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Descargar - Alcaldia Municipal de San Miguel

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NORA ROBERTS AURORA BOREAL<br />

Meg hizo chasquear los labios en una especie <strong>de</strong> gruñido mientras él subía con<br />

el café en la mano.<br />

—¡Espera, coño!<br />

Lo siguió con paso firme; los perros iban tras ella.<br />

—Pero ¿tú quién coño te has creído que eres?<br />

—Creo que soy el jefe <strong>de</strong> policía.<br />

—Aunque fueras el jefe <strong>de</strong>l universo no pienso permitirte que me levantes la<br />

voz, me <strong>de</strong>s ór<strong>de</strong>nes y me amenaces.<br />

—Es cierto que te he pegado la bronca, pero no habría tenido que hacerlo si<br />

hubieras seguido mis consejos.<br />

—¿Tus consejos? —Se metió en la habitación tras el—. Tú a mí no me das<br />

consejos. No eres ni mi jefe ni mi padre. Que me haya acostado contigo no te da<br />

<strong>de</strong>recho a <strong>de</strong>cirme lo que tengo que hacer.<br />

Nate se quitó la chaqueta, que estaba empapada, y señaló la placa que lucía en<br />

la camisa.<br />

—No, pero esto sí. —Se quitó también la camisa, camino <strong>de</strong>l baño.<br />

Seguía siendo otro, pensó Meg. Aquel otro que se había mantenido <strong>de</strong>trás <strong>de</strong><br />

los tristes ojos a la espera <strong>de</strong> irrumpir cuando hiciera falta. Aquel otro era duro y frío.<br />

Peligroso.<br />

Oyó el ruido <strong>de</strong> la ducha. Los perros seguían <strong>de</strong> pie, la<strong>de</strong>ando la cabeza,<br />

mirándola.<br />

—Al suelo —murmuró ella.<br />

Entró en el baño. Nate se había sentado sobre la taza <strong>de</strong>l váter y trataba <strong>de</strong><br />

quitarse las mojadas botas.<br />

—Me <strong>de</strong>jas a Otto <strong>de</strong> perro guardián y me <strong>de</strong>jas tirada casi tres horas. Tres<br />

putas horas en las que no sé qué <strong>de</strong>monios pasa.<br />

Él la miró sin expresión, los ojos como el pe<strong>de</strong>rnal.<br />

—He tenido trabajo y cosas más importantes que hacer que tenerte a ti al<br />

corriente <strong>de</strong> todo. ¿Quieres noticias? —Dejó las botas a un lado y se levantó para<br />

quitarse los pantalones—. Pon la radio.<br />

—A mí no me hables como si fuera una pesada y una quejica.<br />

Nate se metió en la ducha y corrió la cortina.<br />

—Pues <strong>de</strong>ja <strong>de</strong> comportarte como tal.<br />

¡Cuánto necesitaba aquel calor!<br />

Se apoyó en los azulejos, metió la cabeza bajo el chorro y <strong>de</strong>jó que el agua<br />

caliente se <strong>de</strong>slizara sobre su cuerpo. Probablemente, un baño <strong>de</strong> una o dos horas<br />

conseguiría penetrar hasta sus fatigados y congelados huesos. Un par <strong>de</strong> cajas <strong>de</strong><br />

aspirinas y su cuerpo <strong>de</strong>jaría <strong>de</strong> dolerle. Tres o cuatro días durmiendo<br />

contrarrestarían la fatiga que se había acumulado en su cuerpo tras haber tenido que<br />

andar sobre el hielo <strong>de</strong>jado por el río, levantar parapetos y ver cómo dos personas<br />

mayores lloraban ante su perro, asesinado.<br />

En parte <strong>de</strong>seaba tranquilidad, aquella oscura tranquilidad en la que sabía<br />

cómo sumergirse, don<strong>de</strong> nada <strong>de</strong> aquello tendría importancia. Pero por otro lado<br />

temía encontrar con <strong>de</strong>masiada facilidad el camino <strong>de</strong> vuelta al pozo.<br />

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