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Descargar - Alcaldia Municipal de San Miguel

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NORA ROBERTS AURORA BOREAL<br />

Los dos habían vivido. ¡Y <strong>de</strong> qué forma! Iban don<strong>de</strong> querían, hacían lo que les<br />

apetecía. Cruzaron tierras <strong>de</strong> labranza y <strong>de</strong>siertos, ciuda<strong>de</strong>s y al<strong>de</strong>as.<br />

Y todos los caminos por los que erraron les condujeron aquí. Las cosas<br />

cambiaron. ¿Cuándo?, pensaba. ¿Cuando se enteró <strong>de</strong> que estaba embarazada?<br />

Sintieron tal emoción, una emoción tan estúpida con lo <strong>de</strong>l bebé... Pero todo cambió<br />

cuando llegaron aquí con esa semilla en su interior. Cuando ella le dijo que quería<br />

quedarse.<br />

«Claro, Charley, ningún problema. Po<strong>de</strong>mos apalancarnos un tiempo.»<br />

Ese tiempo se convirtió en un año, en dos, luego en diez, y vaya, ella fue la que<br />

cambió. Pinchó y empujó a aquel maravilloso e insensato muchacho, lo acosó y<br />

presionó a fin <strong>de</strong> que se convirtiera en un hombre, para que fuera aquello <strong>de</strong> lo que él<br />

había huido. Responsable, estable. Normal y corriente.<br />

Y Pat se quedó, más por Meg, Charlene lo sabía, más por la hija que era su viva<br />

estampa que por la mujer que le había dado aquella hija. Se quedó, pero nunca se<br />

instaló.<br />

Charlene le había guardado rencor por ello. Y también a Meg. ¿Qué otra cosa<br />

podía hacer? No la habían puesto en el mundo para otra cosa. Ella fue quien trabajó,<br />

y aseguró el plato en la mesa y un techo para todos.<br />

Ella siempre supo que cuando se marchaba, ya fuera a buscar trabajo, a tomarse<br />

un respiro o a escalar sus malditas montañas, iba <strong>de</strong> putas.<br />

Los hombres la <strong>de</strong>seaban. Era capaz <strong>de</strong> conseguir que cualquier hombre bebiera<br />

los vientos por ella. Y el único a quien ella <strong>de</strong>seaba <strong>de</strong> verdad se iba <strong>de</strong> putas.<br />

¿Qué eran para él sus montañas sino otras putas? Putas blancas y frías que le<br />

habían seducido y alejado <strong>de</strong> ella. Hasta que se quedó en el interior <strong>de</strong> una <strong>de</strong> ellas y<br />

la abandonó.<br />

Pero Charlene había sobrevivido, por supuesto. Había hecho más que<br />

sobrevivir. Aquí había encontrado lo que <strong>de</strong>seaba. Buena parte <strong>de</strong> lo que <strong>de</strong>seaba.<br />

Ahora tenía dinero. Una propiedad. Tenía hombres, jóvenes, cuerpos lozanos<br />

para la noche.<br />

¿Por qué se sentía tan <strong>de</strong>sgraciada, entonces?<br />

No era muy dada a largas reflexiones, a buscar en su interior e inquietarse por<br />

lo que pudiera encontrar ahí. Disfrutaba <strong>de</strong> la vida. Del movimiento, <strong>de</strong> la acción.<br />

Cuando bailas no tienes que pensar.<br />

Se volvió algo irritada al oír que llamaban a la puerta.<br />

—A<strong>de</strong>lante.<br />

Despejó su expresión y esbozó automáticamente una seductora sonrisa al ver a<br />

John.<br />

—¿Qué tal, guapetón? ¿Ya terminaron las clases? ¿Tan tar<strong>de</strong> es? —Se dio unos<br />

toques en el pelo mirando hacia su mesa—. Y yo aquí soñando <strong>de</strong>spierta,<br />

malgastando el tiempo. Tendré que ir a ver que plato <strong>de</strong>l día nos prepara el<br />

grandullón esta noche.<br />

—Tengo que hablar contigo, Charlene.<br />

—Claro que sí, amor mío. Siempre tengo un momento para ti. Prepararé un té y<br />

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