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Descargar - Alcaldia Municipal de San Miguel

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NORA ROBERTS AURORA BOREAL<br />

Le abrió ella, con las gafas <strong>de</strong> leer colgadas <strong>de</strong> una ca<strong>de</strong>nita por encima <strong>de</strong><br />

una gruesa blusa <strong>de</strong> pana.<br />

—¡Ignatious! Pase.<br />

—No, gracias. No vuelva a montarme una emboscada como la <strong>de</strong> hoy.<br />

Los <strong>de</strong>dos <strong>de</strong> Hopp recorrían la ca<strong>de</strong>na <strong>de</strong> las gafas mientras observaba la<br />

cara <strong>de</strong> Nate.<br />

—Entre y hablaremos.<br />

—Es todo lo que tenía que <strong>de</strong>cirle. Todo lo que voy a <strong>de</strong>cirle.<br />

Se volvió y la <strong>de</strong>jó plantada en el umbral <strong>de</strong> la puerta.<br />

Salió <strong>de</strong>l núcleo urbano y tras per<strong>de</strong>r <strong>de</strong> vista los edificios se sintió algo<br />

mejor. Vio a gente patinando en el lago. Pensó que pronto se retirarían, al igual<br />

que hacía la luz. Más allá <strong>de</strong> la extensión <strong>de</strong> hielo se veía una cabaña.<br />

No vio la avioneta <strong>de</strong> Meg. Y a ella no la había visto <strong>de</strong>s<strong>de</strong> el día <strong>de</strong> la aurora<br />

boreal.<br />

Pensaba que tenía que dar media vuelta, y hacer aquello por lo que le<br />

pagaban. Aunque no fuera nada <strong>de</strong>l otro mundo. En lugar <strong>de</strong> ello, casi sin darse<br />

cuenta, siguió conduciendo.<br />

Al llegar a la casa <strong>de</strong> Meg, encontró a los perros vigilantes, guardando la<br />

casa. Salió <strong>de</strong>l coche y esperó a ver qué táctica seguían ante una visita inesperada.<br />

La<strong>de</strong>aron la cabeza casi al unísono y luego se acercaron a él corriendo con<br />

cierto tono amistoso en sus ladridos. Después <strong>de</strong> dar unos saltos y unas vueltas,<br />

uno <strong>de</strong> ellos se fue a su casita, entró en ella y salió con un enorme hueso en la<br />

boca.<br />

—¿De dón<strong>de</strong> has sacado eso? ¿De un mastodonte?<br />

Era un hueso rugoso, mascado y babeado, pero Nate lo cogió, adivinando el<br />

juego, y lo lanzó como una jabalina.<br />

Los dos perros salieron disparados, chocando entre sí como un par <strong>de</strong><br />

futbolistas tras un pase. Se metieron en la nieve y aparecieron con la cabeza<br />

blanca. Ambos llevaban el hueso entre los dientes. Tras un rápido y enérgico tira y<br />

afloja, volvieron brincando como si les sujetaran unos arreos.<br />

—Trabajo en equipo, ¿verdad?<br />

Cogió <strong>de</strong> nuevo el hueso, lo lanzó y se repitió la acción.<br />

En el cuarto lanzamiento, los perros se alejaron <strong>de</strong> él y se fueron <strong>de</strong>rechos al<br />

lago. Unos segundos <strong>de</strong>spués oyó lo que habían oído. El estruendo <strong>de</strong>l motor<br />

aumentó, y Nate siguió a los perros hasta el lago.<br />

Vio el rojo <strong>de</strong>stello y el apagado brillo <strong>de</strong>l sol poniente en el hielo. Le pareció<br />

que el aparato se acercaba <strong>de</strong>masiado <strong>de</strong>prisa y volaba excesivamente bajo. Pensó<br />

que en el mejor <strong>de</strong> los casos los esquís <strong>de</strong>l avión darían con las copas <strong>de</strong> los árboles<br />

y que en el peor el morro chocaría contra el hielo.<br />

El ruido se lo tragó todo. Con los nervios a flor <strong>de</strong> piel, Nate vio cómo Meg<br />

hacía girar la avioneta, la inclinaba y la hacía <strong>de</strong>slizar sobre el hielo. Luego se hizo<br />

un silencio tan absoluto que incluso tuvo la impresión <strong>de</strong> que oía el susurro <strong>de</strong>l<br />

aire que ella había <strong>de</strong>splazado con el movimiento.<br />

A su lado, los perros, agitados, saltaron <strong>de</strong> la nieve al hielo. Se <strong>de</strong>spatarraron,<br />

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