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Descargar - Alcaldia Municipal de San Miguel

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NORA ROBERTS AURORA BOREAL<br />

el piloto automático a su cerebro; mantener intacto el lugar <strong>de</strong>l crimen era<br />

importantísimo. En aquellos momentos, por lo que le había dicho Jim, había dos<br />

personas allí, lo que significaba que algo podía alterarse.<br />

Abrió la puerta <strong>de</strong> golpe y vio a John arrodillado en el suelo <strong>de</strong>lante <strong>de</strong> Carrie,<br />

que estaba sollozando. John seguía con el abrigo puesto, solo se había quitado los<br />

guantes, y estaba ofreciendo un vaso <strong>de</strong> agua a la mujer. Levantó la vista y al ver a<br />

Nate una sombra <strong>de</strong> alivio se dibujó en su horrorizado rostro.<br />

—Gracias a Dios. Max. Ahí <strong>de</strong>ntro.<br />

—No se mueva. Y que tampoco se mueva ella.<br />

Se dirigió hacia el pequeño <strong>de</strong>spacho. Era capaz <strong>de</strong> olerlo. Siempre podía olerse.<br />

No, rectificó un instante <strong>de</strong>spués, no siempre era cierto. No podía olerse la muerte en<br />

la cueva <strong>de</strong> hielo don<strong>de</strong> estuvo Galloway. La naturaleza la había neutralizado. Pero<br />

sí podía oler la muerte <strong>de</strong> Max Hawbaker antes <strong>de</strong> verlo.<br />

De la misma forma que olía los huevos y el beicon <strong>de</strong> los bocadillos que habían<br />

quedado en el suelo junto al umbral <strong>de</strong> la puerta.<br />

Des<strong>de</strong> allí observó la postura <strong>de</strong>l cadáver, el arma, el tipo <strong>de</strong> herida. Todo<br />

apuntaba a un suicidio. Pero sabía también que la primera impresión <strong>de</strong>l escenario<br />

<strong>de</strong> un crimen a menudo era errónea.<br />

Entró, pero andaba pegado a la pared; se fijó en las salpicaduras <strong>de</strong> sangre en la<br />

silla, en la pantalla <strong>de</strong>l or<strong>de</strong>nador, en el teclado. Y también en el charco que había<br />

formado la cabeza herida sobre la mesa y el reguero que había ido bajando hacia el<br />

suelo hasta que la muerte había cerrado el chorro.<br />

«Marcas <strong>de</strong> pólvora», pensó. El cañón <strong>de</strong> la 22 probablemente había apuntado<br />

directamente a la sien. No había herida <strong>de</strong> salida. Y a pesar <strong>de</strong> lo que había farfullado<br />

Jim, la herida no era gran<strong>de</strong>. La bala había abierto un agujero relativamente limpio<br />

antes <strong>de</strong> penetrar en el cerebro y rebotar en él como la bola <strong>de</strong> una máquina <strong>de</strong>l<br />

millón antes <strong>de</strong> dar en el punto clave. Lo más probable era que hubiera muerto antes<br />

<strong>de</strong> que la cabeza chocara contra la mesa.<br />

Al ver el remolino <strong>de</strong> colores <strong>de</strong>l salvapantallas, Nate cogió un bolígrafo que<br />

llevaba en el bolsillo y lo acercó al botón <strong>de</strong>l ratón.<br />

El documento apareció en la pantalla.<br />

Forzó la vista para leerlo y siguió forzándola al mirar <strong>de</strong> nuevo el cuerpo <strong>de</strong>l<br />

hombre que afirmaba haber matado a Patrick Galloway.<br />

Volvió hacia la puerta y al ver que llegaba Otto corriendo le hizo un gesto para<br />

que se <strong>de</strong>tuviera. Se acercó a Carrie y, al igual que John, se agachó ante ella.<br />

—Carrie.<br />

—Max. Max... —Le miró con los ojos enrojecidos, aterrorizados—. Max está<br />

muerto. Alguien...<br />

—Lo sé. Lo siento mucho. —Le cogió las dos manos—. Me ocuparé <strong>de</strong> todo.<br />

Vaya a la comisaría y espéreme allí.<br />

—Pero, ¿y Max? No puedo <strong>de</strong>jar a Max.<br />

—Pue<strong>de</strong> <strong>de</strong>jarlo conmigo. Yo me ocuparé <strong>de</strong> él. John la ayudará a ponerse el<br />

abrigo. Y luego él y Otto la acompañarán. Yo iré en cuanto pueda. Usted irá ahora<br />

para allá y me esperará.<br />

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