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Descargar - Alcaldia Municipal de San Miguel

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NORA ROBERTS AURORA BOREAL<br />

le daría la última caricia, la que ella misma se había negado por <strong>de</strong>specho pueril<br />

muchos años atrás.<br />

—Está bien. Pue<strong>de</strong> apagar.<br />

—¿Necesita un momento? ¿Le apetece un poco <strong>de</strong> agua?<br />

—No. Lo que quiero es información. Información es lo que <strong>de</strong>seo. —Pero las<br />

piernas la traicionaron; se le doblaron las rodillas y tuvo que echar mano <strong>de</strong> la silla—<br />

Lo que quiero saber es qué pasa ahora, cómo va a intentar encontrar a quien lo mató.<br />

—Creo que sería mejor hablar <strong>de</strong> esto en otra parte. Si me acompaña hasta...<br />

Se interrumpió al ver que Nate entraba en la sala.<br />

—Jefe Burke...<br />

—Sargento... Meg, quisiera que me acompañaras. Jacob está esperando arriba.<br />

—¿Jacob?<br />

—Sí, él me ha traído hasta aquí. —Sin esperar a que ella asintiera, la cogió <strong>de</strong>l<br />

brazo. Hizo que se levantara y fuera hacia la puerta—. Yo llevaré a la señora<br />

Galloway a la comisaría, sargento.<br />

Meg tenía los ojos empañados. Pero no eran lágrimas; era por la conmoción. Ver<br />

a su padre muerto, en la pantalla, muerto por televisión, como si su vida, el final <strong>de</strong><br />

esta, fuera un episodio <strong>de</strong> una <strong>de</strong> esas series en las que cada capítulo termina en<br />

suspense, pensó aturdida. Un puñetero suspense.<br />

Dejó que él la llevara. No le dijo nada, tampoco a Jacob; permaneció en silencio<br />

hasta que estuvieron en la calle.<br />

—Necesito aire fresco. Calmarme.<br />

Soltó el brazo <strong>de</strong> la mano <strong>de</strong> él y anduvo hasta la mitad <strong>de</strong> la manzana. Oía el<br />

ruido <strong>de</strong>l incesante tráfico, y veía la mezcla <strong>de</strong> colores borrosos que formaban las<br />

personas que avanzaban en la acera.<br />

Notaba el frío en sus mejillas, así como la tenue luz <strong>de</strong>l sol <strong>de</strong> invierno que se<br />

filtraba <strong>de</strong>s<strong>de</strong> aquel cielo gris y compacto hasta su piel.<br />

Se puso los guantes y las gafas <strong>de</strong> sol y retrocedió.<br />

—¿Coben te ha llamado? —preguntó a Nate.<br />

—Exactamente. Ya que me ha sido imposible ponerme en contacto contigo,<br />

tengo que comentarte algunas cosas antes <strong>de</strong> que hablemos otra vez con él.<br />

—¿Qué cosas?<br />

—Cosas que no quiero discutir aquí, en la maldita acera. Voy a buscar el coche.<br />

—¿El coche? —dijo a Jacob al ver que Nate se alejaba <strong>de</strong>prisa.<br />

—Ha alquilado uno en el aeropuerto. No quería que fueras en un taxi. Ha dicho<br />

que necesitabas cierta intimidad.<br />

—Muy consi<strong>de</strong>rado. Cosa que yo no soy. No hace falta que lo digas —añadió al<br />

ver que Jacob se mantenía en silencio—. Lo veo en tus ojos.<br />

—Ha cuidado los perros mientras has estado fuera.<br />

—¿Acaso se lo había pedido? —Ella misma notó la mala leche en su voz y soltó<br />

una maldición—. ¡Maldita sea, maldita sea, Jacob, no pienses que voy a sentirme mal<br />

por estar viviendo mi vida tal como he hecho siempre!<br />

—¿Acaso te he pedido que lo hagas?<br />

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