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Descargar - Alcaldia Municipal de San Miguel

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NORA ROBERTS AURORA BOREAL<br />

Le pareció duro, lo más duro que había hecho hasta entonces, pero se acercó a<br />

la cama y se sentó.<br />

—¿Tanto como para reunir el dinero y comprarme unos zapatos?<br />

—Pue<strong>de</strong> que no, pero lo suficiente para llevarte <strong>de</strong> camping para que pudieras<br />

ver las estrellas. Lo suficiente para sentarse junto a la chimenea y contarte cuentos.<br />

—Quisiera pensar que si hubiera vuelto lo habríais conseguido.<br />

Charlene levantó la vista y parpa<strong>de</strong>ó.<br />

—¿En serio?<br />

—Sí. Me gustaría pensar que habríais encontrado la fórmula para hacerlo<br />

funcionar. En realidad estuvisteis mucho tiempo juntos. Mucho más que la mayoría<br />

<strong>de</strong> la gente. Quisiera preguntarte algo.<br />

—Parece el momento a<strong>de</strong>cuado.<br />

—¿Sentiste un arrebato <strong>de</strong> pasión el día en que lo conociste, cuando te<br />

enamoraste?<br />

—¡Madre mía, por supuesto! Un arrebato que estuvo a punto <strong>de</strong> fulminarme. Y<br />

no <strong>de</strong>sapareció nunca. A veces pensaba que había muerto, que estaba muerto y<br />

enterrado, cuando me enfurecía o estaba agotada. Pero <strong>de</strong> pronto él me miraba y<br />

volvía. Jamás he sentido lo mismo por otro hombre. No pierdo la esperanza, pero no<br />

llega.<br />

—Tal vez ahora <strong>de</strong>berías esperar algo distinto. Hace poco alguien me hablaba<br />

<strong>de</strong> las ventajas <strong>de</strong> tener algo cálido y estable.<br />

Se levantó y recogió la ropa esparcida.<br />

—No puedo volver abajo y seguir trabajando esta noche —dijo Meg.<br />

—De acuerdo.<br />

—Te ayudaré con los <strong>de</strong>sayunos, pero tendrías que encontrar a alguien que<br />

sustituyera a Rose. Debo volver a mi casa, a mi vida.<br />

Charlene asintió y se levantó.<br />

—¿Y te llevarás a ese poli tan atractivo?<br />

—Él <strong>de</strong>cidirá.<br />

Meg recogió sus cosas y or<strong>de</strong>nó la habitación. Se planteó <strong>de</strong>jar una nota a Nate<br />

pero <strong>de</strong>cidió que incluso para ella sería <strong>de</strong>masiado frío, incluso <strong>de</strong>scortés.<br />

Por otro lado, recordó que no tenía su coche, aunque también podía «tomar<br />

prestado» el <strong>de</strong> él. O el <strong>de</strong> otro. Y comentárselo luego.<br />

Por fin, con la mochila al hombro, se dirigió hacia la comisaría, no sin antes<br />

pasar por Los Italianos.<br />

Él le había dicho que trabajaría hasta tar<strong>de</strong> en el <strong>de</strong>spacho. El coche estaba<br />

cerrado, así que lo pensó un momento. Podía echar mano <strong>de</strong>l hermoso llavero que<br />

guardaba y probablemente encontraría la que se ajustara a la cerradura. Claro que si<br />

se disparaba la alarma a él no le haría ninguna gracia.<br />

Y teniendo en cuenta que se había criado en la ciudad, lo más seguro era que la<br />

hubiera activado.<br />

Entró con la mochila y la gran pizza en la comisaría.<br />

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