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Descargar - Alcaldia Municipal de San Miguel

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NORA ROBERTS AURORA BOREAL<br />

Meg habría jurado, a sus trece años habría jurado, que en realidad su padre<br />

ya no tenía la cabeza allí. La palmadita en el pelo fue maquinal, como la <strong>de</strong> un<br />

pariente lejano.<br />

—Iremos a pescar cuando vuelva.<br />

—Sí.<br />

Estaba enfurruñada; quería quitárselo <strong>de</strong> encima antes <strong>de</strong> que fuera él quien<br />

la abandonara.<br />

—Hasta pronto, preciosidad.<br />

Tuvo que hacer un esfuerzo para no pegar un salto, correr hacia él y<br />

abrazarle con toda su fuerza antes <strong>de</strong> que saliera.<br />

Des<strong>de</strong> aquella tar<strong>de</strong>, se había arrepentido mil veces <strong>de</strong> no haber cedido a<br />

aquel impulso, <strong>de</strong> haber reprimido aquel último contacto. Y se arrepentía ahora,<br />

mientras rememoraba en la oscuridad aquel último encuentro.<br />

Permaneció así, inmóvil, hasta que oyó el golpe en la puerta. Resignada, se<br />

levantó, encendió la luz y se pasó la mano por el pelo, aún húmedo por la ducha.<br />

Abrió la puerta a Nate; llevaba una ban<strong>de</strong>ja y había <strong>de</strong>jado otra en el suelo,<br />

junto a la puerta.<br />

—Tenemos que comer.<br />

En realidad, Nate nunca había soportado que la gente le obligara a comer<br />

para reconfortarle en sus peores momentos, pero sabía que funcionaba y aquello<br />

era lo principal.<br />

—De acuerdo.<br />

Meg le señaló la cama, la única superficie con espacio suficiente en la<br />

habitación para usar como mesa. Luego se agachó para recoger la otra ban<strong>de</strong>ja.<br />

—Si luego prefieres quedarte sola, pediré otra habitación.<br />

—No hace falta.<br />

Se sentó con las piernas cruzadas sobre la cama y, <strong>de</strong>jando a un lado la<br />

ensalada que había en su ban<strong>de</strong>ja, empezó a cortar el filete.<br />

—Este es mío. —Nate cambió las ban<strong>de</strong>jas—. Me han dicho que a ti te<br />

gustaba poco hecho. A mí, no.<br />

—No se te escapa ni una, ¿verdad? Aunque has subido café en lugar <strong>de</strong><br />

whisky...<br />

—Si necesitas una botella, voy a buscarla.<br />

Meg soltó un suspiro y siguió cortando la carne.<br />

—¿Cómo he acabado compartiendo la cena en Anchorage con un chico tan<br />

amable?<br />

—No lo soy, en realidad. Te he <strong>de</strong>jado una hora para que pudieras<br />

tranquilizarte. Y te he traído comida para que cogieras fuerzas y me hablaras <strong>de</strong> tu<br />

padre. Lo siento, Meg, es muy duro, pero <strong>de</strong>spués <strong>de</strong> que hablemos tendremos<br />

que <strong>de</strong>jarlo en manos <strong>de</strong>l inspector que se encarga <strong>de</strong>l caso.<br />

Meg cortó otro trozo <strong>de</strong> carne y lo mezcló con una <strong>de</strong> las patatas fritas ya<br />

frías.<br />

—Una cosa: allí, en tu tierra, ¿eras un buen policía?<br />

—Creo que es lo único que he sabido hacer bien en mi vida.<br />

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