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Descargar - Alcaldia Municipal de San Miguel

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NORA ROBERTS AURORA BOREAL<br />

velada.<br />

—¿Era eso? ¿Ópera?<br />

—Supongo que eso respon<strong>de</strong> a la pregunta sobre tus gustos musicales.<br />

—En realidad, no entiendo nada. Me ha gustado como sonaba fuera, cuando<br />

he llegado. Transmitía plenitud, algo extraño y <strong>de</strong>sgarrador.<br />

—Bueno, tampoco eres un caso perdido. Hum... podría poner Barry White,<br />

pero es <strong>de</strong>masiado evi<strong>de</strong>nte. ¿Qué me dices <strong>de</strong> Billie Holliday?<br />

—Ah, ¿la cantante <strong>de</strong> blues que murió?<br />

Meg se volvió hacia él.<br />

—Bueno, ¿qué conoces <strong>de</strong> música?<br />

—Poco. Lo que ponen en la radio. —La mirada divertida <strong>de</strong> Meg hizo que se<br />

metiera las manos en los bolsillos—. Me gusta Norah Jones.<br />

—Pues que sea Norah Jones.<br />

Buscó un número y programó el aparato para seleccionarla.<br />

—Y Black Crowes —siguió Nate, a la <strong>de</strong>fensiva—. Y también lo nuevo <strong>de</strong><br />

Jewel me parece bastante bueno. Springsteen sigue siendo el Boss. Y hay...<br />

—No te rompas la cabeza —dijo ella riendo y cogiéndole la mano—. Jones<br />

me parece bien. —Empezó a tirar <strong>de</strong> él hacia la escalera—. A<strong>de</strong>más, si lo haces<br />

bien, lo único que oiré será mi propia música.<br />

—Pero sin presión, ¿eh?<br />

—Apuesto a que eres capaz <strong>de</strong> aguantarla. —Al final <strong>de</strong> la escalera, Meg se<br />

volvió y lo llevó hacia una puerta—. Ocúpate <strong>de</strong> mí, jefe. Yo también te he estado<br />

<strong>de</strong>seando.<br />

—Pienso en ti todo el tiempo. También en los momentos más ina<strong>de</strong>cuados.<br />

Lo cogió por la cintura. Le había necesitado, le había <strong>de</strong>seado. Era algo muy<br />

extraño y nuevo para ella necesitar y <strong>de</strong>sear <strong>de</strong> un modo tan específico.<br />

—¿Por ejemplo? —preguntó Meg.<br />

—Te imaginaba <strong>de</strong>snuda mientras planificaba la rotación semanal con Peach.<br />

No me dirás que no es <strong>de</strong>sconcertante.<br />

—Me gusta que me imagines <strong>de</strong>snuda, sobre todo en momentos poco<br />

a<strong>de</strong>cuados. —Rozó con sus dientes la mandíbula <strong>de</strong> él—. ¿Y por qué no empiezas?<br />

—También me gustas vestida —dijo él tirando <strong>de</strong> su jersey hacia arriba.<br />

Le gustaba el tacto <strong>de</strong>l cuerpo <strong>de</strong> Meg bajo sus manos y tener que ir sacando<br />

capa tras capa hasta llegar a la piel. ¡Qué cálida y suave era! Y a pesar <strong>de</strong> la lana y<br />

<strong>de</strong>l algodón, a pesar <strong>de</strong> todo lo que cubría su cuerpo, <strong>de</strong>bajo estaba su aroma<br />

secreto y atrayente.<br />

Meg le acarició, con calma, con ansia, le quitó una a una las capas como él<br />

había hecho con ella. Algo se encendió en el interior <strong>de</strong> Nate, y no era solo apetito.<br />

Algo que había estado ahí hibernando <strong>de</strong>s<strong>de</strong> hacía mucho tiempo.<br />

Podía per<strong>de</strong>rse en ella sin sentirse perdido. Soltarse sin sufrir por si no<br />

encontraba el camino <strong>de</strong> vuelta. Cuando su boca se juntó con la <strong>de</strong> ella, cuando<br />

saboreó al tiempo la entrega y la <strong>de</strong>manda, tuvo todo lo que podía ansiar.<br />

Se acercaron a la cama dando vueltas y se tumbaron en ella. Nate oyó el<br />

suspiro <strong>de</strong> Meg y se preguntó si estaba tan tranquila o tan necesitada como él. Ella<br />

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