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Descargar - Alcaldia Municipal de San Miguel

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NORA ROBERTS AURORA BOREAL<br />

patinaron y cuando se abrió la puerta ladraron con evi<strong>de</strong>nte alegría. Meg saltó al<br />

suelo, y sus botas repicaron. Se agachó y <strong>de</strong>jó que la lamieran mientras frotaba<br />

enérgicamente el pelo <strong>de</strong> sus perros. Se incorporó, recogió un paquete <strong>de</strong> la cabina<br />

y entonces vio a Nate.<br />

—¿Otro que ha roto el guardabarros? —gritó.<br />

—Que yo sepa, no.<br />

Con los perros bailando a su alre<strong>de</strong>dor, cruzó la estrecha extensión <strong>de</strong> hielo y<br />

ascendió por la ligera pendiente nevada.<br />

—¿Lleva tiempo aquí?<br />

—Unos minutos.<br />

—Aún tiene la sangre <strong>de</strong>masiado clara para soportar este frío. Vamos <strong>de</strong>ntro.<br />

—¿Dón<strong>de</strong> estaba?<br />

—Bah, <strong>de</strong> acá para allá. Recogí a un grupo hace unos días. Han venido a<br />

disparar al caribú... fotográficamente, me refiero. Hoy los he llevado <strong>de</strong> vuelta a<br />

Anchorage. Por los pelos —añadió mirando al cielo—. Se acerca una tormenta. El<br />

viento arrecia.<br />

—¿Nunca tiene miedo ahí arriba?<br />

—No. Aunque a veces la cosa se pone interesante...<br />

Al llegar a la entrada, se quitó la parka.<br />

—¿Se ha estrellado alguna vez?<br />

—He tenido que, por <strong>de</strong>cirlo <strong>de</strong> alguna forma, bajar <strong>de</strong> golpe en alguna<br />

ocasión. —Se quitó las botas, cogió una toalla <strong>de</strong> una caja y se agachó <strong>de</strong> nuevo<br />

para secar las patas a los perros—. Pase, pase. En un minuto acabamos, y aquí los<br />

cuatro no cabemos.<br />

Nate se metió en la casa y cerró la puerta interior, tal como le había dicho ella<br />

que hiciera, para mantener el calor.<br />

Por las ventanas entraban los últimos rayos <strong>de</strong> sol <strong>de</strong>l corto día, lo que <strong>de</strong>jaba<br />

la estancia entre la luz y la penumbra. Olió a flores, pero no eran rosas sino algo<br />

más primitivo y silvestre. Un olor que se mezclaba con el <strong>de</strong> los perros y el <strong>de</strong>l<br />

humo <strong>de</strong> la leña, formando una curiosa y atractiva combinación.<br />

Había esperado algo rústico, pero incluso en aquella media luz se dio cuenta<br />

<strong>de</strong> que se había equivocado <strong>de</strong> medio a medio.<br />

Las pare<strong>de</strong>s <strong>de</strong> la espaciosa sala <strong>de</strong> estar estaban pintadas <strong>de</strong> color amarillo<br />

pálido. Para imitar el sol y neutralizar las sombras, supuso Nate. La chimenea<br />

estaba hecha <strong>de</strong> piedra pulida <strong>de</strong> tonos dorados y en su interior brillaban los<br />

troncos can<strong>de</strong>ntes. En la repisa había unas velas cuadradas <strong>de</strong> color amarillo y<br />

azul. El largo sofá seguía la gama <strong>de</strong> los azules y estaba cubierto por esos cojines<br />

que las mujeres insisten en poner en todas partes. Por encima había un grueso<br />

cubrecama a juego.<br />

Repartidas por la estancia había unas lámparas con pantallas pintadas, mesas<br />

relucientes, una alfombra estampada y dos butacas. Acuarelas, óleos, dibujos al<br />

pastel, todo tipo <strong>de</strong> vistas <strong>de</strong> Alaska <strong>de</strong>coraban las pare<strong>de</strong>s. A su izquierda subía<br />

una escalera con un poste tallado en forma <strong>de</strong> tótem que le hizo sonreír.<br />

Se abrió la puerta. Los perros entraron primero; ambos se acomodaron en sus<br />

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