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Descargar - Alcaldia Municipal de San Miguel

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NORA ROBERTS AURORA BOREAL<br />

Capítulo 31<br />

—No es una prueba, Meg, por lo menos no lo es totalmente.<br />

—No me vengas con capulladas <strong>de</strong> poli, Burke.<br />

Mientras él conducía, ella mantenía los brazos cruzados contra la cintura, como<br />

si estuviera conteniendo el dolor.<br />

—Ni capulladas ni nada. Es circunstancial. Es buena, pero es circunstancial. —<br />

Su cerebro trabajaba frenéticamente—. El pendiente estuvo al menos en manos <strong>de</strong><br />

dos personas antes <strong>de</strong> llegar a las mías. No hay nada <strong>de</strong>finitivo. El diseño es<br />

corriente, probablemente circularían miles en aquella época. Lo habría podido<br />

per<strong>de</strong>r, regalar, incluso se lo podían haber prestado. Que lo lleve en una foto <strong>de</strong> hace<br />

más <strong>de</strong> dieciséis años no <strong>de</strong>muestra que estuviera en aquella montaña. Un abogado<br />

<strong>de</strong>fensor con menos cerebro que un mosquito podría hacer añicos la prueba en un<br />

juicio.<br />

—Él mató a mi padre.<br />

Ed le guardaba rencor. Hopp se lo había comentado, <strong>de</strong>spués <strong>de</strong>l roce que tuvo<br />

con Hawley.<br />

Tantas líneas <strong>de</strong> conexión. Entre Galloway y Max, Galloway y Bing, Galloway y<br />

Steven Wise.<br />

Podía añadir otras. Entre Woolcott y Max, el amigo <strong>de</strong> toda la vida preocupado,<br />

echando una mano a la viuda en el funeral. Entre Woolcott y Bing, involucrando al<br />

hombre que podía estar al corriente, que podía recordar una conversación oída al<br />

azar dieciséis años atrás.<br />

Los neumáticos reventados <strong>de</strong> Hawley, el cuatro por cuatro lleno <strong>de</strong> pintadas,<br />

la venganza por los <strong>de</strong>strozos, todo ello para que pasara por vandalismo juvenil.<br />

—Dinero. Ed Woolcott era el hombre <strong>de</strong>l dinero. ¿Qué mejor forma <strong>de</strong> escon<strong>de</strong>r<br />

una repentina entrada <strong>de</strong> efectivo que en tu propio banco?<br />

—El hijo <strong>de</strong> puta <strong>de</strong> Woolcott mató a mi padre.<br />

—Es verdad. Yo lo sé. Tú lo sabes. Él lo sabe. Pero que encajen todas las piezas<br />

<strong>de</strong> un caso es algo muy distinto.<br />

—Llevas intentando que encajen <strong>de</strong>s<strong>de</strong> enero. Pieza a pieza, cuando los<br />

estatales prácticamente lo habían cerrado. Yo te he estado observando.<br />

—Déjame terminar.<br />

—¿Qué crees que pienso hacer? —Cerró un poco los ojos ante el sol. Había<br />

salido <strong>de</strong> casa sin las gafas, sin nada más que la imperiosa necesidad <strong>de</strong> hacer algo—.<br />

¿Acercarme a él y ponerle una pistola en la oreja?<br />

Al oír en su tono aquella mezcla <strong>de</strong> pena e ira, Nate puso la mano sobre las <strong>de</strong><br />

ella. Y se las apretó.<br />

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