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Descargar - Alcaldia Municipal de San Miguel

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NORA ROBERTS AURORA BOREAL<br />

enfrentaba a la conmoción y al dolor, incluso al odio.<br />

Jacob había dicho que era fuerte. Él empezaba a pensar que era la persona<br />

más fuerte que había conocido en su vida.<br />

Y la que se sentía más a gusto consigo misma.<br />

Le preguntó cómo le había ido el día. A él le costó hablar <strong>de</strong> ello, ya que en<br />

su matrimonio anterior se había acostumbrado a <strong>de</strong>jar el trabajo fuera.<br />

Pero Meg quería enterarse, comentar, cotillear, reír.<br />

Aun así, <strong>de</strong>bajo <strong>de</strong> la tranquilidad que se respiraba con ella, notaba un<br />

escalofrío <strong>de</strong> excitación, <strong>de</strong> expectativa, aquel zumbido sexual que hacía que le<br />

hirviera la sangre cuando estaba cerca <strong>de</strong> ella.<br />

Deseaba acercar sus manos a su pelo, sus dientes a la nuca que <strong>de</strong>jaba al<br />

<strong>de</strong>scubierto el nuevo corte. Pensaba en ello, se lo imaginaba, su estómago se<br />

tensaba al notar que el peso <strong>de</strong>l día se <strong>de</strong>slizaba por sus hombros.<br />

En un momento <strong>de</strong>terminado, Meg estiró las piernas y las apoyó en su<br />

regazo mientras se inclinaba hacia atrás para tomar otro trago. A Nate se le secó la<br />

boca y se le enturbió la cabeza.<br />

—Solía mangar en las tiendas.<br />

Lanzó un par <strong>de</strong> pedazos <strong>de</strong> pan a los perros. Nate pensó que a su madre le<br />

habría dado un ataque si la hubiera oído.<br />

Le encantaba ver cómo los perros cogían el pan al vuelo, como un par <strong>de</strong><br />

jugadores <strong>de</strong> béisbol recogiendo unas pelotas altas.<br />

—Tú... robabas...<br />

—En realidad no es lo mismo mangar que robar.<br />

—Llevarte algo, no pagarlo.<br />

—Vale, vale. —Puso los ojos en blanco—. Pero, la verdad es que para mí era<br />

como un ritual. Era tan hábil que no me pescaban como les ha ocurrido a esos<br />

chavales que has trincado hoy. Nunca cogí nada que necesitara. Era más una<br />

cuestión <strong>de</strong>: «Hum, a ver si soy capaz <strong>de</strong> llevármelo». Luego escondía el botín en<br />

mi habitación y <strong>de</strong> noche lo sacaba para <strong>de</strong>leitarme contemplándolo. Unos días<br />

<strong>de</strong>spués lo <strong>de</strong>volvía; era una operación casi igual <strong>de</strong> peligrosa y emocionante.<br />

Creo que, <strong>de</strong> haber vivido en otra parte, habría sido una <strong>de</strong>lincuente <strong>de</strong> primera,<br />

porque para mí no era importante lo que cogía sino el hecho <strong>de</strong> cogerlo.<br />

—Supongo que no seguirás...<br />

—No, pero ahora que lo dices, estaría bien comprobar si todavía tengo esa<br />

habilidad. Y si me trincaran, estoy enrollada con el jefe <strong>de</strong> policía. —Bajó el pie y<br />

se acercó a él para acariciarle el muslo mientras Nate la observaba con sus serios<br />

ojos grises—. No pongas esa cara. Todo el mundo sabe que estoy medio pirada y<br />

no me lo tendrían en cuenta.<br />

Se levantó.<br />

—Quitemos la mesa. ¿Por qué no sacas a los perros? Les gusta echar una<br />

carrera a estas horas.<br />

En cuanto tuvieron la cocina or<strong>de</strong>nada y los perros estuvieron tumbados con<br />

un par <strong>de</strong> huesos <strong>de</strong> cuero <strong>de</strong>l tamaño <strong>de</strong> una tibia, Meg se plantó ante los CD.<br />

—No creo que Puccini sea lo más a<strong>de</strong>cuado para la siguiente parte <strong>de</strong> la<br />

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