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Descargar - Alcaldia Municipal de San Miguel

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NORA ROBERTS AURORA BOREAL<br />

Acarició al perro mientras Meg empezaba a suturar las heridas.<br />

—¿Tanto material tienes en casa?<br />

—Aquí nunca se sabe. Cortando leña, cuando no hay electricidad, pue<strong>de</strong>s<br />

pegarte un tajo en la pierna, los caminos a veces están bloqueados, ¿y qué haces<br />

entonces?<br />

Fruncía el cejo mientras trabajaba y hablaba con voz tranquila y una gran<br />

naturalidad.<br />

—Aquí no pue<strong>de</strong>s acudir al médico por una tontería. Ya casi hemos terminado,<br />

tesoro. Ahora dormirás tranquilo y calentito. Tengo un ungüento que ayudará a<br />

cicatrizar y evitará que se lama, porque tiene un sabor repugnante. Y vendaremos las<br />

heridas. Mañana lo llevaremos a que le echen un vistazo, pero la cosa no es grave.<br />

Cuando el perro se durmió bajo la manta con Rock acurrucado a su lado, Meg<br />

cogió la botella <strong>de</strong> vino y tomó un trago directamente <strong>de</strong> ella. Sus manos volvían a<br />

temblar visiblemente.<br />

—¡Madre mía!<br />

Nate le cogió la botella y la apartó con cuidado. Luego la asió por los codos y la<br />

levantó un poquitín <strong>de</strong>l suelo.<br />

—No vuelvas a hacerme esto nunca más.<br />

—¡Eh!<br />

—Mírame. Escúchame.<br />

Casi no tuvo otra opción, pues la voz <strong>de</strong> Nate retumbaba y su rostro, rígido por<br />

el enfado, ocupaba todo su campo visual.<br />

—No vuelvas a correr un riesgo así nunca más.<br />

—Tenía que...<br />

—No tenías que nada. Yo estaba aquí. No había ningún motivo para salir<br />

corriendo <strong>de</strong> la casa, medio <strong>de</strong>snuda, a enfrentarte a un oso pardo.<br />

—No era pardo —exclamó ella—, era negro.<br />

Nate la soltó.<br />

—¡Por el amor <strong>de</strong> Dios, Meg!<br />

—Sé cuidar <strong>de</strong> mí y <strong>de</strong> lo mío.<br />

Nate se volvió con una expresión tan furiosa que ella retrocedió<br />

instintivamente. No se encontraba ante el amante paciente, estaba frente al poli <strong>de</strong><br />

mirada fría. Un hombre cuya furia podría chamuscarla.<br />

—Ahora eres mía, empieza a acostumbrarte a ello.<br />

—No estoy dispuesta a quedarme como un pasmarote y a hacerme la <strong>de</strong>svalida<br />

porque...<br />

—¡Desvalida! ¿No te jo<strong>de</strong>? ¿Quién te pi<strong>de</strong> que te hagas la <strong>de</strong>svalida? Hay una<br />

diferencia entre hacerse la <strong>de</strong>svalida y salir disparada medio <strong>de</strong>snuda sin saber qué<br />

encontrarás fuera. La diferencia es abismal, Meg, y encima has intentado apartarme<br />

<strong>de</strong> tu camino empujándome con la culata <strong>de</strong>l rifle.<br />

—No... ¿Eso he hecho? —Curiosamente, fue el enfado <strong>de</strong> Nate el que mo<strong>de</strong>ró el<br />

suyo y le permitió reflexionar—. Lo siento, lo siento. No tenía que haberlo hecho.<br />

Se tapó el rostro con las manos y respiró profundamente hasta calmar el pánico,<br />

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