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Descargar - Alcaldia Municipal de San Miguel

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NORA ROBERTS AURORA BOREAL<br />

—¿Charlene?<br />

—En el <strong>de</strong>spacho. Han dicho que Steven y sus amigos se están recuperando.<br />

Las carreteras siguen estando mal, pero Jerk se ha ofrecido esta mañana a llevar a<br />

Joe y a Lara. ¿Un café?<br />

Nate observó a Meg mientras cruzaba la puerta.<br />

—De acuerdo.<br />

Meg atravesó el vestíbulo, pasó al otro lado <strong>de</strong>l mostrador y entró en el<br />

<strong>de</strong>spacho sin llamar.<br />

Charlene estaba sentada a su escritorio, al teléfono. Saludó a su hija con un<br />

gesto impaciente con la mano.<br />

—Mira, Billy, si realmente tienes que jo<strong>de</strong>rme, al menos <strong>de</strong>berías invitarme a<br />

cenar antes.<br />

Meg se volvió. Si su madre estaba regateando los precios <strong>de</strong> los suministros<br />

había que esperar. Aquello no parecía un <strong>de</strong>spacho serio. Recordaba mucho a<br />

Charlene: femenino, transparente y alocado. Mucho color rosa en la tapicería,<br />

montones <strong>de</strong> figuritas <strong>de</strong> todo tipo, cuadros <strong>de</strong> flores con marcos dorados en las<br />

pare<strong>de</strong>s y cojines <strong>de</strong> seda en el sofá <strong>de</strong> terciopelo.<br />

Olía a rosas, el habitual aroma <strong>de</strong>l pulverizador que accionaba Charlene cada<br />

vez que entraba allí. El escritorio era una barroca reproducción <strong>de</strong> un mueble<br />

antiguo que Charlene había comprado por catálogo y pagado a precio <strong>de</strong> oro.<br />

Patas curvadas y mucha talla.<br />

La carpeta <strong>de</strong> encima <strong>de</strong> la mesa era rosa, igual que su papel <strong>de</strong> cartas y los<br />

adhesivos. Todo llevaba grabado en su extremo superior la palabra «Charlene» en<br />

una letra muy elaborada y casi ilegible.<br />

Junto al sofá había una lámpara <strong>de</strong> pie en tonos dorados y rosas que, en<br />

opinión <strong>de</strong> Meg, era más a<strong>de</strong>cuada para un bur<strong>de</strong>l que para un <strong>de</strong>spacho.<br />

Se preguntó, como casi siempre, cómo había podido salir <strong>de</strong> alguien con<br />

unos gustos, unas i<strong>de</strong>as, un estilo tan opuestos a los suyos. Tal vez su vida no<br />

fuera más que una eterna rebelión contra el útero materno.<br />

Se volvió <strong>de</strong> nuevo al oír el arrullo <strong>de</strong> la <strong>de</strong>spedida <strong>de</strong> Charlene.<br />

—Ahora me viene con una subida. —Con una risita, Charlene se sirvió otro<br />

vaso <strong>de</strong> agua <strong>de</strong> la jarra que tenía en la mesa.<br />

No parecía muy eficiente, pensaba Meg, aunque las apariencias engañan. En<br />

cuestión <strong>de</strong> negocios, Charlene era capaz <strong>de</strong> calcular al céntimo los beneficios y las<br />

pérdidas en cualquier momento <strong>de</strong>l día o <strong>de</strong> la noche.<br />

—He oído <strong>de</strong>cir que eres una heroína. —Observó a su hija mientras bebía<br />

agua—. Tú y ese jefe tan sexy. ¿Os habéis quedado en Anchorage para celebrarlo?<br />

—Se había hecho <strong>de</strong> noche.<br />

—¡Claro! Mira, te daré un consejo. Un hombre como Nate lleva mucho<br />

equipaje. Tú estás acostumbrada a viajar a toda velocidad, sin bultos. No haréis un<br />

buen equipo.<br />

—Lo tendré presente. He <strong>de</strong> hablar contigo.<br />

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