saberlo. Si pudiera<br />

preguntarlo... si pudiese hab<strong>la</strong>r con Dios. Si pudiese preguntarlo... ⎯noté que me<br />

había contagiado de <strong>la</strong> impotencia que sentía mi hermana. <strong>Una</strong> lágrima me corrió<br />

por <strong>la</strong> mejil<strong>la</strong>.<br />

Después de <strong>la</strong> comida, acompañé a Pau<strong>la</strong> a casa. Estuve con el<strong>la</strong> el resto de<br />

<strong>la</strong> tarde. Al final, nos calmamos y nos pusimos de acuerdo en lo que había que<br />

hacer. Entre otras cosas, tratar de localizar a Luis y darle <strong>la</strong> noticia. Así, cuando<br />

quise volver a casa, ya eran <strong>la</strong>s 10 de <strong>la</strong> noche. Decidí pasar por <strong>la</strong> iglesia y resolver<br />

algunos asuntos del día siguiente. De todas formas, no tenía sueño.<br />

Al llegar a <strong>la</strong> iglesia, antes de entrar, una sensación rara recorrió todo mi<br />

cuerpo. Hacía frío y estaba empezando a llover, así que me apresuré a abrir <strong>la</strong><br />

puerta. Entré y llegué al pasillo central. Caminé hasta <strong>la</strong> sacristía. Tenía una<br />

extraña sensación. Era como si me estuviesen vigi<strong>la</strong>ndo. Estaba en mi escritorio<br />

consultando unos papeles cuando oí un ruido fuera, en el altar. Al principio no le di<br />

importancia, pero algo me hizo ir a investigar. Atravesé lentamente el umbral de <strong>la</strong><br />

puerta de <strong>la</strong> sacristía, con <strong>la</strong> cabeza por de<strong>la</strong>nte. Todo parecía en orden. Mi<br />

intención inmediata fue volver al despacho a continuar con lo que estaba haciendo.<br />

Pero, de repente, me di cuenta de algo. Volví a salir rápidamente y... e<strong>fe</strong>ctivamente.<br />

No lo podía creer. El corazón me dio un vuelco. Empezó a <strong>la</strong>tir como si fuesen sus<br />

últimos y agónicos <strong>la</strong>tidos. No podía admitir lo que estaban viendo mis ojos. Las<br />

piernas me temb<strong>la</strong>ban mientras mi cuerpo iba retrocediendo inconscientemente<br />

hacia atrás, hasta tropezar con el mármol del altar. ¡Santo Cielo! ¡El Cristo no<br />

estaba en su <strong>cruz</strong>! De repente, interrumpiendo mi caos emocional, oí una voz que<br />

decía: "No temas, Lucio". Me di bruscamente <strong>la</strong> vuelta y me quedé atónito. Es como<br />

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si me hubiese desinf<strong>la</strong>do. Me sentía flotando. Aquello que tenía de<strong>la</strong>nte de mí,<br />

hablándome, era el Cristo que estaba en <strong>la</strong> <strong>cruz</strong> de <strong>la</strong> iglesia. La figura tal<strong>la</strong>da en<br />

madera y piedra que presidía el altar mayor de <strong>la</strong> iglesia.<br />

- 3 -<br />

Entonces se inició un torbellino de pensamientos en mi cabeza. ¿Es esto real?<br />

¿Es real lo que ven mis ojos? ¡No puede ser! Ayer era una figura de madera. Sin<br />

vida. Sin movimiento. Sólo un objeto inerte. ¡Qué extraña sensación! Dios hecho<br />

hombre de nuevo. No sé lo que siento. Dicha. Tristeza. Serenidad. Duda.<br />

Perplejidad. Sobre todo, confusión. ¿Por qué habría de elegir esta parroquia para<br />

hacerse de carne y hueso. Aquí no hay nada especial. No pasa nada di<strong>fe</strong>rente.<br />

Rutina. Sólo rutina. ¿Y qué más da? ¿Acaso eso es algo que Dios tendría en<br />

cuenta? No. ¡C<strong>la</strong>ro que no! ¿Y qué voy a hacer? ¿Cómo he de actuar? Tengo que<br />

mantener <strong>la</strong> calma. Pero... yo... yo siempre he creído en Él. Estaba seguro. Esto<br />

confirma mis creencias. Y <strong>la</strong>s de mucha gente. En parte, siento un gran alivio. Lo<br />

que pienso de <strong>la</strong> vida, del mundo, del origen divino de <strong>la</strong>s cosas. ¡Aquí está <strong>la</strong><br />

prueba! Es maravilloso. Cuando lo sepan mis amigos, cuando se enteren Pau<strong>la</strong> y<br />

todos los demás. Cuando lo cuente. Pero... ¿cómo voy a contarlo? No puedo llegar<br />

mañana y decir "ho<strong>la</strong> buenos días. ¡Ah, por cierto!, no os preocupéis por el Cristo<br />

de nuestra <strong>cruz</strong>. Es que ayer se hizo hombre y estuvo hab<strong>la</strong>ndo conmigo". No, ni<br />

hab<strong>la</strong>r. Eso no puede ser. Seré estúpido. Quizá sería mejor hab<strong>la</strong>r con más<br />

propiedad, hab<strong>la</strong>r de <strong>la</strong> posible "segunda llegada del Mesías". Imposible. Mateo es<br />

demasiado estricto para aceptar eso. Sería capaz de abrirme un expediente por eso.<br />

¡O incluso excomulgarme! Ya sé. C<strong>la</strong>ro. ¡Cómo no se me había ocurrido antes! Se lo<br />

preguntaré a Él. Esa será una de <strong>la</strong>s miles de cosas que le voy a preguntar. Quiero<br />

preguntar. Saber. ¡Míralo! Ahí sigue mirándome. Es como me lo había imaginado.<br />

La más viva imagen de <strong>la</strong> paz y de <strong>la</strong> sabiduría. Es <strong>la</strong> imagen de <strong>la</strong> Vida.<br />

Contemplándolo, uno puede entender <strong>la</strong> di<strong>fe</strong>rencia entre lo inerte y lo vivo. Estoy<br />

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seguro de que no son imaginaciones mías. Su semb<strong>la</strong>nte muestra que nosotros, los<br />

hombres, somos algo especial. Di<strong>fe</strong>rentes del resto de los seres vivos. Esa expresión<br />

es señal de que algo vibra en nuestro interior. Eso que nunca sabemos explicar. La<br />

voz interna. Yo diría... el Alma.<br />

Aunque creía que mi vorágine mental había consumido muchos minutos, no<br />

fue así. También me percaté de que no podía estar soñando. Me sentía<br />

per<strong>fe</strong>ctamente consciente. Pero, ¿entonces?, ¿qué quieres de mí, Señor?, pensé. De<br />

nuevo, Él rompió el silencio.<br />

⎯ No te preocupes. Entiendo tu perplejidad. Sé que estás nervioso.<br />

Cuando oí su voz, una especie de escalofrío recorrió todo mi cuerpo. Fue<br />

como una sacudida. Empecé a situarme. A pisar el suelo de nuevo con serenidad.<br />

Estaba preparándome para intervenir. Para enfrentarme a <strong>la</strong> situación. Continuó<br />

diciendo:<br />

⎯ Pronto te explicaré todo.<br />

Su voz retumbó en eco por toda <strong>la</strong> iglesia. <strong>Una</strong> iglesia que parecía ahora<br />

inmensa. Inabarcable por <strong>la</strong> vista. Pensé entonces que debía contestarle. Ya. De<br />

inmediato. Pero era como si el tiempo se hubiese ralentizado. O quizá era lo que yo<br />

deseaba. Cada minuto parecía una hora. Y por fin, me decidí a preguntar:<br />

⎯ ¿Tú eres realmente quien pareces?<br />

¡Maldita sea!, pensé. Vaya pregunta más estúpida que he hecho. ¿No está lo<br />

suficientemente c<strong>la</strong>ro? ¿Acaso cualquier figura de madera puede hacerse real? La<br />

contestación no se hizo esperar.<br />

⎯ Tú lo crees así.<br />

Noté algo raro en esa respuesta. Bien el tono de resignación, o bien <strong>la</strong> propia<br />

respuesta en sí misma. ¿Qué ha querido decir?, pensé yo. Era una situación<br />

extraña. Uno frente al otro. Tenía <strong>la</strong> sensación de que aún no había asumido <strong>la</strong><br />

situación. Le miraba como algo raro. Como si me sorprendiese cada cosa que<br />

hiciese. Como si estuviese observando con admiración a un perrillo o a un gatito,<br />

cuando actúan como seres humanos. Es esa sensación que te arrastra por un <strong>la</strong>do,<br />

a abrazarles y acariciarles, pero por otro, a ser cautos y pensar que son sólo<br />

imaginaciones nuestras, meras apariencias. En ese instante, oí mi voz diciendo:<br />

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"¿Por qué?". Evidentemente era una pregunta sin respuesta. O... con muchas<br />

respuestas. Con sentido o... sin sentido alguno. ¿Esperaba contestación?<br />

⎯ No sé por donde empezar, no lo sé ⎯dijo Él.<br />

Con un leve giro de cabeza, rápido y disimu<strong>la</strong>do, miré de sos<strong>la</strong>yo <strong>la</strong> <strong>cruz</strong>.<br />

Supongo que para cerciorarme de que seguía en el mismo estado. Vacía.<br />

⎯ ¿Podemos ser amigos?<br />

⎯ Por supuesto contesté de forma tajante.<br />

⎯ Escúchame, Lucio. He venido aquí y ahora para que hablemos de algo muy<br />

importante. Sé que me escucharás.<br />

Hizo una pausa, supongo que para que yo dijese algo. Pero no se me ocurría<br />

nada. Sólo pensaba que mi misión absoluta era estar dispuesto para lo que Él<br />

dispusiese. Lo cual era un honor. Pero reconozco que tenía un poco de miedo. Era<br />

una situación que no se daba todos los días. Quizá sólo cada 2000 años.<br />

⎯ Señor, no sé si sabré...<br />

⎯ No me l<strong>la</strong>mes Señor, por favor, Lucio. Llámame sencil<strong>la</strong>mente Jesús.<br />

Quiero que hablemos como amigos.<br />

¡Como amigos!, pensé yo. Lo dijo como si fuera normal. Me hubiese gustado<br />

tener a mano el libro "Cómo ser amigo de Dios en 5 minutos", pero no era el caso.<br />

Asumí, por tanto, <strong>la</strong> dificultad de <strong>la</strong> situación.<br />

⎯ ¿Qué tal va todo, Lucio? ⎯preguntó con tremenda parsimonia.<br />

⎯ Muy bien contesté.<br />

De nuevo un silencio. ¿Y qué digo?, seguí pensando.<br />

⎯ No te preocupes ⎯dijo⎯, es normal que te encuentres algo desconcertado,<br />

pero sólo quiero char<strong>la</strong>r contigo. Quiero que conversemos. Aunque también debo<br />

decirte algo. No sé cómo va a a<strong>fe</strong>ctar mi presencia a tu vida. Es un riesgo que<br />

puedes correr o no. Tú decides. Si lo deseas, elegiré a otro y no nos volveremos a<br />

ver.<br />

Como si fuese a perder <strong>la</strong> oportunidad de mi vida contesté inmediatamente.<br />

⎯ No te vayas, por favor. Me encantaría hab<strong>la</strong>r contigo. Es verdad que esta<br />

situación me produce desasosiego, pero sé que puedo confiar en ti.<br />

11<br />

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Eso era cierto. Cada minuto que pasaba, me iba sintiendo más tranquilo.<br />

Como si le conociese de toda <strong>la</strong> vida. Pero también era cierto que, según transcurría<br />

<strong>la</strong> conversación, me iba en<strong>contra</strong>ndo más dubitativo. Mi euforia inicial había dado<br />

paso a una actitud de curiosidad más sosegada y contro<strong>la</strong>da. Pero curiosidad, en<br />

cualquier caso.<br />

⎯ ¡Lucio! ¡Lucio! ¡Despierta! ¿No me digas que has pasado aquí toda <strong>la</strong><br />

noche? ¿Se puede saber qué has estado haciendo? Anda, venga..., tendrás que<br />

descansar. Ya me encargo yo de todo.<br />

Mi cabeza se puso erguida y vi al padre Mateo circu<strong>la</strong>ndo apresurado<br />

alrededor del escritorio de <strong>la</strong> sacristía. Me hab<strong>la</strong>ba, sin mirarme, mientras iba<br />

levantando <strong>la</strong>s persianas y abriendo <strong>la</strong>s ventanas. Entonces me quedé un segundo<br />

pensando en mi situación. Era como si pudiese ver mi cuerpo desde arriba. Y ahí<br />

estaba yo. Sentado, de<strong>la</strong>nte del escritorio, con los brazos <strong>cruz</strong>ados encima de <strong>la</strong><br />

mesa sobre los cuales, a buen seguro, había tenido recostada <strong>la</strong> cabeza. Seguí<br />

pensando, atrás en el tiempo, y llegué al motivo por el cual me en<strong>contra</strong>ba allí. La<br />

causa de que yo hubiese estado toda <strong>la</strong> noche en <strong>la</strong> sacristía de <strong>la</strong> iglesia. Entonces,<br />

de forma automática, me levanté de <strong>la</strong> sil<strong>la</strong> lentamente y me dirigí hacia el altar<br />

mayor. Oía <strong>la</strong> voz del padre Mateo que continuaba hab<strong>la</strong>ndo, seguramente conmigo,<br />

pero no le escuchaba. Sólo oía un murmullo. No podía concentrarme en eso ahora.<br />

Sólo pensaba, si todo había sido un sueño.<br />

Llegué al altar. Sin ver nada, sabía que todo permanecía en orden. Normal.<br />

Como siempre. Nada di<strong>fe</strong>rente. Con una mirada a <strong>la</strong> <strong>cruz</strong> confirmé mi certero<br />

presentimiento. Ahí estaba. En <strong>la</strong> <strong>cruz</strong>. Como si nada hubiera pasado nunca. Como<br />

si jamás se hubiese movido ni tan siquiera un milímetro de aquel crucifijo. ¡Con<br />

todas <strong>la</strong>s cosas que quería preguntarle! ¡No puede haber sido un sueño! De nuevo,<br />

el padre Mateo interrumpió mi confusión mental.<br />

⎯ ¡Pero Lucio! ¿Estás sordo? ¿Te pasa algo?<br />

⎯ Si te lo digo no lo creerías ⎯comenté con cierta resignación.<br />

⎯ ¡Venga, anda!, déjate de rollos y vete a descansar. Yo daré <strong>la</strong> misa. Ya me<br />

lo contarás. Hay mucho que hacer.<br />

Decidí ir a casa y darme una ducha. A duchar mi cuerpo y... mi mente.<br />

12<br />

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- 4 -<br />

Al llegar el día siguiente, sólo pensaba una cosa. Parecía que nunca llegarían<br />

<strong>la</strong>s diez de <strong>la</strong> noche. No podía hacer otra cosa que comprobar definitivamente si lo<br />

que había vivido <strong>la</strong> noche anterior había sido un sueño más.<br />

Esa noche, <strong>la</strong> iglesia tenía el mismo aspecto que siempre. Aunque yo no <strong>la</strong><br />

veía igual. Para mí ese edificio de <strong>la</strong>drillos y hormigón estaba más vivo que nunca.<br />

Abrí <strong>la</strong> puerta y entré directo, sin contemp<strong>la</strong>ciones. Había que resolver ese asunto<br />

cuanto antes. E<strong>fe</strong>ctivamente. Todo estaba en orden en el altar mayor, incluida <strong>la</strong><br />

<strong>cruz</strong>. Sin embargo, al pasar del altar mayor a <strong>la</strong> sacristía, sentí que el corazón me<br />

daba un vuelco. La misma sensación que sentí <strong>la</strong> noche anterior. Inmediatamente<br />

salí de <strong>la</strong> sacristía y...<br />

⎯ ¡Señor! Qué bien verle de nuevo ⎯respiré con alivio⎯. Me he pasado todo<br />

el día pensando si lo que sucedió ayer fue un sueño.<br />

Fue tal mi alegría al verle de nuevo que, en una especie de impulso místico y<br />

sin poderlo evitar, me arrodillé y le miré a los ojos fijamente. Era como si tuviese<br />

que recibir alguna orden suya o me fuese a con<strong>fe</strong>sar algún secreto sagrado. No sé<br />

qué demonios pasó por mi mente en esos momentos.<br />

Lo prefiero.<br />

⎯ Por favor, Lucio, levántate y no me l<strong>la</strong>mes Señor. Llámame por mi nombre.<br />

⎯ Lo siento, Jesús, pero me agrada tanto volverte a ver de nuevo... Deseo<br />

hab<strong>la</strong>r contigo y preguntarte muchas cosas. Porque esta oportunidad que tengo<br />

yo... contigo aquí...<br />

⎯ Antes de nada, me gustaría insistir en una cosa. Quiero que seamos<br />

amigos. Que hablemos como amigos. Aunque puedas haberlo pensado en algún<br />

momento, yo no he venido a confiarte ningún misterio sagrado, ni a imponerte que<br />

hagas mi voluntad. Ni si quiera te obligaré a que me hagas caso. Sólo quiero char<strong>la</strong>r<br />

contigo. Sólo eso.<br />

Había escuchado con devoción todo lo que decía, pero creo que no le había<br />

entendido bien. Continué de rodil<strong>la</strong>s y dije:<br />

⎯ ¿Por qué yo, Jesús? ¿Qué quieres que haga?<br />

13<br />

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⎯ Lucio, escúchame bien. Creo que no me has entendido. No tienes que<br />

tener esa actitud sumisa conmigo. Olvídate de lo que represento. Sé que ahora te<br />

puede resultar un poco extraño, pero te acostumbrarás en estos días. Hablemos<br />

como amigos.<br />

Me levanté sin dejar de mirarle. En lo primero que me fijé fue en su tono de<br />

voz. Era apacible, cordial, seguro. Como me lo hubiese esperado. Por un momento,<br />

me pareció estar veinte siglos atrás en el tiempo. Imaginaba que así se habría<br />

mostrado en Tierra Santa. ¿Cómo pudieron crucificarlo en aquel<strong>la</strong> época?, pensé.<br />

¡Qué crueles! Yo veía c<strong>la</strong>ramente un rey de<strong>la</strong>nte de mí. Sabía que estaba ocultando<br />

su grandeza bajo un escaparate de carne y hueso.<br />

⎯ ¿Por qué yo, Jesús? ⎯insistí.<br />

⎯ ¿Por qué no? No hay ninguna razón especial. Ha sido así. Lo único que<br />

quiero es que se sepa <strong>la</strong> verdad, mi verdad. Y eso es, en definitiva, de lo que quiero<br />

hab<strong>la</strong>r contigo.<br />

Aquello que me dijo me pareció tan obvio que me dieron ganas de decirle:<br />

"Bueno, pues ves a hab<strong>la</strong>r con otro porque yo ya sé eso, yo ya tengo muy c<strong>la</strong>ra tu<br />

verdad". Para mí no había otra verdad que <strong>la</strong> suya. Yo había nacido, crecido y había<br />

sido educado en <strong>la</strong> verdad de nuestro Señor Jesucristo. Por supuesto que no dije<br />

nada de eso.<br />

⎯ Me encantará escucharte, Jesús. Son momentos tan... tan gloriosos para<br />

mí. Y no sólo para mí, sino para el resto de <strong>la</strong> Humanidad. Presiento que esto va a<br />

cambiar nuestra Historia.<br />

Después de decir eso, Jesús frunció el ceño y subió ligeramente <strong>la</strong>s cejas. Era<br />

el primer gesto que le veía hacer.<br />

⎯ ¿Para toda <strong>la</strong> Humanidad? ¿Por qué dices eso Lucio?<br />

⎯ Ya sabes, Jesús. Mostrar que Tú, que Jesús El Cristo es un hecho real y<br />

palpable y... no sólo eso. Que no eres un impostor. El hecho de que puedas<br />

materializarte de esa forma, a partir de <strong>la</strong> <strong>cruz</strong> de madera..., es decir, el dominio<br />

sobre <strong>la</strong> Naturaleza... Esto puede enderezar <strong>la</strong> Historia de <strong>la</strong> Humanidad, Jesús. Y<br />

tú lo sabes.<br />

14<br />

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⎯ Perdona Lucio, pero creo que vas un poco rápido. ¿Tú crees que yo soy<br />

importante para toda <strong>la</strong> Humanidad? ¿En qué te basas?<br />

Esta pregunta me <strong>la</strong> tomé como si fuese un examen. Quizá trataba de<br />

probarme. ¿Me sabía su doctrina? Habría que demostrarlo. Pensé que quizá fuese<br />

una prueba para poder confiar en mí.<br />

⎯ Todos somos hijos de Dios, incluido Tú, Jesús. Todos hemos sido creados<br />

a tu imagen y semejanza. Todos, sin excepción, hemos de amarnos los unos a los<br />

otros.<br />

⎯ Pero, ¿tú crees que yo soy importante para un musulmán? ¿Para un hindú<br />

quizá? ¿Y para un ateo?<br />

⎯ Confío en que sí, Jesús. Lo vamos a conseguir. Sé que hay muchos que te<br />

han defraudado, pero es comprensible. Somos débiles. Yo sé que te apiadarás de<br />

ellos al final. Ten en cuenta que en nuestro mundo no es fácil ver el verdadero<br />

camino. Tú lo sabes. A pesar de los grandes esfuerzos que hacemos por predicarlo y<br />

darlo a conocer.<br />

⎯ Me temo que va a ser difícil convencerles. Para ellos yo no significo nada.<br />

Su <strong>fe</strong> en sus dioses es muy fuerte, tanto como <strong>la</strong> que tú tienes en mí. Sinceramente,<br />

no creo que mi presencia cambie <strong>la</strong>s cosas.<br />

Ese tono de resignación... Reconozco que ese tono de resignación me<br />

decepcionó un poco. Expresiones como "me temo que..." o "creo que..." ¿Y <strong>la</strong><br />

seguridad inicial? Me parecía absurdo recordarle que Él lo podía todo.<br />

⎯ Pero Jesús... Tú estás aquí. Tú puedes cambiarlo.<br />

⎯ Te advierto que no he venido a hacer ningún mi<strong>la</strong>gro ni nada parecido.<br />

Cada uno es libre de pensar lo que le parezca.<br />

⎯ Lo comprendo, pero en cualquier caso tu testimonio será muy útil. La<br />

gente te escuchará.<br />

⎯ ¿Tú crees? ¿Tú crees que si me presento así, de golpe, <strong>la</strong> gente me creerá?<br />

⎯ Si tú quieres, seguro que sí.<br />

⎯ ¿Y los que no quieran creer? No serviría de nada. Les podría hab<strong>la</strong>r <strong>la</strong>rgo y<br />

tendido. Me podrían ver y tocar. Y aún así, no cambiarían su forma de ver el<br />

mundo. Ya sabes que <strong>la</strong> <strong>fe</strong> es mucho más poderosa que <strong>la</strong> razón.<br />

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⎯ Comprendo lo que dices, Jesús, pero... Tú puedes hacerlo ⎯insistí⎯. Sólo<br />

con que demostrases quién eres. Aunque para ello hiciese falta algún mi<strong>la</strong>grillo.<br />

Merecería <strong>la</strong> pena. Serviría para que mucha gente te creyese definitivamente. Para<br />

que más gente te siguiese. Para que más gente aceptase tu doctrina. Para que sean<br />

más los que se salven al final, más los que te acompañen al Reino de Dios, tu<br />

Padre. Sería tan fácil demostrar que eres algo sobrenatural. Algo especial. Y eso es<br />

lo que deseas, ¿no? Que te sigamos, que creamos en ti.<br />

⎯ Qué fácil sería, ¿eh?<br />

⎯ Y digo esto sin olvidar que tu resurrección fue <strong>la</strong> prueba esencial. Lo sé.<br />

Pero Jesús... ahora es distinto. La comunicación entre los pueblos ha avanzado<br />

tanto. Todos pueden recibir tu mensaje con mayor presteza y seguridad. No sé... es<br />

tan evidente. Perdóname, creo que estoy siendo un poco impulsivo...<br />

⎯ No te preocupes, lo entiendo. Pero dime una cosa, Lucio. ¿Por qué debo<br />

probar nada? ¿Por qué mostrarme? ¿Qué tengo que demostrar? Lo importante es <strong>la</strong><br />

<strong>fe</strong>. No hacen falta pruebas de nada. Sólo tener <strong>fe</strong>. Mírate tú. Nunca me habías visto.<br />

Nunca me habías oído. Nunca habías estado conmigo, como ahora. Sólo te habían<br />

hab<strong>la</strong>do de mí. Habías leído sobre mi vida. Nada más. Ya está.<br />

⎯ C<strong>la</strong>ro, yo tengo <strong>fe</strong> en ti. No necesito que me demuestres nada. Y como yo<br />

hay muchos. Por supuesto que sí. Nosotros sabemos y conocemos tu verdad. Pero<br />

hay otros muchos que no lo tienen tan c<strong>la</strong>ro, Jesús. Ellos quieren pruebas. No se<br />

conforman con lo que nosotros predicamos sobre ti. Bien, pues si es posible<br />

aportarle esas pruebas que piden... Si eso va a permitir que se extienda tu verdad a<br />

lo <strong>la</strong>rgo y ancho de este mundo... ¿por qué no?<br />

⎯ Parece un razonamiento per<strong>fe</strong>ctamente lógico.<br />

⎯ Sabes que hay mucha gente que duda. Que sólo tiene que en<strong>contra</strong>r algo<br />

importante para ellos para que tomen <strong>la</strong> decisión de seguir tu camino. Sería tan<br />

bueno para todos. Imagínate, otra batal<strong>la</strong> perdida para el Mal. Toda esa gente con<br />

problemas que ven irresolubles. Que han sufrido y sufren en su propia carne<br />

desgracias, vidas terribles... Ellos te buscan, pero a veces no les es fácil verte.<br />

En<strong>contra</strong>rte. Lo intentan, pero no pueden. Son ciegos. ¿Por qué no darles un poco<br />

de luz? Sinceramente, Jesús, necesitan una ayuda de tu parte. Pero no una ayuda<br />

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espiritual. Quizá eso ellos no lo puedan comprender. Hablo de una ayuda palpable.<br />

Ten en cuenta, que su búsqueda desesperada les hace caer en sectas o grupos<br />

peores, donde son explotados sin piedad por malvados. Ellos no tienen <strong>la</strong> culpa. No<br />

sé...<br />

⎯ ¿Pero por qué ellos no me siguen y tú sí? ¿Por qué no tienen <strong>fe</strong> como tú?<br />

⎯ Jesús, hay mucho por hacer. Supongo que por eso estamos aquí Tú y yo.<br />

Jesús se quedó pensativo un instante. Con un movimiento brusco se dio <strong>la</strong><br />

vuelta, me dio <strong>la</strong> espalda y dijo:<br />

⎯ C<strong>la</strong>ro que... si no me siguen han de ir al Infierno, ¿no? Deberán pagar por<br />

lo que han hecho.<br />

⎯ ¿Cómo? ⎯no estaba seguro de haber oído bien.<br />

⎯ Si no me han seguido; si han obrado mal y no han hecho el bien cristiano;<br />

si han sido malos y han hecho sufrir a los demás; o han sido egoístas y nunca han<br />

movido un dedo por ayudar al prójimo, nunca se han sacrificado por los demás...<br />

Tendrán que recibir su merecido.<br />

⎯ Pero Jesús... entiendo que han de ser perdonados. Tú eres Misericordia y<br />

Sabiduría con mayúscu<strong>la</strong>s. Ellos no son en realidad culpables. Las<br />

circunstancias...<br />

⎯ ¿Tendría que llevar, entonces, a todos los que han obrado mal, junto con<br />

los que se han esforzado por obrar bien y seguirme, al Reino de Dios? ¿Sin<br />

di<strong>fe</strong>rencias?<br />

⎯ Supongo que sí.<br />

⎯ Bien, entonces no es necesario modificar su forma de actuar o su forma de<br />

ver el mundo. Al final tendré piedad de todos por igual, y todos vendrán conmigo.<br />

⎯ Pero... antes... ellos deberían de aprender tu doctrina para no causar mal<br />

entre los hombres. Comprendo que en esencia todos somos iguales, pero ellos<br />

deben arrepentirse antes de obtener el perdón final. Deben entender y reconocer el<br />

sufrimiento que han hecho padecer a otros. Tienen que escarmentar. Aunque<br />

insisto, todos somos hijos del Padre. Él ha infundido en nuestros cuerpos el Alma.<br />

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Estaba escuchando lo que yo mismo decía y me sentía, en cierto modo,<br />

ridículo. Era como si estuviese tratando de enseñar a componer música a Vivaldi o<br />

a Bach, o como si tuviera que explicarle a Picasso lo que era el Cubismo.<br />

⎯ Quizá necesiten entonces un periodo de castigo, un periodo de sufrimiento<br />

en el Infierno, hasta que comprendan el mal que han hecho. Me parece coherente.<br />

Pero si lo pensamos bien... ¿por qué han de ser escarmentados por algo que ellos<br />

no pudieron evitar? Si realmente fueron <strong>la</strong>s circunstancias <strong>la</strong>s que les obligaron...<br />

¿merecen ese pequeño sufrimiento?<br />

⎯ Es cierto pero... no sé. Supongo que siempre se es un poco culpable.<br />

Porque el Hombre, aunque hecho a tu imagen y semejanza, es imper<strong>fe</strong>cto. Tenemos<br />

libre albedrío concedido por Dios. En cierto modo somos libres, y es por eso por lo<br />

que nos equivocamos tanto y causamos tanto daño.<br />

⎯ Quizá Dios no debió daros el Libre Albedrío. Así no habría ningún<br />

problema. Todos actuaríais según algo ya preestablecido y decidido por el Padre.<br />

Actuaríais bien, por supuesto. Todos siguiendo <strong>la</strong> Senda Divina, sin tener que<br />

decidir, sin dudas.<br />

⎯ Pero <strong>la</strong> obra creada por Dios está bien como está. El Hombre ha de ser<br />

libre para decidir y escoger el camino de <strong>la</strong> salvación. Tu camino.<br />

⎯ Entonces volvemos al principio. Si decide no escogerlo... ¡al Infierno! Para<br />

que entienda cual debe ser el camino.<br />

⎯ Supongo que no es así...<br />

⎯ La otra posibilidad sería discriminar, de manera sabia y absolutamente<br />

justa, el que ha obrado mal con intención y con premeditación, del que ha obrado<br />

mal por <strong>la</strong>s circunstancias, sin quererlo así.<br />

⎯ Tú puedes hacer eso, Jesús.<br />

⎯ Sí, pero... ¿qué criterio crees que debo usar para hacer esa selección?<br />

¿Qué factor crees que debo tener en cuenta como más importante a <strong>la</strong> hora de<br />

en<strong>contra</strong>r los que verdaderamente han obrado mal? ¿Con qué tipo de malos he de<br />

ser más duro?<br />

⎯ Supongo que es complicado, pero...<br />

⎯ ¿Entonces?<br />

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⎯ Sólo <strong>la</strong> Omnipotencia, <strong>la</strong> Sabiduría y <strong>la</strong> Omnisciencia de Dios pueden<br />

resolver eso. Actúe como actúe el Padre, tu Padre, siempre obrará bien y con<br />

justicia.<br />

⎯ Solucionado entonces.<br />

- 5 -<br />

⎯ ¡Padreee! Despierte. El desayuno está listo.<br />

Noté un meneo en mi espalda y me pareció oír voces de ultratumba. La<br />

sensación de haber vuelto de un sueño se repetía. Un sueño incompleto. Era como<br />

estar sumido en una especie de discontinuidad. Era muy extraño. De nuevo, no<br />

podía acordarme de cómo demonios había llegado a casa ayer por <strong>la</strong> noche después<br />

de hab<strong>la</strong>r con Él. Y lo más curioso es que estaba absolutamente seguro de que<br />

aquello no era un sueño. Sabía que iba a ocurrir otra vez. Sin ir más lejos <strong>la</strong><br />

próxima noche, esa misma noche.<br />

Cuando llegué al salón para tomar el desayuno, vi que Elvira me miraba con<br />

cara rara. Me percaté y le pregunté al respecto.<br />

⎯ ¿Pasa algo, Elvira?<br />

⎯ No padre... bueno... en realidad sí ⎯continuó⎯. Estoy preocupada por<br />

usted. Trabaja mucho. Hasta por <strong>la</strong> noche. Me doy cuenta porque no se prepara<br />

cena y antes de ayer <strong>la</strong> cama estaba sin deshacer. Además, perdone <strong>la</strong> indiscreción,<br />

pero tiene usted ma<strong>la</strong> cara. Esas ojeras... ¿puedo ayudarle? Ya sabe que me puede<br />

pedir lo que quiera.<br />

⎯ No se preocupe, Elvira. Ya sabe usted que hay épocas de mucho trabajo.<br />

Pero no debí de resultar muy convincente porque me miró como si fuese un<br />

chiquillo travieso y me dijo:<br />

⎯ No sé... no sé. Si no fuera porque es usted un hombre bueno y Dios está<br />

de su parte...<br />

19<br />

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Con una leve sonrisa quise zanjar <strong>la</strong> cuestión. No me apetecía dar<br />

explicaciones, y menos a Elvira, de lo que estaba sucediendo.<br />

Aquel<strong>la</strong> mañana el día era soleado. El Sol, con el permiso de <strong>la</strong> ventana,<br />

invadía y llenaba de luz natural el salón. <strong>Una</strong> luz que contagiaba todo de color y de<br />

vida. La mesa y <strong>la</strong> mecedora de madera parecían recién barnizadas y, los dos<br />

cuadros que adornaban <strong>la</strong> pared, un Cristo de Dalí estupendamente pintado por un<br />

buen amigo y una acuare<strong>la</strong> del Vaticano, se exhibían orgullosos. Era una sensación<br />

muy agradable. Por un momento, pensé en esa luz so<strong>la</strong>r. ¿Casualidad? No. Es un<br />

mi<strong>la</strong>gro, me dije a mí mismo. Esta maravil<strong>la</strong> que nos da calor y vida pertenece al<br />

P<strong>la</strong>n de <strong>la</strong> Creación, pensé. Aparte de mis cavi<strong>la</strong>ciones, lo que con seguridad<br />

indicaba <strong>la</strong> salida del Sol es que un nuevo día comenzaba. Y, por supuesto, que<br />

llegaría inevitablemente una nueva noche.<br />

Entonces decidí que no iría a <strong>la</strong> iglesia esa noche. Y me di cuenta de que<br />

aquel<strong>la</strong> era una decisión extraña. Porque tenía que afrontar esa nueva realidad que<br />

estaba viviendo. Supongo que necesitaba un breve descanso. Tenía que pensar.<br />

Cada vez tenía menos dudas de que lo que me estaba sucediendo era real. No era<br />

un mero pasaje onírico ni nada parecido. Estaba seguro de que cada noche estaba<br />

hab<strong>la</strong>ndo con el mismísimo Jesucristo. Lo presentía. Y eso me hacía muy <strong>fe</strong>liz. Pero<br />

reconozco que mi mente estaba sembrada de dudas. Sobre todo después de <strong>la</strong><br />

char<strong>la</strong> que había tenido con Él. Es curioso, pero Él me hacía dudar de El. Quizá<br />

para ponerme a prueba.<br />

Tenía que decírselo a alguien. Pero, ¿a quién? ¿Al padre Mateo? Imposible. Al<br />

menos, no ahora. Podría predecir su reacción. Primero me miraría mal, con ojos de<br />

decepción; luego, después de guardar silencio y pasear de un <strong>la</strong>do a otro con <strong>la</strong>s<br />

manos agarradas a <strong>la</strong> espalda, me sermonearía; casi lo puedo oír: "Lucio, realmente<br />

no me esperaba eso de ti. Me parece a mí que estos juegos no son del gusto de<br />

Nuestro Señor y b<strong>la</strong>, b<strong>la</strong>, b<strong>la</strong>...". Aunque sé que actuaría con <strong>la</strong> mejor intención. No,<br />

definitivamente no era <strong>la</strong> persona apropiada. ¿Y al hermano Lucas? Tampoco.<br />

Demasiado inocente para recibir una noticia así. Pensaría que ha llegado el fin del<br />

mundo o algo parecido. Posiblemente se pondría histérico y se pasaría rezando un<br />

mes entero, día y noche. ¿Y a Elvira? Ni pensarlo. Lo peor no sería su reacción. Lo<br />

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peor sería que al día siguiente lo sabría todo el vecindario. Y pensando, pensando...<br />

me llegó a <strong>la</strong> cabeza <strong>la</strong> persona idónea.<br />

Después de desayunar, me pasé por <strong>la</strong> iglesia a resolver unos asuntos<br />

pendientes. Al pasar por de<strong>la</strong>nte de <strong>la</strong> <strong>cruz</strong>, y sin poder evitarlo, me estremecí.<br />

Como era lógico el padre Mateo se preocupó por mí y me preguntó que cómo me<br />

en<strong>contra</strong>ba. Yo, tratando de quitar importancia al asunto, le contesté que mucho<br />

mejor. Que ya había descansado lo suficiente. Noté que trataba de sonsacarme algo<br />

de lo ocurrido <strong>la</strong>s noches anteriores, por lo que evité en lo posible mantener una<br />

conversación <strong>la</strong>rga con él. Todo ello sin parecer maleducado o descortés. El padre<br />

Mateo era muy sensible en ese sentido. Siempre recordaré <strong>la</strong> bronca <strong>fe</strong>roz que recibí<br />

por llegar 15 minutos tarde a una reunión con él y el responsable de <strong>la</strong> diócesis.<br />

Cuando terminé de resolver mis asuntos, me fui de <strong>la</strong> iglesia, que mantenía su<br />

actividad normal diaria. Al salir, miré otra vez <strong>la</strong> <strong>cruz</strong>. Me volví a estremecer.<br />

Me dirigí entonces al barrio de La Luz. Allí esperaba en<strong>contra</strong>r a <strong>la</strong> persona<br />

con <strong>la</strong> que quería compartir mi secreto. Bernabé. Bernabé Sarón. Curiosa historia<br />

<strong>la</strong> suya. Hijo de padres emigrantes de ascendencia judía. Llegaron aquí hace<br />

aproximadamente 50 años, después de recorrer otros países. En realidad, sería<br />

mejor decir que después de huir de otros países. Así, literal. Este fue el único país<br />

que dio asilo a esa familia. Y es que el padre de Bernabé, Benjamín Sarón, tuvo una<br />

vida un tanto tumultuosa, muy ajetreada. Al menos, lo que yo sé de él. Era un<br />

ingeniero muy prestigioso. Siempre fue muy reconocido por los judíos. Los<br />

problemas llegaron cuando hizo un gran descubrimiento. Algo que nadie esperaba.<br />

Benjamín había construido un artilugio capaz de ver más allá. Mucho más<br />

allá. Y ese fue su delito. Entonces fue cuando <strong>la</strong> gente de su entorno comenzó a<br />

sentirse intranqui<strong>la</strong>. Ya no estaban cómodos a su <strong>la</strong>do. Incluso le denunciaron.<br />

Nadie quiso asumir su descubrimiento. No querían oír hab<strong>la</strong>r de él. Demasiado<br />

desestabilizador. Fue expulsado y denominado persona non grata en tantos países<br />

como iba dejando a su paso. Nadie le escuchó. Sólo cuando renunció a su<br />

descubrimiento recibió asilo. Y por fin se pudo establecer y crear una familia.<br />

Recuerdo que Bernabé siempre me habló de su padre como de una persona<br />

triste por naturaleza. Hasta el final, ni siquiera él supo <strong>la</strong> verdad sobre su padre. A<br />

partir de ahí, yo creo que Bernabé tomo el testigo. Heredó el ta<strong>la</strong>nte de su padre,<br />

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pero sin <strong>la</strong> tristeza. Precisamente, Bernabé no era una persona triste, sino todo lo<br />

<strong>contra</strong>rio. Se ilusionaba con facilidad. Era una persona muy activa. Sobre todo<br />

porque viajaba sin parar. Pero viajaba a conciencia, con conocimiento de causa,<br />

supongo que porque era parte de su trabajo. Sabía lo que hacía. Yo creo que eso era<br />

lo que más admiraba de él. Su paciencia para analizar una situación dada. Su<br />

serenidad. Su capacidad de análisis.<br />

Nos conocimos hace 10 años en unas encuentros de carácter religioso que<br />

pretendían reunir a pro<strong>fe</strong>sionales de distintas religiones. El objetivo nunca quedó<br />

c<strong>la</strong>ro. Poner en común nuestras ideas, nuestras visiones del mundo y de <strong>la</strong> vida.<br />

Casi nada. Estos encuentros fueron anuales y duraron por lo menos 5 años. Al<br />

final, supongo que porque no resultaron muy exitosos, se suprimieron.<br />

Particu<strong>la</strong>rmente, a mí me fueron muy útiles porque conocí a Bernabé. Desde<br />

entonces, somos muy buenos amigos, aunque últimamente no nos vemos con<br />

mucha asiduidad. Y allí me en<strong>contra</strong>ba, de<strong>la</strong>nte de <strong>la</strong> puerta de su casa.<br />

⎯ ¡Hombre, Lucio! ¡Qué alegría verte!<br />

⎯ ¡Qué tal, Bernabé!<br />

Bernabé se alegró mucho de verme. Abrió <strong>la</strong> puerta de par en par y tiró de mí<br />

para que entrara en su casa. Era <strong>la</strong> casa donde habían vivido sus padres. A <strong>la</strong><br />

muerte de Benjamín, como unos seis meses atrás, él como único hijo, se hizo cargo<br />

de el<strong>la</strong>. Yo nunca había estado en esa casa anteriormente<br />

⎯ ¿Te puedo ofrecer un café? ¿Algo de beber?<br />

⎯ Un café, gracias.<br />

Era como me lo esperaba. Lo que inicialmente pude ver de su casa, era como<br />

me lo imaginaba. Sí, porque más de una vez había jugado a imaginarme <strong>la</strong> casa de<br />

Bernabé. No sé si por sus orígenes culturales di<strong>fe</strong>rentes, o por <strong>la</strong> actividad<br />

investigadora que desarrol<strong>la</strong>ba. La casa era grande y espaciosa, pero no estaba<br />

dividida en muchas habitaciones. El suelo era de madera y <strong>la</strong>s paredes eran<br />

b<strong>la</strong>ncas con dibujos. Dibujos o pinturas. Desde pasajes del Antiguo Testamento,<br />

hasta símbolos de culturas indígenas primitivas. Pude reconocer <strong>la</strong>s famosas<br />

pirámides Mayas. Además de murales y tapices muy coloridos. Todo guardaba una<br />

extraña armonía. El salón, donde estuvimos char<strong>la</strong>ndo, parecía estar muy<br />

desordenado. A parte de varias estanterías del suelo hasta el techo llenas de libros<br />

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y figuras, había otros libros, papeles y lápices, revistas, cintas de video y otros<br />

artilugios desconocidos para mí, esparcidos por encima de dos grandes mesas que<br />

adornaban el salón. También en el suelo había varias cosas. Todo revuelto. Lo<br />

curioso es que parecía un desorden per<strong>fe</strong>ctamente ordenado. Las cosas no estaban<br />

así, por azar o desidia. Parecían haber sido colocadas de esa forma. Me l<strong>la</strong>mó<br />

mucho <strong>la</strong> atención un desvencijado armario de color madera que estaba adornado<br />

con extraños símbolos de aire sectario o tribal, según mi impresión.<br />

⎯ Perdona el desorden, Lucio...<br />

⎯ No te preocupes Bernabé. Tienes una casa muy curiosa. Me refiero sobre<br />

todo a <strong>la</strong> "decoración".<br />

⎯ Sí. No eres <strong>la</strong> primera persona que me lo dice. Muchas cosas de <strong>la</strong>s que<br />

ves pertenecían a mi padre, como <strong>la</strong> propia casa ⎯y echando una mirada a todo lo<br />

que le rodeaba dijo⎯, desde que murió Benjamín esta casa ya no es <strong>la</strong> misma.<br />

A partir de ahí, hab<strong>la</strong>mos de muchos temas. La actualidad, el trabajo, <strong>la</strong><br />

familia. También dimos un breve "paseo" por el tiempo. Desde el pasado hasta el<br />

posible futuro. Recordamos viejos tiempos y hab<strong>la</strong>mos de cómo cambian <strong>la</strong>s cosas.<br />

Lo de siempre. El tiempo que no perdona, que todo lo pudre y lo deteriora. Sin<br />

piedad y sin perdón. Hab<strong>la</strong>mos y hab<strong>la</strong>mos, como si hubiese hecho mil años que no<br />

nos hubiésemos visto. Casi nos interrumpíamos el uno al otro. El caso es que muy<br />

a menudo acabábamos discutiendo sobre lo mismo. Y es que su camino en <strong>la</strong> vida<br />

fue distinto al mío. Yo siempre le digo que, en esencia, es igual, pero él replica que<br />

es precisamente <strong>la</strong> esencia lo que difiere. Qué más da el resto.<br />

Bernabé se pasó <strong>la</strong> primera parte de su vida estudiando el Judaísmo.<br />

Historia, costumbres y religión judías, además de <strong>la</strong> lectura e interpretación de <strong>la</strong><br />

Torah o Ley de Moisés, uno de los textos sagrados judíos. Aunque <strong>la</strong> Torah, l<strong>la</strong>mada<br />

también Pentateuco, pertenece al Antiguo Testamento bíblico que yo había<br />

estudiado, había matices c<strong>la</strong>ramente di<strong>fe</strong>renciadores, suficientes como para servir<br />

de base a dos religiones distintas. Cuando yo le conocí, había abandonado esas<br />

actividades. O mejor dicho, lo que había abandonado no era exactamente el estudio<br />

de <strong>la</strong> religión, sino <strong>la</strong> perspectiva de estudio. Cambió una perspectiva puramente<br />

religiosa, por una visión más materialista de <strong>la</strong> historia de <strong>la</strong>s religiones. Se volcó<br />

en <strong>la</strong> Historia Antigua y en <strong>la</strong> Antropología, a <strong>la</strong>s que seguía dedicando gran parte<br />

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de su tiempo. Curiosamente, él se ganaba <strong>la</strong> vida dando c<strong>la</strong>ses de religión en una<br />

escue<strong>la</strong> privada judía. Su compromiso con el director de <strong>la</strong> escue<strong>la</strong>, le permitía<br />

hacer investigaciones fuera del país tres meses al año. De esa manera, conseguía<br />

viajar y llevar a cabo estudios muy interesantes. En sus últimos viajes, estuvo<br />

conviviendo con tribus indígenas y pueblos marginales de África y Sudamérica. Él<br />

reconoce que es duro, pero le apasiona. Siempre he admirado su pasión por lo que<br />

hace. Creo que su opinión y consejo es siempre muy a tener en cuenta. Por eso le<br />

l<strong>la</strong>mé para hab<strong>la</strong>r del Cristo de <strong>la</strong> <strong>cruz</strong>.<br />

⎯ Y bien, ¿cómo es que me l<strong>la</strong>maste, Lucio?<br />

⎯ Bueno... <strong>la</strong> verdad es que quería contarte una extraña historia. Extraña<br />

pero real. Tiene que ver con mi iglesia y, en cierto modo..., con mi <strong>fe</strong> en Dios.<br />

Después de decirle aquello, abrió los ojos como p<strong>la</strong>tos. Pero se lo dije tal y<br />

como era. No pretendía yo darle al asunto más intriga de <strong>la</strong> que ya tenía. Así que le<br />

conté todo lo sucedido. Desde mis extraños sueños, hasta mis conversaciones con<br />

Jesús. Evidentemente, según le iba contando <strong>la</strong> historia, su rostro se tornaba más<br />

y más sorprendido. Pero lo que más le sorprendió, al igual que a mí, fue el<br />

contenido de <strong>la</strong>s conversaciones que mantenía con Cristo. Se quedó absolutamente<br />

perplejo. Como era lógico, aunque de manera muy sutil y tratando de no parecer<br />

descortés, me sugirió <strong>la</strong> posibilidad de que todo fuesen alucinaciones mías. Pero lo<br />

negué. A pesar de eso, creo que no le convenció mi sinceridad.<br />

Su interés fue en aumento. Incluso yo diría que se excitó sobre manera por<br />

este asunto, lo cual, por otro <strong>la</strong>do, me llenó de alivio. Ya no estaba solo. Al final, me<br />

ofreció su ayuda. Es más, me pidió que le dejase co<strong>la</strong>borar conmigo para intentar<br />

resolver este enigma. Sabía que podía confiar en él, a pesar de nuestros di<strong>fe</strong>rentes<br />

puntos de vista sobre el asunto. Me dijo que quería consultar unos libros y unos<br />

trabajos. Me l<strong>la</strong>maría en un par de días.<br />

Cuando salí de casa de Bernabé, cogí un taxi. Eran ya <strong>la</strong>s 11:00 de <strong>la</strong> noche y<br />

en <strong>la</strong> calle no había ni un alma. Hacía frío y olía a lluvia. A pesar de que había<br />

decidido por <strong>la</strong> mañana no ir a <strong>la</strong> iglesia esa noche, le dije al conductor del taxi que<br />

me llevara allí. Supongo que mi con<strong>fe</strong>sión con Bernabé me había devuelto <strong>la</strong><br />

tranquilidad. Ya éramos dos en el mismo bando. Cuando me senté en <strong>la</strong> parte<br />

trasera del coche, me quedé muy re<strong>la</strong>jado. Estaba cansado y me sentía derrotado.<br />

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- 6 -<br />

Al salir del taxi, una mujer se aba<strong>la</strong>nzó sobre mí de forma inesperada.<br />

⎯ ¡Padre! ¡Padre! Necesito su ayuda, por favor.<br />

Lo primero que me sorprendió de el<strong>la</strong>, fue su atuendo. Era un mono b<strong>la</strong>nco,<br />

sin ningún dibujo ni marca. Muy homogéneo. Incluso el tipo de te<strong>la</strong> me pareció<br />

especial.<br />

⎯ Padre, ¿puede acompañarme?<br />

⎯ ¿Qué pasa? ⎯pregunté con serenidad y tratando de contagiar calma.<br />

⎯ Es mi hijo. Quiero que le vea y le bendiga antes del tratamiento.<br />

⎯ ¿Cómo? ¿Qué tratamiento? ⎯dije.<br />

⎯ Venga, por favor. Por aquí.<br />

No pude más que seguir a <strong>la</strong> buena mujer. Su cara y su pelo también me<br />

l<strong>la</strong>maron <strong>la</strong> atención. No sé exactamente por qué. El<strong>la</strong> caminaba apresurada y me<br />

llevaba de <strong>la</strong> mano. Podía sentir su tensión. Apretaba mi mano con fuerza. También<br />

me fijé en <strong>la</strong> calle por <strong>la</strong> que andamos. El ambiente estaba enrarecido. Los edificios<br />

y <strong>la</strong>s casas... eran todos iguales. Más que iguales. Parecían todos el mismo edificio<br />

y <strong>la</strong> misma casa. Mismo color, misma estructura, mismo estilo. ¿Qué barrio es<br />

éste?, me pregunté a mí mismo.<br />

⎯ Ya llegamos, padre.<br />

Pero no sólo <strong>la</strong>s casas. También los coches que había aparcados eran<br />

idénticos. Y los comercios. ¡Todo!<br />

⎯ Es aquí padre. Pase, pase.<br />

Entramos en una de aquel<strong>la</strong>s casas apresuradamente. Llegamos a un<br />

recibidor que continuaba con un <strong>la</strong>rgo pasillo. Nos dirigimos hacia un murmullo<br />

que se oía al final del mismo. También el interior de <strong>la</strong> casa era extraño. Parecía un<br />

hospital. Todo b<strong>la</strong>nco y bril<strong>la</strong>nte. Sin nada especial o di<strong>fe</strong>rente. Por fin, llegamos a<br />

un gran salón. Un salón donde se congregaba una multitud.<br />

⎯ ¡Ya vuelve Mujer! ⎯dijo alguien de <strong>la</strong> reunión en voz alta y c<strong>la</strong>ra.<br />

⎯ Sí. Traigo al padre. ¿Dónde está Niño? ¿Dónde está mi hijo, Niño?<br />

25<br />

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principio.<br />

⎯ Ya está preparado, está en <strong>la</strong> cámara contestó <strong>la</strong> misma voz que habló al<br />

⎯ Aquí padre, aquí es. Aquí está Niño.<br />

Lo que estaban viendo mis ojos era increíble. Por un momento me sentí el<br />

protagonista de un cuento surrealista, de una historia macabra escrita por un<br />

despojo mental. No lo podía creer. Aquel<strong>la</strong> gente...eran todos iguales. Mismos<br />

trajes, mismo aspecto y casi <strong>la</strong> misma cara. Todos, unos de pie y otros sentados, se<br />

situaban en corro alrededor de una especie de urna de cristal, en <strong>la</strong> que<br />

permanecía un niño casi recién nacido, con los ojos y los oídos tapados. La mujer y<br />

yo estábamos al <strong>la</strong>do de <strong>la</strong> urna.<br />

⎯ Ade<strong>la</strong>nte padre, bendígalo.<br />

Estuve unos segundos cal<strong>la</strong>do. Sin reaccionar. La razón era bien sencil<strong>la</strong>. No<br />

sabía cómo reaccionar. Aquello me olía a secta de Magia Negra o algo parecido. Se<br />

me ocurrieron dos opciones: <strong>la</strong> primera salir corriendo hasta <strong>la</strong> salida y pedir<br />

auxilio; <strong>la</strong> segunda, que me pareció más sensata, disimu<strong>la</strong>r y hacer lo que me<br />

pedían. En definitiva, ganar tiempo. Y eso me dispuse a hacer. No sin antes tratar<br />

de averiguar <strong>la</strong>s pretensiones de aquel<strong>la</strong> gente.<br />

⎯ ¡Bien! ⎯dije de forma pausada⎯. ¿Por qué razón tengo que bendecir a este<br />

pobre chiquillo?<br />

Aquel<strong>la</strong> mujer me contestó inmediatamente.<br />

⎯ Ya sabe padre, para que no haya ninguna complicación en el proceso. Lo<br />

de siempre. Seguro que ya lo ha hecho cientos de veces con otros.<br />

Su respuesta me dejó, si cabe, más perplejo. Supongo que se me debió notar<br />

en <strong>la</strong> cara porque, repentinamente, una voz irrumpió en el silencio y se dirigió a mí.<br />

⎯ Padre, ¿qué le pasa? ¿No me conoce? Soy Antonio.<br />

Aquello terminó de confundirme. E<strong>fe</strong>ctivamente era Antonio, el responsable<br />

de <strong>la</strong> ONG "Derechos para todos" con <strong>la</strong> que <strong>la</strong> iglesia estaba co<strong>la</strong>borando.<br />

Automáticamente respondí.<br />

⎯ Pero, Antonio, ¿tú qué haces aquí?<br />

⎯ Pero, padre, no le entiendo. Todos los aquí presentes son compañeros de <strong>la</strong><br />

organización. ¿No los recuerda? Usted está trabajando con algunos de ellos todas<br />

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<strong>la</strong>s semanas. Ya sabe, tratamos de que todo el mundo, todas <strong>la</strong>s personas tengan<br />

los mismos derechos.<br />

⎯ Pero... ¿y eso qué tiene que ver con esto?<br />

⎯ ¿Cómo que qué tiene que ver? Precisamente se trata de eso.<br />

⎯ ¿De qué me hab<strong>la</strong>s? ¿Y ese niño? ¿Qué bendición? ¿Qué tratamiento?<br />

¿Qué significa todo esto?<br />

⎯ ¡C<strong>la</strong>ro, padre! Es el tratamiento genético habitual al que se someten todos<br />

los niños en <strong>la</strong> actualidad. ¿No lo recuerda? Ya lo hemos conseguido. Gracias a<br />

esto, ahora ya no hay ninguna duda. Modificamos el genoma de <strong>la</strong> gente para ser<br />

todos iguales. Digamos que nacemos iguales. Con <strong>la</strong>s mismas inquietudes, <strong>la</strong>s<br />

mismas aptitudes y susceptibilidades. Ahora sí que podemos tratar igualmente a<br />

todos. Todos tendremos <strong>la</strong>s mismas opciones de futuro, desde el nacimiento. Todos<br />

iguales, siempre iguales, y así...<br />

⎯ ¡Oiga! ¡Oiga! ¿Pero es que no me oye o se hace el sordo?<br />

⎯ ¿Qué? ¿Cómo dice?<br />

⎯ Le digo que son 850. El viaje. Le recuerdo que está usted en un taxi, que<br />

además es el mío. Ya hemos llegado a <strong>la</strong> iglesia. Si me puede abonar...<br />

⎯ ¡Oh, c<strong>la</strong>ro! Disculpe. Creo que me quedé algo traspuesto. Aquí tiene.<br />

Al cerrar <strong>la</strong> puerta, el taxi se fue haciendo chirriar <strong>la</strong>s ruedas.<br />

- 7 -<br />

Y allí me en<strong>contra</strong>ba de nuevo, al pie de <strong>la</strong> iglesia.<br />

Todo estaba oscuro, salvo <strong>la</strong> luz de algunas faro<strong>la</strong>s callejeras. Y silencioso.<br />

Me quedé pensativo un instante. Me froté enérgicamente <strong>la</strong> cara con <strong>la</strong> palma de<br />

mis manos y tomé un paso decidido hacia <strong>la</strong> puerta de <strong>la</strong> sacristía. Cuando entré,<br />

sabía que Él estaría esperándome. Y así fue.<br />

27<br />

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⎯ Jesús, he pensado sobre lo que hab<strong>la</strong>mos ayer noche y, he de con<strong>fe</strong>sarte,<br />

que me quedé un poco preocupado. O, mejor dicho, un poco triste.<br />

⎯ Lo siento, Lucio.<br />

⎯ Sí, porque, en último término, todos esperamos tu ayuda.<br />

⎯ ¿En qué sentido?<br />

⎯ Tu ayuda para sobrellevar todos los problemas que nos surgen día tras<br />

día. Reconozco que sólo el hecho de saber que existes, de saber que existe Dios,<br />

apacigua los ánimos y <strong>la</strong> ira que nos inunda en multitud de ocasiones en nuestra<br />

vida. Eres <strong>la</strong> esperanza. En cualquier caso, y a pesar de todo, hay momentos en los<br />

que surgen dudas, sospechas.<br />

posible.<br />

⎯ Supongo que a veces será difícil superar esas dudas.<br />

⎯ Ciertamente. Sólo <strong>la</strong> potente <strong>fe</strong> en ti y en tu mensaje de esperanza lo hace<br />

⎯ Permíteme una pregunta un tanto indiscreta ¿Por qué tienes <strong>fe</strong>? o, mejor<br />

dicho, ¿en qué se basa tu <strong>fe</strong> en mí? ¿Es como un presentimiento o una fuerte<br />

sensación? ¿Quizá una especie de videncia de <strong>la</strong> Verdad? ¿O se basa en sucesos de<br />

<strong>la</strong> Historia? ¿O no se basa en nada?<br />

⎯ A veces pienso que <strong>la</strong> <strong>fe</strong> es como un Don dado por Dios. Ocurre. La sientes<br />

dentro de ti. Es como una reve<strong>la</strong>ción interior.<br />

⎯ Pero, ¿por qué habría de dar Dios un Don sólo a unos pocos y luego<br />

castigar al resto por no tener ese Don? No parece lógico, ¿no?<br />

⎯ No, c<strong>la</strong>ro que no. Tú lo sabes Jesús. La <strong>fe</strong> en el fondo está basada en<br />

hechos razonables e innegables. Tu anterior presencia en este mundo; <strong>la</strong>s Sagradas<br />

Escrituras; tantos testimonios de tus actos y de los actos del Padre...; el mismo<br />

hecho de <strong>la</strong> asombrosa expansión de tus doctrinas por el mundo. Fue una<br />

revolución. Y, por supuesto, lo que ha significado para <strong>la</strong> Historia de <strong>la</strong> Humanidad<br />

tu figura. Sin hab<strong>la</strong>r, c<strong>la</strong>ro está, de <strong>la</strong> armonía de <strong>la</strong> Naturaleza que vemos a<br />

nuestro alrededor. Eso sólo puede ser entendido si hay detrás algo especial, algo<br />

sobrenatural, divino.<br />

⎯ ¿Tú crees que el hecho de que sean muchos los que me aceptan es debido<br />

a algo especial o sobrenatural? Piensa que hay otras mayorías, otros pueblos, que<br />

28<br />

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han pensado que es mejor el mensaje de Alá o de Buda. También sus ideas están<br />

muy extendidas. Y, ya sabes, que en muchos casos son muy distintas a <strong>la</strong>s que yo<br />

represento. Incluso pueden ser <strong>contra</strong>rias. A veces, lo que yo decido que está bien,<br />

para ellos está mal y viceversa.<br />

⎯ Jesús, ten en cuenta que estamos hab<strong>la</strong>ndo de distintas culturas, y que<br />

eso está influyendo de manera determinante en <strong>la</strong> actitud de los hombres ante <strong>la</strong><br />

vida. Hay estudios de Historia que podrían explicar bastante bien esas di<strong>fe</strong>rencias.<br />

Incluso podríamos llegar a <strong>la</strong> conclusión de que no hay grandes di<strong>fe</strong>rencias entre<br />

<strong>la</strong>s grandes religiones. Al menos, no en esencia.<br />

Sagrada?<br />

⎯ ¿Y qué nos dicen esos mismos estudios acerca de <strong>la</strong> propia Historia<br />

⎯ Bueno..., en los últimos tiempos ha habido muchos avances. Por ejemplo,<br />

se sabe que parte de lo que cuentan <strong>la</strong>s Escrituras pertenece a <strong>la</strong> metáfora y <strong>la</strong><br />

leyenda. No fueron sucesos reales. No ocurrieron de verdad. En ese sentido, ha sido<br />

y sigue siendo muy positivo el trabajo de los hermeneutas y exegetas, pero siguen<br />

existiendo misterios difíciles de explicar. Yo creo que, es obvio, que hay un mensaje<br />

divino que envuelve todo este asunto. Este es un tema del que me encantaría<br />

hab<strong>la</strong>r contigo si me lo permites. ¿Cómo fue tu vida en realidad? ¿Qué es y qué no<br />

es leyenda?<br />

Jesús, que me había escuchado con atención, continuó diciendo:<br />

⎯ Me parece normal que todavía haya misterios. Son hechos que sucedieron<br />

hace mucho tiempo. Pero el caso, es que no todo el mundo está de acuerdo en el<br />

transcurso de los mismos hechos. Hay muchos documentos escritos que no<br />

coinciden con lo que "oficialmente" se acepta que ocurrió. Incluso hay cierto<br />

conflicto entre los propios Libros Sagrados, ¿no es verdad?<br />

⎯ Sí, es cierto. Ahí es donde juega un papel esencial <strong>la</strong> interpretación de los<br />

hechos y <strong>la</strong> sabiduría de los eruditos y estudiosos de los Libros Sagrados. La<br />

elección de los "verdaderos pasajes" ha sido una tarea ardua para <strong>la</strong> Historia. Ha<br />

sido muy difícil ir desve<strong>la</strong>ndo toda <strong>la</strong> verdad de <strong>la</strong> simbología cristiana. Por eso me<br />

gustaría tanto hab<strong>la</strong>r de tu historia real.<br />

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⎯ Imagino, Lucio, que en <strong>la</strong> aceptación definitiva y en <strong>la</strong> interpretación de<br />

toda esa simbología, también habrá habido influencias culturales entre los pueblos.<br />

⎯ La Historia es humana, ya sabes. Pero eso no quita mérito a tu mensaje de<br />

amor y esperanza.<br />

⎯ Lo que trato de decir, Lucio, es que, <strong>la</strong> realidad de mi vida en <strong>la</strong> que basas<br />

tu <strong>fe</strong>, puede haber sido tergiversada a lo <strong>la</strong>rgo de <strong>la</strong> Historia. De hecho, a decir<br />

verdad, casi no se parece a lo que yo he vivido realmente.<br />

⎯ Hombre, supongo que en esencia...<br />

⎯ No. La historia transformada que contempláis de mi existencia es una<br />

mera copia de otras historias antiguas. Además, está escrito. Fíjate, por ejemplo, en<br />

los Vedas.<br />

⎯ Esos son los textos sagrados que dieron origen a <strong>la</strong> religión védica, una<br />

religión hinduista, ¿no?<br />

⎯ Exacto. Religión que apareció alrededor de 1200 años antes de que yo<br />

naciera. Pues bien, ya sabes que el sánscrito es el nombre de <strong>la</strong> lengua en <strong>la</strong> que<br />

están escritos estos libros. ¿Sabes lo que significa <strong>la</strong> pa<strong>la</strong>bra Dios en sánscrito?<br />

⎯ Sí. Significa algo así como "El bril<strong>la</strong>nte, el que bril<strong>la</strong>". Hacía re<strong>fe</strong>rencia al<br />

Sol, el primer culto de los hombres. ¿Y qué quieres decir con eso? Desde luego, <strong>la</strong><br />

etimología de <strong>la</strong>s pa<strong>la</strong>bras nos enseña mucho acerca de <strong>la</strong> evolución de <strong>la</strong>s culturas<br />

y los pueblos. Pero eso no es nuevo.<br />

⎯ Sigamos buscando en <strong>la</strong> Antigüedad. La importancia del Sol para vuestras<br />

vidas parece evidente. Pero también <strong>la</strong> del fuego. Aún hay pueblos que veneran el<br />

instrumento con cuyo auxilio el hombre vio bril<strong>la</strong>r el fuego por primera vez. ¿Sabías<br />

que este instrumento tiene entre sus formas veneradas <strong>la</strong> de dos palos<br />

transversales en forma de <strong>cruz</strong>? Por ejemplo, <strong>la</strong> <strong>cruz</strong> gamada, Swástica, fue un<br />

per<strong>fe</strong>ccionamiento de ese instrumento para conseguir fuego. Este símbolo se<br />

encuentra grabado en monumentos megalíticos y tumbas de los tiempos<br />

prehistóricos, de antes de <strong>la</strong> Edad de Hierro.<br />

⎯ Eso no lo sabía. Me parece muy interesante. Casualmente, es como un<br />

ade<strong>la</strong>nto de <strong>la</strong> importancia que tendría <strong>la</strong> <strong>cruz</strong> para gran parte de <strong>la</strong> Humanidad.<br />

Pero, ¿qué tiene eso que ver con <strong>la</strong> imagen tergiversada de tu vida?<br />

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⎯ Déjame que te diga. En estos mismos escritos, un milenio antes de mi<br />

nacimiento, se destacan tres elementos sagrados: Sol, Savistri; Fuego, Agni; Aire,<br />

Vayu. Es el misterio de <strong>la</strong> Santa Trinidad Védico, que se representa según <strong>la</strong><br />

siguiente alegoría. Insisto, hab<strong>la</strong>mos de aproximadamente mil años antes de mi<br />

existencia:<br />

Agni, el Fuego, es el hijo hecho carne de Savistri, padre celestial, el Sol,<br />

concebido aquél y parido por <strong>la</strong> virgen Maya, y teniendo por padre<br />

sobre <strong>la</strong> Tierra a Tivasti, el carpintero, el que fabrica el instrumento<br />

para el fuego. Este instrumento tiene un orificio en el centro donde se<br />

coloca el palo l<strong>la</strong>mado madre y donde reside <strong>la</strong> divina Maya,<br />

personificación de <strong>la</strong> potencia productora, y donde ha sido concebido<br />

Agni por obra de Vayu, el espíritu, el aliento del aire, sin el cual no se<br />

puede encender el fuego.<br />

⎯ Vaya. Hay que reconocer que <strong>la</strong> comparación de este mito con el credo de<br />

nuestra Iglesia romana es inevitable. Casi se puede decir que sólo los nombres han<br />

cambiado. Pero Jesús, lo relevante de tu obra es tu mensaje. El resto...<br />

⎯ Con el tiempo todos estos mitos han ido evolucionando y se han ido<br />

difundiendo. Tú conoces <strong>la</strong> historia de <strong>la</strong>s religiones, ¿verdad?<br />

símbolos.<br />

⎯ ¡C<strong>la</strong>ro!, y es muy interesante. Te das cuenta del porqué de muchos<br />

⎯ Pero, ¿todo esto no le dice nada a tu <strong>fe</strong> o al soporte de tu <strong>fe</strong>?<br />

⎯ Jesús, <strong>la</strong> <strong>fe</strong> se nutre de lo divino que tienen esos re<strong>la</strong>tos sagrados. Del<br />

significado y del mensaje de los re<strong>la</strong>tos y no de ellos en sí mismos.<br />

⎯ Bien, me gustaría continuar con lo anterior si me lo permites. En Egipto,<br />

dieciséis siglos antes de mi nacimiento, el mito de <strong>la</strong> Trinidad estaba figurado por<br />

un disco so<strong>la</strong>r del cual salían rayos terminados por una mano llevando una <strong>cruz</strong>,<br />

instrumento del fuego. Hay restos sobre un pi<strong>la</strong>r en el templo de Horus, Karnak.<br />

Luego los paganos representaron al Sol, el Señor, mediante una mano saliendo de<br />

<strong>la</strong>s nubes y los cristianos pondrían en <strong>la</strong> mano una <strong>cruz</strong>, al igual que los egipcios,<br />

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seguida de <strong>la</strong> imagen de Cristo, personificación del Fuego, hijo del Sol. La reunión<br />

de <strong>la</strong> <strong>cruz</strong> y el disco so<strong>la</strong>r dio lugar a una figura combinada, signo de poder para<br />

chinos e indos. Los <strong>fe</strong>nicios daban a sus templos <strong>la</strong> forma de <strong>cruz</strong> y colocaban este<br />

mismo signo en el cetro que llevaba en <strong>la</strong> mano <strong>la</strong> diosa Venus. La <strong>cruz</strong> era<br />

venerada en África al igual que el Sol. En Méjico, aparecen grabados en los bajos<br />

relieves del templo de Palenque y en los monumentos de Cuzco, centro del culto al<br />

Sol. En Grecia, 1249 años antes de mi aparición, los siete je<strong>fe</strong>s de Tebas llevaban<br />

como insignia <strong>la</strong> <strong>cruz</strong> colocada sobre el disco so<strong>la</strong>r. En <strong>la</strong>s medal<strong>la</strong>s greco-romanas<br />

<strong>la</strong> Fortuna se muestra llevando en <strong>la</strong> mano un mástil de navío previsto de <strong>la</strong> <strong>cruz</strong><br />

mística, que debe guiar a puerto seguro. También en Roma, <strong>la</strong>s Vestales,<br />

guardianas del fuego sagrado, llevaban al cuello una <strong>cruz</strong>, emblema de sus<br />

funciones.<br />

⎯ Para nosotros los cristianos, <strong>la</strong> importancia de este símbolo reside en que<br />

Tú lo utilizaste para redimirnos del pecado. La historia anterior puede considerarse<br />

mera anécdota.<br />

de suplicio.<br />

⎯ Pero antes, Lucio, nadie veía en este símbolo <strong>la</strong> imagen de un instrumento<br />

⎯ Supongo que es por eso, por lo que Tú eres un punto y a parte en <strong>la</strong><br />

historia de <strong>la</strong>s civilizaciones. Tú le diste a este símbolo un valor muy especial.<br />

⎯ Te refieres a mi crucifixión, ¿verdad?<br />

⎯ Pocos niegan ese hecho ya.<br />

⎯ Te diré una cosa. En mi época por crux, los romanos entendían "horca", y<br />

<strong>la</strong> pa<strong>la</strong>bra crucificar, significaba colgar. En ninguno de los tres evangelios<br />

sinópticos, y tú lo sabes, me refiero a Lucas, Marcos y Mateo, se menciona nada de<br />

c<strong>la</strong>vos y sólo hab<strong>la</strong>n de suplicio en <strong>la</strong> horca. Esto era tan c<strong>la</strong>ro, que los gentiles<br />

l<strong>la</strong>maban al que consideraban nuevo Dios "el colgado". Es el último de los<br />

evangelios, el de Juan, escrito cerca de un siglo después de mi muerte, el único que<br />

hab<strong>la</strong> de <strong>la</strong> leyenda de <strong>la</strong> crucifixión con c<strong>la</strong>vos y <strong>la</strong> pretendida <strong>cruz</strong> llevada por el<br />

condenado. La pa<strong>la</strong>bra stauros, que designa <strong>cruz</strong> en el Nuevo Testamento, significa<br />

propiamente poste. Es más, fueron precisos ocho siglos para que esta leyenda<br />

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dominase sobre los otros evangelios. De hecho, <strong>la</strong> <strong>cruz</strong> sobre <strong>la</strong> cual aparece<br />

c<strong>la</strong>vada una figura, no aparece hasta bien entrado el siglo VIII.<br />

⎯ Jesús, ¿quieres decir que no fuiste crucificado?<br />

⎯ ¿Y qué me dices de <strong>la</strong> inscripción INRI? En origen su significado era igne<br />

natura renovator integra, "soy <strong>la</strong> luz terrestre", y así aparece en pinturas de los<br />

siglos VII y XII. La inscripción INRI aparece por primera vez en un mosaico del siglo<br />

VIII de <strong>la</strong> biblioteca del Vaticano. Luego, se colocó en <strong>la</strong> <strong>cruz</strong>, y su interpretación<br />

cambió y se adaptó a <strong>la</strong> manera de representar mi imagen en el<strong>la</strong>, Jesus nazarenus<br />

rex judeorum. ¿Por qué cambiáis arbitrariamente <strong>la</strong> interpretación de los hechos o<br />

elegís los hechos que creéis que son más importantes y luego actuáis como si esos<br />

mismos sucesos fuesen absolutos, únicos y certeros? No lo entiendo.<br />

⎯ Pero Jesús, <strong>la</strong> <strong>fe</strong> te ayuda a discriminar. La <strong>fe</strong> en ti y en el Padre ⎯y<br />

mientras continuaba hab<strong>la</strong>ndo, me acercaba a una de <strong>la</strong>s estanterías de <strong>la</strong> sacristía<br />

para coger uno de los libros antiguos que conservábamos allí⎯. Por eso todo tiene<br />

sentido. Déjame que te lea un pequeño pasaje de un libro titu<strong>la</strong>do "El culto de <strong>la</strong><br />

<strong>cruz</strong> antes de Jesucristo" escrito por el abate M. Ansault en el año 1889. Escucha<br />

Jesús:<br />

"Es verdad que sobre este punto <strong>la</strong> Biblia está muda. No hay en el<br />

Génesis una so<strong>la</strong> pa<strong>la</strong>bra que dé el menor indicio de <strong>la</strong> reve<strong>la</strong>ción<br />

hecha por Dios a nuestros primeros antecesores acerca de <strong>la</strong> salvación<br />

por <strong>la</strong> <strong>cruz</strong>. Pero Dios nada hace bruscamente; prepara <strong>la</strong>s<br />

transiciones; algunas horas de aurora y de crepúsculo bastan para<br />

hacer que nazcan el día y <strong>la</strong> noche; semanas o meses son necesarios<br />

para <strong>la</strong> transformación de <strong>la</strong>s estaciones; pero cuando se trata de<br />

preparar <strong>la</strong> Humanidad para <strong>la</strong> adoración de Jesús el crucificado, para<br />

esta obra capital y difícil entre todas se necesitan más de cuarenta<br />

siglos, que Dios se ha tomado desde el comienzo del mundo.<br />

¿Cómo queréis que <strong>la</strong> Humanidad antigua, los romanos del tiempo de<br />

C<strong>la</strong>udio y de Tiberio, hubieran consentido en venir a ponerse de<br />

rodil<strong>la</strong>s ante los crucifijos, si no se les hubiese preparado antes?<br />

Suponed un instante que <strong>la</strong> Humanidad hubiese recibido de improviso<br />

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<strong>la</strong> reve<strong>la</strong>ción de este inefable misterio de <strong>la</strong> redención; en su egoísmo<br />

no hubiera creído en él, y el misterio de Jesús crucificado hubiera<br />

permanecido, como en <strong>la</strong> primera hora, un escándalo para los judíos y<br />

para los griegos una locura.<br />

Así Dios, desde el principio, se había aplicado a preparar los hombres<br />

para <strong>la</strong> <strong>fe</strong> por un ejemplo de prácticas religiosas, entre <strong>la</strong>s cuales el<br />

culto de <strong>la</strong> <strong>cruz</strong> y <strong>la</strong> inmo<strong>la</strong>ción de <strong>la</strong>s víctimas eran como <strong>la</strong> pro<strong>fe</strong>cía<br />

grandiosa del divino sacrificio del calvario."<br />

⎯ Y digo yo, Jesús, ¿acaso no tiene esto sentido? ¿Acaso es estúpido pensar<br />

así del Padre? ¿Es que el mismo hecho de que tendamos a aceptar unos textos o<br />

hechos antes que otros no da, ya de por sí, un valor especial a estos y no a otros?<br />

¿No lo ves? ¿No lo entiendes...?<br />

Como en anteriores ocasiones y de un plumazo, desperté. Otra vez <strong>la</strong> misma<br />

sensación de aturdimiento. Interrumpida esta vez por el insistente sonar del<br />

teléfono.<br />

- 8 -<br />

Es lo primero que oí. El teléfono. A eso de <strong>la</strong>s 8:00 de <strong>la</strong> mañana. Era<br />

Bernabé. Apenas pude char<strong>la</strong>r un rato con él, no era capaz. Él se percató de mi<br />

estado y me pidió que nos volviésemos a ver para hab<strong>la</strong>r. A <strong>la</strong> 7:00 de <strong>la</strong> tarde me<br />

en<strong>contra</strong>ría de nuevo con él.<br />

Cuando estaba desayunando, me vino a <strong>la</strong> cabeza <strong>la</strong> misma idea de todas <strong>la</strong>s<br />

mañanas; un nuevo día se presenta. Y, por supuesto, una nueva noche. Antes<br />

podían pasar muchos días sin tener <strong>la</strong> sensación de que los días pasaban. Es<br />

curioso, pero desde mis encuentros nocturnos, cada día era totalmente di<strong>fe</strong>rente<br />

del anterior. Era como un nuevo reto del que necesariamente no podía evadirme y<br />

34<br />

34


que debía superar. ¿Un desafío a mi <strong>fe</strong>? La verdad es que cada día me sentía más y<br />

más dubitativo. Recuerdo lo que Él mismo me dijo en re<strong>la</strong>ción con el e<strong>fe</strong>cto que<br />

esas conversaciones podían tener en mi vida personal. ¿Me estaban a<strong>fe</strong>ctando?, me<br />

preguntaba yo. Cuando me sentía bien, con energías y animado, pensaba que no.<br />

Algo muy interesante me estaba pasando y debía aprovecharlo e investigarlo. Nada<br />

más. Pero en momentos de debilidad, que suelen ser <strong>la</strong> mayoría, era una carga muy<br />

pesada. Son estos momentos en los que parece que te das cuenta de todo lo malo<br />

que te rodea. Todo lo horrible que rodea tu vida. Oyes <strong>la</strong> radio y escuchas <strong>la</strong> voz de<br />

algún reportero, que desde algún país lejano, o cercano, te cuenta con escabrosos<br />

detalles el número de muertos o heridos de tal o cual guerra. Sales a <strong>la</strong> calle, y al<br />

comprar el periódico, ves en portada <strong>la</strong> típica foto de niños escuálidos muriendo de<br />

hambre. Luego, todavía con <strong>la</strong> imagen de <strong>la</strong> foto de aquel niño en <strong>la</strong> mente, algo te<br />

hace pensar en familiares queridos que has perdido o vas a perder...<br />

En esos momentos es cuando más pensaba acerca de lo que hab<strong>la</strong>ba con<br />

Jesús por <strong>la</strong>s noches. Y lo peor de todo, es que me aterrorizaba pensarlo. Porque...<br />

malo es pensar que Dios nos tiene abandonados o incluso, que Él no puede<br />

ocuparse de todos los problemas que tenemos, o que consideramos importantes,<br />

porque no puede vulnerar nuestro Libre Albedrío. O, también, que es necesario<br />

sufrir para entrar en su Reino, fieles a su pa<strong>la</strong>bra y con nuestro equipaje lleno de<br />

esperanza. Al fin y al cabo, Él nos estará esperando con los brazos abiertos. Todo<br />

será Luz y Justicia entonces. Nosotros "los buenos", entraremos directos al Cielo y<br />

los que nos han hecho sufrir, al Infierno. Pero mucho peor, muchísimo peor, es<br />

pensar que no hay nada. O mejor dicho, "Nadie". No hay Dios, no hay Cristo. Todo<br />

pertenece simplemente a <strong>la</strong> tradición, a <strong>la</strong> historia y <strong>la</strong> cultura de los pueblos...<br />

Como una especie de impronta en nuestra mente. Entonces, toda esa gente que<br />

sufre. Los niños que pasan hambre; los misioneros y <strong>la</strong> gente que se deja <strong>la</strong> vida en<br />

un valle de lágrimas; los maltratados injustamente en guerras o peleas callejeras; o<br />

qué decir de los tullidos, los minusválidos y los deficientes mentales; en general,<br />

todos los que sufren física o psicológicamente... ¿por qué? ¿para qué? ¿con qué fin?<br />

¿con qué objetivo? ¿quién los recompensará por todo lo que están pasando? ¿quién<br />

reconocerá y ap<strong>la</strong>udirá todo ese sacrificio?<br />

35<br />

35


¿Y los "malos"? Los asesinos que sin piedad roban <strong>la</strong> vida a hombres,<br />

mujeres y niños a sangre fría; los que viven ajenos al dolor de los demás, pensando<br />

sólo en sus propios intereses, sin un mínimo de caridad; los que son injustos y lo<br />

saben, ¿quién les castigará?, ¿quién les dirá: "¡mal hecho!, habéis hecho sufrir a <strong>la</strong><br />

gente e iréis al Infierno como castigo"?, ¿quién hará justicia? Pero eso no puede<br />

quedar así, ¿no? No pueden quedar impunes. ¿Azar? No. Me niego a aceptar eso.<br />

¿Que a un asesino, que pone una bomba y mata a mucha gente inocente, o deja sin<br />

piernas y brazos a otros tantos, no va nadie a darle un escarmiento por haber<br />

hecho tanto mal? Y el misionero que deja una vida cómoda y se arriesga, y padece<br />

dolores y sufrimientos por ayudar a gentes que viven en <strong>la</strong> miseria... ¿nadie le va a<br />

ap<strong>la</strong>udir por lo que ha hecho?, ¿ni siquiera una palmadita en <strong>la</strong> espalda? No<br />

pueden estar tan mal hechas <strong>la</strong>s reg<strong>la</strong>s del juego. Y lo peor, aún no es eso. Imagino<br />

lo que podría pasar si de repente, como por arte de magia, todo el mundo pensase<br />

igual. Sin temor de Dios, todo sería un caos. Nada importaría entonces. Daría igual<br />

como actuases, dañes o beneficies al prójimo. Qué más daría ser inmoral,<br />

antisocial, malvado o injusto. Es más, esos valores perderían su valor. Injusto,<br />

¿respecto a qué?; malvado, ¿según quién?; ¿qué estaría bien o qué estaría mal?<br />

Nadie sentencia. ¡Tiene que haber Dios! Yo diría que es cosa obligada.<br />

Sin darme cuenta, se me echó <strong>la</strong> hora encima. Estuve comiendo con dos<br />

representantes de <strong>la</strong> asociación de padres de <strong>la</strong> parroquia. El motivo era <strong>la</strong><br />

organización de un programa de excursiones para los chiquillos del vecindario. Ya<br />

se sabe, los principales problemas los económicos, como siempre. Después de<br />

comer, decidí ir a casa de Bernabé andando, dando un paseo. El tiempo era cálido y<br />

acompañaba. De vez en cuando, pasear es muy agradable. Yo diría que necesario. Y<br />

si es posible a so<strong>la</strong>s. Vas observando todo a tu alrededor y a <strong>la</strong> vez puedes ir<br />

pensando, sin que nadie sepa lo que piensas. En ese momento, pensé cómo habían<br />

cambiado <strong>la</strong>s cosas en los últimos años. Por ejemplo, <strong>la</strong> ciudad había crecido una<br />

barbaridad de un tiempo a esta parte. Recuerdo cuando era pequeño. Vivir aquí, en<br />

este barrio, era como vivir en el campo. Mi padre iba a comprar al pueblo de al <strong>la</strong>do<br />

con el carro de caballos. Mientras, mi madre se quedaba en casa haciendo el pan y<br />

cuidándonos a nosotros. Además teníamos algunas vacas, herencia de mi abuelo,<br />

de <strong>la</strong>s que obteníamos leche para sacar unos beneficios extras. Típica familia. Era<br />

36<br />

36


tan normal aquel<strong>la</strong> situación. En aquellos momentos, ni siquiera imaginé que <strong>la</strong>s<br />

cosas pudieran cambiar tanto. Y ahora paseando por <strong>la</strong> calle Mayor..., increíble.<br />

Tiendas y más tiendas. Casas y más casas. ¡Qué agobio! ¡Cuánta gente somos!<br />

Antes no lo pensaba. Tenía otras preocupaciones como jugar con los amigos o <strong>la</strong>s<br />

notas del colegio. Por lo demás, tenía c<strong>la</strong>ro, ya se encargaron mis padres de que así<br />

fuese, lo que estaba bien y lo que estaba mal. Sin problema. En ningún momento<br />

pensé que mis padres o yo pudiésemos estar equivocados. Me acuerdo del pobre<br />

Eduardito. Mi padre siempre decía que no me tenía que juntar ni con él ni con su<br />

familia. Que era ma<strong>la</strong> gente. Que buscaban siempre el mal para los demás. Es<br />

curioso, pero a mí realmente me parecía malo. Yo creo que le llegué a odiar. Incluso<br />

mis amigos y yo nos reíamos de él en el colegio. Pobrecillo. Que mal lo debió pasar.<br />

Algunos padres consiguieron que lo expulsaran del colegio. Su padre no pudo más<br />

que ponerlo a trabajar con él, en <strong>la</strong> mina. Poco después moriría de un problema<br />

pulmonar. Cuando fui creciendo me fui dando cuenta de <strong>la</strong> situación. El pobre<br />

Eduardito estaba pagando <strong>la</strong>s consecuencias de que sus padres tuviesen otros<br />

ideales políticos di<strong>fe</strong>rentes a los de <strong>la</strong> mayoría de los padres del pueblo. Ni más, ni<br />

menos. Sin embargo, yo recuerdo que mi padre estaba seguro de que actuaba bien<br />

condenando al ostracismo a aquel<strong>la</strong> familia. Para él, esa discriminación era justa y<br />

adecuada. Yo jamás lo comprobé, pero participé en el<strong>la</strong>.<br />

Paseando por una calle muy comercial, me l<strong>la</strong>mó <strong>la</strong> atención una tienda de<br />

electrodomésticos. En el escaparate, lucían unos televisores impecables y me<br />

acerqué a echar un vistazo.<br />

"Aquí llegan los presuntos culpables, señores. El público jalea a los reos<br />

cuando entran en <strong>la</strong> p<strong>la</strong>za. Hay insultos, silbidos y ap<strong>la</strong>usos. El ambiente es<br />

ensordecedor. Las fuerzas del orden tienen que actuar repetidas veces para<br />

evitar el linchamiento masivo. El juez ordena silencio a golpe de martillo y,<br />

poco a poco, calma a <strong>la</strong> multitud.<br />

Pero, ¿qué se puede decir de los condenados? Sobran presentaciones. Todos<br />

sabemos quiénes son. El primero es Franchesco, el dueño de medio pueblo.<br />

De familia poderosa, siempre tuvo todo lo que quiso. Se dice que fue mal<br />

educado, que era un consentido, un niño de papá, pero él lo niega todo. Al<br />

37<br />

37


menos no lo ve igual. Pronto empezó a trabajar en <strong>la</strong> empresa de su padre.<br />

Ahora sólo le rodea riqueza: casas, coches, tierras, mucho dinero. Su fama de<br />

avaro y usurero no tardó en extenderse por el pueblo. A pesar de que odiaba<br />

a <strong>la</strong> gente, un día ante un apuro de los más necesitados, hizo una donación.<br />

Él mismo reconoció que tuvo que hacer un gran esfuerzo para dar una<br />

pequeñísima parte de su dinero a otros. Para él fue un verdadero<br />

SACRIFICIO. Es el único "lunar" positivo que se conoce en su vida.<br />

¿Y el segundo condenado? Ahí está Tobías. ¡Qué gran hombre! Admirado por<br />

todos, Tobías ha sido siempre el ejemplo a seguir en el pueblo. Siempre se ha<br />

reconocido su conducta altruista como si de un santo se tratara. De padres<br />

humildes, Tobías tuvo que ganarse <strong>la</strong> vida fregando y limpiando <strong>la</strong>s calles del<br />

pueblo. También trabajó de recadero. Todos reconocen que alguna vez han<br />

abusado de <strong>la</strong> bondad de Tobías. Su única ilusión era ahorrar dinero para ir<br />

a ayudar a niños del Tercer Mundo. Su afán era siempre dar y nunca recibir.<br />

Él era muy <strong>fe</strong>liz así. Esa sonrisa en su rostro... Parecía rodeado por un halo<br />

de divinidad. Él siempre reconocía que, para él, no era un SACRIFICIO dar y<br />

ayudar. Esa era su vida y su <strong>fe</strong>licidad. Le han traído de Burundi, de una<br />

escue<strong>la</strong> de niños damnificados de <strong>la</strong> guerra, para juzgarle.<br />

¿De qué se les acusa? De EGOÍSMO en primer grado.<br />

¿Qué opinan ustedes, señores? ¿Creen que el veredicto ratificará <strong>la</strong><br />

acusación? En tal caso, ¿quién será el que reciba <strong>la</strong> mayor condena?<br />

Hombre, esto parece c<strong>la</strong>ro, ¿no?. Creo que tenemos de<strong>la</strong>nte de nosotros al<br />

típico ejemplo de culpable de todos los cargos. Pero, en cualquier caso,<br />

veamos lo que dice <strong>la</strong> Máquina.<br />

Bien. Ahí vemos como los acusados entran en <strong>la</strong> Cámara de Decisión. El<br />

público guarda silencio. Son momentos de tensión. El Manipu<strong>la</strong>dor de <strong>la</strong><br />

Máquina tiene ya <strong>la</strong>s manos puestas en el cuadro de mandos. Mira al juez<br />

esperando <strong>la</strong> señal. El juez mira al Manipu<strong>la</strong>dor para ver si está preparado.<br />

En este momento le indica que ejecute. El Manipu<strong>la</strong>dor acciona los botones y<br />

... ¡e<strong>fe</strong>ctivamente! ¡Se han cumplido <strong>la</strong>s previsiones! ¡96% para Tobías y tan<br />

solo 24% para Franchesco! ¡96% de satisfacción personal! Es increíble.<br />

Queda "archijustificada" <strong>la</strong> acusación. Todo lo que ha hecho Tobías le ha<br />

38<br />

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satis<strong>fe</strong>cho plenamente. Nunca se ha tenido que sacrificar ni un ápice. ¡Qué<br />

sinvergüenza! La Máquina de <strong>la</strong> medida de <strong>la</strong> satisfacción nos ha vuelto a dar<br />

<strong>la</strong> respuesta.<br />

Ahí vemos como Tobías cae de bruces llorando y pidiendo clemencia al<br />

tribunal, mientras los guardias se lo llevan a rastras. ¿Cuánto le puede caer<br />

por esto, compañeros? Probablemente 50 años de SACRIFICIO forzoso.<br />

¡Bien! Aquí finaliza otro programa más de Juicios en directo. Gracias por su<br />

atención y hasta un próximo programa..."<br />

¡Demonios! Otra ma<strong>la</strong> pasada de mi imaginación. Un frenazo repentino atrajo<br />

mi atención hacia <strong>la</strong> calzada. Y me puso de nuevo los pies en el suelo. A punto<br />

estuvo ese autobús de atropel<strong>la</strong>r a aquel<strong>la</strong> viejecita. Ya se sabe..., <strong>la</strong> debilidad de <strong>la</strong><br />

vejez. Observé mi reloj. Se me hacía tarde y apresuré el paso.<br />

- 9 -<br />

A <strong>la</strong>s 7:15 aproximadamente, llegué a casa de Bernabé. Se alegró mucho de<br />

verme otra vez en tan poco tiempo. Como en anteriores ocasiones, me ofreció tomar<br />

algo. Enseguida empezó a hab<strong>la</strong>r del tema en cuestión, yo diría que un poco<br />

excitado.<br />

⎯ Lucio, tienes que conseguir que yo vaya. Pero tienes que decírselo a Él<br />

directamente y sin tapujos. No le podemos engañar. Quiero que le expliques quién<br />

soy y le digas que <strong>la</strong> siguiente noche iré contigo. Esta estrategia resultará. Así<br />

descubriremos <strong>la</strong> verdad.<br />

⎯ ¿Tú crees? ⎯pregunté con cierto escepticismo.<br />

⎯ Lucio, he de con<strong>fe</strong>sarte que tengo una hipótesis acerca de todo lo que me<br />

has contado. Creo que no te sorprenderá. Sabes lo que pienso y conoces mi trabajo.<br />

Ven, me gustaría enseñarte algo.<br />

39<br />

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Bernabé, se levantó de un pequeño sofá en el que estaba sentado, y se dirigió<br />

hacia el otro extremo de <strong>la</strong> casa. Yo le seguí. Nos dirigimos por un <strong>la</strong>rgo pasillo al<br />

final del cual, atravesando una puerta falsa, accedimos a una especie de biblioteca<br />

o algo parecido. Después de entrar, cerró <strong>la</strong> puerta con cierto sigilo. Cuando<br />

encendió <strong>la</strong> luz, me quedé bastante sorprendido. Aquello me pareció propio de una<br />

pelícu<strong>la</strong> de suspense. Era un pequeño cuarto tenebroso. Había, al igual que en el<br />

salón de <strong>la</strong> casa, dos estanterías de libros, de distintos tipos y tamaños. Pero eso no<br />

me l<strong>la</strong>mó <strong>la</strong> atención demasiado. Lo interesante era <strong>la</strong> "decoración" del habitáculo.<br />

<strong>Una</strong> de <strong>la</strong>s paredes estaba cubierta por una especie de tapiz en el que se<br />

representaba una escena yo diría que dantesca. Era una rata b<strong>la</strong>nca, con cabeza<br />

humana, acechando a una tribu de hombres negros que huían despavoridos. Entre<br />

sus garras, aparecía uno de esos hombres despedazado, con <strong>la</strong>s entrañas por fuera<br />

de su cuerpo, cubriéndole. En dos de <strong>la</strong>s esquinas de <strong>la</strong> habitación lucían dos<br />

estandartes bastante curiosos. Uno, de fondo negro bril<strong>la</strong>nte, tenía pintado un<br />

extraño símbolo en forma de cabeza humana con algo colgando de <strong>la</strong> boca. El otro,<br />

de fondo b<strong>la</strong>nco, representaba el mismo tipo de símbolo, pero en este caso, unido a<br />

una especie de trono hecho de huesos. En otra de <strong>la</strong>s paredes, había una vitrina<br />

adornada con distintos tipos de máscaras y figuril<strong>la</strong>s extrañas, además de frascos<br />

que contenían líquido. Algunos de ellos estaban destapados. Justo al <strong>la</strong>do de <strong>la</strong><br />

vitrina, se alzaba un atril con un libro muy grande abierto por <strong>la</strong> página 666.<br />

Casualidad, supongo. Por lo que pude observar, en el libro también aparecían<br />

dibujos raros. El olor a incienso en <strong>la</strong> habitación favorecía un ambiente, si cabe,<br />

más sobrecogedor.<br />

⎯ ¿Qué te parece, Lucio? ⎯preguntó Bernabé.<br />

⎯ ¡Vaya! ⎯exc<strong>la</strong>mé⎯. Es un poco tenebroso, ¿no crees?<br />

⎯ Sí, bueno... me gusta tenerlo así adornado y colocado. Creo que con este<br />

ambiente es más fácil de entender el significado de todo lo que aquí ves. Como<br />

habrás podido intuir, <strong>la</strong> mayoría son objetos que he traído de mis viajes y estancias<br />

con tribus indígenas. Aunque no te lo parezca, creo que todo esto, en general, está<br />

re<strong>la</strong>cionado con nuestro caso.<br />

⎯ ¿A qué te refieres? ⎯pregunté algo desconcertado.<br />

40<br />

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⎯ Déjame que te cuente algo. Mira estos dos tipos de estandartes, los que<br />

están en <strong>la</strong>s esquinas. Son de unas tribus de Camerún y Tanzania pertenecientes a<br />

<strong>la</strong>s etnias bassá, Bambiliké y Wangoni. Su significado está re<strong>la</strong>cionado con <strong>la</strong> magia<br />

que para ellos rodea a una en<strong>fe</strong>rmedad, tan conocida para nosotros, como es <strong>la</strong><br />

epilepsia. Fíjate. Para los bassá y los bambiliké el mal de ojo, el hechizo y <strong>la</strong><br />

brujería son con frecuencia el origen de <strong>la</strong> en<strong>fe</strong>rmedad. En general, una oscura<br />

influencia emitida por un enemigo o un pariente enemistado. Para prevenirlo, los<br />

hechiceros de <strong>la</strong> tribu, realizan cortes y cicatrices en <strong>la</strong> cara, alrededor de los ojos y<br />

en <strong>la</strong>s mejil<strong>la</strong>s, para que estas ma<strong>la</strong>s influencias se posen en <strong>la</strong> cara y no se<br />

"viertan" en los ojos. También para los Wagoni el origen de <strong>la</strong> en<strong>fe</strong>rmedad es el mal<br />

de ojo. Pero <strong>la</strong> forma de resolverlo es distinta. El brujo de <strong>la</strong> tribu, mganga en<br />

swahilli, y <strong>la</strong> familia del a<strong>fe</strong>ctado, deben reunirse para establecer quién es el<br />

causante de ese maleficio. <strong>Una</strong> vez "descubierto", el ritual curativo tratará al<br />

epiléptico y al causante de <strong>la</strong> desdicha. ¿Te das cuenta, Lucio? El brujo cree saber,<br />

él está seguro, quién es el causante, y actúa en consecuencia. Este pobre individuo<br />

debe someterse a un ritual purificador, que exige <strong>la</strong> depi<strong>la</strong>ción completa de todo su<br />

cuerpo, incluyendo <strong>la</strong> cabeza, axi<strong>la</strong>s y pubis, con una serie de cristales y vidrios<br />

cortantes. Si no se somete al ritual, deberá abandonar el pob<strong>la</strong>do, su ganado y sus<br />

pertenencias.<br />

⎯ La verdad es que es muy interesante. Supongo que en África habrá una<br />

gran cantidad de tribus con costumbres arcaicas...<br />

⎯ El caso concreto de <strong>la</strong> magia y <strong>la</strong> epilepsia se da también en otros pueblos<br />

de Sudamérica. Es el caso de <strong>la</strong> etnia maya tzeltal de Chiapas, Méjico, y de <strong>la</strong> etnia<br />

guaraní de Bolivia. En ambos casos, <strong>la</strong> epilepsia es concebida como un<br />

desequilibrio entre el alma sagrada y el alma animal, o nahual, presente en cada<br />

individuo. El chamán es quien establece <strong>la</strong> naturaleza de <strong>la</strong> en<strong>fe</strong>rmedad y, para<br />

ello, tiene que inducir en sí mismo situaciones de trance con alucinógenos. Durante<br />

el trance le será reve<strong>la</strong>do el origen del mal. Después, narrará una historia mítica<br />

de<strong>la</strong>nte del en<strong>fe</strong>rmo y de <strong>la</strong> comunidad, explicando por qué el paciente está<br />

en<strong>fe</strong>rmo, y cómo hay que curarlo.<br />

⎯ He de reconocer que dominas el tema, Bernabé.<br />

41<br />

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⎯ Te he puesto el ejemplo concreto de <strong>la</strong> epilepsia precisamente porque<br />

estuve hace un año implicado en esa investigación. Para mí, fue apasionante. Y lo<br />

más impresionante es vivir entre ellos esa situación. Para ellos, todo eso es real.<br />

Casi te lo hacen creer a ti. Incluso, en algunos casos en los que empleamos <strong>la</strong><br />

farmacología occidental, <strong>la</strong> participación del hombre b<strong>la</strong>nco estaba limitada, según<br />

ellos, a traer suerte o a favorecer <strong>la</strong> reconciliación de los nahuales. Toda su vida<br />

cotidiana se encuentra ubicada en ese "mágico" marco de re<strong>fe</strong>rencia. Y,<br />

evidentemente, <strong>la</strong> explicación que ellos dan a <strong>la</strong> "extraña" influencia del hombre<br />

b<strong>la</strong>nco, se adapta a ese marco de re<strong>fe</strong>rencia. Hay tanto que aprender de situaciones<br />

como esa...<br />

⎯ Bernabé, ten en cuenta, y tú lo sabes mejor que yo, que estamos hab<strong>la</strong>ndo<br />

de pueblos primitivos con estructuras sociales muy poco evolucionadas.<br />

⎯ Cuidado, Lucio ⎯dijo Bernabé con una sonrisa un poco irónica⎯. No te<br />

equivoques. Si lo piensas fríamente, en esencia, no somos tan distintos de ellos. Lo<br />

único que cambia es el marco de re<strong>fe</strong>rencia. Los valores son distintos... y poco más.<br />

⎯ Hombre, Bernabé... los ade<strong>la</strong>ntos que poseemos nosotros... y ya no los<br />

ade<strong>la</strong>ntos técnicos, que yo creo que es algo indudable y c<strong>la</strong>ramente visible, sino los<br />

avances desde el punto de vista del conocimiento. Nosotros conocemos el porqué de<br />

mucho de lo que nos rodea, mira el caso que comentabas antes de <strong>la</strong> epilepsia.<br />

Sabemos por qué sale el sol cada mañana, <strong>la</strong> causa de un resfriado o por qué una<br />

manzana cae del árbol al suelo.<br />

⎯ ¿Y Dios? ⎯dijo Bernabé sin perder esa sonrisa irónica.<br />

⎯ Precisamente el hecho de conocer y ser consciente de <strong>la</strong> idea de Dios, para<br />

mí, es igualmente un signo de avance en el conocimiento. Por supuesto que Dios<br />

tiene su lugar en el amplio mundo de lo que nos rodea.<br />

⎯ ¿Ves? A eso me re<strong>fe</strong>ría, Lucio. Todo ese conocimiento objetivo de lo que nos<br />

rodea, aunque en <strong>la</strong> práctica es muy útil, en esencia, en lo que respecta a los<br />

parámetros que organizan y gobiernan una sociedad, valen bien poco. ¿De qué te<br />

sirve saber por qué sale el Sol? ¿De qué te sirve saber <strong>la</strong> causa de una en<strong>fe</strong>rmedad?<br />

Y, en definitiva, ¿de qué te sirve conocer instrumentos, que tú mismo reconoces<br />

42<br />

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válidos, para obtener conocimiento? Al final y a <strong>la</strong> postre, le das una explicación<br />

inventada y trascendental a lo que te interesa.<br />

⎯ No estoy del todo de acuerdo...<br />

⎯ Pero pasa lo mismo en <strong>la</strong> vida cotidiana. No hace falta irse a asuntos tan<br />

trascendentes y tan escurridizos. Fijémonos en lo cotidiano. En el día a día de <strong>la</strong><br />

gente. Gente como tú y como yo. Por ejemplo, hablemos de <strong>la</strong> hipocresía o <strong>la</strong><br />

mentira.<br />

⎯ Pero eso es debido a que hay gente, mucha por desgracia, que ha perdido<br />

el mínimo de dignidad, de valores y ética para enfrentarse a <strong>la</strong> sociedad. Es un<br />

problema social <strong>contra</strong> el que hay que luchar y...<br />

⎯ No es así, Lucio. La hipocresía y <strong>la</strong> mentira son características<br />

indispensables para mantener una sociedad humana compleja, como <strong>la</strong> nuestra o<br />

<strong>la</strong> de esas tribus.<br />

⎯ ¿A qué te refieres?<br />

⎯ Desde un punto de vista cotidiano, ¿te imaginas lo que pasaría si dijeses<br />

todo lo que piensas siempre? A los familiares, a los amigos... se derrumbarían <strong>la</strong>s<br />

re<strong>la</strong>ciones sociales. Es indispensable eso que l<strong>la</strong>mamos saber estar.<br />

⎯ Sí, pero eso tiene un límite...<br />

⎯ Nosotros, instintivamente, ponemos ese límite. Nosotros, consciente o<br />

inconscientemente, nos vendemos en <strong>la</strong> sociedad. Es preciso. Eso es biología del<br />

comportamiento. A esto me re<strong>fe</strong>ría con lo de que sólo cambia nuestro marco de<br />

re<strong>fe</strong>rencia. Nosotros mismos nos creamos nuestra propia apariencia, que coincide<br />

con <strong>la</strong> que queremos mostrar a los demás, con <strong>la</strong> que queremos que nos<br />

identifiquen y, en último término, con <strong>la</strong> que conseguimos que los demás nos<br />

respeten. Y esa creación, está rodeada, aunque no nos lo creamos, de tabúes y<br />

misterios. Lo que trato de decir es que así son <strong>la</strong>s "reg<strong>la</strong>s" que rigen nuestra vida en<br />

sociedad. La apariencia rige <strong>la</strong> sociedad. Y eso es natural. Todo lo que comentabas<br />

antes del conocimiento, en realidad, no lo usamos para construir nuestro mundo<br />

cotidiano, es algo secundario, una cualidad más de nuestra sociedad. Estudiamos<br />

Antropología, Historia, decimos que sabemos por qué tal o cual pueblo o cultura<br />

actúa como actúa y luego...., en nuestro quehacer diario, ¡se nos olvida! No<br />

43<br />

43


aplicamos aquello que acabamos de descubrir o desmitificar. Pero, en definitiva...,<br />

supongo que así tiene que ser.<br />

⎯ Todo eso me parece demasiado reduccionista, impersonal. ¿Y el amor y el<br />

altruismo? Hay gente que nos rodea y nos aprecia. Gente que nos son fieles toda <strong>la</strong><br />

vida.<br />

⎯ Lo que hablábamos antes respecto a <strong>la</strong> hipocresía, lo puedes aplicar a <strong>la</strong><br />

amistad. Es, sencil<strong>la</strong>mente, una c<strong>la</strong>ra re<strong>la</strong>ción de intereses, entendido de forma<br />

natural. Al igual que en el caso anterior, camuf<strong>la</strong>da con un disfraz de algo<br />

verdadero y genuino. Ese camuf<strong>la</strong>je, es precisamente el marco de re<strong>fe</strong>rencia creado<br />

por cada uno de nosotros. Por ejemplo, lo que un amigo o familiar opine de ti,<br />

apenas depende de ti, depende de él y sus circunstancias y viceversa. La imagen<br />

que tendrá de ti variará conforme varíen sus intereses o sus circunstancias, como<br />

quieras.<br />

⎯ ¿Y <strong>la</strong> gente altruista?<br />

⎯ Yo diría, si lo examinásemos a fondo, apariencia de altruista. Según <strong>la</strong>s<br />

circunstancias. Pero eso es natural. No te confundas. No veas maldad en todo esto.<br />

⎯ Todo eso está muy bien. Pero yo presiento que hay unos valores<br />

fundamentales, unos valores de Dios.<br />

⎯ Fíjate, de nuevo, lo que hablábamos antes. Podrías llegar a aceptar un<br />

montón de pruebas o pistas, y casi convencerte del porqué "natural" de <strong>la</strong><br />

existencia de distintas tradiciones y conductas entre di<strong>fe</strong>rentes pueblos, pero no<br />

aceptarías esas mismas pistas o pruebas si tuvieras que negar entonces <strong>la</strong><br />

existencia de Dios. No encaja en tu marco de re<strong>fe</strong>rencia, por tanto, ¡zas!, se elimina<br />

esa posibilidad de un plumazo. Y todo, tan natural, ¿ves?<br />

⎯ Me parecen interesantes tus estudios, pero no me convencen.<br />

⎯ C<strong>la</strong>ro. Ya me lo imagino. Si te parece continuamos fuera.<br />

Dejamos aquel<strong>la</strong> habitación y volvimos al salón. En el ambiente había<br />

quedado cierto aire de resignación por ambas partes. Las consecuencias de nuestro<br />

diálogo. La verdad es que quedé bastante impresionado por todo lo que me había<br />

contado Bernabé. C<strong>la</strong>ro que, no esperaba menos de él. Todo parecía tan lógico, tan<br />

coherente. Aunque yo seguía pensando que en todos sus razonamientos faltaba<br />

44<br />

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algo. En cualquier caso, reconozco que <strong>la</strong> semil<strong>la</strong> de duda que tenía en mi mente<br />

iba creciendo. No podía ocultármelo a mí mismo.<br />

<strong>Una</strong> vez en el salón, nos sentamos y continuamos char<strong>la</strong>ndo. Ahora, ya,<br />

directamente de mi problema.<br />

⎯ ¿Sabes lo que pienso, Lucio? Lo que creo es que tú estás viendo lo que<br />

quieres ver. Tú creas <strong>la</strong> imagen de Cristo y pones en su boca tus inquietudes y<br />

dudas. Salvando <strong>la</strong>s di<strong>fe</strong>rencias, actúas como un chamán. Un chamán que busca<br />

sus propias respuestas.<br />

⎯ Pero... yo realmente veo a Jesús, oigo su voz, le siento... Y... ¿qué me dices<br />

de <strong>la</strong> <strong>cruz</strong>? Él no está en su <strong>cruz</strong> cuando hab<strong>la</strong> conmigo. Estoy seguro.<br />

⎯ Lo sé, pero es lógico que te parezca real. Piensa otra vez en los brujos de<br />

los que hemos hab<strong>la</strong>do antes. Para ellos, todo lo que ven, oyen y sienten es real.<br />

Muy real. O, por ejemplo, piensa en los sueños. O, incluso, en lo que imaginamos a<br />

veces cuando estamos despiertos. Parece totalmente verdad. Por alguna razón que<br />

desconozco, es posible que de un tiempo a esta parte seas especialmente<br />

susceptible a sufrir alucinaciones o a soñar despierto.<br />

⎯ He de con<strong>fe</strong>sar que últimamente me sucede algo así. Es algo de lo que no<br />

te he hab<strong>la</strong>do hasta ahora. Tengo pesadil<strong>la</strong>s. O, mejor dicho, en realidad creo que<br />

sueño despierto, como tú dices. Es muy raro. De repente, aparecen imágenes en mi<br />

mente sin poder evitarlo. Veo historias extrañas. Me quedo mirando fijamente algo<br />

y... ocurre. En muchos casos no les encuentro sentido. Aparecen y desaparecen.<br />

También me pasa cuando charlo con Jesús. No recuerdo haber terminado ninguna<br />

char<strong>la</strong> de manera consciente.<br />

⎯ ¿Qué quieres decir exactamente?<br />

⎯ Sí, estoy hab<strong>la</strong>ndo un rato con Él y, simplemente..., me despierto o me<br />

despiertan. Entonces todo está en orden.<br />

⎯ Vaya, vaya. Eso es muy interesante. Además es coherente con mi teoría.<br />

Bernabé, frotándose <strong>la</strong> barbil<strong>la</strong>, se levantó y dio unos cuantos pasos hacia <strong>la</strong><br />

puerta del salón. Deduje que estaba pensando, aunque gesticu<strong>la</strong>ba y movía <strong>la</strong> boca<br />

como si quisiese hab<strong>la</strong>r y no le saliese <strong>la</strong> voz. Me vino a <strong>la</strong> mente Sherlock Holmes.<br />

45<br />

45


Salvando <strong>la</strong>s distancias, c<strong>la</strong>ro. En cualquier caso creí oportuno interrumpir su<br />

concentración.<br />

⎯ Bernabé, no olvides que cuando me reúno con Él, estoy completamente<br />

despierto. Recuerdo per<strong>fe</strong>ctamente cada cosa que hago. Como entro en <strong>la</strong> iglesia,<br />

como llego a <strong>la</strong> sacristía y como lo encuentro allí, fuera de su <strong>cruz</strong>. Además, es una<br />

sensación real. No es como lo que te decía antes de soñar despierto. Aquí parece<br />

que fracasa tu teoría.<br />

⎯ Ciertamente, es complicado. Sí, sí... pero volvamos a los chamanes y los<br />

brujos. Ellos son el en<strong>la</strong>ce entre el poder de los dioses y <strong>la</strong> vida de <strong>la</strong> tribu. Ellos<br />

representan <strong>la</strong> verdad y lo justo con mayúscu<strong>la</strong>s. Ellos se sienten con <strong>la</strong> capacidad<br />

de decidir, por ejemplo, quien es el responsable de un mal de ojo o de un maleficio.<br />

En esos momentos, ellos poseen <strong>la</strong> verdad. Sin dudas. Digamos que es un estado<br />

mental. Eso. Un estado mental di<strong>fe</strong>rente. Un estado mental en el que ves lo que no<br />

existe. Como ellos.<br />

⎯ Ya, pero de nuevo algo fal<strong>la</strong>. En el caso de los chamanes de una tribu ese<br />

estado mental al que creo que te refieres, está producido en <strong>la</strong> mayoría de los casos,<br />

al menos hasta donde yo sé, por sustancias alucinógenas, por drogas. Es <strong>la</strong> forma<br />

que tienen ellos de entrar en trance, ¿no?<br />

⎯ De nuevo, tienes razón ⎯dijo Bernabé casi hablándose a sí mismo⎯.<br />

Reconozco que eso es un punto débil. Sí señor. No sé qué demonios te induce a ti a<br />

ver lo que ves. A sentir lo que sientes. ¿Ha ocurrido algo recientemente en tu vida,<br />

algo inesperado por malo o por bueno? ¿Se te ocurre alguna situación de estrés a <strong>la</strong><br />

que puedas estar expuesto en estos últimos días? Quizá es algo psicológico. No sé.<br />

De todos modos, mi presencia allí creo que nos sacará de dudas.<br />

- 10 -<br />

Cuando salí de casa de Bernabé, ya era de noche. Otra vez de noche. Pensaba<br />

en todo lo que había dicho Bernabé. Todo parecía coherente y lógico. Pero no me<br />

46<br />

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convencía del todo. Me daba cuenta de que no me convencía porque me sentía raro.<br />

Como en muchas otras ocasiones a lo <strong>la</strong>rgo de esta historia. Era como si estuviese<br />

"cambiando de chaqueta". Como si estuviese traicionando a mi <strong>fe</strong>. A mi vocación<br />

religiosa. A Dios. A Jesús. Tengo <strong>la</strong> oportunidad de hab<strong>la</strong>r con Dios y lo único que<br />

se me ocurre es buscar ayuda "racional" para borrarlo del mapa. Como los judíos<br />

hace dos mil años. ¿Por qué? ¿Será que mi <strong>fe</strong> no es lo suficientemente robusta?<br />

Aunque... hay que reconocer que Él está contribuyendo a que dude. Da <strong>la</strong><br />

sensación de que niega el carácter sobrenatural de <strong>la</strong> religión. ¿Por qué? ¡Maldita<br />

sea! Si esto es una prueba..., creo que estoy fracasando. Fracasando de lleno. No lo<br />

entiendo, llevo toda mi vida dedicándome al sacerdocio, rezando y hab<strong>la</strong>ndo con<br />

Dios, y ahora resulta que todo son alucinaciones. <strong>Una</strong> necesidad ante los dilemas<br />

mentales que me acechan. ¿Resulta que todos estos años he estado adorando a<br />

algo inexistente, venerando imágenes insignificantes y hab<strong>la</strong>ndo con entes<br />

imaginarios? ¿Cómo un niño cuando hab<strong>la</strong> con duendecillos y hadas, que piensa<br />

que le protegen y que son sus amiguitos? No. Ha sido demasiado importante como<br />

para eliminarlo ahora de un plumazo. ¡Señor dame fuerzas!<br />

Reconozco que salí un tanto deprimido de casa de Bernabé. De todos modos,<br />

y a pesar de todo, decidí aceptar su p<strong>la</strong>n. ¿Cómo se lo tomaría Jesús? Me sentía un<br />

Judas. Continué dándole vueltas al asunto mientras me dirigía a <strong>la</strong> iglesia<br />

paseando.<br />

⎯ ¡Venga! ¡Venga! Que no se escape ni uno. Ánimo, muchachos. Ánimo. Lo<br />

conseguiremos.<br />

⎯ ¡Hermano! Tenemos noticias. Ma<strong>la</strong>s noticias. Han aparecido otros brotes<br />

de violentos en <strong>la</strong> parte sur de <strong>la</strong> ciudad. Según nos han comunicado otros<br />

hermanos, <strong>la</strong> situación es muy delicada allí. Saquean cada casa, cada rincón de <strong>la</strong><br />

ciudad. Es difícil detenerlos. Ni con amenazas, ni con nuestras leyes. No les<br />

importa nada. Si es necesario, si alguien se antepone en su camino, no dudan en<br />

matar. Me temo que esta p<strong>la</strong>ga se está extendiendo demasiado.<br />

⎯ Bien. Manda refuerzos urgentemente. Que vayan al menos dos patrul<strong>la</strong>s<br />

de CONVERTIDORES. Quizá esta vez haya suerte.<br />

47<br />

47


⎯ Lo intentaremos, Hermano. Pero me temo que va a ser imposible.<br />

Pertenecen a uno de los grupos ateos mas convencidos de <strong>la</strong> ciudad. ¡Que Dios nos<br />

ayude!<br />

⎯ ¡Hermano Supremo! ¡Hermano Supremo! Aquí traemos a uno. Lo cogimos<br />

intentando destruir los Libros Sagrados. No quiere someterse al vaciado de cerebro.<br />

⎯ ¡Traedlo aquí!<br />

⎯ ¡Vamos, basura! ¡Muévete! ¡Arrodíl<strong>la</strong>te ante el Hermano Supremo!<br />

⎯ Está bien, está bien..., dejadme a so<strong>la</strong>s con él.<br />

⎯ ¡Bien, Hermano!<br />

⎯ ¿Tienes algo que decir, prisionero? Debes someterte. Es por tu bien. Pero,<br />

hombre..., ¡mírate en el espejo! ¡Mírate en el espejo de tu alma! ¿No te das cuenta<br />

de que está negra y sucia? Debes dejar que abramos tu mente.<br />

⎯ Tengo mi mente abierta, pero no tanto como para que se me caiga el<br />

cerebro al suelo. Como a vosotros.<br />

⎯ No seas ridículo. Sabes de sobra que si dejamos el mundo en vuestras<br />

manos, iremos derechos a <strong>la</strong> extinción. El hombre, sin Dios, no es nada. Es<br />

efímero, débil, incapaz y triste.<br />

⎯ Admítelo. El hombre, sin Dios, es lo que es. No hay más. Pero al menos, es<br />

honesto consigo mismo, es consciente de lo que representa en <strong>la</strong> Tierra.<br />

⎯ ¡Ja, ja, ja..., pobre idiota! ¿Y eso qué significa? Te lo diré yo. Eres<br />

consciente de que vas a sufrir mucho durante tu vida. De que nada de lo que hagas<br />

importa. De tu propia miseria. En definitiva, eres consciente de que vas a morir sin<br />

pena ni gloria. De que eres finito. ¡Qué pena me dais! Seréis exterminados.<br />

⎯ ¡No lo conseguiréis! No podréis aniqui<strong>la</strong>rnos a todos. Somos muchos.<br />

⎯ Muchos, pero débiles. Sois seres vacíos. Sin moral, sin valores, sin<br />

normas. Vuestro Dios es el re<strong>la</strong>tivismo absoluto. No creéis en nada. Ni siquiera en<br />

vosotros mismos. ¡Maldita carroña! ¡Lleváoslo! ¡Hay que eliminarlo!<br />

⎯ ¡Sí, Hermano!<br />

⎯ Vamos, muchachos. Queda mucho por hacer. Nuestro ejército de<br />

Creyentes tiene que salvar a <strong>la</strong> Humanidad. Esa basura humana ha conseguido<br />

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iniciar una resistencia a esca<strong>la</strong> p<strong>la</strong><strong>net</strong>aria, pero los someteremos a todos.<br />

Devolveremos a este mundo el orden social. Con <strong>la</strong> ayuda de Dios.<br />

⎯ ¡Hermano!, más disturbios en <strong>la</strong> zona este...<br />

- 11 -<br />

Como <strong>la</strong>s otras noches, <strong>la</strong> iglesia se alzaba ante mis ojos.<br />

⎯ Jesús, éste es el cuarto día que nos vemos para char<strong>la</strong>r.<br />

⎯ Sí, es verdad.<br />

⎯ Quería comentarte una cosa... ⎯pensé que lo mejor era comentarle, antes<br />

de nada, <strong>la</strong> presencia de Bernabé en <strong>la</strong> próxima cita⎯. He estado hab<strong>la</strong>ndo con un<br />

amigo acerca de estas reuniones. Confieso que me sentía preocupado y necesitaba<br />

una segunda opinión. Este amigo, Bernabé, tiene unas ideas distintas a <strong>la</strong>s mías.<br />

De hecho, no cree en ti. Tampoco cree en el significado sobrenatural de <strong>la</strong> religión.<br />

Lo que quería comentarte es que me pidió venir a una de nuestras reuniones y me<br />

dijo que te lo dijera. ¿Sabes lo que cree él acerca de todo esto? Él dice que todo son<br />

imaginaciones mías. Es decir, que este momento no está ocurriendo de verdad. Tú<br />

y yo no estamos hab<strong>la</strong>ndo. ¿Entiendes? Si no te importa, me gustaría que viniera y<br />

pudiese verte.<br />

⎯ ¿Por qué no? Aparentemente parece muy interesante, ¿no crees?. Un<br />

creyente, un escéptico y yo, Jesús, supuestamente Dios, reunidos para hab<strong>la</strong>r<br />

sobre... ¿sobre qué?<br />

quedamos?<br />

El tono irónico con el que hizo ese comentario me pareció sospechoso.<br />

⎯ Sobre Dios, supongo ⎯contesté fríamente.<br />

⎯ Bueno, ¿qué tal si siguiésemos hab<strong>la</strong>ndo de lo de ayer? ¿Dónde nos<br />

⎯ Estábamos hab<strong>la</strong>ndo de lo que representa para nosotros, los creyentes, <strong>la</strong><br />

<strong>cruz</strong> y, en definitiva, los Libros Sagrados, <strong>la</strong> pa<strong>la</strong>bra de Dios reve<strong>la</strong>da a los<br />

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49


hombres. Al fin y al cabo, esos libros son el fundamento de todas nuestras<br />

creencias.<br />

⎯ Pero Lucio, ayer hab<strong>la</strong>mos de <strong>la</strong>s manipu<strong>la</strong>ciones que habéis hecho con los<br />

Evangelios. No lo olvides. Tú lo sabes. La Historia te dice cómo se han seleccionado<br />

y elegido arbitrariamente los denominados textos sagrados.<br />

⎯ De acuerdo, pero a pesar del sentido metafórico que se desprende de parte<br />

de estos escritos, no hay que olvidar que los Evangelios son considerados<br />

testimonio de valor histórico por algunos expertos. Eso está <strong>contra</strong>stado. Jesús,<br />

admite que algunos detalles, por ejemplo, de <strong>la</strong> Palestina de tu tiempo, son<br />

verídicos. ¿O es que nos lo hemos inventado todo, absolutamente todo?<br />

⎯ Sí, pero te diré algo, Lucio. Tú sabes que los re<strong>la</strong>tos de Mateo, Marcos y<br />

Lucas datan en su versión definitiva de los años 70-80. El texto definitivo del<br />

Evangelio de Juan se habría terminado hacia el año 100 después de mi nacimiento.<br />

Por tanto, el primer Evangelio es posterior en unos 40 años a mi muerte, ocurrida<br />

hacia el año 30. Eso explica que haya numerosas di<strong>fe</strong>rencias entre ellos. Lógico.<br />

Cada evangelista reflejó los re<strong>la</strong>tos y <strong>la</strong>s inquietudes de <strong>la</strong> comunidad cristiana de<br />

<strong>la</strong> que él formaba parte. Tú piénsalo... porque ellos eran humanos como tú. Y, por<br />

tanto, imper<strong>fe</strong>ctos. Imagínate que tuvieses ahora que contarme algo que te ocurrió<br />

hace, como mínimo, 40 años. Ya sabes, seguro que te ha pasado, que a veces crees<br />

recordar sucesos que nunca ocurrieron. Y todo de forma inconsciente. No lo puedes<br />

evitar. Hay muchos ejemplos, Lucio, de lo que te digo. Ejemplos de cómo <strong>la</strong> historia<br />

que cuenta cada uno en un momento determinado, es redefinida continuamente a<br />

<strong>la</strong> luz de sus experiencias actuales, de manera que <strong>la</strong> reinterpretación de lo que<br />

realmente ocurrió, puede modificarse en función de los intereses del presente.<br />

⎯ ¿Por qué no me hab<strong>la</strong>s de cosas concretas de tu vida? Demuéstrame todo<br />

lo que estás diciendo.<br />

⎯ No te puedo demostrar nada. No tiene sentido. Pero sí te puedo poner<br />

algún ejemplo. Fíjate, sólo hay un Evangelio que no hace re<strong>fe</strong>rencia a mis<br />

hermanos, y sin embargo, lo que se acepta es que yo no tuve hermanos.<br />

⎯ Entonces, ¿tuviste hermanos, Jesús?<br />

⎯ Sí, cuatro hermanos.<br />

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⎯ ¿Y <strong>la</strong> virginidad de <strong>la</strong> Virgen?<br />

⎯ Imagínate. No es tal. Era una persona como tú. ¿Por qué no? De nuevo, <strong>la</strong><br />

manipu<strong>la</strong>ción de los hechos.<br />

⎯ También es verdad que hay corrientes de pensamiento distintas dentro del<br />

Cristianismo que no aceptan <strong>la</strong> virginidad de <strong>la</strong> Virgen, como los protestantes.<br />

Supongo que son matices menores...<br />

⎯ Mi propia figura ha sido interpretada de muchas maneras distintas a lo<br />

<strong>la</strong>rgo de <strong>la</strong> Historia. Que si era Dios; que si era el Hijo de Dios; que si era sólo un<br />

pro<strong>fe</strong>ta... Todo ello a partir de acuerdos y desacuerdos entre judíos y paganos,<br />

romanos y griegos. ¿Cómo se puede tener una idea certera o absoluta de lo que fui<br />

yo en realidad, si todo sobre mí ha sido copiado y manipu<strong>la</strong>do? Toda <strong>la</strong> leyenda<br />

cristiana, en general todos sus elementos, han sido tomados del mito Védico. La<br />

propia moral cristiana ha sido modificada de <strong>la</strong> moral de los griegos, egipcios y<br />

budistas, entre otros. Lucio, ¡tu <strong>fe</strong> en mí <strong>la</strong> han construido otros hombres!<br />

⎯ Pero eso no puede ser así, Jesús. Entonces, ¿qué hay de real en ti? ¿Y qué<br />

me dices de todo el culto cristiano, todo el ritual que realizamos para venerar tu<br />

figura?<br />

⎯ Lucio, hay tanta manipu<strong>la</strong>ción en el culto que se ha desarrol<strong>la</strong>do hacia mí<br />

a lo <strong>la</strong>rgo de <strong>la</strong> Historia, que no pararíamos de hab<strong>la</strong>r de ello. Me encantaría darte<br />

algunos ejemplos. Mi nacimiento, <strong>la</strong> Navidad que celebráis. Todo eso, todo, ha sido<br />

copiado casi al pie de <strong>la</strong> letra de los Vedas. Otro ejemplo. La Semana Santa hace<br />

re<strong>fe</strong>rencia al ritual pagano. De hecho, todos los años los paganos celebraban<br />

durante una semana <strong>la</strong> muerte y <strong>la</strong> resurrección del Sol en el equinoccio de<br />

primavera. Recuerda <strong>la</strong> importancia de <strong>la</strong> veneración al Sol de <strong>la</strong> que ya hab<strong>la</strong>mos.<br />

⎯ ¡Bien, de acuerdo! No se puede decir que sea todo, absolutamente todo,<br />

original. Pero es posible, supongo, que en cierto modo, así es el devenir de <strong>la</strong>s<br />

cosas. Es lógico que, al igual que en otros ejemplos de <strong>la</strong> Historia de <strong>la</strong> Humanidad,<br />

en <strong>la</strong> religión haya aspectos que cambien y otros que no. Que <strong>la</strong> simbología y el<br />

ritual religioso se hayan mantenido a lo <strong>la</strong>rgo de miles de años, no significa que<br />

todo sea una mera copia, sin esencia propia. Es posible que <strong>la</strong> idea de Dios haya<br />

ido evolucionando junto con lo que podríamos l<strong>la</strong>mar el progreso global de <strong>la</strong><br />

51<br />

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Humanidad, manteniendo o conservando una tradición religiosa antigua. ¿Eso nos<br />

dice que Dios no existe? No lo creo así. Estoy seguro de que nuestra imagen de Dios<br />

actual, aunque con el mismo fondo de hace 3000 o 4000 años, en esencia, es<br />

mucho más per<strong>fe</strong>cta, más real. Creo que el progreso y <strong>la</strong> razón nos han ayudado a<br />

entender mejor el sentido de Dios. Y eso es lo que importa, aunque se mantenga <strong>la</strong><br />

tradición.<br />

Al terminar de hab<strong>la</strong>r, me di cuenta de que Jesús me estaba mirando<br />

fijamente, con los ojos muy abiertos y sin mover un músculo. Su cara mostraba<br />

cierta perplejidad mezc<strong>la</strong>da con asombro. Sin olvidar, aunque parezca inapropiado,<br />

un poco de incredulidad.<br />

⎯ Vaya arrebato de seguridad en ti mismo, ¿eh? Me has dejado asombrado,<br />

Lucio. De todas formas, piensa en lo que has dicho. "Idea evolucionada de Dios".<br />

"Idea más per<strong>fe</strong>cta de Dios". ¿Con respecto a qué? ¿Con qué lo comparamos? No<br />

estoy de acuerdo en que se ha evolucionado con respecto a <strong>la</strong> idea de Dios. Sigue<br />

siendo algo hermético. La creencia en mí y en Dios no se <strong>contra</strong>sta, aunque yo creo<br />

que hay suficientes datos para hacerlo. Y eso es lo que quiero que entiendas con mi<br />

presencia. Y ya sabes que cuando un hecho o una idea no se <strong>contra</strong>sta, surge el<br />

dogma. Te pondré un ejemplo. La Transubstanciación. En el año 1550 se fija, en el<br />

Concilio de Trento, el dogma de <strong>la</strong> Transubstanciación en los siguientes términos:<br />

"1- Si alguno negare que el cuerpo y <strong>la</strong> sangre de Nuestro Señor Jesucristo, con<br />

su alma y su divinidad, y por consiguiente Jesucristo, todo entero, está<br />

contenido real y substancialmente en el Sacramento de <strong>la</strong> muy Santa<br />

Eucaristía, pero dice que está en el<strong>la</strong> como un signo so<strong>la</strong>mente, o bien en<br />

figuras o en virtud, que anathema sea.<br />

2- Si alguno dijere que Jesucristo en <strong>la</strong> Eucaristía, no es comido si no<br />

espiritualmente y no también sacramentalmente y realmente, que anathema<br />

sea."<br />

⎯ Ya sabes que esto supone que cuando tomáis cuerpo de Cristo y sangre de<br />

Cristo en <strong>la</strong> Eucaristía, ¡me estáis comiendo de verdad, substancialmente! ¿Eso no<br />

se puede <strong>contra</strong>star?<br />

52<br />

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⎯ Hombre... ten en cuenta que cada grupo social, considerando como tal a <strong>la</strong><br />

iglesia, tiene sus normas que no deben ser alteradas. Si no, no habría grupo social<br />

común.<br />

⎯ Pero esto está basado en un error, ¿no lo entiendes? Eso se puede falsar<br />

fácilmente. No es cuestión de creencia. Simplemente, es incorrecto. Te pondré otro<br />

ejemplo. Los Santos. Vuestra tradición contaba que Jesús, llevando <strong>la</strong> <strong>cruz</strong>, había<br />

en<strong>contra</strong>do una mujer, que le limpió <strong>la</strong> cara, quedando <strong>la</strong> huel<strong>la</strong> de ésta impresa en<br />

el lienzo. En recuerdo de esta leyenda, se representaba <strong>la</strong> cabeza de Cristo sobre un<br />

lienzo, sostenido por un ángel o por una mujer, que simbolizaba <strong>la</strong> religión. Al pie<br />

estaba escrito vera iconica, es decir, en bajo <strong>la</strong>tín, "verdadera imagen". Lo que pasó<br />

es que los monjes de <strong>la</strong> Edad Media no comprendieron esto y creyeron haber<br />

hal<strong>la</strong>do un nombre de mujer, e inventaron <strong>la</strong> historia de Verónica, Santa Verónica.<br />

Esto mismo ha ocurrido con muchísimos de los que consideráis Santos. Ese es el<br />

caso de <strong>la</strong>s pa<strong>la</strong>bras Emethere, que significa "llegar", y Chalidoine, que significa<br />

"golondrina". Con estas pa<strong>la</strong>bras griegas se indicaba el regreso de <strong>la</strong>s golondrinas<br />

en primavera. Bien, pues esto se ha convertido en San Emeterio y San Celedonio.<br />

Más. El 3 de marzo, <strong>la</strong> puesta de uno de los peces del Zodíaco estaba indicada en<br />

los calendarios antiguos con estas pa<strong>la</strong>bras marin, artr., lo que quería decir<br />

marinum astrum. En <strong>la</strong> misma <strong>fe</strong>cha, el martirologio hizo a San Martín y San Aster<br />

mártires. Y hay muchos ejemplos más...<br />

⎯ Jesús, no puedes desautorizar a muchos de ellos. Son gente que ha dado<br />

<strong>la</strong> vida por ti. Incluso, en algunos casos, se conservan reliquias de ellos.<br />

⎯ ¿Reliquias? Ése es otro buen ejemplo. Según M. Ludovic La<strong>la</strong>nne, que se<br />

dedicó a hacer el recuento correspondiente, se calcu<strong>la</strong> que hay, esparcidas por todo<br />

el mundo, reliquias suficientes para 5 cuerpos, 6 cabezas y 17 brazos, piernas y<br />

manos de San Andrés; 2 cuerpos, 8 cabezas y 6 brazos de Santa Ana; 4 cuerpos y 1<br />

cabeza de San Antonio; 3 cuerpos y 2 cabezas de Santa Bárbara; 1 cuerpo y 5<br />

cabezas de San B<strong>la</strong>s; 4 cuerpos y 5 cabezas de San Basilio; 3 cuerpos y 5 cabezas<br />

de San Clemente; 4 cuerpos y 8 cabezas de San Esteban; 30 cuerpos de San Jorge;<br />

4 cuerpos y 5 cabezas de Santa Elena; 8 cuerpos de San Hi<strong>la</strong>rio; 10 cabezas de San<br />

Juan Bautista; 20 cuerpos y 26 cabezas de Santa Juliana; 30 cuerpos de San<br />

Pancracio; 8 cuerpos y 9 cabezas de San Lucas; 3 cuerpos, 18 cabezas y 12 brazos<br />

53<br />

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de San Felipe; 4 cuerpos, 5 cabezas y 13 brazos de San Sebastián; etc. Por<br />

inverosímil que a primera vista te parezca, Lucio, esta lista está muy lejos de ser<br />

desmentida por los inventarios de algunas iglesias.<br />

⎯ ¿Sabes lo que estoy pensando ahora mismo , Jesús?.<br />

⎯ Me gustaría saberlo.<br />

⎯ Me parece absurda esta conversación si realmente eres Jesús, el Cristo. No<br />

puede ser verdad. A lo mejor tiene razón Bernabé y todo esto son alucinaciones.<br />

⎯ Lucio, simplemente piensa todo lo que te he dicho. Yo soy realmente Jesús<br />

y he venido a desmitificarme. He sido hombre como vosotros. Sé lo que he vivido y<br />

no coincide con lo que vosotros contáis y creéis. Quizá algún día vengan otros<br />

personajes históricos y hagan lo mismo. Quítale <strong>la</strong> magia a todo este asunto y verás<br />

que todas <strong>la</strong>s piezas encajan y son coherentes.<br />

razón.<br />

⎯ Eso cuesta mucho trabajo.<br />

⎯ Lo sé. Tendréis que utilizar mejor <strong>la</strong> única herramienta que tenéis. Vuestra<br />

⎯ ¿Entonces...?, quiero saber tu opinión del sentido de <strong>la</strong> vida humana.<br />

Me di cuenta de que inmediatamente después de hacer esa pregunta empecé<br />

a temb<strong>la</strong>r. Intuyendo su respuesta, me puse triste. Profundamente triste. Jamás<br />

pude imaginar que existiera ese tipo de tristeza. Era desgarradora. Agaché <strong>la</strong><br />

cabeza para no mirarle a los ojos y, en ese momento, deseé quedarme sordo o estar<br />

realmente soñando. ¡Es curioso! Si me hubieran dicho al principio que toda esa<br />

trama era un sueño, me hubiesen hecho el hombre más desgraciado del mundo.<br />

Cerraba mis ojos mientras lo deseaba con todas mis fuerzas...<br />

54<br />

54


- 12 -<br />

Noté que una luz incidía sobre mis ojos. Era <strong>la</strong> luz del Sol. Los abrí, y me vi<br />

tumbado en mi cama. Y allí me quedé pensando. Sin cambiar un ápice mi posición.<br />

Como muerto en vida. Me en<strong>contra</strong>ba cansado, aunque sin esa sensación de<br />

tristeza. Pero sí, como en ocasiones anteriores, con <strong>la</strong> certeza de que todo era tan<br />

real como <strong>la</strong> vida misma. ¿O es que <strong>la</strong> vida tampoco era real...? Supongo que era ya<br />

difícil de negar. Mi vida estaba cambiando. Se estaba derrumbando mi orden<br />

establecido. Mis prioridades eran cada vez más borrosas. Mis intereses, mi modo de<br />

pensar... ¿Por qué a mí? Antes estaba seguro de todo. Seguro de mí mismo. De mis<br />

creencias. Ahora dudaba de todo. ¿Y mi <strong>fe</strong>? De nuevo, deseé que todo fuera como<br />

uno de esos sueños que secuestraban mi mente día tras día.<br />

Había llegado el día. Me dispuse a desayunar, como siempre, lo que había<br />

preparado Elvira. El<strong>la</strong> ya no me preguntaba por el trabajo nocturno. Supongo que<br />

porque sabía <strong>la</strong> respuesta que le iba a dar. Aquel<strong>la</strong> mañana, mientras me servía <strong>la</strong><br />

taza de café, <strong>la</strong> miré pensativo y espontáneamente <strong>la</strong> pregunté.<br />

⎯ Elvira, dígame, ¿en qué cree usted?<br />

⎯ ¡Por Dios y todos los santos, padre!, usted sabe de sobra en lo que yo creo<br />

¿Y me lo pregunta usted? Sabe que no falto a una misa, que rezo mis oraciones<br />

todos los días, que doy mi limosnita a los pobres cuando buenamente puedo, que...<br />

⎯ Ya, ya, Elvira... pero no me refiero a eso. Lo que quiero decir es, ¿cómo ve<br />

usted a Dios? ¿Cómo sabe que Él <strong>la</strong> escucha? No sé si...<br />

⎯ Padre Lucio, ¿se encuentra bien? ⎯me puso una mano en <strong>la</strong> frente y<br />

continuó diciendo⎯, parece que está usted un poco caliente. Creo que tiene fiebre.<br />

C<strong>la</strong>ro, tanto trabajar a deshoras... Así le pasa. Debería l<strong>la</strong>mar al padre Mateo y<br />

quedarse en casa hoy.<br />

⎯ Elvira, ¿y si yo le dijera que Dios no existe? ¿Que son imaginaciones<br />

nuestras? ¿Que no hay nada después de esta vida?<br />

⎯ ¡Ay Señor! Pero, ¿por qué dice eso? Bastantes problemas tenemos ya como<br />

para encima tener que preocuparnos por eso. Ande, ande. L<strong>la</strong>maré yo al padre<br />

Mateo.<br />

55<br />

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Al ver que no podía obtener <strong>la</strong> respuesta que yo quería, elevé el tono de voz de<br />

manera inquisitiva y, sin darme cuenta, insistí casi gritando.<br />

⎯ ¿Acaso usted le ha visto para tener esa <strong>fe</strong> ciega en Él? ⎯Al terminar esa<br />

pregunta me di cuenta de que había resultado grosero.<br />

El silencio se hizo en el salón durante unos cuantos segundos. La pobre<br />

Elvira se quedó un tanto cortada, incluso un poco asustada. No supo cómo<br />

reaccionar. Como en una especie de arrebato infantil y casi con lágrimas en los<br />

ojos, replicó a voz en grito.<br />

⎯ Entonces, ¿por qué es usted cura? ⎯y se marchó a <strong>la</strong> cocina.<br />

No pude más que pedirle perdón.<br />

Bernabé pasó a recogerme antes de <strong>la</strong> hora prevista, pero yo ya estaba listo.<br />

Salí de casa con cierto aire de optimismo. Pensaba que, a pesar de todo, esa noche<br />

iba a obtener respuestas definitivas. Para bien o para mal. Esa especie de pesadil<strong>la</strong><br />

tocaba a su fin. Pero todo ese asunto también tenía otra cara. Mi miedo a <strong>la</strong> verdad.<br />

Cuando llegamos a <strong>la</strong> iglesia lo primero que comentó Bernabé fue: "Ahí está<br />

<strong>la</strong> famosa iglesia". Nos acercamos a <strong>la</strong> entrada de atrás y nos dispusimos a entrar.<br />

El ambiente entre ambos estaba ligeramente tenso. Yo me notaba más nervioso que<br />

<strong>la</strong>s noches anteriores. Era como llevar un invitado a casa y estar preocupado por no<br />

defraudarle. No <strong>cruz</strong>amos ninguna pa<strong>la</strong>bra entre nosotros. Yo fui de<strong>la</strong>nte. Me<br />

acerqué al interruptor con <strong>la</strong> intención de dar <strong>la</strong> luz de <strong>la</strong> sacristía. Entonces, se<br />

presentó el primer inconveniente. La luz no se encendió. Insistí repetidas veces.<br />

Apreté insistentemente <strong>la</strong> l<strong>la</strong>ve de <strong>la</strong> luz, pero no respondió. Ve<strong>la</strong>s, pensé. En el<br />

cajón de mi mesa hay ceril<strong>la</strong>s y ve<strong>la</strong>s. Accedí a mi mesa sin demasiada dificultad.<br />

La luna llena iluminaba <strong>la</strong> habitación. Al fondo, en penumbra, <strong>la</strong> puerta que daba<br />

al altar. Un cande<strong>la</strong>bro de bronce nos condujo hasta allí.<br />

Cuando llegamos a <strong>la</strong> puerta nos miramos en silencio, como para darnos<br />

ánimos. Pensé que, al fin y al cabo, para mí ésa era una noche más. Pero noté que<br />

Bernabé estaba algo nervioso. Había dejado su cartera de mano encima de una<br />

sil<strong>la</strong>. Sólo una libreta y un bolígrafo le acompañaban. Bernabé me cedió el paso.<br />

Entré yo primero y me siguió Bernabé. Como siempre, encendí los dos cirios<br />

que estaban situados a ambos <strong>la</strong>dos del altar. Rápidamente miré <strong>la</strong> <strong>cruz</strong>.<br />

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⎯ ¡Mira <strong>la</strong> <strong>cruz</strong>, Bernabé! Él no está.<br />

Estaba vacía. Él estaba allí. Pero... ¿dónde? Su voz nos sacó de dudas.<br />

⎯ Ho<strong>la</strong> Lucio. Qué tal, Bernabé...<br />

⎯ Jesús, te presento al amigo del que te hablé. Bernabé, te presento a Jesús.<br />

Con cierta seguridad y parsimonia, Bernabé hizo acto de presencia.<br />

⎯ Ho<strong>la</strong>, qué tal, Jesús...<br />

Y allí estábamos los tres. Reconozco que me sorprendió mucho <strong>la</strong> actitud de<br />

Bernabé. Lo estaba viendo. Sé que podía reconocer, al igual que yo, a Jesús en ese<br />

hombre que teníamos de<strong>la</strong>nte. Sin embargo, estaba tranquilo. ¿O es que estaba<br />

fingiendo? Quizá lo que pasaba es que no podía admitir que se había equivocado<br />

durante toda su vida. A lo mejor, no quería reconocer <strong>la</strong> existencia de algo que<br />

había negado siempre. Eso sí que es ser dogmático, pensé. Decidí indagar en <strong>la</strong><br />

cuestión.<br />

⎯ ¿Qué opinas, Bernabé?<br />

⎯ ¿Cómo? ¿Cómo dices? ⎯contestó distraído.<br />

⎯ ¿Qué piensas de Jesús ahora? Tú decías que eran alucinaciones mías.<br />

Bernabé se quedó un momento pensando. Miró a Jesús de arriba a abajo. Me<br />

miró a mí. Y finalmente contestó.<br />

⎯ Es increíble, Lucio, pero tenemos de<strong>la</strong>nte de nosotros <strong>la</strong> representación del<br />

verdadero Jesús. No hay duda. Es Él.<br />

Pensé que Bernabé no podía sorprenderme más, pero en verdad que lo hizo.<br />

Admitía que ese hombre era Jesús. Sin dudas. Sin titubeos. ¿Dónde estaba su<br />

escepticismo crítico? ¿Acaso habría sido hipnotizado por Él? ¿Acaso habían<br />

hab<strong>la</strong>do antes y se habían puesto de acuerdo? No. Bernabé no era de esos.<br />

Por unos instantes me sentí muy <strong>fe</strong>liz. Tenía de<strong>la</strong>nte de mí a una persona,<br />

muy sesuda, que confirmaba <strong>la</strong> identidad de ese hombre. Por tanto, no estaba loco,<br />

ni veía alucinaciones, ni nada parecido. Pero no hay bien que por mal no venga. Y<br />

es que si Él era real, también lo era lo que decía. Esa era mi tristeza. La<br />

confirmación de todos mis temores. Pensé, entonces, que el tiempo se había<br />

acabado y yo necesitaba respuestas aún más c<strong>la</strong>ras.<br />

⎯ Jesús, dime <strong>la</strong> verdad, ¿qué significa esto? ¿Qué significa tu visita?<br />

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⎯ Lucio, lo sabes pero no quieres creerlo. He venido a decirte que yo no<br />

existo, que no existe <strong>la</strong> imagen que tenéis de mí. Que no hay Dios. Que todo ha sido<br />

una triste farsa. Yo he sido una persona como vosotros. Quizá en otro momento te<br />

cuente lo que hice realmente en mi vida. Pero ahora ya no hay tiempo. ¿Por qué no<br />

me crees? Sabes que te digo <strong>la</strong> verdad.<br />

El modo suave en que pronunciaba sus pa<strong>la</strong>bras no podía evitar que, cada<br />

una de el<strong>la</strong>s, se c<strong>la</strong>vara en mi corazón como un cuchillo afi<strong>la</strong>do. Y <strong>la</strong> verdad, es que<br />

tenía razón. Me lo temía. Es más, lo sabía. Sólo quería oírlo otra vez. Me senté<br />

entristecido en un banco. Me sentía vacío.<br />

⎯ Lucio, ¿te encuentras bien? ⎯dijo Bernabé.<br />

⎯ Sí. No te preocupes.<br />

⎯ Lo siento, Lucio. Ésa es mi verdad. Tenías que saberlo ⎯comentó Jesús<br />

aparentemente apenado.<br />

⎯ Te lo agradezco, Jesús. Agradezco una vez más tu franqueza.<br />

Hubo un momento de silencio. Un silencio absoluto. Como cuando se quiere<br />

hacer un homenaje a alguien recién fallecido.<br />

⎯ Pero..., ¿para qué sirve saber tu verdad, Jesús? ⎯pregunté⎯. ¿Cómo hay<br />

que actuar a partir de ahora? ¿Para qué sirve mi vida ahora? ¿Para qué sirve <strong>la</strong> vida<br />

de <strong>la</strong> gente?<br />

A mis preguntas, Jesús me respondió con otra.<br />

⎯ ¿Por qué tiene que servir para algo tu vida o <strong>la</strong> del resto de <strong>la</strong> gente?<br />

Bernabé también participó con otra cuestión.<br />

⎯ ¿Por qué tiene que ser más importante nuestra vida que <strong>la</strong> de un perro o<br />

un gato o cualquier ser vivo? A parte de porque <strong>la</strong> vivimos nosotros.<br />

⎯ No puede ser ⎯dije con voz me<strong>la</strong>ncólica⎯. Entonces... no entiendo nada.<br />

Realmente <strong>la</strong>s reg<strong>la</strong>s del juego están mal hechas. Son injustas. Me atrevería a decir<br />

que son antinaturales. Las piezas no encajan.<br />

⎯ ¿A qué te refieres? ⎯dijo Bernabé.<br />

⎯ La existencia de Dios es un pi<strong>la</strong>r básico en <strong>la</strong> existencia del Hombre. Es el<br />

principio fundamental de nuestra humildad. La semil<strong>la</strong> de nuestra solidaridad.<br />

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Como hijos de Dios, hemos de ayudarnos los unos a los otros. Ésa es una postura<br />

humilde ante <strong>la</strong> vida, ante lo que nos rodea.<br />

⎯ ¿Humilde dices? ⎯dijo Jesús⎯. Sinceramente yo no creo que sea humilde,<br />

Lucio. Yo diría que es una actitud interesada. Interesada porque vuestra imagen de<br />

Dios es muy útil para vosotros. Él es el ser más importante y más poderoso que<br />

existe. Pero os protege. Es vuestro padre. Así, gracias a Él, el hombre es el ser más<br />

fuerte e importante de <strong>la</strong> creación. No creo que eso sea humildad.<br />

⎯ Es cierto, Lucio ⎯intervino Bernabé⎯. Ten en cuenta que creer en Dios es<br />

muy confortable, da mucho poder y evita muchos problemas. Con Él por de<strong>la</strong>nte,<br />

todo está resuelto. Si algo ocurre con decir "son designios del Señor" o "si el Señor<br />

lo quiere, será por algo" es suficiente. Es una actitud cómoda. Y al final, eso sí,<br />

todos salvados por su misericordia. Yo pienso que lo verdaderamente humilde es<br />

reconocer nuestro lugar en <strong>la</strong> Naturaleza y trabajar con nuestras propias<br />

herramientas, humanas, para entender nuestro destino.<br />

Me daba <strong>la</strong> sensación de que estaba defraudando a alguien o a algo de<strong>la</strong>nte<br />

de ellos dos. No estaba dispuesto a asentir a todo lo que decían, como si yo no<br />

pudiese pensar por mí mismo.<br />

⎯ Bien, Bernabé ⎯dije decidido⎯. ¿Cuál es ese "nuestro lugar en <strong>la</strong><br />

Naturaleza"? ¿Por qué crees que hay que entender nuestro destino?<br />

Bernabé se quedó un poco sorprendido. Por un momento se miraron él y<br />

Jesús, y levantaron <strong>la</strong>s cejas. Daba <strong>la</strong> sensación de que algo no les había salido<br />

bien. ¿Qué estaban tramando?, pensé.<br />

⎯ Lucio ⎯dijo Bernabé⎯, no lo sé. Supongo que es una actividad natural del<br />

hombre tratar de entender y tener curiosidad por <strong>la</strong>s cosas que le rodean.<br />

⎯ ¿Y no es una actividad natural del hombre, como ser social y cultural,<br />

tener costumbres, re<strong>la</strong>cionarse con los demás o ayudar a los demás? ⎯dije yo.<br />

⎯ C<strong>la</strong>ro que sí. Pero con <strong>la</strong> verdad por de<strong>la</strong>nte.<br />

⎯ ¿Por qué? ¿Qué más da eso? ¿Quién te va a <strong>fe</strong>licitar al final de tu vida si<br />

has conseguido <strong>la</strong> verdad?<br />

⎯ Bueno..., pero eso es otro tema, Lucio ⎯dijo Bernabé dubitativo.<br />

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⎯ Yo prefiero ayudar a los demás. Para mí y para otros muchos, lo más<br />

importante es <strong>la</strong> gente que nos rodea. Y eso, yo creo que indica que todos tenemos<br />

algo en común. Como el Mandamiento Nuevo. Eso que hace que todos los creyentes<br />

tendamos a ser solidarios y altruistas. Esa preocupación por los demás. El apoyo<br />

que ofrecemos a los que sufren y a los débiles...<br />

⎯ ¿Realmente eso es preocupación por los demás? ⎯dijo Bernabé⎯. Lucio,<br />

piénsalo por un instante. Bájate, si puedes, de <strong>la</strong> espiritualidad que confieres a este<br />

tema. Lo que yo creo es que cuando tú, como creyente, ayudas a alguien, te ayudas<br />

a ti mismo.<br />

⎯ ¿Qué quieres decir? ⎯dije yo un poco o<strong>fe</strong>ndido, elevando el tono de voz.<br />

⎯ C<strong>la</strong>ro ⎯dijo Jesús⎯, cumpliendo los mandatos de tu iglesia, al ayudar al<br />

prójimo, te ganas <strong>la</strong>s gracias de Dios y te aseguras un lugar en su Reino, en el<br />

Reino de los Cielos. En verdad, se ayuda al prójimo, pero no pensando en el<br />

prójimo.<br />

⎯ ¿Cómo puedes decir eso?<br />

⎯ Suponte el caso de que lo que necesite el prójimo, vaya en <strong>contra</strong> de los<br />

mandamientos de <strong>la</strong> iglesia ⎯continuó Jesús⎯. Suponte que lo que el prójimo te<br />

pide, está re<strong>la</strong>cionado con el aborto o <strong>la</strong> eutanasia. Y suponte, que sabes con<br />

certeza, que ese prójimo necesita tu ayuda de verdad. ¿Incumplirías con <strong>la</strong> iglesia<br />

para ayudarle?<br />

⎯ Trataría de hacerle comprender que primero está su alma y...<br />

⎯ Ya veo. En el fondo, es una ayuda interesada.<br />

También Bernabé dio su opinión.<br />

⎯ Estoy seguro de que si ese prójimo tiene opiniones <strong>contra</strong>rias a <strong>la</strong> iglesia, a<br />

cualquier iglesia, será odiado y condenado. Nadie ayuda por nada.<br />

No me podía creer lo que me estaba sucediendo. Allí estaban los dos en mi<br />

<strong>contra</strong>. Parecían estar de acuerdo en todo. Y eso que, teóricamente, eran dos<br />

extremos opuestos. Pero no. Sentía que me acechaban como una jauría de perros<br />

rabiosos, deseosos de que todo el mundo aceptase lo que ellos piensan. C<strong>la</strong>ro<br />

que..., si fuesen dos amigos normales... supongo que no pasaría nada. Pero, pensar<br />

que entre ellos, estaba el propio Jesús... Creo que le estaba empezando a odiar.<br />

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⎯ Vamos, Lucio ⎯dijo Jesús⎯, admítelo ya. Te lo estoy diciendo yo, el propio<br />

Jesús en persona.<br />

⎯ Venga, Lucio ⎯añadió Bernabé⎯, no pasa nada. Hoy tiene que ser un<br />

gran día. Un gran triunfo para <strong>la</strong> verdad.<br />

Ellos, de vez en cuando, se miraban y seguían insistiendo. Algo extraño<br />

estaba sucediendo porque me estaba empezando a sentir mal. Físicamente mal. Me<br />

estaba mareando y veía borroso. <strong>Una</strong> sensación de angustia me subía del estómago<br />

a <strong>la</strong> boca. Me sentía desvanecer.<br />

- 13 -<br />

Abrí los ojos. Un nuevo día, pensé aliviado. Pero algo raro había en ese nuevo<br />

día. No era como los demás. No había amanecido en el mismo sitio. Sabía que<br />

Elvira no me prepararía el desayuno. Y sabía que no iría a <strong>la</strong> iglesia a trabajar.<br />

Estaba tranquilo, pero tenía una gran curiosidad por saber dónde me en<strong>contra</strong>ba.<br />

Sin mover <strong>la</strong> cabeza, miré a mi alrededor. ¿Y mi ventana? No había ventana,<br />

sólo una tenue luz artificial. ¿Y esos aparatos? Toda <strong>la</strong> pared estaba llena de<br />

lucecitas e indicadores luminosos. De repente, empecé a recordar. Entonces volvió<br />

el terror a mi mente. Mi corazón empezó a palpitar. A mayor velocidad cuando oí los<br />

pasos de alguien que se acercaba y sentí ajetreo en <strong>la</strong> cerradura de <strong>la</strong> puerta.<br />

Notaba gotas de sudor cayendo por mis mejil<strong>la</strong>s y entrando en mi boca. Intenté<br />

moverme, pero no pude. Estaba atado y sólo podía mover <strong>la</strong> cabeza. Quería gritar<br />

pero tampoco podía. Además, sabía que no serviría de nada.<br />

El Castillo, <strong>la</strong> Biblia, <strong>la</strong> Humanidad... Todo fue recuperando su valor. ¿Qué<br />

me ha pasado?, pensé. ¿Qué me han hecho? Me di cuenta de que estaba llorando.<br />

Jesús, Bernabé, Lucio..., todo mentira. Nada ha existido nunca. Estaba atrapado.<br />

Entendí que <strong>la</strong> realidad era <strong>la</strong> peor pesadil<strong>la</strong>.<br />

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La puerta se abrió y entraron ellos. Eran tres, con sus extraños hábitos.<br />

Apenas podía verles <strong>la</strong> cara. Uno de ellos se puso a revisar algunos de los aparatos<br />

que llenaban aquel cuartucho. Hab<strong>la</strong>ron entre ellos.<br />

⎯ Este hombre es duro de roer, camaradas. Definitivamente no ha habido<br />

"conversión completa". Tendremos que iniciar un nuevo programa. Sube <strong>la</strong> potencia<br />

al nivel ocho. Ya hemos perdido demasiado tiempo con este individuo arcaico.<br />

⎯ Bien, le pondremos <strong>la</strong> inyección ahora mismo. Con el nivel ocho quedará<br />

"convertido" con absoluta seguridad.<br />

⎯ Ade<strong>la</strong>nte. No olvidéis avisarme cuando termine el programa. Después<br />

quiero hab<strong>la</strong>r con él para conseguir cierta información<br />

- 14 -<br />

Un nuevo día se abría ante mis ojos. Bril<strong>la</strong>ba el Sol y yo me sentía a gusto.<br />

Quizá un poco cansado. Quizá un poco confuso.<br />

FIN<br />

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