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Descargar - Alcaldia Municipal de San Miguel

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NORA ROBERTS AURORA BOREAL<br />

Al acercarse al cadáver, las pare<strong>de</strong>s y las columnas <strong>de</strong> la cueva le lanzaron<br />

sus reflejos. Él multiplicado por cien, el muerto multiplicado por cien. Mirara<br />

don<strong>de</strong> mirase, la muerte se unía a él.<br />

El hielo empezó a crujir. Las pare<strong>de</strong>s empezaron a temblar. Oyó un<br />

atronador sonido mientras caía <strong>de</strong> rodillas a los pies <strong>de</strong>l cadáver. La cara sin vida<br />

<strong>de</strong> Galloway se volvió hacia la suya, con los dientes al <strong>de</strong>scubierto en una<br />

espantosa mueca.<br />

Era el rostro <strong>de</strong> Jack, era la voz <strong>de</strong> Jack la que hablaba mientras caían las<br />

columnas <strong>de</strong> hielo y temblaba el suelo <strong>de</strong> la cueva. «No hay salida para ninguno<br />

<strong>de</strong> los dos. Estamos todos muertos.»<br />

Se <strong>de</strong>spertó cuando la cueva se lo tragaba.<br />

A Meg no le sorprendió que Nate se hubiera ido. Eran más <strong>de</strong> las ocho<br />

cuando abrió los ojos, por tanto supuso que le había entrado hambre o que se<br />

había cansado <strong>de</strong> esperarla.<br />

Le estaba agra<strong>de</strong>cida por la compañía y la franqueza con que había vestido la<br />

compasión. Había <strong>de</strong>jado que se enfrentara a la conmoción y a la tristeza, así como<br />

a todos los <strong>de</strong>más sentimientos, a su manera. Meg valoraba mucho aquello en un<br />

amigo o en un amante.<br />

Estaba casi segura <strong>de</strong> que Nate era ambas cosas.<br />

Ahora tendría que seguir enfrentándose a ello consigo misma, con su madre,<br />

con el resto <strong>de</strong>l pueblo. Y con la policía.<br />

No le parecía lógico darle muchas vueltas en aquellos momentos. Ya lo haría<br />

cuando llegara a Lunacy.<br />

Pensó que encontraría a Nate o él a ella antes <strong>de</strong> que fuera la hora <strong>de</strong><br />

regresar. Mientras tanto, le apetecía un café.<br />

El comedor estaba dispuesto para el <strong>de</strong>sayuno y lleno <strong>de</strong> clientes. Los<br />

establecimientos económicos que servían buena comida atraían a muchos pilotos y<br />

guías que utilizaban Anchorage como punto <strong>de</strong> partida. Vio algunas caras<br />

conocidas.<br />

Luego localizó a Nate.<br />

Estaba sentado solo a una mesa <strong>de</strong>l rincón. Era una <strong>de</strong> las más solicitadas, lo<br />

que indicaba que llevaba tiempo allí. Tenía <strong>de</strong>lante una taza <strong>de</strong> café y un<br />

periódico. Pero no bebía; no leía. Estaba en otra parte, hundido en sus<br />

pensamientos. Pensamientos sombríos y <strong>de</strong>solados.<br />

Des<strong>de</strong> el otro extremo <strong>de</strong>l ajetreado local pensó que nunca había visto a<br />

alguien tan solo.<br />

Fuera cual fuese su triste historia <strong>de</strong>bía <strong>de</strong> ser abrumadora.<br />

Mientras se dirigía hacia él alguien la llamó. Respondió saludando con la<br />

mano y vio que Nate se replegaba. Poco <strong>de</strong>spués observó que se reponía, cogía la<br />

taza con parsimonia y se preparaba antes <strong>de</strong> mirarla. Le sonrió.<br />

Una sonrisa dulce, unos ojos misteriosos.<br />

—¿Has dormido bien?<br />

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