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Descargar - Alcaldia Municipal de San Miguel

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NORA ROBERTS AURORA BOREAL<br />

<strong>de</strong> colores.<br />

—¿Qué fue <strong>de</strong> él?<br />

—Digamos que un día salió <strong>de</strong> excursión y <strong>de</strong>cidió no parar. ¿Tiene usted<br />

familia?<br />

—Más o menos.<br />

—Bueno, no lo estropeemos con historias tristes. Disfrutemos <strong>de</strong>l<br />

espectáculo.<br />

Siguieron sentados en silencio en medio <strong>de</strong> la calle; las en<strong>de</strong>bles sillas se<br />

balanceaban en la nieve mientras el cielo refulgía. Los <strong>de</strong>stellos tocaban algo en su<br />

interior, aliviaban su dolor <strong>de</strong> cabeza, lo colocaban en el lugar justo <strong>de</strong>s<strong>de</strong> el que<br />

podía respirar.<br />

Meg volvió la cabeza hacia el Lodge; el jaleo iba en aumento. Empezaba el<br />

griterío <strong>de</strong> la cuenta atrás para medianoche.<br />

—Creo que estamos solos usted y yo, Burke.<br />

—Un fin <strong>de</strong> año mejor <strong>de</strong>l que esperaba. ¿Quiere que simule que la beso,<br />

como manda la tradición?<br />

—A la mierda la tradición. —Le agarró el pelo con las manos enguantadas y<br />

lo atrajo hacia sí.<br />

Los labios <strong>de</strong> Meg estaban fríos y a él le produjo una intensa y extraña<br />

emoción notar cómo se calentaban al entrar en contacto con los suyos. La fuerza<br />

<strong>de</strong>l beso sacudió su aletargado sistema, lo puso en marcha, le agitó el estómago y<br />

le activó la circulación <strong>de</strong> la sangre.<br />

Nate oyó el estruendo, a pesar <strong>de</strong> que llegaba apagado, débil y distante,<br />

cuando sonó la última campanada. Repicaban las campanas, atronaban las<br />

bocinas, estallaban los aplausos. Y en medio <strong>de</strong> aquello oyó también, claro como<br />

un <strong>de</strong>seo, el latido <strong>de</strong> su corazón.<br />

Soltó la copa que tenía la mano y apartó la manta para apretarse a ella. De su<br />

garganta salió un murmullo <strong>de</strong> <strong>de</strong>cepción cuando <strong>de</strong>scubrió las espesas capas que<br />

cubrían a Meg. Deseaba aquel cuerpo fuerte, curvilíneo, su forma, su sabor, su<br />

aroma.<br />

De pronto unos disparos le pusieron en guardia.<br />

—Fuego <strong>de</strong> celebración.<br />

El aliento <strong>de</strong> Meg formaba nubes <strong>de</strong> vapor en el aire mientras intentaba<br />

atraerle <strong>de</strong> nuevo hacia sí. Ese hombre sabía besar y ella <strong>de</strong>seaba seguir con la<br />

sensación embriagadora <strong>de</strong> sus labios, su lengua, sus dientes cautivándola.<br />

No le hacía ninguna falta el champán barato.<br />

—Tal vez, pero... tengo que comprobarlo.<br />

Ella soltó una risita y luego se agachó para recoger las copas.<br />

—Tiene razón.<br />

—Meg...<br />

—A<strong>de</strong>lante, jefe. —Le dio una amistosa palmada en la rodilla y sonrió a<br />

aquellos fascinantes e inquietantes ojos grises—. El trabajo es el trabajo.<br />

—No tardaré.<br />

Meg estaba segura <strong>de</strong> que no. Los disparos al aire eran habituales en fiestas,<br />

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