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Descargar - Alcaldia Municipal de San Miguel

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NORA ROBERTS AURORA BOREAL<br />

La mirada <strong>de</strong> Otto perdió toda su ira y apareció una sonrisa en su cara.<br />

—¡Qué tiempos aquellos!<br />

—Y que lo diga. Y yo que nunca supe bailar un tango ni escalar... Quizá <strong>de</strong>bería<br />

apren<strong>de</strong>r.<br />

—Qué<strong>de</strong>se con el tango, jefe. Mucho menos peligroso.<br />

—La gente habla <strong>de</strong> la escalada como si fuera una religión. ¿Por qué lo <strong>de</strong>jó<br />

usted?<br />

—Me cansé <strong>de</strong> vérmelas con la congelación y los huesos rotos. —Su mirada se<br />

oscureció mientras se fijaba en el café—. La última vez que subí fue en una operación<br />

<strong>de</strong> rescate. Un grupo <strong>de</strong> seis, les sorprendió un alud. Encontramos a dos. Dos<br />

cadáveres, quiero <strong>de</strong>cir. ¿Ha visto alguna vez a un hombre atrapado en un alud?<br />

—No.<br />

—Pues dé las gracias <strong>de</strong> no haberlo visto. El mes que viene hará nueve años.<br />

Des<strong>de</strong> entonces no he vuelto a escalar. Ni volveré a hacerlo.<br />

—¿Subió alguna vez con Galloway?<br />

—Alguna vez. Era un buen escalador. Buenísimo, y eso que era un gilipollas.<br />

—¿No le caía bien?<br />

Otto empezó a teclear buscando cada una <strong>de</strong> las letras en el teclado.<br />

—Si me cayeran mal todos los gilipollas que he conocido, tendría poco por<br />

escoger. Ese tipo se había quedado en los años sesenta. Paz, amor, drogas. El camino<br />

fácil, creo yo.<br />

Durante los sesenta, pensó Nate, Otto estaba sudando la gota gorda en una<br />

jungla en Vietnam. Ese tipo <strong>de</strong> fricción, entre un soldado y un hippy, pue<strong>de</strong> estallar<br />

bajo una presión mucho menos intensa que una escalada en invierno.<br />

—Hablan <strong>de</strong> la vida natural y <strong>de</strong> salvar las puñeteras ballenas —siguió Otto<br />

mientras iba tocando las teclas <strong>de</strong> una en una— y lo único que hacen es tocarse las<br />

pelotas y vivir <strong>de</strong>l gobierno, al que <strong>de</strong>jan como un trapo, por cierto. No me merece<br />

ningún respeto.<br />

—Poco <strong>de</strong>bían <strong>de</strong> tener en común, si usted venía <strong>de</strong>l ejército.<br />

—No éramos colegas <strong>de</strong> bar. —Dejó <strong>de</strong> teclear y levantó la vista hacia Nate—.<br />

Pero ¿a qué viene todo esto?<br />

—Intento conseguir un retrato completo <strong>de</strong>l hombre. —Al levantarse, preguntó<br />

como quien no quiere la cosa—: Cuando usted iba <strong>de</strong> escalada, ¿a quién contrataban<br />

<strong>de</strong> piloto?<br />

—Normalmente a Jacob. Lo teníamos a mano.<br />

—Creía que Jacob también escalaba. ¿Había ido alguna vez con él?<br />

—Claro. Y, si está sobrio, contratábamos a Hank Fielding a veces, para que nos<br />

llevara <strong>de</strong>s<strong>de</strong> Talkeetna. Otras veces a Dos Dedos, o a Stokey Loukes. —Se encogió<br />

<strong>de</strong> hombros—. Había un montón <strong>de</strong> pilotos que podían llevar a un grupo que se<br />

pudiera permitir pagarlo. Si está pensando en un ascenso, pue<strong>de</strong> contratar a Meg y<br />

también a un guía profesional, pero no confíe nunca en un patán.<br />

—Eso haré, pero creo que <strong>de</strong> momento voy a conformarme con la vista <strong>de</strong>s<strong>de</strong><br />

mi <strong>de</strong>spacho.<br />

—Me parece mucho más inteligente.<br />

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