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Descargar - Alcaldia Municipal de San Miguel

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NORA ROBERTS AURORA BOREAL<br />

Wise. No se enfrentaría a mí cara a cara.<br />

Puso el pendiente sobre la mesa.<br />

—¿Lo reconoce?<br />

Jacob frunció el ceño.<br />

—Bisutería, un símbolo. No es un objeto <strong>de</strong> los nativos. Tenemos los nuestros.<br />

—Creo que el asesino lo perdió hace dieciséis años. Olvidado <strong>de</strong>s<strong>de</strong> hace<br />

mucho. Pero el dueño lo recordará si lo ve <strong>de</strong> nuevo. Yo lo había visto antes. No sé<br />

dón<strong>de</strong>. —Nate lo cogió e hizo girar la cruz—. No sé dón<strong>de</strong>.<br />

Se lo llevó. No era el procedimiento que <strong>de</strong>bía seguirse en esos casos, pero Nate<br />

guardó el pendiente en el bolsillo y se dispuso a salir para hacer unos recados.<br />

No comentó a nadie el inci<strong>de</strong>nte en casa <strong>de</strong> Meg y les pidió a ella y a Jacob que<br />

hicieran lo mismo. Un pequeño juego con el asesino, pensó.<br />

En aquel espléndido día primaveral, cuando la luz duraba horas y horas y el<br />

ver<strong>de</strong> dominaba al blanco, salió a resolver unos asuntos, charló con la gente <strong>de</strong>l<br />

pueblo, escuchó sus problemas y quejas.<br />

Y se fijó en los lóbulos <strong>de</strong> las orejas <strong>de</strong> todos los hombres con los que habló.<br />

—Pue<strong>de</strong>n cerrarse —le había comentado Meg por la noche.<br />

—¿Cómo?<br />

—Los agujeros <strong>de</strong> las orejas, o lo que <strong>de</strong>cidas perforarte. —Hacía danzar los<br />

<strong>de</strong>dos suavemente por encima <strong>de</strong> su pene.<br />

—Por favor. —Apenas conseguía disimular el escalofrío y a ella la hacía reír.<br />

Maliciosamente.<br />

—Según dicen, lo hace más excitante.<br />

—Ni hablar. ¿Qué quieres <strong>de</strong>cir, cerrarse?<br />

—Que pue<strong>de</strong>n cicatrizar. Si hace poco que te lo has hecho y no llevas nada<br />

colgado, se —hizo un sonido <strong>de</strong> succión— cierra otra vez.<br />

—¡La hostia! ¿De verdad?<br />

—Yo antes llevaba cuatro en esta. —Tiró <strong>de</strong> su oreja izquierda—. Me dio por<br />

ahí y me hice el tercer y el cuarto agujeros.<br />

—¿Tú? ¿Te lo hiciste tú misma?<br />

—Claro. ¿Por quién me has tomado, por una pava? —Meg, <strong>de</strong>snuda, rodó sobre<br />

él. A Nate se le fue el santo al cielo un buen rato—. Durante unas semanas llevé<br />

cuatro, pero me molestaban y <strong>de</strong>cidí pasar <strong>de</strong> los últimos que me había puesto. Y los<br />

agujeros se cerraron. —Estiró el brazo para encen<strong>de</strong>r la luz y la<strong>de</strong>ó la cabeza—. ¿Ves?<br />

—Podías habérmelo dicho antes <strong>de</strong> que me <strong>de</strong>dicara a inspeccionar las orejas <strong>de</strong><br />

todo el pueblo y a tomar notas sobre quién tenía agujeros y quién no.<br />

Meg le acarició el lóbulo.<br />

—Estarías guapo con uno.<br />

—No.<br />

—Puedo hacerte yo misma el agujero.<br />

—Ni hablar. Ni en la oreja ni en ninguna otra parte.<br />

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