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Descargar - Alcaldia Municipal de San Miguel

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NORA ROBERTS AURORA BOREAL<br />

Steven se sentó y empezó a tamborilear en los muslos.<br />

—He vuelto a casa a pasar unos días. Vacaciones <strong>de</strong> primavera. Quería venir<br />

antes, pero tenía un montón <strong>de</strong> cosas que hacer. Resulta que perdí muchas clases<br />

cuando estuve fuera...<br />

—¿Lo estás recuperando todo?<br />

—Sí, tengo que alargar mucho las noches pero lo recuperaré. Cuando me enteré<br />

<strong>de</strong> lo <strong>de</strong> Yukon quise venir. —Su voz temblaba y los <strong>de</strong>dos, que apoyaba en las<br />

rodillas, se clavaron en ellas.<br />

—Lo siento.<br />

—Recuerdo cuando lo trajeron a casa. Yo era muy pequeño y él, una<br />

estrambótica bola <strong>de</strong> pelusa. Ha sido duro. Mucho más para mi madre. Para ella era<br />

como su hijo o algo así.<br />

—No sé qué haría yo si alguien hiciera daño a mis perros —dijo Meg volviendo<br />

al salón. Pasó a Nate una <strong>de</strong> las copas <strong>de</strong> vino que llevaba en la mano y a Steven una<br />

lata <strong>de</strong> Coca-Cola que aguantaba bajo el brazo.<br />

—Sé que está haciendo usted todo lo que pue<strong>de</strong>. Alguien me contó que hubo un<br />

loco por aquí... que disparó contra Peter —Iba moviendo la cabeza mientras abría la<br />

lata—. Algunos incluso creen que tal vez ese es el tipo que le hizo aquello a Yukon.<br />

Pero...<br />

—Tú no lo crees —se a<strong>de</strong>lantó Nate.<br />

—Yukon era un perro manso, pero no se habría marchado con un <strong>de</strong>sconocido.<br />

No creo que hubiera seguido a alguien que no conocía. Antes habría peleado. Era<br />

viejo y estaba casi ciego, pero no habría abandonado el patio con un forastero. —<br />

Bebió un largo trago—. De todas formas, no he venido por esto. Aunque también<br />

quería citarlo. Se trata <strong>de</strong> esto.<br />

Levantó las ca<strong>de</strong>ras mientras metía la mano en el bolsillo <strong>de</strong>lantero <strong>de</strong> los<br />

vaqueros. Sacó <strong>de</strong> él un pequeño pendiente <strong>de</strong> plata en forma <strong>de</strong> cruz <strong>de</strong> Malta.<br />

—Estaba en la cueva —dijo.<br />

Nate lo cogió.<br />

—¿Encontraste esto en la cueva, junto a Galloway?<br />

—En realidad, lo encontró Scott. Yo ya no me acordaba. Creo que a todos nos<br />

ocurrió lo mismo. Fue él quien lo vio más o menos a un palmo <strong>de</strong>... —Miró<br />

directamente a Meg—... <strong>de</strong>l cadáver. Lo siento.<br />

—Tranquilo.<br />

—Lo recogió. No sé por qué, por hacer algo. Se lo metió en la mochila. Cuando<br />

estuvimos fuera <strong>de</strong> la montaña, en aquel estado tan lamentable, se olvidó <strong>de</strong>l<br />

pendiente. Un día mientras buscaba algo lo encontró, se acordó <strong>de</strong> dón<strong>de</strong> lo había<br />

sacado y me lo dio porque sabía que yo volvía a casa. Pensamos que tal vez era <strong>de</strong> tu<br />

padre, Meg, y que <strong>de</strong>bías tenerlo. Luego se me ocurrió que primero tendría que verlo<br />

la poli, por eso quería entregárselo al jefe Burke.<br />

—¿No se lo enseñaste al sargento Coben? —preguntó Nate.<br />

—No. Scott me lo dio poco antes <strong>de</strong> que viniera a Lunacy y quería ir enseguida<br />

a casa. Pensé que podía dárselo a usted.<br />

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