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Descargar - Alcaldia Municipal de San Miguel

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NORA ROBERTS AURORA BOREAL<br />

Capítulo 30<br />

—¿Qué es eso?<br />

Meg miraba el llavero que tenía Nate en la mano y fruncía el ceño a propósito.<br />

—Parecen llaves —respondió ella.<br />

—¿Y por qué necesitas tantas?<br />

—¿Quizá porque hay muchas cerraduras? ¿Qué es esto, un concurso?<br />

Nate las hizo sonar en la palma <strong>de</strong> la mano mientras ella le <strong>de</strong>dicaba una<br />

risueña e inocente sonrisa.<br />

—Si la mitad <strong>de</strong> las veces ni siquiera cierras, Meg. ¿Dón<strong>de</strong> vas ahora con tantas<br />

llaves?<br />

—Pues... Hay momentos en que una persona tiene que entrar en algún lugar y,<br />

mira por dón<strong>de</strong>, lo encuentra cerrado. Entonces le hace falta una llave.<br />

—Y este lugar que, mira por dón<strong>de</strong>, está cerrado, ¿no sería por casualidad<br />

propiedad <strong>de</strong> dicha persona?<br />

—Técnicamente sí. Pero nadie es una isla, cada uno pone su grano <strong>de</strong> arena.<br />

Todos somos uno en el universo zen.<br />

—¿O sea que estas serían las llaves zen?<br />

—Exactamente. Devuélvemelas.<br />

—Me parece que no. —Cerró el puño don<strong>de</strong> las guardaba—. Incluso en el<br />

universo zen no soportaría tener que <strong>de</strong>tener a mi esposa por allanamiento.<br />

—Todavía no soy tu esposa, colega. ¿Tienes alguna or<strong>de</strong>n <strong>de</strong> registro?<br />

—Estaban a la vista. No hace falta or<strong>de</strong>n.<br />

—Gestapo.<br />

—Delincuente. —Nate sujetó su barbilla con la mano que tenía libre y le dio un<br />

beso. Luego, abrió la puerta <strong>de</strong>l cuatro por cuatro y llamó a los perros—: Vamos,<br />

chavales. Saldremos a dar una vuelta.<br />

Meg ya no quería <strong>de</strong>jar a los perros solos en la casa. Se los llevaba con ella o a<br />

casa <strong>de</strong> Jacob, y los días que no podía hacerlo los <strong>de</strong>jaba en el Lodge.<br />

Echó una mano a Bull, que seguía con molestias, para facilitarle el salto.<br />

—Que tengas un vuelo tranquilo —dijo Nate.<br />

—Vale.<br />

Con las manos en los bolsillos, Meg tomó el camino hacia la avioneta; <strong>de</strong> pronto<br />

se volvió y siguió andando hacia atrás.<br />

—No sé si sabes que puedo conseguir más llaves. Tengo mis propios métodos.<br />

—Seguro —murmuró Nate.<br />

Esperó, como hacía habitualmente, a que <strong>de</strong>spegara. Le gustaba ver cómo se<br />

<strong>de</strong>slizaba en el agua y empezaba a elevarse mientras los motores rompían la quietud.<br />

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