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Descargar - Alcaldia Municipal de San Miguel

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NORA ROBERTS AURORA BOREAL<br />

Anotación en un diario<br />

18 <strong>de</strong> febrero <strong>de</strong> 1988<br />

Capítulo 11<br />

He estado por encima <strong>de</strong> las nubes. Este es para mí el momento <strong>de</strong>finitivo en<br />

toda ascensión. El cansancio, el dolor, el terrible sufrimiento <strong>de</strong>l frío <strong>de</strong>saparecen<br />

cuando te encuentras en la cumbre. Vuelves a nacer. En esa inocencia no existe el<br />

miedo a la muerte o a la vida. No hay enojo, tristeza, historia o futuro. Solo existe<br />

el momento.<br />

Lo has conseguido. Has vivido para ello.<br />

Hemos bailado sobre la nieve virgen, a unos tres mil novecientos metros por<br />

encima <strong>de</strong>l nivel <strong>de</strong>l mar, con el sol brillando en nuestros ojos y el viento al<br />

compás <strong>de</strong> nuestra enloquecida melodía. Los gritos que soltábamos atronaban y<br />

resonaban en el cielo, y nuestro vértigo seguía el remolino <strong>de</strong>l mar <strong>de</strong> nubes.<br />

Cuando Darth dijo que teníamos que saltar, estuve a punto <strong>de</strong> hacerlo. ¡Qué<br />

<strong>de</strong>monios! Éramos los dioses <strong>de</strong> allí.<br />

Lo <strong>de</strong>cía <strong>de</strong> verdad. Me <strong>de</strong>jó pasmado —no era miedo— darme cuenta <strong>de</strong><br />

que lo <strong>de</strong>cía en serio. Vamos a saltar. ¡Vamos a volar! El colega se había pasado<br />

con las anfetas. Demasiadas para el último acelerón.<br />

Incluso me agarró el brazo, <strong>de</strong>safiándome. Tuve que apartarme y alejarlo a él<br />

<strong>de</strong>l bor<strong>de</strong>. Me insultó, pero reía. Los dos reíamos. Como majaras.<br />

Dijo algo un poco raro, pero supongo que era normal en un lugar como<br />

aquel. Me dio la vara, con aquella risa casi efervescente, con que yo tenía mucha<br />

suerte. Que si me había agenciado la mujer más sexy <strong>de</strong> Lunacy y me pasaba los<br />

días mano sobre mano mientras ella daba el callo. Encima podía largarme, libre<br />

como el viento; y no solo podía tirarme a quien quisiera, no solo me hacía con la<br />

banca en la partida, sino que a<strong>de</strong>más ahora estaba en la cima <strong>de</strong>l mundo, porque<br />

me había salido <strong>de</strong> allí.<br />

Pues no, no iba a saltar.<br />

Lo que él me dijo era que las cosas iban a cambiar, que iban a dar un vuelco.<br />

Dijo que conseguiría a la mujer que los otros quieren, que le sonreiría la suerte,<br />

que viviría a lo gran<strong>de</strong>.<br />

Lo <strong>de</strong>jé allí. Era un momento <strong>de</strong>masiado bonito para pensar en chorradas.<br />

Pasé <strong>de</strong> la loca alegría a la paz, una paz total y absoluta. No somos dioses,<br />

solo unos hombres que han subido a duras penas otra cima. Sé que he hecho mil<br />

cosas insignificantes. Pero esta no lo es. Esta me marcará.<br />

No hemos conquistado la montaña sino que nos hemos fundido con ella.<br />

Creo que precisamente por haber conseguido esto soy un hombre mejor. Un<br />

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