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Descargar - Alcaldia Municipal de San Miguel

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NORA ROBERTS AURORA BOREAL<br />

examinando a Hawley en el compartimiento uno. En el dos, Nita está poniéndole<br />

unos puntos a Ed.<br />

—¿Y Otto?<br />

—En el <strong>de</strong>spacho. Quería comprobar lo <strong>de</strong> la grúa.<br />

—Iré a ver a Hawley. ¿Por dón<strong>de</strong>?<br />

—Yo se lo muestro. —Puso un papel <strong>de</strong> plata como señal en el libro, se<br />

levantó y acompañó a Nate hasta la puerta <strong>de</strong> la <strong>de</strong>recha—. Están aquí <strong>de</strong>ntro. —<br />

Hizo un gesto y luego llamó a la puerta—. ¿Doctor? El jefe Burke está aquí.<br />

—Que pase.<br />

Era un consultorio estándar: con una mesa, un pequeño lavabo, y una silla<br />

giratoria. El médico, que llevaba una camisa <strong>de</strong> franela abierta que <strong>de</strong>jaba ver una<br />

camiseta térmica, levantó la vista <strong>de</strong>l corte <strong>de</strong> encima <strong>de</strong>l ojo <strong>de</strong> Hawley.<br />

Era joven, unos treinta y cinco años, esbelto, parecía en forma, tenía una<br />

barba rubia y una mata <strong>de</strong> pelo rizado <strong>de</strong>l mismo tono. Unas pequeñas gafas<br />

redondas con montura metálica <strong>de</strong>jaban ver sus ojos ver<strong>de</strong>s.<br />

—Ken Darby —dijo—. Le daría la mano pero las tengo ocupadas.<br />

—Encantado. ¿Cómo está el paciente?<br />

—Cortes y magulladuras. ¡Menuda suerte ha tenido, Hawley!<br />

—A ver si dice lo mismo cuando vea mi camioneta... ¡La madre que parió a<br />

Ed! Conduce como una vieja <strong>de</strong> ochenta años que ha perdido las bifocales.<br />

—Tendrá que soplar.<br />

Hawley miró el alcoholímetro con recelo.<br />

—No estoy borracho.<br />

—Entonces no habrá problema, ¿verdad?<br />

Hawley refunfuñó pero obe<strong>de</strong>ció; mientras, Ken le colocaba un vendaje sobre<br />

el corte.<br />

—Bien, Hawley, está realmente en el límite. Lo que me obligará a <strong>de</strong>cidir si<br />

imputarle un <strong>de</strong>lito <strong>de</strong> conducción bajo los efectos <strong>de</strong>l alcohol.<br />

—¡No fastidie!<br />

—Pero, ya que está en el límite y no hay signos <strong>de</strong> que se encuentre<br />

particularmente bajo los citados efectos, me inclinaré por un apercibimiento. La<br />

próxima vez que vaya usted a pescar y tome un par <strong>de</strong> copas, no se ponga al<br />

volante.<br />

—Ahora ya no tengo un puñetero volante al que ponerme.<br />

—Y ya que no puedo sancionar al alce, su compañía <strong>de</strong> seguros tendrá que<br />

arreglárselas con Ed. Tiene usted acumuladas unas cuantas multas por exceso <strong>de</strong><br />

velocidad, Hawley.<br />

—Trampas para multar por exceso <strong>de</strong> velocidad. ¡Los cabrones <strong>de</strong><br />

Anchorage!<br />

—Tal vez. En cuanto vuelva a tener un volante, mantenga la velocidad en los<br />

límites establecidos, y cuando haya bebido busque un chófer. Así todo funcionará<br />

a las mil maravillas. ¿Necesita que le acompañen a casa?<br />

Hawley se rascó el cuello mientras Ken le curaba un rasguño <strong>de</strong> la frente.<br />

—Supongo. Tendré que echar un vistazo a la camioneta y hablar con Bing.<br />

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