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Descargar - Alcaldia Municipal de San Miguel

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NORA ROBERTS AURORA BOREAL<br />

Con una sola mano, disparó la escopeta.<br />

Una explosión <strong>de</strong> cristal; luego, los gritos y las réplicas <strong>de</strong> fuego le<br />

ensor<strong>de</strong>cieron. Dio media vuelta y siguió el camino que él mismo había abierto para<br />

regresar a la parte <strong>de</strong>lantera <strong>de</strong> la cabaña.<br />

Detrás <strong>de</strong> él oía los gritos y los disparos; cruzó el hielo <strong>de</strong>l río, pasando a duras<br />

penas por sus heladas aguas, y saltó hacia la entrada <strong>de</strong> la cabaña.<br />

Atravesó como una flecha el porche y <strong>de</strong> una patada abrió la puerta.<br />

Apuntó con las dos armas al hombre; una parte <strong>de</strong> él, buena parte <strong>de</strong> él, ansiaba<br />

<strong>de</strong>scargar las dos. Derribarlo, <strong>de</strong>jarlo seco, como había hecho con el cabrón y asesino<br />

<strong>de</strong> Baltimore. El cabrón que había matado a su compañero y le había <strong>de</strong>strozado la<br />

vida.<br />

—Roja. —En el caos <strong>de</strong> la cabaña, el hombre lo miró. Sus labios temblaron<br />

mientras dibujaba una sonrisa—. Tiene la sangre roja. —Soltó el arma, se <strong>de</strong>splomó<br />

en medio <strong>de</strong> la mugre y empezó a llorar.<br />

Se llamaba Robert Joseph Spinnaker, era asesor financiero en Los Ángeles y,<br />

últimamente, paciente <strong>de</strong> psiquiatría. Afirmaba haber sufrido muchos secuestros por<br />

parte <strong>de</strong> extraterrestres en los últimos dieciocho meses; <strong>de</strong>cía que su esposa estaba<br />

clonada, y en una reunión atacó a dos <strong>de</strong> sus clientes.<br />

Llevaba casi tres meses en las listas <strong>de</strong> personas <strong>de</strong>saparecidas.<br />

En aquellos momentos dormía plácidamente en una celda, tranquilizado por el<br />

color <strong>de</strong> la sangre <strong>de</strong> Nate y <strong>de</strong> Peter.<br />

Nate tuvo el tiempo justo <strong>de</strong> encerrarlo antes <strong>de</strong> salir precipitadamente hacia el<br />

ambulatorio, don<strong>de</strong> empezó a andar nerviosamente por la sala <strong>de</strong> espera.<br />

Rebobinó mil veces los hechos en su cabeza, y cada vez se veía a sí mismo<br />

haciendo algo distinto, lo suficientemente distinto para evitar que hirieran a Peter.<br />

Cuando salió Ken, lo encontró sentado, con la cabeza hundida entre las manos.<br />

Se <strong>de</strong>spejó en el acto y se levantó <strong>de</strong> un salto.<br />

—¿Es grave?<br />

—Un disparo siempre es grave, pero habría podido ser muchísimo peor. Tendrá<br />

que llevar el brazo en cabestrillo un tiempo. Ha tenido suerte <strong>de</strong> que lo que le<br />

alcanzara fuera un cartucho para pájaros. Está algo débil, un poco aturdido. Se<br />

quedará aquí un par <strong>de</strong> horas, pero tranquilo, está bien.<br />

—De acuerdo. —Nate <strong>de</strong>jó que sus rodillas cedieran y se sentó <strong>de</strong> nuevo—. De<br />

acuerdo.<br />

—¿Por qué no pasa y le limpio esos cortes que tiene en la cara?<br />

—No son más que rasguños.<br />

—Pues el que tiene bajo el ojo parece algo profundo. Vamos, no discuta con el<br />

médico.<br />

—¿Puedo verlo?<br />

—Ahora mismo está Nita con él. Pue<strong>de</strong> pasar a verlo cuando le haya curado a<br />

usted. —Ken le acompañó hasta la consulta y le indicó que se sentara en una<br />

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